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China para mi

Quisiera ir a China / para orientarme un poco. Aquellos dos breves versos de  Blas  de Otero, escritos en clave poético-política, los sentí de alguna manera en carne propia.
Pues ¿quien de nosotros, militantes de izquierda en los sesenta y setenta del siglo pasado, no estaba pendiente de los profundos cambios que se producían entonces en aquel gran país, la República Popular China?
¿Quien de nosotros, en aquella época, no tuvo entre sus manos el Libro Rojo del Presidente   Mao, o sus cuatro tesis filosóficas, estudiándolas, reflexionando sobre ellas? Y por supuesto, en mi caso, una hermosa antología de sus poemas, publicada por Ediciones en Lenguas Extranjeras de  Pekin  (hoy   Beijing).
Yo no era propiamente, y así quiero aclararlo, lo que se conocía como un militante  maoísta, pero sí era, ya desde entonces y lo sigo siendo, un gran admirador de aquella revolución con características tan propias.
De modo tal que cuando tuve la oportunidad de viajar a China en 1980 por casi tres semanas, formando parte de una delegación de cuatro personas encabezada por Alfredo Maneiro, sentí que ese deseo estaba cumpliéndose a plenitud. Porque el viaje, que respondía a una invitación del Partido Comunista Chino, y que tenía un carácter exclusivamente político, era una extraordinaria oportunidad para conocer de cerca la singular experiencia revolucionaria de un país tan interesante desde todos los puntos de vista.
Atravesamos China en coche, en tren y en avión, pudiendo recorrer campos y ciudades, entre ellas la capital Beijing,    así como   Hangzhou,   Nanjing y Shanghai.  Y lo que vi y lo que sentí en aquel entonces, debo decir que me ganó para siempre.
Pasado el tiempo, en 2006, volví de nuevo a viajar a China, como ministro del Poder Popular para la Cultura de Venezuela.
Y lo que ahora percibí, aproximadamente un cuarto de siglo después, fue una  China tan cambiada en ciertos aspectos materiales que apenas era reconocible, pero al mismo tiempo tan en sintonía consigo misma, tan consciente de sí y tan leal a su propio proyecto de emancipación humana, que no pude menos que reafirmar y consolidar mi admiración de siempre por ese pueblo y por su revolución.
Lo digo así, sin que me quede nada por dentro. Creo que en muchísimos aspectos la República Popular China le puede dar lecciones a esta parte del mundo  auto denominada Occidente. Y de hecho, se las da.
Para empezar, porque logró una de las proezas más admirables y de mayor trascendencia de la historia humana. Tal vez la más grande. Sacar a más de mil millones de familias de la pobreza y del hambre en apenas setenta años. Que se dice muy pronto. Pero porque además, al mismo tiempo, se convirtió en una gran potencia política, cultural y económica, indispensable como referencia ejemplar en cualquier análisis   goepolítico. Y que lo logró sin atacar a nadie.  Sin guerras coloniales ni de ningún tipo contra otras naciones. Sin injerencias, sin tumbar gobiernos, respetando la soberanía de los pueblos. Sin bases militares (los EEUU tienen ochocientas repartidas por todo el mundo). Todo con base a una consecuente diplomacia de paz. Con absoluto respeto a la legalidad internacional.
No quiero decir que no pasara por conflictos internos de cierta magnitud, cuando en determinados momentos estallaban sus contradicciones estructurales. Como en el episodio histórico de la llamada Revolución Cultural, Pero que, en todo caso, poco tiene que ver, en su alcance real, con los estallidos de las contradicciones del capitalismo europeo,  donde, solo en vidas perdidas se contabilizan diecisiete millones entre 1914 y 1918, y más del doble  entre en 1939 y 1945.   De manera que ¿de que estamos hablando?
Me gusta China. La respeto profundamente. Y la admiro.
Ahora con la crisis de la pandemia, volvió a dar un buen ejemplo al mundo. En eficacia, por una parte, y en solidaridad   internacionalista por la otra.  No deja de ser una cuestión  notable que los países calificados como “regímenes autoritarios” por la sesgada y manipuladora prensa empresarial, fueran los más generosos, los más solidarios, los más abiertos a una visión de humanidad. Entre ellos el caso excepcional de Cuba y, por supuesto, el de la República Popular China.
Como venezolano, agradezco infinitamente su decidido apoyo a nuestro pueblo contra las agresiones imperiales de los EEUU y de sus países subordinados.
(Publicado en el blog del autor, el 27 de junio de 2020)

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