América Latina y El Caribe: una zona de paz con preguntas. Farruco Sesto
En enero de 2014, con motivo de la II Cumbre de la CELAC, tuvo lugar un hito diplomático que unificó la voz de la legítima y profunda aspiración latinoamericana a vivir en paz. Lo que ya era conciencia de los pueblos se convirtió en acuerdo formal.
Allí, en la Habana, Cuba, las Jefas y Jefes de Estado y de gobierno de todos los países de América Latina y El Caribe, suscribieron El MANIFIESTO DE AMÉRICA LATINA Y El Caribe COMO ZONA DE PAZ “basada en el respeto de los principios y normas del Derecho Internacional (…) y los Principios y Propósitos de la Carta de las Naciones Unidas”. Lo hicieron a partir de la premisa “de que la paz es un bien supremo y anhelo legítimo de todos los pueblos”.
Esa declaración se redactó recordando algunos antecedentes, entre ellos “la decisión de las Jefas y Jefes de Estado de UNASUR de fortalecer a Suramérica como Zona de Paz y Cooperación”.
Y, en efecto, en términos generales, puede decirse que esta es una de las grandes regiones pobladas del mundo, tal vez la única, que no conoció en su seno ningún conflicto armado entre naciones a partir de la II Guerra Mundial. La excepción (y no podía ser de otra manera) son las intervenciones imperialistas de los EEUU en Cuba (1962) República Dominicana (1965), Granada (1983), Panamá (1989) y Haití (2004), además de sus otras agresiones indirectas, así como la intervención colonialista del Reino Unido en las Malvinas, en 1982. Contrasta con el hecho de que no hubiera ningún conflicto armado entre los países latinoamericanos y caribeños, salvo el episodio entre Salvador y Honduras, conocido como Guerra del Futbol, en 1969.
Pudiéramos apuntar también, aunque sea para anotarlo al margen en cuanto al riesgo que hubo de conflicto, el calentamiento de la frontera con Venezuela por parte de Colombia, en el marco de las bravuconadas de Donald Trump cuando exclamaba que “todas las opciones están sobre la mesa”. Pero no sin aclarar al mismo tiempo que hoy ese riesgo se convirtió en nada, sobre todo a partir de la salida de Iván Duque y la llegada a la presidencia de Gustavo Pedro en Colombia, así como de Lula en Brasil, también frontera con Venezuela.
De manera que, en el espíritu de la diplomacia bolivariana de paz, no se visualiza ninguna otra cosa que no sea concordia y cooperación entre las naciones latinoamericanas y caribeñas. Motivo por el cual, la concreción de cualquier agresión imaginable tendría que venir del exterior. Un exterior que, no lo olvidemos, está militarmente incrustado en este territorio a través de las bases de los EEUU.
Ahora bien, a la vista de las actuales tensiones geopolíticas, traducidas tanto en amenazas como en guerras reales en otros continentes, no está de más, con todo, preguntarse si esa expresada voluntad de paz de los pueblos y gobiernos de la región puede subsistir en el tiempo. Y en ese sentido, las siguientes preguntas podrían ayudarnos a reflexionar sobre el tema:
- ¿Qué papel van a cumplir las 76 bases e instalaciones militares que tienen los EEUU en un montón de países de América Latina y El Caribe, entre las que destacan las de Cuba, Puerto Rico, Panamá, Colombia, Aruba, Curazao, Perú y Paraguay? Lo misma pregunta para las que tiene el Reino Unido.
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¿Qué significa para el resto de los países de América Latina y El Caribe la condición de Colombia como “socio global” de la OTAN, según acuerdo de 2018? ¿Se mantendrá en el tiempo ese acuerdo?
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¿Hasta qué grado está contribuyendo a inclinar la balanza hacia la posibilidad de un conflicto bélico, la vieja práctica colonialista del bloqueo y el chantaje coercitivo, particularmente intensa en los casos de Cuba y Venezuela? ¿De que manera esas formas de guerra asimétrica y difusa contribuyen a la paz de la región y a la cooperación entre las naciones?
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¿Cuál va a ser la actitud por parte de Europa hacia América Latina y El Caribe, en esta transición imparable a uno nuevo mundo pluripolar? ¿Aceptará de buen grado que esta región se constituya cómo un polo pacífico e independiente, o mantendrá Europa su visión subalterna a la de los EEUU?
Por último ¿cuál va a ser el papel de la fuerza armada de los distintos países de la región, en relación a las aspiraciones liberadoras de los pueblos? Sabemos, por ejemplo, que los ejércitos de Cuba, Nicaragua y Venezuela, tienen en el antiimperialismo uno de sus basamentos doctrinarios. ¿De qué manera podrán evolucionar hacia esa misma posición aquellas fuerzas armadas de otros países con una práctica dependiente?
(Publicado, originalmente en gallego, en NÓsdiario, el 7 de abril de 2023)