En el 59 Aniversario del triunfo del pueblo cubano en Playa Girón
En días recientes se conmemoró el 59 Aniversario de la derrota de la invasión estadounidense en Playa Girón, Cuba. Para los estadounidenses, el término “Playa Girón” se sustituye por “Bahía de Cochinos”. Para los cubanos, se trata del lugar de la derrota infligida al enemigo invasor; para los estadounidenses, el punto de desembarco de las tropas mercenarias.
Geográficamente hablando, tanto “Playa Girón” como la “Bahía de Cochinos” forman parte de la zona donde ubica el sector conocido como Playa Larga, localizada en la Ciénaga de Zapata, lugares que, en conjunto, fueron escenarios de los combates librados entre la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba y las fuerzas invasoras.
La fuerza mercenaria, calculada en cerca de 1,500 efectivos, contó con el apoyo de 8 aviones de transporte C-46, 6 aviones de transporte C-54, 16 bombarderos B-26, 5 tanques M41, 8 embarcaciones y 7 lanchas de desembarco anfibio; Además, una vez en tierra, contaron con el apoyo de cañones, morteros, vehículos de distinta naturaleza y toda una gran variedad de armamento ligero. Entre los invasores se desplegaron también paracaidistas que fueron lanzados previo al desembarco al interior del área de operaciones.
El propósito de esta operación combinada era establecer una “cabeza armada de playa” desde donde la fuera invasora proclamaría un “Gobierno Provisional”, que a su vez solicitaría el reconocimiento por parte de la Organización de Estados Americanos, Estados Unidos y otros países de la comunidad internacional. En el intento, más de 100 efectivos que formaban parte de la Brigada 2506, como se denominó a la fuerza invasora, fallecieron; mientras un total de 1197 fueron capturados. El resto logró huir en total desorganización en buques estadounidenses que esperaban mar afuera.
Para entender el significado de este importante triunfo para el pueblo cubano, es necesario identificar, al menos, algunos antecedentes a los eventos.
El primero de enero de 1959 se produce el triunfo de la Revolución Cubana. La lucha del pueblo cubano por su soberanía e independencia forma parte de una tradición revolucionaria que tiene su génesis en los procesos emancipadores librados en tres guerras de independencia a lo largo del siglo XIX, entre 1868 y 1898; en la lucha contra dictaduras de Antonio Machado en la década de 1930 y la de Fulgencio Batista durante la década de 1950; así como a partir del 1 de enero de 1959, cuando tras la derrota de la Dictadura, Cuba asume la defensa de su soberanía nacional frente a la agresividad del imperialismo estadounidense que no se resignaba a la pérdida de sus intereses económicos en la Isla y hacía todo cuanto podía en contra de las transformaciones que conllevaba el proceso revolucionario.
Tan temprano como febrero de 1959, comienza el reclutamiento de exiliados cubanos y algunos latinoamericanos afectos a la Dictadura derrocada para desarrollar acciones militares de corte mercenario contra el país y su joven Revolución. Ya desde el 18 de enero de 1960, Allen Dulles, Director de la Agencia Central de Inteligencia, promovía el desarrollo de lo que llamó una “Fuerza de Tarea” (“Task Force”) contra Cuba; mientras que por su parte, el Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, aprobaba el 17 de marzo de ese mismo año, con el visto bueno del Presidente Eisenhower, la operación propuesta por la CIA contra el país.
La operación, consistente en una invasión militar, se puso en marcha a partir del 1 de abril de 1960 mediante las gestiones hechas por el Jefe de la Estación de la CIA en Guatemala, para el uso de una propiedad en este país como base aérea y centro de entrenamiento de exiliados cubanos. El plan también contó con el apoyo logístico de la Dictadura de Somoza en Nicaragua y personal militar estadounidense ubicado en la Zona del Canal de Panamá. El 4 de noviembre de 1960 la Agencia Central de Inteligencia determinó la sustitución de los entrenamientos que se ofrecerían a los futuros invasores, en su origen de guerra de guerrillas; a uno de guerra convencional para lo que se estructuró el diseño de un desembarco anfibio y aerotransportado. Es de ahí de donde nace la llamada “Operación Trinidad”.
La llegada de John F. Kennedy a la presidencia de Estados Unidos en enero de 1961 le encuentra ya con los planes en marcha trazados por la Administración de Einsenhower hacia Cuba. Estos planes le fueron comunicados a Kennedy, previo a su jura como presidente, por parte de Dulles el 18 de noviembre de 1960. La ruptura de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba se producirá el 3 de enero de 1961, un día antes de Kennedy asumir su cargo como Presidente.
Actualizado el nuevo presidente en torno a los planes de invasión, el 28 de enero Kennedy impartiría su aprobación y ordenaría se siguiera adelante según lo planificado. Con ello en agenda, el 11 de marzo de 1961, el presidente Kennedy firmó el “Memorando de Acción de Seguridad Nacional” (NSAM Núm. 31). Con él se implementa el Plan de Invasión a Cuba. Este fue seguido por una “Declaración” del Gobierno de Estados Unidos exponiendo su disposición al reconocimiento de un futuro gobierno democrático en Cuba.
El 15 de abril de 1961 se inician las operaciones militares de la fuerza invasora contra objetivos en Cuba, ello como anticipo al desembarco de la fuerza mercenaria, lo que ocurrirá el 17 de abril de 1961 con el apoyo por parte de la aviación y elementos navales estadounidenses. Menos de 72 horas después de iniciada la Invasión, en Playa Girón, la Brigada 2506 sería derrotada y barrida de suelo cubano por el pueblo armado.
Ya el 2 de septiembre de 1960 en Cuba, el nuevo gobierno instaurado el 1 de enero de 1959, con la participación de cientos de miles de cubanos reunidos en asamblea de pueblo en la capital del país, había ratificado el programa de la Revolución Cubana. Este quedó plasmado en el documento que ha venido a conocerse en la historia como la “Primera Declaración de La Habana”. En ella se expresa la posición del Gobierno Revolucionario ante los acuerdos tomados durante la “Séptima Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores” de los países representados en la Organización de Estados Americanos (OEA), entre los días 22 al 29 de agosto de 1960. La OEA, recordaremos, fue bautizada por el Canciller cubano Raúl Roa, como el “Ministerio de Colonias de Estados Unidos en América Latina”. Allí, bajo la llamada “Declaración de San José”, se adoptó un acuerdo promovido por Estados Unidos según el cual, los estados miembros de la OEA, tenían “la obligación de someterse a la disciplina del sistema interamericano”.
En la Primera Declaración de La Habana, aprobada por el pueblo cubano, se condenó el latifundio; los salarios de hambre y la explotación del trabajo humano; se condenó el analfabetismo, la discriminación del negro y del indio, así como la desigualdad y explotación de la mujer; se condenó a las oligarquías militares y políticas; las concesiones de los recursos naturales de los pueblos latinoamericanos a los monopolios extranjeros; se denunció a los gobiernos que desoyen el reclamo de sus pueblos para acatar los dictámenes del gobierno de Estados Unidos; se condenó la manipulación de los medios de comunicación al servicio de Estados Unidos, las leyes represivas hacia los trabajadores, campesinos, estudiantes e intelectuales; se condenó la explotación del hombre por el hombre y la de los países subdesarrollados por el capital financiero; se condenó a los monopolios y las empresas imperialistas; se proclamó ante América el derecho a la tierra, al fruto del trabajo, a la educación, a la asistencia médica, al trabajo, a la enseñanza libre; como tambien a la igualdad y dignidad, independientemente de la raza; el derecho a la igualdad civil de la mujer y del hombre; a la protección en la vejez; a la nacionalización de los monopolios y al rescate de la riqueza de los pueblos; al comercio libre; al ejercicio de la plena soberanía de los pueblos; el derecho del pueblo a armarse para la defensa de tales derechos; y finalmente, a determinar cada uno sus propios destinos.
Se indica por estudiosos del proceso revolucionario en Cuba, que el eje de la transformación revolucionaria en aquel momento, la define la victoria del pueblo en armas en Playa Girón; sin embargo, los dos contextos que definen el programa histórico de la Revolución Cubana, lo constituyen la Primera y la Segunda Declaración de La Habana.
En los antecedentes a la “Segunda Declaración de La Habana”, como ocurre con la Primera, también resultan importantes la derrota imperialista de Estados Unidos y su ejército mercenario en Playa Girón. El resultado de tal derrota llevó al gobierno estadounidense a convocar una nueva Conferencia. Esta vez la llamó “Conferencia Económica y Social”, realizada en Punta del Este, Uruguay. En ella Estados Unidos anunció la creación de su programa “Alianza para el Progreso”, instrumento mediante el gobierno estadounidense destinó miles de millones de dólares a los países latinoamericanos procurando con ello el compromiso de estos en el propósito de aislar a Cuba del su entorno.
Durante los días 22 al 31 de enero de 1962 se celebraría, también en Punta del Este, Uruguay, la reunión auspiciada por la OEA de Cancilleres de América Latina y Estados Unidos. Allí se acordó la expulsión de la República de Cuba del organismo internacional y el respaldo de los países que integraban el organismo internacional de acciones armadas contra la Revolución Cubana. A partir del 3 de febrero de 1962, oficialmente, la Administración Kennedy decretó el Bloqueo comercial contra Cuba, medida de la cual también participaría la mayoría de los países miembros de la OEA. La respuesta del pueblo cubano no se hizo esperar.
El 4 de febrero de 1962, el pueblo cubano, reunido en Asamblea General Nacional adoptó la mencionada “Segunda Declaración de La Habana”. A partir de la consiga que plantea el documento de que “el deber de todo revolucionario es hacer la revolución”, el texto indica que “allí donde estén cerrados los caminos de los pueblos, donde la represión de los obreros y campesinos es feroz, donde es más fuerte el dominio de los monopolios yanquis, lo primero y más importante es comprender que no es justo ni es correcto entretener a los pueblos con la vana y acomodaticia ilusión de arrancar, por vías legales que no existen ni existirán, a las clases dominantes, atrincheradas todas las posiciones del estado, monopolizadoras de la instrucción, dueñas de todos los vehículos financieros, un poder que los monopolios y las oligarquías defenderán a sangre y fuego con la fuerza de sus policías y de sus ejércitos.”
Esta vez, la Segunda Declaración de La Habana proclama la consigna de que en adelante, “los que mueran, morirán como los de Cuba, los de Playa Girón, morirán por su única, verdadera e irrenunciable independencia.”
La Segunda Declaración de La Habana dotó al pueblo cubano de un nuevo marco teórico que le permitiría profundizar a la joven Revolución triunfante su derrotero, orientando la misma, como ya se había proclamado antes, en la ruta hacia la construcción del socialismo.
En el mes de octubre de ese mismo año, la Administración Kennedy ordenó el bloqueo naval contra Cuba bajo la premisa de que su gobierno había instalado en su territorio misiles defensivos provistos por la Unión Soviética. El armamento era el resultado de un acuerdo de defensa mutua entre ambos países en previsión de la decisión del gobierno de Estados Unidos de organizar una nueva invasión. Las relaciones de Cuba con el Campo Socialista acercarían aún más el proyecto socialista del pueblo cubano y su Revolución con el modelo de desarrollo económico de la Unión Soviética.
El triunfo revolucionario en Playa Girón constituye la primera derrota del imperialismo estadounidense en América Latina. Todavía, Cuba les duele al imperialismo estadounidense. Todavía al exilio contrarrevolucionario le duele la derrota infligida por el pueblo cubano. Por eso no ha habido un día en los pasados 59 años, en que la destrucción de la Revolución Cubana no haya estado presente en la agenda de Estados Unidos y de los sectores contrarrevolucionarios cubanos en dicho país.
Hace muchos años, el Apóstol de la Independencia de Cuba, José Martí, dejó por escrito unas palabras que hoy, en la distancia de más de un siglo, siguen estando presente en la conciencia del pueblo cubano y en el compromiso de otros pueblos y luchadores solidarios con su Revolución:
“ Quien se levanta hoy con Cuba se levanta para todos los tiempos…¡Los flojos, respeten: los grandes, adelante! Esta es tarea de grandes.”
22 de abril de 2020