La caja de cerillas
Sobre verdades incuestionables, hay una que seguro no os habíais parado a pensar: el mundo siempre gira sobre los ladrillos. La burbuja inmobiliaria, la especulación sobre “el activo más seguro” dio un duro golpe al capitalismo en 2008 y está a punto de dar otro ahora. O sea, hacer estallar las bolsas de valores mundiales. Y eso en plena pandemia.
Pero hay alguien que tiene una caja de cerillas en la mano, por no decir la caja de cerillas, la única, no una más, y ese alguien es China. Acotando aún más el margen, diré que ni siquiera es China, es el Partido Comunista de China. De él depende que la caja de cerillas se abra y queme todo o que siga cerrada.
Estos días estaréis leyendo a sesudos analistas sobre la “crisis de Evergrande”, lamiéndose los labios con lo de que va a ser “el momento Lehman Brothers de China”, el golpe definitivo a los chinos y su empuje geopolítico. Lo que faltaba para el duro: a la habitual acusación sobre el COVID-19, cada vez más desfondada, hay que añadir ahora esta. Occidente no sabe qué hacer, qué decir ni qué inventar para soñar con el colapso chino.
El capitalismo neoliberal está muerto, por más que se intente que no. El capitalismo chino está herido, por más que se intente ver que no. La coincidencia entre ambos capitalismos es que el colapso se ha producido en el punto más peligroso, el financiero. Pero la diferencia es mucho más abismal que la coincidencia porque en el primero el Estado era inexistente y en el segundo el Estado es omnipresente y es el Estado quien está hiriendo, voluntariamente, al capitalismo chino.
Porque hay un hecho en el que no se ha parado mucho la gente: el capitalismo chino está en dificultades porque el PCCh así lo ha querido, porque el gobierno ha decidido combatir el peligro de los gigantes financieros, un peligro que podría, condicional, trastocar el camino hacia esa “sociedad moderadamente próspera” que se anunció en el XIV Plan Quinquenal de octubre de 2020. De ahí parte todo. Lo que estamos viendo es otra muestra más de cómo se está segando la hierba debajo de los pies de los partidarios de un sistema financiero que se miran en el espejo occidental, ultraespeculativo y desregulado.
La crisis del capitalismo occidental de 2008 se inició en el sector inmobiliario (Lehman Brothers). La crisis que les gustaría ver ahora en China, también empezaría aquí. Y utilizo el condicional. Pero el gobierno chino lleva años discurriendo por otros caminos, y vuelvo al XIV Plan Quinquenal porque es cuando comienza una nueva etapa. La de la acentuación de la planificación centralizada, el desarrollo de la economía real (industria, servicios, etc.) con respecto a la financiera, – eso de la “circulación dual, del fomento del consumo” anunciado en el XIV Plan Quinquenal -, el mercado interno, el crecimiento de los salarios, el volver la mirada hacia lo interno en vez de remarcar tanto las exportaciones. Es decir, el camino de China es totalmente opuesto al occidental, aunque la interconexión entre las economías mundiales esté ahí.
El miedo occidental, que también lo hay, que se oculta tras la imagen que se quiere trasladar del “momento Lehman Brothers de China” es que la crisis de una empresa inmobiliaria gigantesca sea el alfiler que pinche definitivamente la burbuja de la especulación financiera mundial. Y, junto a ello, el fin de las ilusiones post-pandémicas de “recuperación” y sus dos caminos, el de la UE, donde se intenta revivir el neoliberalismo con la imposición de “reformas” que consoliden el poder desmedido de las grandes empresas (reduciendo salarios, derechos y servicios sociales públicos), y el de EEUU donde se apuesta por aumentar la inversión pública. En cualquier caso, se tome un camino u otro, el sistema financiero tiene que estar en calma. Y la crisis de Evergrande es justo lo contrario.
Y, además, es una empresa china sobre la que no pueden interferir. Es decir, no pueden hacer nada de nada. De ahí su miedo. Porque es al PCCh a quien tendrán que felicitar, si interviene (y lo que está haciendo hasta ahora es un aviso a navegantes capitalistas, internos y externos).
Ahora situémonos en el nuevo escenario geopolítico, con EEUU agudizando su reposicionamiento estratégico contra China, con la UE sufriendo bofetón tras bofetón (Afganistán, los submarinos…) y China actuando calmada tras haber pasado el primer tsunami de 2008 con medidas económicas, si se quiere, de emergencia, que terminaron salvando al capitalismo: construcción de casas, infraestructuras… Todo ello para evitar costes sociales mayores, abordar el desempleo (todo el sistema económico basado en la producción de bienes para la exportación quedó casi paralizado por la crisis capitalista occidental). Y todo eso sirvió para la población china (comparad con el despropósito occidental, el incremento del paro, de las privatizaciones, de la ausencia del Estado para la gente). Pero eso tuvo un coste que reforzó el capital especulativo, sobre todo del ladrillo. Es el caso Evergrande. Por utilizar un lenguaje que nos es común, se creó una burbuja inmobiliaria parecida a la de aquí y mucha gente metió dinero para ganar dinero rápido y fácil con la compra-venta de casas. Enriquecimiento y especulación, eso es Evergrande.
¿Os acordáis de lo que os comenté sobre «abordar las tres grandes montañas«, vivienda, salud y educación? Pues este es el momento de una de ellas.
La diferencia entre China y el resto del mundo, sobre todo Occidente, es que el sistema financiero e industrial chino no está tan inflado y es el Estado quien tiene el control del sistema fianciero. Y esa diferencia es vital. No obstante, China aún tiene que decidir qué hace con la caja de cerillas, si la abre y da fuego a todo (lo que sería el adiós a Wall Street, por ejemplo) o la mantiene cerrada aunque agitándola para que las cerillas suenen y Occidente sepa dónde está el mando.
China, guste o no, tiene ahora en sus manos el control del sistema financiero global y tiene que decidir si abriendo la caja de cerillas y haciendo que arda todo (con lo que, también, arderían muchas empresas chinas que cotizan en Wall Street) le es más rentable que mantenerla cerrada y agitarla metiendo miedo a los «inversores globales», muchos de ellos con intereses en China.
Bloomberg, que controla un tercio del mercado financiero, está en modo pánico total y lleva días pidiendo un rescate del gobierno chino a Evergrande. O sea, que actúe como el capitalismo occidental en 2008, al rescate de los grandes pisando sobre las cabezas de la gente. Pero en China hay otra onda, más marxista si se quiere porque hoy se puede leer en los medios chinos que «hay que separar las formas productivas (manufactura), las improductivas (servicios) y las ficticias (activos financieros)». No encontraréis un lenguaje parecido en vuestros países, desde luego. Ni hechos.
Y se dice que la vivienda es para vivir y no para especular. El gobierno chino va a actuar, pero no en interés de los grandes capitalistas de Evergrande sino de la gente. Eso se va a traducir, se está traduciendo ya, en que muchas de las viviendas vacías ya construídas van a ser viviendas sociales y a incentivar a la empresa a que las venda mucho más baratas.
Tradicionalmente, en China los meses de septiembre y octubre son lo que se denomina «meses de oro y plata», meses en los que la compra-venta de viviendas es más común. Pues en lo que va de septiembre el precio ya ha bajado entre un 28% y un 52% dependendiendo de la zona. Pero eso no afecta solo a las casas de Evergrande, sino en general. El Estado está interviniendo en los precios y no «el mercado». Es lo que en la terminología economicista se denomina «período de corrección del mercado de la vivienda, tanto en términos de precios como de volumen de operaciones».
Curiosamente, «no es eso lo que el mercado quiere escuchar», como se queja Bloomberg. Y se critica que se esté pagando a los locales «mientras que los acreedores extraterritoriales están en el limbo». ¿Y cuáles son algunos de esos acreedores extraterritoriales? Pues nada menos que Black Rock o HSBC. O Blackstone, que se olió la tostada y de deshizo de la práctica totalidad de sus bonos en Evergrande.
Este es el quid de la cuestión: en China la prosperidad común está por encima de los acreedores extranjeros, en Occidente es al revés. ¿Oís el sonido de la caja de cerillas? Porque la diferencia entre Lehman y Evergrande es como el agua y el aceite, el primero operaba en «el mercado libre» y el segundo en uno regulado.
Si China decide abrir la caja de cerillas el impacto será también en el país, pero mucho menor que fuera. El PCCh ya ha dado instrucciones a los gobiernos locales para mitigar las consecuencias sociales y económicas, como que las empresas estatales y municipales se hagan cargo de todas las propiedades locales de Evergrande para ponerlas a disposición de la gente. Es lo que en Occidente se llama «temor al malestar social». Ya están las cámaras dispuestas para recoger la «represión». Si agita la caja de cerillas para que se oiga el ruido, Evergrande será nacionalizado, dividido en sectores y se habrá dado un nuevo golpe al capitalismo chino tras los que ya se han dado (y los que aún se darán).
No obstante, queda claro que China no quiere acabar con el capitalismo, al menos por ahora, pero sí establece límites cada vez más estrictos para los capitalistas y siempre en función de los intereses del Estado. Eso incluye, cómo no, al capital extranjero. De eso va la cosa.
Como dijo Xi Jinping en la reciente cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai, «hay que rechazar cualquier sermón condescendiente de Occidente». No hablaba del «momento Lehman» que tanto busca Occidente para China (y donde se quiere que este país actúe igual que lo hizo Occidente, y sienta el mismo desasosiego que desde entonces siente Occidente), pero la cita sirve para demostrar qué camino está recorriendo China. En todos los aspectos.
(Publicado en el blog del autor, el 23 de septiembre de 2021)