El imperio y el regreso de las formas
Al aproximarse el término del periodo presidencial de Donald Trump, su deseo de poder y permanencia provocó la pérdida de las formas estipuladas en el “buen hacer” al interior del imperio, el asalto al Capitolio del 6 de enero, mostró la desbocada resurrección del neofascismo cultivado en las últimas décadas, y, a la vez, dejó a la luz el cínico discurso que acabó criminalizando al mandatario saliente acusado de faltar a los valores “democráticos y de justicia” que caracterizan según su propaganda a los Estados Unidos.
Una vez asumido el poder por Joe Biden, apenas un mes y cinco días después, le restableció las formas del “buen hacer” del imperio estadounidense, iniciando sus acciones bélicas con un bombardeo que al menos dejó a 17 muertos en un punto fronterizo entre Siria e Irak, según informes del Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH). Ya desde su campaña y recién tomado el poder, Biden había dicho que regresaría a los Estados Unidos su grandeza, lo que significa que se empeñaría en restablecer las relaciones de poder mando-obediencia en el mundo, y para ello, a diferencia de Trump, no dudará en utilizar la fuerza militar como ya demostró. El bombardeo en la frontera sirio-iraquí, no es únicamente una advertencia a los rebeldes o gobiernos de esa región que no se someten a la hegemonía yanqui, es, en suma, una advertencia a todo el mundo de que el imperio con todas sus formas está de regreso y buscará sobrevivir a la aguda crisis que en su interior lo carcome y en el exterior lo enfrenta a una mayor pérdida de supremacía política-económica.
La reconfiguración del poder global acelerada por la pandemia del Covid-19, va entrando a una nueva fase en la que serán los Estados Unidos quienes pretendan dirigir la agenda y reimponer temas de su interés en la diferentes regiones del mundo, en América Latina es evidente, pues por un lado pareciera “relajar” las medidas antiinmigrantes sobre todo mexicanos derogando normativas violatorias de los derechos humanos, pero, en el cono sur, junto a países cómplices prepara la continuación de los ataques contra Cuba y Venezuela, mientras mantiene su apoyo a gobiernos repudiados por su pueblo como el de Jovenel Moïse en Haití, y se inmiscuye en las elecciones ecuatorianas generando un clima de crispación política útil a los vencidos sectores conservadores.
Es de observarse como resurge el discurso del presidente “bueno” para configurar el imaginario social en torno a Biden, aunque el fin de sus políticas sea el mismo de siempre, hegemonizar el poder imperialista y adsorber del mundo la fuerza de trabajo y los recursos naturales, la relajación fronteriza con México responde a la necesidad de mano de obra abaratada por su crisis económica interior, las nuevas guerras y el intento de reconfiguración global, buscará mercados que fortalezcan los monopolios que sostienen al imperio, como por ejemplo, el de las vacunas tan necesarias ahora para la humanidad.
El imperio ha dejado en claro que nada cambia ocupe quien ocupe la silla de mando, Biden ha comenzado lo que será una larga lista de ataques bélicos en diferentes regiones del mundo en un desesperado intento de reestructurar la hegemonía estadounidense, las bombas son sólo el inicio, la solución está en la organización y lucha contra el capitalismo y en la construcción del socialismo. ¿Qué dirán ahora los escépticos de la existencia del imperialismo que tanto gusto les dio la llegada de Biden al poder?