CRÓNICA DE UN VIAJE A LA REPÚBLICA POPULAR DEMOCRÁTICA DE COREA
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14 de mayo de 2018.
Fui a la RPDC ocho días, invitado por la Asociación Coreana de Científicos Sociales (ACCS).
Ya sólo al entrar en contacto en el aeropuerto de Pekín con otros pasajeros norcoreanos y con personal de Air Koryo (que por cierto se ayudaban afanosamente entre ellos), se empieza a dar uno cuenta de que la relación entre los y las ciudadanas de la Corea Popular sobrepasa la camaradería y la amistad: son una gran familia. A nosotros nos trataron igual; yo llevaba en todo momento en el pecho la insignia con el rostro sonriente del Presidente Kim Il Sung, algo que no se puede comprar ni vender, sólo puede ser entregada por el Gobierno de la RPDC (a mí me la otorgó en su nombre el camarada Alejandro Cao de Benós, Delegado Especial del Gobierno de la RPDC, por mi trabajo socialista); además mi visado era de amistad, no de turista, con lo cual me han tratado como a uno más, un camarada y amigo, amigo de la República y amigo íntimo de los y las camaradas con los que he interactuado, que ya son amigos míos para siempre, y mi segunda familia.
En el aeropuerto de Sunan, los amables soldados están tranquilos y en actitud distendida, no hay nervios ni nada parecido, y en general es así: aunque trabajan duro, se les ve siempre relajados.
En los rostros de los coreanos se vislumbra verdad, conciencia, determinación, energía, compromiso. Es gente verdadera, lo que ves es lo que es, no hay medias tintas, ni dobles sentidos. Si deciden ir hacia un lugar, llegarán seguro.
Yo iba a un Congreso Internacional de la Idea Juche, la ideología oficial de la RPDC, una especie de (entre otras muchas cosas) socialismo al modo coreano, que sigue el método científico, y que afirma que las Masas son dueñas de su destino. Una filosofía humanocéntrica.
Los científicos sociales son personas fascinantes. Me adjudicaron una intérprete en castellano para mí solo (era el único delegado, de los 70 llegados de 20 países, de habla hispana, en representación del Grupo de Estudio de la Idea Juche de Madrid, del cual soy director: https://ideajuchemadrid.wordpress.com/).
Mi guía e intérprete era una chica de 23 años que hablaba tres idiomas, y me pareció en todo momento preparadísima para sus funciones, aparte de encantadora: nos llevábamos tan bien que los tailandeses decían que “parecíamos hermanos”. Por supuesto era una cuestión de actitud y de confianza, porque físicamente no nos parecemos mucho, que digamos! En gran parte le debo a ella el máximo éxito y disfrute de mi viaje. Los dos llevábamos además la misma insignia.
Ya el primer día, dimos un paseo por Pyongyang, uno de tantos, que es lo que más me ha gustado de la visita, el poder perderme por las calles, sentir el ambiente y sentir la gente. También dimos paseos por la mañana muy temprano (visitamos la facultad de Medicina), y por la noche (la Torre Juche iluminada, su reflejo sobre el río Taedong).
La gente me miraba como a un extraterrestre (es raro allí ver una nariz de vasco como la mía!). Sobre todo los niños, que se reían y hablaban asombrados entre ellos; yo les saludaba y no les entendía, pero mi intérprete me aseguró que en ningún momento nadie decía nada malo, es tan sólo la sorpresa de ver a un extranjero, encima con la insignia del Fundador de la Patria Socialista.
En la RPDC no hay malos modos ni malas palabras, de hecho los coreanos son como muy inocentes, más en el sentido de candorosos, aunque duros, no sé si me explico. Esto se nota en su humor, se lo pasan en grande con cualquier detalle gracioso. Además son muy cariñosos.
Ya simplemente en el viaje en autobús de Sunan a Pyongyang (un bus muy pequeño, con lo que veía muy bien todo lo que nos rodeaba), al comenzar a ver los arrozales, los campos, las Masas Trabajadoras, los carteles, pancartas, murales, las imágenes de los Líderes, me di cuenta de que estaba en un lugar diferente a todo lo que he visto, y que esto era socialismo real. Quizás fuese prematuro, pero lo sentí así, y luego lo vi confirmado.
Y al entrar en Pyongyang, bajo la estatua del caballo alado de Chollima, junto a las estatuas de los Líderes de Mansudae, etc.; ahí ya me dije a mí mismo: “sí, esto es así, tal como lo había soñado: es real”.
Yo lo iba comentando todo con mi intérprete, y ella se impresionó de lo mucho que sabía de su patria.
Tengo que decir que todos los coreanos se tratan entre ellos y ellas de “dongji”, que significa “camarada” y va detrás del nombre o del apellido. A mí también me llamaban así.
Al día siguiente de mi llegada comprobé que no hace falta despertador en Pyongyang. Desde temprano y cada hora suena una música celestial para que vayas sabiendo cómo vas de tiempo. A las siete suena la “Sirena del Trabajo”, que de verdad impresiona. A mí siempre me pillaba preparado de sobra para esa hora; los coreanos se van a dormir pronto, yo también, y mi estado de emoción era tan grande que no podía dormir mucho más.
La habitación de mi hotel era inmensa, daba a dos fachadas y por tanto tenía dos ventanas. Por una de ellas se veían las chimeneas de las fábricas, la eterna niebla mañanera, con ese sonido de fondo característico que tiene la ciudad, una especie de murmullo de personas y máquinas trabajando, difícil también de describir. Una banda de pioneros tocaba música para la gente que esperaba al trolebús, sobre todo instrumentos de viento y percusión. Al pasar un camión del Ejército Popular, los soldados gritaron para animar a todos, tanto a los pasajeros como a los niños, un grito de entusiasmo fantástico. Yo estaba en el piso 26, pero lo oí todo como si estuviesen en casa, y eso me animaba también. Por la otra ventana alcanzaba a ver hasta la Torre Juche.
La comida es muy rica, muy abundante (se sirven cinco platos), y además ligera. De postre, helado. Nuestro viaje ha sido muy movido, teníamos una agenda bastante apretada, había que trabajar en el Congreso, recibir formación, asistir a reuniones y visitar un montón de sitios, y yo personalmente no he parado ni un momento porque quería exprimir al máximo cada segundo de mi estancia allí. Con lo cual llevé vitaminas: no he abierto el paquete aún! La comida (y la atmósfera) me daban toda la energía que necesitaba.
El Seminario Internacional se celebró en el Palacio de Cultura del Pueblo, un espacio solemne. La sala de reunión estaba presidida por los retratos de los Líderes sobre el lema del Seminario: “Por el Anti-imperialismo, la Independencia y la Solidaridad”. Mi intérprete subió a una de las cabinas que rodean la sala principal, y me iba traduciendo todos los discursos: de nuevo un excelente trabajo. Yo llevaba un auricular de traducción simultánea, y tomé apuntes de lo que dijeron todos los delegados.
Mi discurso gustó bastante y fui felicitado por ello, algo que me alegró enormemente. Al salir, compré unos pins con la imagen de la Antorcha Juche para mis camaradas (como decía un compañero de la India, somos Soldados Juche!). También nos regalaron un libro, el “Informe sobre las labores del Comité Central presentado ante el VII Congreso del Partido del Trabajo de Corea”, del Mariscal Kim Jong Un.
En el hotel había un par de tiendas y un supermercado, pero yo he podido visitar las tiendas y supermercados donde compran las Masas, y puedo garantizar que hay comida en abundancia, variada y preparada de las más diversas maneras; productos de todo tipo (ropa, utensilios, muebles, electrodomésticos, etc.), y todo a precios extremadamente bajos, casi ridículos. Precios que son los mismos que para los extranjeros.
Por ejemplo compré tabaco de recuerdo: cuatro cajetillas por cuatro euros. Una botella de agua por 20 céntimos (pagaba en euros y alguna vez en yuanes), pero los del hotel me vieron, y desde ese día me llevaban dos botellas de agua a la habitación para que no tuviese que comprarla. Las metían en el frigorífico, junto con un refresco.
Era el Hotel Koryo, una maravilla. Todo el personal era muy amable. Había dos chicas de mantenimiento divertidísimas, no paraban de hablarme pero yo no entendía ni palabra. Vinieron un día que yo no sabía cómo apagar una lámpara (la primera noche desenrosqué las bombillas!). El mando de apagado estaba en la radio. Nos entendimos perfectamente, y se rieron mucho cuando, haciendo mimo, les expliqué cómo quité las bombillas, usando la camiseta para no quemarme los dedos, para poder dormir la noche anterior.
Otro día no encontraba mi pasaporte, no recordaba que se lo había dado a mi intérprete. Llamé a recepción y una chica me dijo: “passport: your guide”. Y yo “oh, alright, thank you!” Todo está interrelacionado, de nuevo una gran unidad, menos mal. También es por seguridad, de lo cual me alegro, teniendo en cuenta el nivel de ataque y amenaza constante al que se ve sometida la RPDC.
El poco rato que pasaba en la habitación lo pasaba mirando por las ventanas, desde donde abarcaba una parte inmensa de la ciudad. Veía a la gente en sus quehaceres, las viviendas, la cotidianeidad, un par de patios de colegios (la autodisciplina incluso en sus juegos), etc. Hay gente que dice que a los extranjeros en Corea se nos trata de ocultar algo, no sé muy bien el qué; desde luego yo lo vi todo, no me perdí nada, y entré hasta la cocina, como quien dice.
También veía la televisión (en la KCTV salíamos todos los días, iban siguiendo nuestras actividades), y escuchaba música en la radio, siempre tradicional coreana, como el resto de las Artes: la invasión cultural allí es completamente desconocida. Un gran alivio y un descanso, la verdad! (Recuerdo cómo incluso en el avión de Air China todo los pasajeros rumbo a Pekín optaban por ver malas películas yankis de acción en las pantallas individuales. No lo entiendo. Yo me decidí por un clásico revolucionario chino: “La Guerrilla del Ferrocarril”).
Conversé largo rato con la empleada de la tienda de libros y recuerdos del Hotel Koryo, se expresaba perfectamente en inglés (idioma que yo hablaba con todo el mundo excepto con mi intérprete. También aprendí palabras, frases útiles y de cortesía en coreano). La chica lo había aprendido en la Universidad de Estudios Extranjeros.
En la centralita llamé por teléfono y mandé dos mails y una postal, todo también muy barato. Un día, al ver que no había recibido contestación a mis mails, la chica de la centralita me devolvió el dinero que pagué por ellos. Yo insistí en no aceptarlo, pero no hubo manera. Detalle de los coreanos: su gran generosidad en general, y su desapego hacia el dinero, no le dan absolutamente nada de importancia.
Otro ejemplo: el billete de metro es una tarjeta con un chip que lo pasas por la máquina al entrar en la estación (en la cual no hay barreras de ningún tipo, por cierto). Al cambio cuesta menos de 2 euros… y tienes 200 viajes! Y en proporción los salarios son parecidos a los europeos, quitando la precariedad y el mileurismo de aquí, claro; los sueldos allí son justos, y existe el pleno empleo.
Por ser coreano y coreana tienes trabajo, vivienda, sanidad, educación a todos los niveles, ropa y comida, todo lo anterior absolutamente gratis. No hay impuestos desde mediados de los setenta, y el transporte público, el peluquero, el dentista, el teatro, la ópera, el circo, el zoo, el parque de atracciones, los museos, etc., todo es baratísimo, y estoy hablando de céntimos de euro. Qué haces con tu sueldo? Pues si quieres comprar pasteles para un cumpleaños, ropa que te guste, playeras para hacer deporte, ir de picnic, tomar un taxi si ves que llegas tarde, comprar una bici (hay bicicarriles), poner placas solares en tu balcón y así ahorrar más (lo cual es muy común), etc.
Durante mi estancia he vivido la Campaña de los 200 Días. Son campañas destinadas a dar un gran salto económico. En este caso, durante la campaña se descansa el primer domingo de cada mes y los días festivos, que son muchos. Yo en todo instante sentí que podía con los 200 y con 200 más, de verdad, y eso que los festivos los pasamos trabajando. Comenté a mi intérprete que qué pena que tuviese que trabajar el 9 de septiembre, Día Nacional (Fundación de la RPDC): al ser intérprete de un extranjero tenía que estar conmigo y no libraba. Me contestó: “bueno, estar con usted será como pasar un día de fiesta”. Esa era la actitud constante y el sentimiento de la gente hacia nosotros.
Todo lo que te rodea te anima al trabajo. Un día por la calle me separé del grupo. Bajé unas escaleras y vi a un montón de personas bailando y tocando música de manera angelical con instrumentos y trajes tradicionales. Un momento mágico, de nuevo junto a la Torre Juche, frente a la escultura de las tres personas sujetando la hoz, el martillo y el pincel. Al volver pregunté si se hacía por un motivo especial: “no, esta ceremonia tiene lugar todos los días”. Una permanente celebración del trabajo.
Desde luego el despegue económico de la RPDC es evidente y espectacular, y es algo que está sucediendo bajo la dirección del Mariscal Kim Jong Un, con lo cual el respaldo de la población hacia él y hacia el Partido es absoluto. Pero ellos no hablan de “respaldo”: hablan de amor. La Política del Amor consiste en que las Masas aman a su dirigente porque saben que éste les ama a ellas. Entiendo que es algo difícil de explicar y asimilar por parte de un occidental, pero yo lo he visto y lo he sentido, y como comunista lo apoyo totalmente. Ellos hablan de “Monolítica Unidad”; no creen en el “cambio generacional”, que consideran un invento del capitalismo. No hay cambio generacional en Corea, porque con respecto a lo esencial existe pensamiento único, y pasa de generación en generación. Desde mi ventana un día vi a un pequeño pionero, con su pañuelo rojo e insignia, impecable, saliendo de un portal al que se dirigía un hombre muy mayor de uniforme, probablemente un héroe de guerra. Al cruzarse, el niño se detuvo y le hizo una reverencia al mayor. El veterano hizo lo mismo, se detuvo y se inclinó ante el niño. Ambos son iguales.
Se ve a los niños como “orientadores” en la sociedad, y hay un eslogan muy popular que dice: “Amamos el Futuro!” Desde luego la RPDC es el País de los Niños, están por todas partes! Van por la calle con una seguridad total, incluso de noche. En los museos iban a su aire, costaba encontrar a sus profesores, porque hasta los niños tienen esa disciplina coreana, en la que todos son conscientes de su función y del lugar que ocupan en la sociedad, algo además elegido por ellos mismos (de nuevo el Juche, el control real sobre nuestro destino).
A los pequeños pioneros también se les veía desfilar por las calles, con pancartas y banderas, animando a las Masas. Nosotros les saludábamos siempre, y ellos respondían muy alegres.
Los universitarios estudian en la calle, leen sus apuntes en voz alta mientras pasean, a veces de noche, bajo las farolas; si dos se encuentran comentan lo que están leyendo, lo cual induce al estudio, que en la RPDC es obligatorio toda la vida. También era muy común ver a soldados leyendo, sentados en la calle o en el campo.
Allá donde miras se respira Socialismo Juche, colectivismo, camaradería, unidad y solidaridad. Se está construyendo una nueva avenida, y en los edificios, ventanas y balcones yo veía pancartas y letras escritas por todas partes. Pregunté a mi intérprete por su significado. Ella siempre me contestaba a todo, si algo no lo sabía lo preguntaba a su vez y me lo decía, y si le costaba averiguarlo me lo decía más tarde, pero no me ha quedado ninguna pregunta sin respuesta, y todo lo que he solicitado me lo han concedido amablemente, normalmente incluso mediante intermediación de mi intérprete: aunque ellos hablan de “jefes” y “jefas”, realmente es asombroso el poder de decisión y de actuación que tienen todos y todas las trabajadoras por igual (sin importar edad ni sexo, por supuesto); y es que las empresas, fábricas, escuelas y cooperativas funcionan de forma asamblearia, como el gobierno del país en su totalidad, desde la Asamblea Popular Suprema hasta las de Distrito. En fin, que le pregunté qué ponía en los carteles de los edificios en construcción y me dijo que eran nombres de personas anónimas trabajando allí. A veces incluso ponían lo que una de ellas había hecho en particular: un muro, una escalera…
Otro ejemplo: una mujer muy seria con uniforme negro entró un día en nuestro autobús con una cámara de fotos, justo después de nuestra visita al Arco del Triunfo (por cierto que una de las guías cortó el tráfico para que nos pudiésemos fotografiar debajo). De nuevo pregunté, esta vez a ver si era una periodista de la KCNA o de algún otro medio (que solían viajar con nosotros, a algunos compañeros del Congreso hasta les entrevistaron). Mi intérprete se lo preguntó y luego me tradujo: “ella es del Departamento de Agitación y Propaganda”.
Las calles están absolutamente limpias, pero de verdad, no se ve nada tirado en el suelo. Los parques están cuidadísimos, Pyongyang es la ciudad del mundo con más zonas verdes por habitante. Es una ciudad llana, con unas cuantas colinas, la más importante de ellas Mansudae, donde están las estatuas de los Líderes, a las que fui yo sólo (acompañado por supuesto de mi intérprete y de un camarada de la ACCS) a realizar la ceremonia de la ofrenda floral, algo que pedí personalmente (por cierto, sabiendo que me gustaría, mi guía me comentó que una de las frases escrita en los complejos escultóricos de los laterales de las estatuas dice “viva el marxismo-leninismo!”).
El resto de la RPDC es muy montañoso, por eso hay que planificar muy bien (como todo lo demás) la gestión de la tierra cultivable, que se prioriza para la alimentación. Pero por supuesto también se ven vacas y animales que pastan.
Un refrán popular dice que la RPDC se mide en kilómetros cúbicos, porque hay muchos ríos y mucha costa. Yo llevé mi traje de baño (nos hizo un tiempo espléndido), pero nuestra apretada agenda no nos permitió hacer un hueco para bañarnos.
Tuvimos varias clases sobre Idea Juche. Fueron a un nivel básico y general, la mayoría de los conceptos yo ya los tenía bastante asimilados, pero en todas ellas siempre había algún detalle novedoso interesante, o bien una aplicación del Juche a determinados temas. Redacté muchas páginas con apuntes, que sumé a otro montón que nos dieron fotocopiados. La camarada que nos dio clase era la “jefa de clases” de la ACCS, como la llamaba mi intérprete. También compartí largas conversaciones sobre ideología con varios camaradas, realmente instructivas.
Los lugares públicos no es que se cuiden muy bien: es que parece que los objetos que hay en ellos se han puesto hace un momento, es sencillamente increíble! Estuvimos en el Complejo Científico-Técnico, en el Museo de la Juventud Socialista (ahora Kimilsungista-Kimjongilista), en el de la Liberación, etc.; pero también fuimos a la ópera, al circo y al zoo. Fuera de Pyongyang estuvimos en Mangyongdae, Nampho y pasamos por Chongsan-ri, pueblos preciosos. En Nampho mantuvimos un entrañable encuentro de amistad en el campo, con juegos populares entre dos equipos (por cierto perdimos, y mira que hicimos sokatira y todo, que siempre se me ha dado muy bien).
La emulación socialista está muy arraigada; al contrario que la competitividad capitalista, la emulación socialista busca el mejorar entre todos de manera colectiva, para conseguir un ascenso común. Así que la intérprete me animaba continuamente, teníamos que ser los mejores en todo!
También cantamos a coro una canción muy popular allí: “Garira Paektusanuro”, “Iremos al Monte Paektu” (montaña sagrada revolucionaria, un enorme volcán nevado con un gran lago en su interior).
Los días anteriores habíamos estado practicando la canción. Ensayando en una de las salas del hotel (que también nos sirvió de clase dentro de nuestra formación Juche), con los camaradas de todo el mundo, desde el Congo y Nigeria hasta Rusia y Mongolia, fue una de las veces que más me emocioné allí (aunque prácticamente todo el tiempo estaba con la piel de gallina, porque siempre pasaba algo que me llegaba profundamente al corazón). El caso es que sentí que formábamos parte de algo grande y bonito, que tenemos un plan, poder y amigos. Que nuestra lucha es necesaria.
A ensayar nos ayudaron un profesor de música y una chica con un acordeón. Pregunté si eran del Conservatorio: “no, son científicos sociales”. Claro, son funcionarios ideológicos: leen, estudian, piensan, enseñan, escriben… Y cantan, pintan, hacen deporte, artes marciales…
Un día en mi habitación escuché la canción en la radio. Corrí a por mi chuleta y me puse a cantar: “gaariraaa!” Había que practicar!
Antes de la canción en grupo, todos cantamos una canción de nuestra patria. Como la chica del acordeón no sabía ninguna canción vasca (y yo no me veía a mí mismo cantando el “Bésame Mucho”, como propuso mi intérprete), me arranqué y canté la Internacional, que ella también sabía tocar, por supuesto. La canté en euskera, no me la sé en castellano. Cada cual la cantó en su idioma, y estuvo muy bien. Los italianos cantaron el “Bella Ciao”, y al final del todo un camarada de Mongolia les cantó a su vez una canción pop italiana de los ochenta (la mítica “Sarà perché ti amo”), bailando y todo, nos reímos mucho.
Los trabajadores y trabajadoras del catering también cantaron a coro. Todos los coreanos y coreanas saben cantar. Un camarada cantó una canción preciosa, y mi intérprete me confesó que era su canción favorita: “es la canción dedicada al Camarada Kim Jong Un!”.
Luego vino el picnic, una barbacoa con unos braseros portátiles que son una maravilla, vas poniendo la comida encima y se hace en el momento, muy rico todo. También bebimos cerveza (las botellas son de medio litro porque se comparten, y al beber de manera común se evita que la gente se emborrache mucho, algo impensable en la RPDC, donde el alcoholismo se desconoce); y para terminar y brindar un chupito de Soju, delicioso licor coreano.
En toda mi estancia no he visto policía ni seguridad, con dos excepciones: guardias de tráfico, y el equipo de seguridad del Palacio del Sol Kumsusan, donde están los cuerpos de los Líderes. Quizás el lugar más importante que visitamos, donde la seguridad es grande pero igualmente distendida. Un lugar imponente; allí hay dos museos increíbles, en una de las salas hay hasta un barco, el que usaba el Dirigente Kim Jong Il en sus desplazamientos marítimos.
El tema de la seguridad es interesante, porque lo que funciona en la RPDC es el concepto marxista-leninista de la “vigilancia revolucionaria”: todos cuidan de todos y se apoyan mutuamente. El Ejército Popular de Corea también está presente en todos los sitios y en todas las facetas de la vida diaria. Se encarga de la seguridad y defensa del país, pero también de la construcción, el transporte, la cultura, etc. Por eso la Política Songun (prioridad en los asuntos militares) es la que realmente defiende allí el socialismo y la Revolución. El EPC es el Pueblo, el Partido y el Estado.
A la vuelta de Nampho nos llovió a cántaros (y mira que yo me quemé el cogote con el sol), y me arruinó el paseo de esa noche. Pero la verdad es que todos los días nos hizo muy buen tiempo, no usé el jersey ni el chubasquero ningún día, y cuando llovió me pilló en el hotel o en el bus.
Al despedirme en el aeropuerto casi me echo a llorar como un niño. Una mezcla de tristeza porque me marchaba, y de gran alegría por todo lo vivido. Los y las camaradas se despedían de mí levantado los brazos y los puños, y sentí que en verdad estaba dejando algo allí que ahora ya es parte de mí. Algo en mi interior ha cambiado, y es que me he sentido tratado con cariño.
En el avión de vuelta de Air Koryo, una azafata pidió charlar conmigo en inglés, yo encantado. Me preguntó sobre mi visita y le conté muchas cosas. También me preguntó por mi insignia, los coreanos están totalmente legitimados para saber cómo la has conseguido, y yo lo expliqué sin problema. “Él es el padre de mi nación”, me dijo señalando la imagen del Presidente Kim Il Sung con la mano (nunca señalan con el dedo); yo contesté que intento ser “digno merecedor del honor que se me ha otorgado”.
Otro pasajero estaba leyendo el Pyongyang Times, un periódico que se publica en inglés y que se reparte en el avión. Yo salía en la portada! Más tarde, una turista pidió a la azafata cambiarse de sitio porque había discutido con su marido. La azafata dijo que vería lo que podía hacer. Automáticamente buscó a alguien con insignia, un compatriota: “camarada, te importaría?” Él por supuesto intercambió su plaza, así se tratan entre ellos (y desde luego, les da igual dónde sentarse, no son en absoluto caprichosos).
La insignia la llevan todos los ciudadanos de la República, hay de varios tipos y es algo totalmente voluntario. Ellos suelen decir que el espíritu y la conciencia de clase ha de surgir de cada uno y en cada uno, no puede imponerse. Yo creo que el hecho de llevar insignia es algo muy profundo, y, de nuevo, tampoco sé muy bien cómo explicarlo. Sólo nos la quitamos en un momento, eso sí: cuando hicimos deporte.
Todo esto forma parte del sistema de organización social de la RPDC, sencillamente comunismo. Igual hay que ser marxista para que te guste, no sé; yo desde luego reconozco que no soy imparcial, pero también sé que fui con la mente abierta y que no he visto nada negativo en absoluto en todos los días que he estado allí, en los que he sido extremadamente feliz. Personalmente considero que es el paraíso de los trabajadores, la sociedad socialista perfecta, y sé que es mucho decir, y que habrá incluso camaradas que no estarán de acuerdo conmigo. Yo lo pienso así de verdad. Repito que algo en mi interior ha cambiado, siento que aquello es lo mío, y no he ido precisamente a hacer turismo. Ha sido la mejor experiencia de mi vida, ocho días inolvidables de verdad!
Toda la gente que ha estado en la RPDC con la que he hablado (que es mucha), me cuenta que les pasa lo mismo, que incluso durante semanas después de nuestra vuelta nos sentimos algo deprimidos, extraños, al pensar en lo bien que hemos estado allí, y que ahora hemos vuelto a lo de siempre, al capitalismo imperialista y salvaje, algo que se nos hace duro. Pero aquello no terminó, por supuesto, nos toca seguir trabajando, luchar y defender lo experimentado, las maravillas y las emociones que hemos vivido y sentido en la RPDC. Es parte de nuestra misión.