Declaración del Frente Antiimperialista Internacionalista sobre la agresión de EEUU contra Irán e Irak
El asesinato con aviones no tripulados de Estados Unidos del general iraní Qassem Soleimani y del comandante iraquí Abd Mahdi al-Muhandis, junto con otros ocho de sus séquitos, es un crimen de guerra bajo cualquier definición, violando tanto la soberanía iraquí como el derecho internacional. El riesgo de una escalada bélica de un alcance imprevisible, más aún cuando se trata de un asesinato premeditado y publicitada su autoría que vulnera radicalmente el derecho internacional. Tal alarde de impunidad no permite tomarse a la ligera la posibilidad de una escalada del conflicto que desemboque en una confrontación abierta que afecte a millones de personas.
El Presidente Trump y el Secretario de Estado Mike Pompeo persistieron en su agresión con una serie de mentiras, que fueron repetidas por gran parte de los medios de comunicación y muchos políticos, afirmando que el general Soleimani era responsable de la muerte de más de 600 soldados estadounidenses en Irak. En realidad, es Irán quien ha sido víctima de la agresión estadounidense desde 1953, cuando el presidente democráticamente elegido Mohammed Mossadegh fue derrocado en un golpe de estado conjunto entre Gran Bretaña y Estados Unidos, seguido de la imposición del tirano Sha Reza Pahlevi. De 1980 a 1988, Estados Unidos alimentó la guerra entre Irán e Irak, que costó la vida a más de un millón de personas. En 1988, Estados Unidos derribó un avión civil de pasajeros iraní y mató a más de 290 civiles iraníes. Desde 1984, Estados Unidos ha impuesto sanciones paralizantes que han devastado la economía de Irán y la vida de sus ciudadanos.
Irak también ha sido devastado por las sanciones impuestas por el gobierno de Clinton, que mataron a 500.000 niños y por la invasión y ocupación estadounidense que siguió en 2003, que resultó en la muerte de más de un millón de iraquíes.
La orden de Donald Trump de asesinar al general Soleimani ha sido la culminación de su campaña de «máxima presión» contra la República Islámica de Irán. El ataque bipartidista empezó cuando los demócratas se unieron a los republicanos para reanudar las sanciones en 2017, lo que le dio a Trump la posibilidad de retirarse del acuerdo nuclear de Irán (acuerdo “5+1”, o JCPOA).
Pero es preciso situar esta acción en su contexto: las repetidas provocaciones de los EEUU a Iran, las acusaciones sin fundamento de agresiones iraníes, la guerra económica, los intentos de desestabilización interna, la retirada de los acuerdos nucleares… y las reiteradas amenazas de guerra lanzadas por el imperio desde hace años.
Irán es un elemento estratégico en la zona que escapa al control de la coalición occidental liderada por EEUU, que quiere derribar a cualquier precio este obstáculo. El control del Mediterráneo Oriental es un objetivo declarado por el imperialismo estadounidense desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y en este momento Irán es quien hace inviable conseguir ese objetivo que persigue desde hace décadas. Por tanto esta no es una agresión puntual, es un momento de una estrategia de larga data.
Los pueblos de Irán e Irak han hablado en voz alta. Millones se han lanzado a la calle para llorar a sus mártires y ambos gobiernos han respondido rápidamente. El parlamento iraquí aprobó una ley que exige que Estados Unidos cierre su embajada y saque a todo el personal militar. También puso fin a todos los acuerdos de seguridad y ahora le niega a Estados Unidos el derecho de usar el espacio aéreo iraquí. Irán anunció que el JCPOA ha muerto oficialmente, que reanudará el enriquecimiento de uranio y que llevará su caso a las Naciones Unidas. Y ya se han producido los primeros ataques iraníes contra bases militares de Estados Unidos en Irak.
Donald Trump es el último presidente estadounidense en arrasar las naciones del Medio Oriente, una región cuyos problemas pueden ser todos achacados a Washington. Los demócratas en el Congreso han hecho un gran espectáculo de su impugnación pero no antes de darle a Trump todo lo que quería. Estuvieron de acuerdo en eliminar de la Ley de Autorización de la Defensa Nacional (NDAA) los términos que le habrían exigido buscar la aprobación del Congreso antes de tomar medidas contra Irán. Le concedieron más de 700 mil millones de dólares para gastos de defensa -más que nunca antes- y se negaron a poner fin a la Autorización de Uso de Fuerza Militar (AUMF), que es el pretexto para continuar con las ocupaciones en la región.
Las provocaciones de Trump no han concluido con los asesinatos. Ha declarado públicamente que Estados Unidos tiene en el punto de mira 52 localizaciones en Irán, incluyendo algunos de gran importancia cultural, otro crimen de guerra más. También amenazó a Irak con sanciones extremas, como nunca antes vistas, después de que su parlamento y su primer ministro pidieran que todas las tropas estadounidenses salieran de su país. Por último, dijo que obligaría a Irak a pagar por las bases construidas para apoyar la ocupación estadounidense. Esto es una grave violación de la soberanía iraquí y una bofetada al pueblo iraquí.
Hay que destacar la obscena coincidencia de este asesinato con las dificultades del actual presidente de EEUU para su reelección en este año. Este personaje, cada vez más vinculado a la práctica de los gángsters, se encuentra inmerso en un proceso por corrupción que podría terminar con su presidencia antes de tiempo y, aunque lo salve su partido, que no la justicia, quedará sensiblemente tocado.
Una vez más, un conflicto externo de suficiente entidad puede opacar el conflicto interno y agrupar fuerzas en torno al actual presidente; si no existe tal conflicto hay que crearlo y, si ya existe, hay que agravarlo.
El criminal y cobarde acto llevado a cabo por las fuerzas militares de los Estados Unidos bajo la orden directa de Trump se inscribe en la estrategia destructiva de toda aquella manifestación de resistencia al dominio y la hegemonía mundial, que se manifiesta en las crecientes intervenciones imperialistas por todo el planeta y que nos acercan peligrosamente hacia la catástrofe.
Denunciamos asimismo el papel del estado español como cómplice de la agresión por permitir la utilización de las bases militares norteamericanas en nuestro territorio para el ejecución de sus fechorías. Y reclamamos una vez más de los responsables políticos del estado el replanteamiento radical de las relaciones de subordinación a la estrategia criminal de los Estados Unidos de América como aliados de la OTAN.
Desde el Frente Antiimperialista Internacionalista nos oponemos frontalmente a una guerra contra Irán, que podría tener consecuencias devastadoras para todo el planeta. Exigimos la retirada del ejército de los Estados Unidos de Irak, Siria, Libia, Yemen y de todo el Próximo Oriente. Nos solidarizamos con la lucha y la resistencia a la agresión de los pueblos de Irán e Irak, que quieren que el eje Estados Unidos/OTAN abandone su región y ponga fin a sus intervenciones e injerencias mortíferas.
8 de enero de 2019
Frente Antiimperialista Internacionalista
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