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Encuentros en Brasilia: El Sur está de fiesta. Farruco Sesto

Dos sucesos de gran relevancia, absolutamente inimaginables hace unos meses (en realidad, impensables antes del triunfo de Lula en octubre 22), acaban de tener lugar en Brasilia la semana pasada. El primero de ellos, que merece ser puesto en contexto, es la llegada a Brasil del Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, con carácter de visita de Estado. El segundo es la reunión presencial (el retiro, le llamó Lula, quien fue el promotor del encuentro) de los presidentes y presidentas de América del Sur.

¿Por qué destacamos de manera especial la visita de Maduro? Porque con ella se retoma una relación de primera importancia entre Venezuela y Brasil, la cuál en la época del Presidente Chávez llegó a alcanzar una intensidad y alcance inusitados. Para darnos cuenta de la dimensión política, económica y social de lo que fueron entonces aquellas relaciones entre los dos países hermanos que comparten 2.199 kilómetros de frontera, baste con recordar que en 2005, ambos presidentes, Lula y Chávez, establecieron una Alianza Estratégica que, entre otras disposiciones, contemplaba un encuentro bilateral cada tres meses, una vez en Brasil, otra en Venezuela, y así sucesivamente. De tal manera que, sin contar su presencia en reuniones multilaterales, los dos presidentes, en aquel espléndido marco de compromiso, se reunieron nada menos que 24 veces, entre 2005 y 2011, año en que Lula se retiró de la presidencia. Pocas veces en la historia, seguramente, si es que hubo alguna, se vio tanta conexión de trabajo real entre dos países vecinos. Y por supuesto se da por descontado que en esas reuniones, todos los asuntos de común interés estaban en agenda, desde los temas específicos de tipo económico, financiero, militar, cultural, agroproductivo, de infraestructura o energético, entre otros, hasta los grandes temas geopolíticos.

Esta relación tan estrecha y de mutuo beneficio, influencia y aprendizaje, fue continuada luego con similar intensidad por Chávez y Dilma Rousseff, y más tarde por Nicolás Maduro y Dilma hasta la destitución de ésta en 2016, como es suficientemente conocido, a través de un golpe de estado parlamentario. A partir de allí se dio inicio a una época triste y gris, diplomáticamente hablando, donde la relación se estableció en los mínimos hasta 2019, momento en el que Bolsonaro llega a la presidencia del Brasil y procede a romper relaciones diplomáticas con Venezuela y a conspirar contra ella formando parte del malnacido (y hoy fenecido) Grupo de Lima, en el ámbito de las políticas de agresión imperial contra el país bolivariano.

De tal manera que este encuentro de ahora entre Lula y Maduro, con el relanzamiento de nuevos vínculos fraternales, es un signo de que los tiempos están cambiando radicalmente. El jefe de Estado venezolano lo dijo claramente: “Nosotros vamos a volver a vivir una época de oro en las relaciones, el trabajo, la cooperación, la solidaridad, y en los resultados, entre Brasil y Venezuela”.

Al otro encuentro que se debe prestar suficiente atención, porque es también un indicador de que una nueva realidad se abre paso, es el de los Jefes y Jefas de Estado de América del Sur, que acudieron casi en su totalidad (la excepción fue la presidenta del Perú, que envió, con todo, a su canciller) al llamado de Lula da Silva.

El tema central de la agenda fue, como era de esperarse, la búsqueda de la cooperación e integración de sus países, para intercambiar puntos de vista, perspectivas y posibilidades de acuerdos. La intensa reunión de trabajo que se efectuó el día 30 de mayo, terminó con la firma de un documento que lleva el nombre de Consenso de Brasilia. En él se reafirma la visión común “de que América del Sur constituye una región de paz y cooperación, basada en el diálogo y el respeto a la diversidad de nuestros pueblos, comprometida con la democracia y los derechos humanos, el desarrollo sostenible y la justicia social, el Estado de derecho y la estabilidad institucional, la defensa de la soberanía y la no injerencia en asuntos internos” Y a partir de allí, se tomaron una serie de decisiones de tipo práctico, como la del establecimiento de un grupo de contacto permanente y la elaboración de una hoja de ruta para la integración de América del Sur.

En ese contexto positivo, no podían faltar por parte de los representantes de Chile y Uruguay, (cuyos gobiernos son expresión de formas políticas que adquiere hoy la derecha) algún comentario fuera de lugar contra la Venezuela Bolivariana. Pero, como no podía ser de otra manera, tales anacrónicos ataques cayeron en el vacío más absoluto. Por el contrario, el propio presidente Maduro hizo una vez más un llamado a no ideologizar las políticas internacionales.

Así que, tal como lo expresó Diosdado Cabello, vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela, el Sur está de fiesta.

(Publicado en NÓSdiario, originalmente en gallego)

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