Imperialismo moderno. Qué cambios ha introducido la deslocalización de la industria en el modo en que opera el imperialismo.
Es un hecho bien conocido que desde la década de los 70 las grandes empresas monopolistas desmantelaron sus fábricas de Occidente para trasladar el grueso de la producción industrial a países con una mano de obra más barata, en un intento desesperado de revertir la caída de su tasa de ganancia. En 2010 el 79% de los trabajadores industriales del mundo vivían en países de la periferia, frente al 21% que vivían en países del centro imperialista.
Por otra parte, cuando hablamos del imperialismo solemos explicar cómo un puñado de países avanzados explotan al resto de naciones del mundo. Clásicamente, solemos hablar de cómo los países imperialistas expolian las materias primas de los países del llamado Tercer Mundo para así abaratar los costes de producción de mercancías (que según esta explicación serían producidas en la propia metrópolis imperialista). Mercancías con las que después se inundaría el mercado de los países dependientes. El compañero Pablo Gartzia de la Revista La Comuna lo expresaba así en su artículo Imperialismo, fase superior del capitalismo:
En contraposición a los países imperialistas, caracterizados principalmente por su capacidad de exportación de capitales y acumulación de riqueza e influencia en la economía global, están los países de economía extractiva esto quiere decir, aquellos países que su economía se basa únicamente en la exportación de materias primas y que además son obligados a ser el mercado de los productos manufacturados por los países imperialistas por lo que son doblemente colonizados, como proveedores baratos de materias primas y como mercado obligado de los productos del mundo desarrollado.
Todo lo que dice el compañero es correcto y describe de manera acertada los fundamentos económicos del colonialismo del siglo XIX y del imperialismo de gran parte del siglo XX. Sin embargo, resulta evidente que esta explicación entra en contradicción con la tendencia a la deslocalización de la producción de la que hemos hablado antes. Esta contradicción, por cierto, es a la que se agarran muchos posmarxistas para proclamar que la teoría leninista del imperialismo ya no es válida. De la misma manera, también se agarran al hecho de que la clase obrera industrial haya perdido peso en los países occidentales para afirmar que el marxismo mismo está desfasado.
¿Cómo afrontamos esta contradicción? Desde una óptica marxista, los cambios en la base económica de la sociedad transforman la superestructura política que se erige sobre ella. Por tanto, los cambios en la esfera de la producción tienen una importancia fundamental y no pueden ser ignorados, sino que deben ser explicados.
La clave está en entender que en las últimas décadas han surgido una serie de países, fundamentalmente en Asia, que han asumido el grueso de la producción industrial a nivel global. Estos países se especializan en determinadas tareas productivas que requieren de mucha mano de obra. Por ejemplo, Bangladesh se especializa en la industria textil, Malasia en la fabricación de circuitos integrados, China en la fabricación de teléfonos y ordenadores, etc. Así, se crean cadenas de valor a nivel internacional en las que las mercancías pasan por diferentes países para diferentes procesos productivos.
Aquí hay que hacer un paréntesis. La aparición de una serie de países industriales en la periferia no significa que hayan dejado de existir los países de economía extractiva: los hay, y muchos. Los recursos energéticos de Oriente Medio, los recursos minerales de África, los productos alimenticios de América Latina… todos estos recursos siguen siendo explotados por las empresas imperialistas. Sencillamente, significa que el mecanismo por el que el imperialismo obtiene sus mayores beneficios ha pasado a ser la sobreexplotación de la fuerza de trabajo de los obreros de la periferia, y no tanto la extracción de materias primas baratas.
Por su parte, los países imperialistas se han convertido en sociedades enfocadas al consumo de las mercancías que se producen en los países de bajos salarios. Si analizamos la balanza comercial de los países occidentales observaremos cómo la mayoría tienen una balanza comercial negativa, es decir, importan más mercancías de las que exportan. Si analizamos el caso concreto de EEUU y Reino Unido, las dos grandes potencias imperialistas de los últimos siglos, observaremos cómo sus importaciones casi duplican el valor de sus exportaciones.
Para asegurar su dominio sobre el resto del mundo, los países imperialistas se aseguran el control monopolista de ciertos sectores económicos clave: las actividades financieras y de crédito, la alta tecnología, el armamento, el software, la propiedad sobre el petróleo y la propiedad sobre las patentes. El monopolio imperialista sobre estas actividades económicas impide que el resto de naciones del mundo pueda desarrollar sus fuerzas productivas de manera independiente.
Hay otro fenómeno que también merece la pena analizar. Durante los primeros años de la deslocalización, las grandes multinacionales trasladaban su producción a empresas filiales en los países de bajos salarios. Sin embargo, cada vez más se impone un modelo en el que las multinacionales subcontratan los procesos de producción a empresas formalmente independientes. El capital monopolista ni siquiera necesita poseer fábricas propias en territorio extranjero, sino que delega totalmente la producción a la burguesía nacional de estos países. Es la burguesía nacional la que organiza la extracción de plusvalía, pagando sueldos de miseria por debajo incluso del valor de la fuerza de trabajo, pero es el capital monopolista el que se apropia de esta plusvalía mediante mecanismos de intercambio desigual.
Un ejemplo ayudará a asentar todos estos conceptos. Apple, la empresa más valorada en el mundo, no posee ninguna fábrica. La producción de las mercancías de Apple pasa por varios países antes de su comercialización final: las materias primas son extraídas por empresas africanas, los componentes electrónicos intermedios son fabricados en terceros países, y el producto final es ensamblado por la empresa china Foxconn, que vende el producto ya terminado a Apple. En el caso concreto de un iPhone, Apple adquiere el producto ya terminado por 180 dólares, pero lo vende por 500. Esto supone un beneficio de 320 dólares que se reparten entre Apple, las empresas de distribución y el gobierno estadounidense en concepto de impuestos, a pesar de que ninguno de ellos interviene en el proceso productivo. Este superbeneficio no es más que la forma en que el capital monopolista se apropia de la plusvalía generada por los trabajadores de otros países.
De todo esto podemos sacar algunas conclusiones políticas:
1) Respondiendo a los posmarxistas, la realidad demuestra que el proletariado es hoy más numeroso que nunca, si uno tiene la amplitud de miras de observar los cambios a nivel global en vez de limitarse a la estrecha parcela de los países occidentales. La teoría leninista del imperialismo mantiene toda su vigencia, tan solo hay que afinar el análisis concreto de la situación concreta.
2) El carácter parasitario del imperialismo es más acentuado que nunca. Los países imperialistas obtienen grandes beneficios a pesar de que apenas realizan tareas productivas. Se valen de su dominio económico sobre las actividades financieras, la alta tecnología y el control de los recursos energéticos para impedir que el resto de naciones puedan desarrollarse de manera independiente. Por tanto, se hace más necesaria que nunca la organización de un movimiento decididamente revolucionario y antiimperialista que ataque al imperialismo en su propia retaguardia.
3) Para poder mantener los beneficios derivados de la sobreexplotación de la fuerza de trabajo los países de la periferia, el capital monopolista necesita impedir la movilidad del proletariado de estos países. Por tanto, las políticas migratorias fuertemente restrictivas se hacen un pilar fundamental de la política exterior de los estados imperialistas.
4) Respondiendo a quienes acusan a China y a Rusia de ser potencias imperialistas, debemos exigir que tales afirmaciones sean respaldadas por un análisis económico que demuestre que el papel que desempeñan estos países en la economía mundial corresponde realmente al de un país imperialista. De lo contrario, acusar a otros de ser imperialistas es hacer de bufón de nuestro propio imperialismo. Desde esta perspectiva, ni Rusia ni China reúnen las características de un estado imperialista.
5) Es la propia burguesía nacional de los países de la periferia la que organiza la sobreexplotación de la fuerza de trabajo de sus obreros. Por tanto, a medida que el proletariado se desarrolla como clase, la burguesía nacional de estos países va agotando su carácter progresista. Esto contrasta con los países de economía extractiva, donde la burguesía nacional todavía puede desempeñar un papel progresista.
¿Cómo se produce la transferencia de plusvalía por intercambio desigual?
Hasta ahora he mencionado que los países imperialistas extraen plusvalía a los países de la periferia mediante mecanismos de intercambio desigual, pero no he explicado cómo se produce este fenómeno. Para poder explicar esto no queda más remedio que meterse de lleno en conceptos de economía política, algo que suele ahuyentar a muchos lectores.
Con el fin de facilitar la lectura y evitar que el lector se pierda en un mar de tecnicismos, he preferido dejar esta explicación para el final, como lectura complementaria para quien quiera profundizar en estos conceptos. Intentaré hacer esta explicación lo más didáctica posible, pensando en alguien sin conocimientos previos de economía política.
Comencemos definiendo algunos conceptos básicos de economía política.
El capital constante (C) es la parte de capital que el capitalista invierte en medios de producción: maquinaria, materias primas, herramientas, etc.
El capital variable (V) es la parte de capital que el capitalista invierte en forma de salarios.
El costo de producción (C+V) es la inversión total de capital que realiza el capitalista.
La composición orgánica del capital (C/V) es la relación que se establece entre el capital constante y el capital variable.
La fuerza de trabajo es la capacidad de un obrero para trabajar. Es esa capacidad de realizar trabajo lo que el obrero vende al capitalista a cambio de un salario, convirtiéndose así en una mercancía. El valor de la fuerza de trabajo es el valor de los medios de vida indispensables para conservar y reproducir la capacidad de trabajo del obrero.
La plusvalía (P) es el valor del trabajo no pagado que realiza el obrero. Dicho de otra forma, es el valor que el obrero crea por encima del valor de su fuerza de trabajo, y que el capitalista se apropia de manera gratuita. La plusvalía es la fuente de todas las ganancias del capitalista.
La ganancia (G) es el excedente de ingresos que obtiene el capitalista sobre la inversión de capital que realiza. Es una apariencia deformada de la plusvalía. Si la mercancía se vende por su valor, la ganancia y la plusvalía se hacen equivalentes.
La tasa de plusvalía (P/V) es la relación entre la plusvalía que obtiene el capitalista y el capital que invierte en forma de salarios. Expresa el grado de explotación real al que el capitalista somete al obrero, por lo que también se conoce como tasa de explotación.
La tasa de ganancia (G/C+V) es la relación entre la ganancia y el costo de producción. Expresa la ganancia que obtiene un capitalista dada una inversión de capital (“tanto invierto, tanto gano”).
El valor es la cantidad de trabajo cristalizado en en una mercancía. Se compone de la cantidad de trabajo que el obrero transfiere a la mercancía durante su producción mas la cantidad de trabajo cristalizado en las materias primas y la maquinaria empleada para su producción.
El precio o precio natural de una mercancía es la expresión en dinero del valor de esa mercancía (C+V+P). Sin embargo, cuando esa mercancía se intercambia en el mercado adopta un precio de mercado, que no siempre coincide con su precio natural.
Estas definiciones no son más que una introducción, pero para el objetivo de este artículo son más que suficiente.
Una vez sentadas estas bases, vamos a analizar el mecanismo por el que las naciones imperialistas se apropian de la plusvalía generada en los países de la periferia.
Recordemos el ejemplo del iPhone. Ya hemos visto que en la actualidad la producción se establece de tal forma que las mercancías pasan por diferentes países para diferentes procesos productivos, como si se tratase de una gran fábrica mundial en la que cada país se especializa en una rama de la industria. Esto reduce la esencia del problema a un problema ya estudiado por Marx en el libro tercero de El Capital: el problema de la transformación de la ganancia en ganancia media.
Imaginemos dos capitalistas, A y B, que se especializan en distintas ramas de la industria. Supongamos que ambos capitalistas invierten la misma cantidad de capital (100 Millones $) y que la tasa explotación de sus obreros sea la misma (100%). Sin embargo, la composición orgánica del capital invertido es diferente. El capitalista A, de una rama pesada de la industria, invierte más en maquinaria que el capitalista B, de una rama de la industria más liviana.
El capitalista B moviliza más trabajo vivo que el capitalista A, y por tanto también genera más plusvalía, ya que la plusvalía proviene del trabajo vivo desplegado por el obrero y no del capital invertido en maquinaria. Si las mercancías se vendieran por sus respectivos valores, el capitalista B obtendría una tasa de ganancia superior a la del capitalista A, tal y como se muestra en el siguiente cuadro.
Sin embargo, si el capitalista A obtuviese siempre una ganancia menor que el capitalista B acabaría por huir de esa rama de la industria para invertir en otra rama que le reportase más beneficios. Esto provocaría un vaivén de los precios debido a cambios en la oferta y la demanda, que solo se nivelarían cuando se igualasen las ganancias de todas las ramas. Por tanto, lo que en realidad sucede es que se constituye una tasa media de ganancia.
Para facilitar los cálculos, imaginemos que el capitalista A y el capitalista B se juntan en una misma gran empresa, en la que las distintas ramas industriales no son más que distintos sectores de negocio de la empresa. El capital total invertido por esta empresa serán 200 Millones de dólares. La ganancia total obtenida serán 30 Millones. Por tanto, para el conjunto de los capitalistas la tasa de ganancia se calculará como la ganancia total obtenida entre el capital total invertido.
Si ahora los dos capitalistas se vuelven a separar en dos empresas distintas, deberán repartirse las ganancias totales “equitativamente”. De esta manera, la tasa de ganancia de cada capitalista individual se equipara a la tasa media de ganancia.
Vemos así que el capitalista B vende sus productos por debajo de su valor, mientras que el capitalista A los vende por encima de su valor. Ambos capitalistas obtienen beneficios, pero uno de ellos obtiene “superbeneficios” por encima de la plusvalía que extrae a sus propios obreros. De este modo, las empresas de menor composición orgánica ceden constantemente plusvalía a las que poseen mayor proporción de capital constante.
En cada empresa capitalista, la plusvalía se crea en proporción a la cantidad de trabajo vivo desplegado por sus obreros, pero se reparte en proporción al capital que posee cada capitalista.
Si en lugar de capitalistas individuales analizamos el comercio entre países, la esencia del problema se mantiene. Intuitivamente, es fácil comprender que un país imperialista especializado en alta tecnología tendrá una gran inversión en maquinaria, mientras que un país de la periferia que emplea mucha mano de obra en trabajos intensivos tendrá una mayor inversión en capital variable. Igual que el capitalista A del ejemplo, el país imperialista se apropia de más plusvalía que la que genera.
Pero el asunto no acaba ahí. Hasta ahora habíamos supuesto que la tasa de explotación en la empresa A y en la empresa B eran iguales. Sin embargo, sabemos que en los países de la periferia la tasa de explotación del trabajo es mucho mayor que en Occidente. De hecho, es la razón fundamental por la que se deslocaliza la producción: para abaratar la mano de obra y frenar así la caída de la tasa de ganancia.
Supongamos ahora que la tasa de explotación en la empresa B sea el doble que en la empresa A.
Al doblarse la tasa de explotación, también se doblan la plusvalía extraída y la tasa de ganancia en la empresa B, mientras que en la empresa A se mantienen igual. Si ahora calculamos la tasa media de ganancia de las dos empresas, obtendremos que se establece en un 25%.
El capitalista A, o lo que es lo mismo, el país imperialista, obtiene así un superbeneficio de 15 millones de dólares solo por mecanismos de intercambio desigual.
Este es el mecanismo económico fundamental por el que el imperialismo obtiene beneficios hoy en día. Por supuesto, existen otros mecanismos monopolistas que también intervienen, pero excede al objetivo de este artículo entrar a analizarlos.