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Haití y la necesaria solidaridad internacional

Las protestas en Haití continúan exigiendo la salida del poder del expresidente Jovenel Moïse, cuyo periodo de gobierno finalizó el pasado 7 de febrero, y quien es sostenido por el imperialismo estadounidense, la Organización de Estados Americanos (OEA) y la estructura de ocupación militar neocolonial de la MINUSTAH establecida desde el 1 de junio de 2004 tras el exilio del exmandatario Bertrand Aristide (derrocado por Estados Unidos) por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con el supuesto fin de “apoyar la labor inmediata para la recuperación, reconstrucción y estabilidad del país”, según puede leerse en la Ficha Informativa del organismo internacional. Pero la realidad es otra, ya que Haití sigue sometida a los intereses del imperialismo estadounidense que utiliza la posición geoestratégica del país caribeño para saquearlo y para ejercer presión y control en la región con la complicidad de los gobiernos dictatoriales que ha impuesto y mantenido.

La ocupación neocolonial de Haití remonta su historia hasta los años inmediatos de su liberación del colonialismo francés en 1804, siendo que poco tiempo después comenzaron un sinfín de intervenciones estadounidense que hasta la fecha se mantienen, variando su forma exterior pero continuando con la opresión interior; como ha dicho en una entrevista el exiliado haitiano Henry Boisrolin, coordinador del Comité Democrático Haitiano (CDH) en Argentina, a Haití la convirtieron en “el oasis más empobrecido, no el más pobre, al ser transformado en una nación neocolonial de los EE UU. Este sistema neocolonial es la base explicativa de la tragedia haitiana” (Resumen Latinoamericano, 28 de febrero de 2021).

El resultado de la ocupación neocolonial es evidente, el incremento de la pobreza, el despojo, la violencia, la falta de democracia y el saqueo generalizado de la riqueza natural y de la fuerza de trabajo proletaria-campesina, ha llevado a la agudización que hoy se vive, más de 30 años de políticas neoliberales-capitalistas pesan sobre el pueblo haitiano, que, a pesar de todo, sigue luchando por sus derechos y por el establecimiento de la democracia real. Moïse pretende mantenerse en el poder al menos hasta el 2022, realizando una serie de modificaciones a la Constitución que no responden al deseo y necesidad del pueblo, sino a la finalidad de garantizar la opresión de Haití, además, ha aplazado los tiempos legales a su conveniencia, programando un referendo para junio y la primera vuelta de las elecciones para el 19 de septiembre y el balotaje el 21 de noviembre, aunado a las votaciones locales.

Ante las protestas, Moïse ha incrementado la represión, las masacres en barrios proletarios-populares, el asesinato, la persecución y encarcelamiento de opositores, así como la creación de grupos armados con el fin de aterrorizar a la población e imponer su hegemonía. El reclamo social es por el fin del régimen: el Foro Patriótico, integrado por diversas organizaciones políticas y sociales, plantea la formación de un gobierno de transición que rompa con el neocolonialismo y el imperialismo y ayude a la organización de una Conferencia Nacional que defina un nuevo proyecto de bienestar social para los oprimidos y recupere la soberanía-autodeterminación, con una nueva Constitución emanada del pueblo, así como el castigo a los culpables de los crímenes de lesa humanidad cometidos desde hace décadas, el pueblo haitiano lucha por recuperar su libertad.

A través de estas líneas y otras acciones, nos sumamos a la Jornada Internacional de Solidaridad con Haití, reclamamos el fin de la política neocolonial-imperialista y apoyamos la emancipación plena del pueblo haitiano.

 

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