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Del diablo y sus huestes. Farruco Sesto

Aunque no me reconozco como creyente, al contrario que mi comandante Hugo Chávez, a quien tanto quiero y con quien en tantas cosas me identifico,
sé que existe el diablo. Lo aprendí justamente de él, cuando con tanta precisión lo identificó en su discurso en las Naciones Unidas: ¡El diablo estuvo ayer aquí. Todavía huele a azufre!

No sé si con todos los demonios es así, que van dejando el rastro de su malignidad por donde pasan, pero este al que nos referimos, personifica esa perversidad, esa maldad sin límite. Maldad imperial. Maldad del poderoso, camorrero y abusador, que vive de la guerra y el saqueo. Maldad del que no oye, y que no siente, sino solo a partir de sus intereses, siempre materiales. Maldad del criminal y violento que no conoce contención. Maldad que se soporta en una patológica prepotencia, y en el consecuente desprecio
por los otros.

La maldad del diablo, que es, estamos claros, esa élite desvergonzada e inhumana que dirige a Estados Unidos, con todo un cuerpo político, militar, mediático y judicial a su servicio.

¿Y qué decir de Europa? ¿Qué pinta en todo esto? ¿Cuál es la naturaleza de su danza girando siempre alrededor de Estados Unidos? ¿Es cómplice o vasalla? ¿O es tal vez las dos cosas? ¿Su realpolitik es la de los pragmáticos o es la de los cobardes?

¿Su descarada desvergüenza es fruto de la soberbia acomplejada o, simplemente, es la de quien no sabe en cuál árbol ahorcarse, vacía de proyectos y de ideas, imposibilitada para recrear una historia caduca y fuera de lugar?

Todo esto me viene ahora a la mente, esta descarga sobre el diablo imperial estadounidense y su vetusta cómplice y compañera europea (Dios los cría y ellos se juntan, como dice el dicho) pensando sobre el caso de Álex Saab.

Como se sabe, nuestro diplomático fue secuestrado y trasladado a la fuerza a otro país, violentando no solo todo sentido de derecho y de justicia, sino además innumerables normas internacionales que incluyen a la Convención de Viena.

He ahí la maldad imperial en su grado más puro. La maldad convertida en cinismo. Y el cinismo convertido en un crimen real, palpable, constatable, cometido por una maquinaria de poder integral que tiene ramificaciones en todas partes y decenas de miles de pequeños diablos que forman parte de su
estructura.

Por ejemplo, ya uno apostaría sobre seguro a que el juez de Miami J.J. O’Sullivan tiene cuernos y rabo. Como los tiene también sin duda alguna la superagente y superescuálida Florantonia Singer, colaboradora del diario español El País.

(Publicado en Correo del Orinoco, el 21 de octubre de 2021)

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