El Rencor-Fascismo Visceral de la Derecha Latinoamericana y Global. José Alberto Amesty
El próximo domingo 19-12-2021, se celebrará la segunda vuelta en Chile, por la presidencia de la Republica, entre Gabriel Boric y José Antonio Kast, el primero centroizquierdista y el segundo de ultraderecha pinochetista.
Veamos algunos elementos del candidato Kast: según James Petras, “El extremismo pinochetista de Kast, podría asustar hasta a Biden”. En otras palabras, el problema que tiene el candidato pinochetista José Antonio Kast, es que resulta demasiado extremista para Washington, un hecho que podría determinar que los demócratas no se vean comprometidos a prestarle su apoyo.
Recientemente, el periodista Mauricio Weibal Barahona publicó el documento que demuestra que el padre de José Antonio Kast, el candidato derechista que se enfrenta al izquierdista Gabriel Boric, fue miembro del NSDAP (el partido nazi alemán) en 1942.
Además, la familia de José Antonio Kast, siempre apoyó a Pinochet, jefe de la junta militar que derrocó al presidente Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973 y que contó con el respaldo del gobierno de EEUU. Miguel Kast, hermano del candidato a la presidencia, fue incluso director del Banco Central bajo la sangrienta dictadura de Pinochet, y el propio José Antonio Kast figuró en la propaganda electoral del general-dictador chileno previa al referéndum de 1988.
Kast presenta la lucha contra la criminalidad y contra la inmigración como elemento fundamental de su programa, propone autorizar a los civiles a portar armas e instaurar el derecho a disparar sobre cualquier ladrón y se pronuncia por la amnistía para los militares condenados por haber torturado y asesinado bajo la dictadura de Pinochet.
Con estos antecedentes, Kast es el candidato de derecha chileno, con marcados rasgos violentos, proclive al odio y profundamente fascista. Y posiblemente, ojalá no, gane las elecciones del próximo domingo 19.
Por otro lado, ya sabemos que la derecha chilena históricamente tiene una pugna y una controversia contra el proceso constituyente y su consolidación, es decir, podría haber una regresión democrática. En otras palabras, nos estamos enfrentando en este momento a un ascenso directamente autoritario. Por ejemplo, uno de los parlamentarios del partido de Kast, planteó abolir el voto femenino. El nivel de regresión democrática de la que se está hablando es muy fuerte. Esto es de verdad una encarnación autoritaria, porque lo que está en riesgo aquí es el avance de la democracia; esto es un peligro de regresión.
Así mismo, según el escritor Felipe Portales, la historia de Chile revela que el profundo desprecio histórico del pueblo chileno por parte de la derecha, se expresó políticamente en su lucha teórica y práctica en contra del ejercicio del sufragio universal efectivo. La prédica en contra de éste fue una constante durante la vigencia de la Constitución de 1925.
Posteriormente, en 1940, el historiador de derecha, José Miguel Irarrázaval Larraín, señaló que el sufragio universal abre “el camino al imperio del número, de las masas, el cetro del poder público, mantenido antes por el Presidente o el Parlamento, habría de pasar a otras manos: las de las asambleas, confederaciones, sindicatos, manos innúmeras a la vez que ávidas y amenazadoras, al presidencialismo de una época y al parlamentarismo de otra posterior, tras una breve etapa, sucedería la era del proletarismo».
Desgraciadamente, la derecha chilena ha mostrado siempre, un profundo desprecio a nuestros sectores populares; el cual culminó durante la feroz dictadura de Pinochet.
Y es que el rencor vende ideas y ha ido forjando la estructura de una suerte de movimiento político que llena las democracias occidentales. Como ejemplo de esto tenemos: Donald Trump en los Estados Unidos (con la injuria como disciplina, la agresión como método, la mentira como moral y, como filosofía, la obsesión del ocaso, la alucinación según la cual las sociedades están en un proceso de declive, si no se las purifica racialmente), Bolsonaro en Brasil, José Antonio Kast en Chile, Eric Zemmour en Francia, Matteo Salvini en Italia, el partido Vox en España, varios líderes del macrismo en la Argentina; a todos los une el mismo aliento fétido del odio.
Otro ejemplo, siguiendo a Trump, es el candidato ultraderechista francés ultraderechista Zemmour, cuyo primer mitin de campaña (domingo 5 de diciembre) fue una exposición retórica y física de la ignominia, el desagravio y la violencia. Caos y la sensación de un apocalipsis acechando cada rincón, son la receta con la que envuelve los sabores de un pasado glorioso de Francia, al que habría que regresar depurando la sociedad de los invasores. Estas ultraderechas tienen su vertiente liberal y en ella aparecen sus monstruos de turno. Su misión no consiste en depurar la sociedad de extranjeros, sino de salvar a las sociedades de los gobiernos progresistas y del indigenismo.
En este sentido, la retórica, los discursos de la derecha están ganando a toda velocidad la batalla de las ideas. Sus ideas a saber son, entre muchas otras: racismo, cuestionamiento del Estado de Derecho, odio a la democracia, a sus instituciones y a sus cuerpos históricos de cuestionamiento del poder, es decir, la prensa, revisión de la historia, ultranacionalismo, negacionismo, invención de una realidad paralela, agresiones físicas, intimidaciones a través de las redes sociales y designación de un enemigo interior, o sea, el extranjero, son sus componentes más constantes.
Este odio en los discursos se evidencia además en la figura de Steve Bannon, que representa el principal ideólogo y comunicador del discurso político, que llevó a Donald Trump a la Casa Blanca. Este discurso ha estado caracterizado por el continuo recurso al odio, la xenofobia y un nacionalismo populista; e ideológicamente por un proteccionismo económico y una reconfiguración del papel que Estados Unidos debe jugar en el ámbito internacional.
Pero existen otros líderes políticos que han hecho del odio su emblema, como el ex vicepresidente italiano Matteo Salvini y el primer ministro húngaro Viktor Orbán, que también son admirados políticamente por Bannon.
Otro ejemplo concreto es España, donde imperan estos discursos fascistas y neofascistas de odio: la inmigración, la crisis económica, la Unión Europea, Cataluña, las identidades, entre muchos otros. En Europa: contra los judíos, los comunistas, los socialistas, los extranjeros y todas las personas, de cualquier color, etnia u orientación sexual que etiqueta como enemigos de la raza o del “sano sentimiento de la nación”; los inmigrantes, los grupos dirigentes europeos, considerados, todos, invasores o usurpadores.
Mirando a América Latina, hay una especie de cruzada colonial, a la cual se ha puesto al frente, el patético dirigente europeo, el ex presidente del gobierno español, José María Aznar, quien puso dentro del “eje del mal” a los movimientos que pugnan por los derechos de los pueblos originarios. Aznar dijo en un discurso: “El nuevo comunismo se llama indigenismo”.
A su vez, Aznar activó la campaña Faes Latam (Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales), es una fundación privada que trabaja en el ámbito de las ideas desde 1989. Presidida por José María Aznar, su objetivo es nutrir el pensamiento del centro liberal reformista, con propuestas políticas que influyen en la toma de decisiones y repercuten en la opinión pública), a cuyo frente se puso otro mandatario manchado por la narcopolítica, el colombiano Andrés Pastrana.
Lo respalda el liberal alucinado, Mario Vargas Llosa, anticomunista que es parte del lobby del Atlas Network, quien preside una de las fundaciones del Atlas y quien está detrás de las campañas para respaldar el retorno de los gobiernos conservadores en América Latina y proteger “la libertad”; y una galería de ex presidentes: el ex presidente mexicano Felipe Calderón, cuyo mandato dejó decenas de miles de muertos y desaparecidos en México, y un expandido modelo de cómo funciona la narco política.
A finales de 2020, Aznar, Macri y Pastrana, firmaron la Declaración de Madrid para respaldar la democracia en América Latina. Sin embargo, en los hechos, sea en España o en América Latina, la democracia nunca estuvo tan cuestionada y en peligro como cuando ellos gobernaron, quienes gritan: Libertad o Comunismo.
Estas ultraderechas, utilizan el lenguaje ultrajante, el señalamiento de un enemigo, la cobardía común. Se arrugan ante los desafíos y arremeten contra minorías excluidas y fragilizadas, contra pueblos despojados: sus enemigos son los más débiles. Son la expresión más impune e inescrupulosa de la destrucción de los consensos y del dialogo necesarios para pactar el desarrollo de una nueva condición humana.
Veamos algunos breves ejemplos clásicos en países de América Latina, Argentina, quien luego de las caídas de las dictaduras de las Fuerzas Armadas, inició un enjuiciamiento de los militares involucrados en delitos de odio contra el pueblo, de lesa humanidad y cuyos juicios muchos de ellos, se han quedado en el “dialogo” y en procesos de “reconciliación”, además de negar los hechos brutales, tratando de borrar los hechos y los conflictos.
En Brasil, al igual que en Argentina, fueron violados los Derechos Humanos y hubieron, y hay actualmente bajo el presidente Bolsonaro, crímenes contra la humanidad por parte de las Fuerzas Armadas, pero todo se desvía y se justifican los hechos de odio, hacia la expresión “contra el comunismo”, contra el Foro de Sao Paulo, contra Lula, contra Dilma.
Colombia con sus políticas de odio contra el pueblo colombiano, principalmente de sus líderes Uribe y Duque; por mencionar a estos últimos, han demonizado y declarados objetivos militares a los defensores de Derechos Humanos, líderes sociales, maestros, estudiantes y comunidades indígenas en todo el país, bajo la acusación de ser “auxiliares de la guerrilla”. En fin, los perpetradores de odio, buscan obstruir la concreción de la justicia que se requiere en este conflicto.
En Perú, recientemente, se acaba de frustrar un nuevo intento de golpe institucional. El 7 de diciembre, tres partidos de oposición, de derecha y de extrema derecha, presentaron una moción para discutir la destitución del presidente Pedro Castillo por “incapacidad moral permanente”.
A la derecha le hubiera gustado destituirlo en base a un guión ya visto, acusándolo de haber nombrado ministros “coludidos con el terrorismo”, de haber cabildeado para ascensos de oficiales de las Fuerzas Armadas, de presunta corrupción y de haber restablecido relaciones con una de las principales obsesiones del imperialismo, la Venezuela bolivariana.
Entonces, la derecha, la extrema derecha y los grandes grupos económicos se han unido en este nuevo intento de golpe institucional.
Como vemos en Perú, Chile, Colombia y otros países, estos sectores de extrema derecha primero se oponen a la victoria de los Gobiernos progresistas desautorizando los resultados, luego tratan de evitar que ejerzan el poder, que implementen sus programas. Desestabilizan las instituciones desde adentro y llevan a cabo una campaña ideológica frontal contra los intereses de los sectores populares.
En fin, la extrema derecha, es un enemigo poderoso en América Latina, lleno de odio y rencor, a la cual hay que enfrentarla y someterla.