Entre el COVID y la crisis (I)
MÁS ALLÁ DE LAS DUDAS, ALGUNAS CERTEZAS DESDE DONDE CONSTRUIR UNA SALIDA PARA LAS Y LOS TRABAJADORES.
Nos encontramos en una situación inédita. La desaceleración económica, que era ya visible desde finales del año pasado y sobre la que iban alertando los medios de la burguesía, explotó a principios de este año. La causa visible, un virus que ha servido de excusa a una paralización casi absoluta de la vida social, a la implantación de medidas restrictivas nunca vistas fuera de un marco de guerra y la rebaja de condiciones. Rebajas que se han aplicado tanto a nivel laboral, con un desempleo desaforado y en aumento, como a nivel social, donde presenciamos y sufrimos un desmantelamiento acelerado de los restos del llamado Estado de Bienestar. La pretensión de un Estado protector que, aún no siendo lo que nos aseguraban, ha estadobajo asedio desde el hundimiento del “socialismo real” y la descomposición de los movimientos revolucionarios acelerada tras la derrota de la última oleada revolucionaria enlos años 60 y 70 del pasado siglo. Y todo esto, mientras el consenso social sobre la necesidad de la represión y los recortes es tan generalizado como un miedo difuso al otro, encarnado en la posibilidad del contagio.
La situación se vuelve cada vez más insostenible para un número cada vez mayor de personas, afectando cada vez a más colectivos, empezando por los más vulnerables, pero apuntando a capas que hasta ahora se habían ido salvando de la debacle capitalista. Frente a la sobrecarga de trabajo, el miedo al despido, la falta de ingresos, la imposibilidad de conciliar vida laboral y cuidados, la decadente sanidad y educación, la creciente inoperancia de la burocracia estatal a todos los niveles o la impunidad policial, era de esperar una respuesta, un “ya basta”, un conato de resistencia ante tanta violencia. Sin embargo, a nuestro alrededor sólo percibimos la rabia contenida y una agresividad que acaba brotando contra otros que están como nosotros, o ligeramente peor. Desde Trinchera pensamos, estamos convencidos, de que es hora de actuar. La situación lo demanda. Pero para ello son necesarias dos cosas al menos: un análisis de la situación que nos permita entender algunas claves de lo que puede estar pasando e identificar a los responsables y una propuesta organizativa que cuaje esa reflexión en un proyecto ilusionante, serio y efectivo para poder defendernos y retomar la iniciativa política desde el campo revolucionario y popular. Este artículo es un modesto intento de dar respuesta a esas dos cuestiones, con el objetivo siempre de hacerlas realidad en la práctica.
Ante el caos informativo y la desinformación consciente con los que nos bombardean, empecemos por dedicar unas líneas a desentrañar lo sucedido en los últimos meses.
Un poco de contexto
1. Sobre el virus
El virus existe. Comenzamos con la obviedad, ya que toda crítica al discurso dominante ha sido combatido mediante la ridiculización y la tergiversación de toda tesis crítica con el poder, acusando a quién se atrevía siquiera a matizar la “verdad oficial”, de negacionistas, conspiranoides y en general de egoístas e irresponsables, poniendo todo el acento en las actuaciones individuales, reprimidas sin ningún tipo de medida. En las noticias hemos oído una y otra vez como se apela a la responsabilidad individual, criminalizando a las personas que “no respetan las normas”. Pero no sólo a personas individuales, sino a barrios enteros, no a cualquier barrio, claro. A barrios de trabajadores e inmigrantes en los que se vienen aplicado las normas más restrictivas, como hemos visto recientemente en Madrid, porque “son los que presentan las tasas más altas de contagios”, sin dar ni un conato de explicación de porqué es eso así. Mientras, se ha ido construyendo una épica bélica, de unidad nacional, que llama a “luchar” contra el virus y a aceptar sacrificios, justificando básicamente la destrucción de libertades y derechos conseguidos mediante, éstas sí, tremendas luchas, apelando a renunciar hasta a defender esas libertades y derechos, pero siempre manteniéndonos productivos, eso quienes aún tienen y mantienen un empleo.
La mentira es básicamente una omisión, resultado de una visión del mundo que entiende al individuo como una mónada aislada de las demás, un Robinson Crusoe, una imposibilidad absurda. La mera idea de un ser humano que sobrevive aislado de los demás contradice milenios de historia humana. Sería ridículo, si no tuviese tremendas consecuencias para la vida de millones de personas. La versión oficial de lo que sucede, exuda esa concepción del mundo, pero además, por supuesto, responde a los intereses de alguien, de un grupo de personas, de una clase, de la clase dirigente. En las noticias, los medios de comunicación, las ruedas de prensa del gobierno, ha faltado el contexto, los vínculos entre lo que hace cada individuo y el resto, una visión amplia que permita entender lo qué sucede y porqué. Como no podía ser de otra manera, nos han explicado lo que consideraban necesario para asegurarse que sus intereses estaban protegidos y los nuestros subordinados a los suyos en esa unión que se preconizaba por el bien mayor.
Afortunadamente, varias voces críticas se han levantado para ayudarnos a obtener una visión más global, desde el punto de vista de las y los trabajadores. Humildemente, también la nuestra. Y como siempre, es una buena idea echar la vista atrás para tener una perspectiva más amplia y ver que es lo que la historia puede enseñarnos.
Rápidamente salta a la vista que, aunque esta epidemia y la forma de gestionarla desde el poder es única, el fenómeno en sí no es nuevo. Históricamente, las plagas han ido acompañando a la industrialización capitalista, a la vez que iban aplanando el camino para su implantación. En la Inglaterra del siglo XVII, el centro capitalista de la época, tuvieron lugar tres pandemias diferentes, de 1709 a 1720, de 1742 a 1760 y de 1768 a 1786. Su origen era el ganado importado del continente europeo. En Inglaterra, el ganado había comenzado a concentrarse de nuevas maneras, de forma que la enfermedad se propagó entre la población de forma mucho más agresiva que en el continente. De hecho, los brotes se centraran en las grandes vaquerías de Londres, que ofrecían entornos ideales para la intensificación de los virus.
En el caso de la gripe española, una de las epidemias más mortíferas de la historia, se sabe hoy que tal vez no fuera mucho más virulenta que otras cepas y su elevada tasa de mortalidad probablemente se debió a la malnutrición generalizada, al hacinamiento urbano y a las condiciones de vida insalubres en las zonas afectadas, que fomentó no solo la propagación de la gripe, sino también el cultivo de superinfecciones bacterianas sobre la infección vírica subyacente. Vemos de nuevo la importancia de no perder el contexto de vista.
Estos precedentes nos hacen llegar a la conclusión de que la epidemia actual (SARS-CoV-2), al igual que su predecesor, el SARS-CoV de 2003, la gripe aviar y la gripe porcina que le precedieron, es un síntoma de una aceleración de un proceso que es en realidad tan viejo como el capitalismo y que anuncia el comienzo de una nueva era infestada de plagas de origen político-económico. Estas plagas no se entienden si dejamos de lado el funcionamiento de la agroindustria actual, la destrucción capitalista de la Naturaleza y la pobreza que crea y que empuja a poblaciones cada vez mayores a buscarse la vida en los márgenes entre el mundo urbanizado y el mundo «salvaje». Resumiendo:
- En los países más pobres, una agroindustria no regulada presiona sobre los arrabales periurbanos, donde las personas se ven empujadas a realizar incursiones agroeconómicas en ecosistemas locales donde entran en contacto con cepas salvajes.
-
Los crecientes monocultivos genéticos de animales domésticos eliminan cualquier cortafuegos inmunológico que pueda frenar la transmisión. La cantidad y el hacinamiento de los animales aumentan la transmisión y la elevada rotación minimiza la respuesta inmunológica y aumenta la virulencia del virus.
-
La propagación viene impulsada por los circuitos comerciales mundiales y las migraciones regulares de mano de obra, con el desarraigo y el sufrimiento que conllevan y que son inherentes a la geografía económica capitalista.
-
La lógica básica del capital sitúa cepas víricas que estaban aisladas o eran inofensivas en entornos donde pueden adquirir los rasgos que acaban por hacerlas causantes de epidemias, como un rápido ciclo de vida del virus, la capacidad de realizar saltos entre especies y de desarrollar nuevos vectores de transmisión.
En pocas palabras, el capitalismo es el origen del virus y no por primera vez. Dicho más claramente si cabe, la necesidad de una clase de obtener beneficios de la forma más irracional, nos pone una vez más al borde del colapso. No es la única forma en que el capitalismo entra en crisis. De hecho, nos encontramos en medio de una crisis económica brutal, la mayor desde 1929, como se empieza a leer en periódicos de difusión general. Pero, ¿es el virus el origen de la crisis económica como oímos una y otra vez?. ¿Es la crisis la consecuencia sobrevenida de la pandemia o son más profundas las raíces de este tremendo parón económico? ¿Es la COVID-19 la causa o meramente la última gota que colmó un vaso ya lleno a rebosar?
2. Sobre la crisis económica
Hoy podemos decir, pero ya había voces que lo anunciaban hace meses, desde todos los espectros del ámbito ideológico, que la gran recesión 2008-2009 no ha sido superada. Desde el estallido de aquella crisis, la economía mundial ha transitado por caminos bastante sombríos que la han colocado en escenarios de alta inestabilidad y fragilidad, que han creado las condiciones para el estallido de una nueva fase de la crisis global. Entre las causas subyacentes setán la baja recuperación de la actividad económica, la contracción del comercio mundial, el alto endeudamiento público y privado, la baja rentabilidad del capital, que ha desencadenado una disminución en la inversión y producción, la falta de políticas monetarias y fiscales que promovieran el crecimiento económico, las tendencias deflacionarias, los bajos niveles salariales y una alta volatilidad en los mercados financieros, entre otras.
Si en 2008-2009, la gota que colmó el vaso fue la especulación inmobiliaria, esta vez ha sido la irrupción del COVID-19 el detonante último, que no la causa profunda de la debacle económica. Nos encontramos en una nueva fase de la llamada “Larga Depresión”, iniciada en el año 2009, cuyo carácter solo es comparable con los periodos de 1873-1897 o de 1929-1942, convirtiéndose en la recuperación más larga -tras una crisis- en 75 años. Este hecho lo reconoce hasta el Fondo Monetario Internacional, que en su documento sobre las perspectivas de la economía mundial, argumentabaque la economía mundial se enfrenta a una crisis sin precedentes, cuyas secuelas económicas serán las peores desde la “Gran Depresión” del 29. Mientras hace tres meses esperaban un crecimiento positivo del ingreso per cápita en más de 160 de los países, hoy se proyecta que más de 170 países experimentarán un crecimiento negativo del ingreso per cápita este año. La economía mundial es un castillo de “arena”, asentando sobre una base sumamente inestable, que parece derrumbarse tras la pandemia. De hecho, la Organización Mundial del Comercio prevé una drástica disminución del comercio internacional en todas las regiones del mundo y en todos los sectores de la economía, entreun 13% y un 32% o incluso más. En la zona euro se pronostica una caída del 7.5% en 2020 -casi cuatro puntos más que en el 2009- siendo laeconomía del Estado Español una de las más afectadas, con una contracción prevista del 8%.
A pesar de este contexto tan complejo, en muchos sectores del ámbito académico y la prensa internacional sigue reinando el optimismo de que una vez terminado el confinamiento y las medidas de bloqueo la economía se volverá a reactivar por obra del consumo y la demanda “acumulada” durant el periodo de parón. Este proceso de recuperación -al estilo keynesiano- tendría una forma tipo V -caída y recuperación- incentivada por un aumento del gasto público y recortes de impuestos a través de déficits en los presupuestos. Sin embargo, lo que ignoranestos optimistas es que tras las crisis se encuentran factores inherentes al desarrollo capitalista.
No es el Covid-19 lo que origina la crisis global, sino solo un factor que la profundiza y que termina por hacerla estallar al paralizarse la actividad económica mundial. La fragilidad de la economía mundial no hace más que visibilizar las contradicciones del desarrollo capitalista en su fase imperialista, consecuencia del carácter social de la producción y la forma capitalista (privada) de la apropiación. A medida que la producción se hace más social, la apropiación se concentra más y más en manos de cada vez menos capitalistas, que expanden sin cesar sus formas de apropiación de la plusvalía social mediante la explotación de la fuerza de trabajo en una escala internacional.
En este sentido es más urgente que nunca recordar que la “Gran Depresión” de los años 30 del siglo pasado sólo se resolvió por la brutal destrucción económica y social de la 2ª Guerra Mundial y el posterior marco internacional nacido de los acuerdos de Yalta y Potsdam entre EEUU, Gran Bretaña y la URSS en 1945. Las crisis no son accidentes de carácter coyuntural, exógenos o aleatorios. Ni siquiera puede atribuirse exclusiva o principalmente su origen a determinada formas de gestionar la política económica, pese a que éstas puedan atenuarlas o agravarlas. Al contrario, son inherentes al modo de producción capitalista. En el caso particular de la presente crisis, ésta se desarrolla en una situación histórica en la que parece que el capitalismo no consigue superar sus límites “inmanentes”, tal como fueron definidos por Marx. La salida de la crisis se vuelve aún más peligrosa, exacerbando la amenaza contra la naturaleza y el ser humano.
3. Nuestra normalidad
En un momento de aceleración de la pandemia y la crisis económica global, la lucha de clases, la confrontación de los intereses irreconciliables entre opresores y oprimidos, se expresa de una manera especialmente virulenta. No solo es la destrucción de los miles de puestos de trabajo, sino también la devastación de los servicios públicos; los recortes masivos del gasto público; el abandono y/o exclusión -por parte de la mayoría de los Estados de los segmentos de población con mayores riesgos de contagio, precariedad y pobreza; el incumplimiento de múltiples empresas para acatar el cierre de sus actividades con las medidas sanitarias correspondientes, entre otros.
La Organización Internacional del Trabajo estimó que para el cierre del presente año el número de desempleados podría superar con creces los 25 millones, apuntando que para el segundo trimestre del año habrá una reducción de la cantidad de horas de trabajo en alrededor 10.7%, es decir, el equivalente a 305 millones de puestos de trabajo a tiempo completo (suponiendo un trabajo de 48 horas semanales). Es decir, que muchos trabajadores tendremos que afrontar pérdidas de ingresos y más niveles de pobreza.
Sumando a lo anterior, la propia OIT estima que alrededor de 1.250 millones de trabajadores –el 38% de la población activa mundial- se encuentran empleados en sectores que hoy afrontan una grave caída de la producción y con alto riesgo de desplazamiento de la fuerza de trabajo, como el comercio al por menor, los servicios de alojamiento y comidas y las industrias manufactureras. Sectores que además cuentan con muchos trabajadores en el empleo informal con acceso limitado a los servicios de salud y protección social.
Un reciente documento de laUniversidad de Naciones Unidas estima que en sise contrae un 20% el consumo, lapobreza a nivel mundial podría aumentar entre 420 y 580 millones de personas, el equivalente al 8% de la población mundial.
En el Estado Español el ‘rebrote’ de la actividad económica con la reapertura del país tras el confinamiento era indudable, sin embargo las esperanzas de una recuperación intensa se van apagando. Ya en septiembre, el Banco de España asestó el golpe definitivo con sus nuevas previsiones de crecimiento, descartando su escenario de ‘recuperación temprana’ de junio y anticipando una crisis larga, acompasada al escenario mundial que anunciaque en 2022 aún no se recuperenlos niveles de PIB previos a la pandemia. El Banco de España prevee que los efectos de la crisis se prolongarán al menos durante 3 años, 5 en el caso del empleo. El paro no volverá a niveles pre-pandemia hasta 2025 como mínimo y se prevé que aumente más del 19% en 2021 y más del 18% en 2022. La situación podría deteriorarse más si se establecen confinamientos duros o se agrava la destrucción de tejido productivo.
En esta situación, estamos presenciando modificaciones en las relaciones del capital-trabajo y en la reorganización del trabajo en base al uso de las nuevas tecnologías. Hace 20 años vivíamos un cambio tecnológico de gran profundidad, probablemente comparable a la puesta en marcha de la máquina de vapor. La digitalización, la inteligencia artificial y la robótica han hecho que lo que parecía reservado a la ciencia ficción se haya convertido en cotidianidad: una vida a través de dispositivos electrónicos. Hoy, en medio de una crisis económica y sanitaria asistimos a un ensayo y puesta en escena mundial del desarrollo tecnológico.
A pesar de ello, de la tecnificación, la explotación redoblada, el paro y la miseria a los que nos abocan, la represión injusta e indiscriminada, aún a pesar de lo negro que se ve el horizonte para las y los de nuestra clase, no podemos olvidarnos que nos queda nuestra capacidad de acción, de organización. Nuestras palabras y nuestros actos que juntos, colectivamente, pueden trazar un nuevo futuro, una nueva senda, hasta hoy cubierta por los matojos que cunden en el desuso. Si éste es nuestro análisis de lo que sucede, nos queda presentar nuestra propuesta organizativa. Como siempre, hemos mirado al pasado para utilizar las enseñanzas de los que fueron más sabios que nosotros, los que consiguieron tantas cosas que hoy parecen sólo un sueño. Basándonos en sus enseñanzas, sus errores y sus aciertos queremos proponer algo que es nuevo y muy antiguo a la vez. Un propuesta abierta al debate, a la construcción compartida, a la crítica y al entusiasmo, tan necesarios en esta época oscura. Queda para el siguiente artículo, os invitamos a acompañarnos en la reflexión y si la consideráis acertada, en la construcción de una salida para las y los trabajadores.
(Publicado originalmente en Trinchera.org, el 25 de octubre de 2020)