CELAC; señales del porvenir
La IV Cumbre de la CELAC efectuada en México dejó, además de una declaración con 44 puntos que van desde la afirmación de voluntades por la integración al fortalecimiento del combate de la pandemia de Covid-19, una serie de manifestaciones políticas que reafirman el complejo panorama latinoamericano y caribeño que se vive desde décadas atrás. Tan solo la presencia de los presidentes de Cuba y Venezuela bastó para que los sectores conservadores se rasgaran las vestiduras e intentaran sin éxito una campaña de desprestigio a la reunión, además de que se pudo observar el inicio de la reunificación de los gobiernos con tendencia progresista, posibilitando la conjunción de esfuerzos encaminados a parar un poco la injerencia del imperialismo estadunidense, aunque debe dejarse en claro que la propuesta de integración económica del Presidente mexicano, ni es nueva ni puede verse como una acción libertadora, ya que si algo caracteriza a la CELAC es precisamente la ausencia de los Estados Unidos, y dicha propuesta busca integrarse junto al imperio, lo que contradice el origen de este organismo y pone en riesgo la autodeterminación y soberanía, al menos económica, de las naciones de la región.
Las disputas políticas en nuestra América no son ni nuevas ni extrañas: los arrebatos santiguados de los presidentes de Paraguay y Uruguay no solo desbordan cinismo, sino que refuerzan su sumisión al imperio que apenas unos días atrás les prometió recursos económicos. Son conocidas las abiertas diferencias entre los gobiernos represivos y neofascistas de Chile, Colombia y Ecuador con los de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Lo que la VI Cumbre de la CELAC ha reafirmado, es la existencia de las dos Américas a las que se refiriera José Martí; la América sajona representada por el imperio estadunidense y Canadá, y la América nuestra, conformada por una histórica común de opresión colonialista, dependencia y resistencia ante los embates injerencistas del imperialismo; los actuales inhumanos bloqueos económicos a Cuba y Venezuela son solo muestra de una política depredadora que va de la presión discursiva al genocidio y la dictadura.
El espíritu con el que se fundó la CELAC en 2010 fue el mismo que rescató el ex presidente venezolano Hugo Chávez, reivindicando las ideas y sueños de unidad e integración de Simón Bolívar y José Martí, y los de tantos otros intelectuales-políticos latinoamericanos que han reconocido esos idearios como las señales del porvenir. El reto no es sencillo, la unidad e integración latinoamericana y caribeña pasa necesariamente por el desarrollo económico y social de las naciones de la región, pero, sobre todo, requiere el fin de la injerencia imperialista y de la sumisión de gobiernos conservadores a sus intereses. La América unida solamente será materializada en su totalidad cuando el imperio y las potencias europeas neocolonialistas dejen sus pretensiones de dominación, saqueo y explotación, es decir, cuando dejen de ser un imperio genocida y una serie de naciones desarrolladas a costa de la riqueza de otras.
Lo que se ha confirmado es la necesaria segunda y definitiva independencia de las naciones latinoamericanas y caribeñas, algo que solamente se alcanzará con la construcción de la integración y la unidad desde una perspectiva anticapitalista y marcadamente bolivariana, martiana y marxista, idearios ejes del nuevo quehacer de nuestra América.