El capitalismo moribundo, el regenerado y la larga marcha
Supongo que ahora nadie discutirá que estamos en guerra, una guerra no bélica pero con un mayor impacto. Es la guerra anunciada por Gramsci hace cien años entre lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que no termina de nacer. Gramsci hablaba de ello en unos momentos en los que el socialismo estaba naciendo, con muchas dificultades -entre otras por la agresión extranjera a la Rusia bolchevique- y en los que el capitalismo se resistía a morir de todas las maneras posibles, empezando por la injerencia y el apoyo a los reaccionarios rusos del «ejército blanco».
La diferencia ahora es que lo viejo y lo nuevo son lo mismo: el capitalismo. Solo que entre ellos hay una diferencia esencial: lo viejo quiere mantener las mismas estructuras de poder en las que se ha asentado su dominio hasta ahora (amenazas, sanciones, agresiones e injerencia) y lo nuevo plantea otras estructuras (multipolaridad, diplomacia y no injerencia) curiosamente más democráticas. Para ser más preciso: la guerra entre lo viejo y lo nuevo es entre el capitalismo moribundo y el capitalismo regenerado. Y lo más curioso es que el capitalismo moribundo es defendido a capa y espada por los Estados «democráticos» y el regenerado lo es por los Estados «autoritarios» (siempre según el argot occidental, de ahí las comillas).
No hace falta decir que Occidente (EEUU y sus vasallos europeos, incluyendo aquí a Japón y Australia, por ejemplo) representan lo viejo y que China y Rusia representan lo nuevo. Y entre ellos hay dos hegemones claros, EEUU por lo viejo y China por lo nuevo. Lo sarcástico de todo esto es que ha sido EEUU, básicamente, quien ha facilitado el ascenso de China a la posición en la que ahora está en su estrategia -que logró- de debilitar y destruir a la Unión Soviética.
A lo que estamos asistiendo es a una lucha entre hegemones. Y eso es una cuestión clara de geopolítica donde cualquier otro frente (como el económico) es fundamental para el desarrollo de la guerra porque debilita al otro. En esa fase estamos ahora. Con el añadido que lo viejo (EEUU) es ahora un poco más viejo, y débil, y que lo nuevo (China) ya ha superado la niñez y la adolescencia y ha crecido hasta la fase adulta.
Por dejarme de ejemplos, está claro que EEUU está actuando a la desesperada porque su participación en el comercio mundial, la hegemonía del dólar y su poder militar se ha reducido significativamente en las dos últimas décadas. Un lugar que ha sido ocupado por China en el ámbito económico y por Rusia en el militar. Aquí me voy a centrar solo en lo económico porque en lo militar ya lo he hecho.
Estos gráficos son esclarecedores de todo lo que está pasando, y más si veis la fuente. China sube, EEUU baja. Así de simple. Con un añadido del que nadie habla: desde hace tiempo, en China hay cada vez mejores salarios y los empleos son de calidad y de mucha duración mientras que en Occidente cada vez son más bajos y los empleos cada vez más precarios. Esto ocurre en muchos sectores productivos, pero sobre todo en la industria tecnológica. Y eso ha llevado a China a ser el país puntero en innovación tecnológica y, por consiguiente, en inteligencia artificial.
Es algo que va directamente a la línea de flotación de Occidente, de forma especial de EEUU. Por eso el año pasado EEUU arremetió contra la compañía china ZTE, y la derrotó, y ahora contra Huawei. Pero mientras que entonces el gobierno chino prácticamente dejó hacer, ahora ha considerado el caso Huawei como una declaración de guerra. Y no en vano porque EEUU considera a Huawei «una amenaza para la seguridad nacional».
Huawei se ha convertido en el icono del orgullo nacional chino y, con ello, se termina cualquier posibilidad (querida por el aparato del PCCh en el gobierno) de una solución amistosa con EEUU. Y más cuando Trump ha dicho que no puede haber un acuerdo 50/50; es decir, que China tiene que ser derrotada. Eso es lo que ha enervado a la militancia del PCCh y está obligando a responder a la dirigencia. De ahí que ahora se estén retransmitiendo películas patrióticas en horario de máxima audiencia en China, películas de la década de 1960. Es una forma simple de aplacar el malestar de la población pero, al mismo tiempo, de reconocer que el sentimiento popular puede hacer estragos porque ya hay llamamientos, y se está practicando, al boicot a empresas como Apple o Coca-Cola. Pero hay un pero para el aparato: esto refuerza los sentimientos maoístas de la población (y que viene de lejos). Y de ahí que la dirigencia china se vea obligada a multiplicar su presencia en fechas, aniversarios y lugares históricos, como la visita que acaba de hacer el presidente Xi Jinping a Ganzhou, la aldea desde la que Mao lanzó la Larga Marcha en 1934. Es un símbolo, pero también es algo más que un símbolo: es la visibilización de una guerra prolongada.