Colombia: Exterminio contra exguerrilleros y activistas, y manipulación de la verdad en la «Paz Sangrienta»
El atroz asesinato, precedido de tortura, contra el ex-guerrillero Dimar Torres por parte del ejército colombiano (1), nos convoca a cuestionamientos profundos acerca de si a la realidad objetiva de Terrorismo de Estado, corresponde seguir denominándola, en disociación absoluta, como «paz». Dimar Torres iba a ser padre, era activista comunitario. Los militares lo torturaron, lo mutilaron, arrojaron su cuerpo desnudo y su pene amputado. Esto es el Terrorismo de Estado en Colombia: perpetrando exterminio para servirle al capitalismo transnacional. Desde la firma de los llamados «acuerdos de paz», la guerra del capitalismo transnacional contra el pueblo colombiano sigue en alza: van más de 129 ex-guerrilleros asesinados (varios de sus familiares torturados, desaparecidos o asesinados)(2); además van más de 600 líderes sociales asesinados por la herramienta paramilitar o militar del Estado colombiano (3). Bajo la «Paz-Sangrienta», centenares de sindicalistas, maestros, líderes agrarios, estudiantiles, comunitarios, han sido asesinados por la herramienta paramilitar y militar para callar la protesta contra el saqueo capitalista de Colombia, para callar la oposición al saqueo que perpetran las multinacionales, para callar la reivindicación social contra la explotación y el empobrecimiento por despojo de las tierras y recursos.
En Colombia, al Capitalismo se le caen todas las caretas, dejando la abyección de su rostro al desnudo. Pero a esa barbarie, al Terrorismo de Estado que abre Colombia en canal al saqueo multinacional, insisten en llamarle cínicamente «paz».
La tortura y asesinato contra Dimar Torres ocurrió el 22 de abril de 2019. El ministro de «defensa», Guillermo Botero, intentó hacer creer que hubo un «forcejeo» en el que, supuestamente, Dimar habría intentado quitarle el arma a uno de los militares; pero el estado del cadáver, filmado y fotografiado, evidencia la mentira del «forcejeo». La comunidad del Catatumbo, región limítrofe con Venezuela, sorprendió a los militares todavía con el cadáver, cuando se disponían a desaparecerlo en una fosa. Con gran valentía la comunidad campesina encaró unida a los asesinos y logró grabar incluso vídeos de los militares junto al cuerpo desnudo y torturado: «Le había sido mutilado su órgano genital, tenía marcas en las manos y las piernas y varios golpes en el cuerpo. Su cráneo quedó desfigurado, al parecer por el impacto del proyectil que habría terminado con su vida»(4).
Ante los vídeos que se lograron hacer públicos y los numerosos testigos que sorprendieron a los militares terminando su crimen, el ministro de «defensa» se tuvo que retractar de su primer intento de gruesa mentira con la fábula del «forcejeo», pero siguió con insidia en su intento de criminalizar a la víctima de atroces torturas y homicidio. Por otro lado, un General tuvo que reconocer, ante lo abrumador de la evidencia, que el asesinato fue cometido por militares, claro que lo hizo para aducir que «el crimen no fue resultado de una acción militar»(5), e introducir la versión de la «manzana podrida». La cortina de humo de la «manzana podrida» fue enseguida replicada por todos los medios masivos. Ese general está investigado por ejecuciones extrajudiciales: «El comandante de la Fuerza de Tarea Vulcano, general Villegas, tiene un proceso judicial por “falsos positivos» (ibídem).
El ejército de Colombia es el autor de miles de ejecuciones extrajudiciales, con al menos 5000 casos documentados de asesinatos de niños y jóvenes campesinos, asesinados para hacerlos pasar por «guerrilleros muertos en combate»; siendo incluso otorgadas recompensas por cadáver de insurgente asesinado (directiva 029 y otros decretos). Así de crudo es el Terrorismo de Estado; pero resulta que, cuando son demasiado enormes las evidencias de las ejecuciones extrajudiciales, de las torturas y las violaciones contra adultos y niños (recordar el caso de los tres hermanitos de Arauca violados hasta la muerte por militares para aterrorizar a la población), el ejército siempre recurre a decir que «son hechos cometidos por manzanas podridas dentro del ejército», pero que «el canasto de manzanas está sano»… Pensar que un ejército que asesina por miles, que tortura y desaparece por miles, es un «canasto sano», es no querer ver que hay una planificación Estatal, que hay una ejecución del Terrorismo de Estado como mecanismo de control social. No son «manzanas podridas», es un Estado al servicio del capitalismo transnacional, que practica exterminio contra la reivindicación social y política a través de su herramienta militar y de su herramienta paramilitar. No son «manzanas podridas», es un ejército entrenado en Terrorismo de Estado en bases y escuelas militares estadounidenses.
Pero la fábula macabra avanza pisando la realidad, asesinando doblemente a las víctimas con la mentira que confunde y participa de perpetuar el exterminio.
En este caso, designaron entre los asesinos materiales a uno de ellos que cargaría (si es que no queda impune) con las culpas de varios asesinos materiales y con la culpa de los ingenieros del Terror. Por supuesto queda intocado el problema de fondo: hay una planificación del Exterminio. La cosa quedó en que UN militar sería juzgado, se trata del Cabo Daniel Eduardo Gómez, que es presentado como «la manzana podrida». Los padres de Dimar Torres, ambos ancianos que dependían de él, recogen su corazón roto en medio de tanta crueldad. El padre de Dimar espera que al único militar acusado “tampoco le vayan a dar casa por cárcel”. “Queremos justicia, y que no lo vayan a tener por ahí un mes (preso) y luego para afuera»(6).
No obstante todo lo anterior, de manera surrealista, Pablo Catatumbo, exguerrillero parte de la cúpula del partido de la Rosa (partido FARC), expresó: «El general Diego Villegas reconoció que hubo un error por parte de un integrante del Ejército. Quiero destacar la gallardía del Ejército de explicar lo que pasó y manifestar que este tipo de cosas no volverán a pasar. Eso da confianza a todos»(7). Nótese el «un error», por parte de «UN integrante del ejército»: torturar, amputar el pene, disparar cuatro veces a quemarropa no puede ser meramente calificado de «un error», puesto que queda clara la saña; es también bastante evidente que «UN» militar no pudo realizar esa barbarie solo, de hecho la comunidad sorprendió a varios militares con el cadáver «con signos de mutilación genital»(8) y una fosa recién cavada. «Las crudas imágenes que la propia comunidad grabó»(ibidem) lograron ser difundidas.
Produce desconcierto que sea un ex-guerrillero, hoy senador, que exprese palabras que minimizan el tenor de un Crimen de Estado que se inscribe en la continuidad de un exterminio, intentando reducir los hechos a una «manzana podrida». Por supuesto la prensa replica a saciedad lo de la supuesta «gallardía» del ejército (siempre bienvenidas en la prensa del Capital, las loas al aparato represivo). Toda contribución al tinglado de la impunidad para los crímenes de Estado es mediatizada.
En cuanto a eso de que las declaraciones del General «dan confianza a todos»… A estas alturas del Exterminio, cabe preguntarse si los ex-guerrilleros hoy desarmados (que viven en las regiones militarizadas en las que constantemente los campesinos son hostigados por el ejército y su herramienta paramilitar) se llenan verdaderamente de «confianza» con las palabras de un general, o si pesan más las torturas padecidas por uno de sus compañeros, o si pesa más el asesinato de un bebé de ex-guerrilleros(9), o la violación contra la madre de un ex-guerrillero (como también ha ocurrido en estos tiempos de tinieblas que cínicamente llaman «paz»), o si pesan más los 129 ex-guerrilleros exterminados desarmados, y los más de 600 líderes sociales asesinados desde la firma del llamado «acuerdo de paz». Intentar apuntalar «confianza» desde el martilleo de consignas que van en contravía de la realidad objetiva, intentar apuntalar «confianza» en las fuerzas militares que agreden al pueblo, parece una disociación macabra. El caso colombiano resulta paradigmático en cuanto al horror capitalista, y también en cuanto a niveles de alienación.
La clase explotadora nos hace una guerra cotidiana a los pueblos, una guerra de hambreamiento, explotación y saqueo, y también una guerra represiva, brutal y descarnada. Necesitamos cambiar este sistema aberrante, y eso no se hará sin consciencia. El problema es que la clase explotadora domina mediante la violencia y la alienación, y las fábulas de Paz-Estafa son parte de esa alienación. En Colombia, los tanques de pensamiento de la USAID y de la UE hicieron tantos o más estragos que los bombardeos perpetrados por el ejército; de hecho el Plan Colombia y el Plan Patriota (y todos los planes diseñados por el Pentágono) siempre han contemplado hacerle la guerra al pueblo en todos los terrenos. En el terreno físico, con bombas, con Terrorismo de Estado, con herramienta militar y paramilitar, con descuartizamientos de seres humanos y violaciones en la plaza pública de los poblados para intentar paralizar de miedo a la población, para desplazarla y vaciar de habitantes y protesta las zonas codiciadas por multinacionales; y también en el terreno ideológico, alistando todos los tanques de pensamiento y los dineros de la USAID contra el análisis profundo de la realidad, contra la capacidad de percepción de las raíces estructurales de la injusticia, contra el derecho a luchar por condiciones de vida dignas, contra la reivindicación de Justicia Social.
La represión sangrienta le permite a la burguesía colombiana y a la burguesía transnacional una acumulación capitalista colosal: la clase explotadora adelanta el saqueo de Colombia exterminando la protesta contra la explotación y contra el saqueo capitalista. Hay en Colombia más de 7,7 millones de personas despojadas de sus tierras y desplazadas forzadamente por la herramienta paramilitar y militar, para vaciar de habitantes y de protestas las zonas más ricas del país (10). Colombia es el país del mundo con más desplazados internos: las multinacionales explotan los yacimientos mineros pulverizando montañas y privatizando ríos, hambreando a la población y asesinando a quienes se oponen a tal devastación. El desplazamiento forzado sigue en auge en 2019. En este contexto brutal de guerra económica, de guerra de despojo, de guerra de la clase explotadora contra la clase explotada, la burguesía no da tregua tampoco en la guerra mediática e ideológica.
El intento de minimizar el Crimen de Estado contra Dimar Torres, no termina: «el fiscal Martínez dijo que Torres no fue “castrado”, como se dio a conocer en un primer momento, pese a que al cuerpo le cercenaron su órgano sexual y lo pusieron sobre su pecho»(11). Parece no haber límites para intentar hacer malabarismos con la realidad. Sin embargo, pese a las amenazas, la comunidad testificó de las torturas, y en los vídeos se ve el cuerpo desnudo mutilado.
Los militares y la herramienta paramilitar mutilan los cuerpos de aquellas y aquellos que claman por Justicia Social; los tanques de pensamiento y los medios del Capital mutilan la capacidad de analizar la realidad, alienan y cercenan la consciencia de clase.
La manipulación y el ostracismo perpetúan el genocidio contra el pueblo colombiano. Ahora está «de moda» repetir consignas vacías mientras sigue implacable el exterminio, mientras sigue el saqueo multinacional que hambrea y extermina poblaciones enteras, como en el caso de los indígenas Wayú, que están muriendo de física hambre y sed, porque un consorcio multinacional se apropió del río Ranchería para perpetrar el saqueo de la mayor mina de carbón a cielo abierto del mundo. No es un tema «de moda» la laceración contra todo un pueblo. «Solamente» hay descalzos y descalzas de la tierra, luchando dignidad: eso no está de moda en los «progresismos» que dan lecciones a los pueblos para que salgan de las selvas en lucha, para que se rindan con las manos desnudas a la tortura militar, para que no entorpezcan la acumulación capitalista de transnacionales y latifundio.
NOTAS:
(2) 129 ex-guerrilleros asesinados desde la firma del Acuerdo:
(3) Desde la firma del Acuerdo van más de 600 activistas sociales asesinados a manos de la herramienta paramilitar y militar del Terrorismo de Estado.
Hasta el 10 de enero 2019 eran 566 líderes sociales asesinados desde 2016, Indepaz.
(4) «Le había sido mutilado su órgano genital, marcas en las manos y las piernas y varios golpes en el cuerpo(…)».
(5)»El oficial es investigado por su posible participación en la ejecución extrajudicial de Ómer Alcides Villada, en 2008(…)» Además expresó que «el crimen no fue resultado de una acción militar».
(6) “Queremos justicia(…)»
(7) Escribió Pablo Catatumbo el 28 de abril:
(8) «Los vecinos encontraron su cadáver, con signos de mutilación genital, junto a integrantes del Ejército. Las crudas imágenes que la propia comunidad grabó(…)»
(9) Asesinato de un bebé, hijo de ex-guerrilleros:
(10) Hay en Colombia más de 7,7 millones de personas despojadas de sus tierras y desplazadas forzadamente por la herramienta paramilitar y militar, para vaciar de habitantes y de protestas las zonas más ricas. «Colombia se posiciona como el país con más desplazados internos del mundo, según Naciones Unidas. Por encima de países del continente africano y asiático como Siria, que es el segundo país con más desplazados internos (6,2 millones de desplazados), seguido de Sudán (5,2 de desplazados), Irak (4,5 millones de desplazados), Afganistán (3,12 millones de desplazados) y Somalia (2,17 millones de desplazados)».
(11) «El fiscal Humberto Martínez dijo que Torres no fue “castrado”, como se dio a conocer en un primer momento, pese a que al cuerpo le cercenaron su órgano sexual y lo pusieron sobre su pecho».
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