La catástrofe racista se entrena en el llamado Israel
“Ben-Gurion declaró su profunda satisfacción por la recientemente lograda judaización de las partes occidentales de Jerusalén:
“Desde que se entra en Jerusalén, a través de Lifta, Romema … no hay árabes. Cien por cien judíos. Desde que Jesuralén fue destruida por los romanos, no ha sido tan judía como lo es ahora. En muchas vecindades árabes del oeste uno no ve ni a un sólo árabe, No creo que esto vaya a cambiar … Lo que ha sucedido en Jerusalén … es probable que suceda en muchas partes del país … en seis, ocho o diez meses de campaña, ciertamente habrá grandes cambios en la composición de la población del país”.
Del libro La expulsión de los palestinos. Autor: Nur Masalha. Editorial Bósforo libros.
La superioridad de la raza, como la inferioridad del resto, viene del odio que infunde la creencia supremacista y del clasismo burgués. Para quienes ejercen como racistas, y más si es desde el poder, hay un par de razones: son superiores por ser los elegidos de Dios, o son superiores por su misma naturaleza. Divinidad y la tal naturaleza encajan para sostenerse y establecer la división social que termina en el extremo del fascismo.
La cultura producida por el racismo en el caso israelí dice que los palestinos y las otras razas, los demás pueblos del mundo, son, somos, inferiores y debemos servirles. Un ejemplo son las palabras pronunciadas hace unas semanas por el rabino Eliezer Katzteel, presidente de la Escuela Religiosa Hijos de David, destinada a los graduados de los cursos preparatorios para militares: “Los no judíos quieren ser esclavos nuestros, son felices por ser esclavos de los judíos, viven como viven los demás pueblos, sufren problemas genéticos. Pregúntele a un árabe común y corriente dónde quiere estar, el responde que quiere estar bajo la ocupación. Los árabes tienen los problemas genéticos y no saben cómo dirigir un Estado ni saben hacer nada”.
De la misma manera dicen que en Palestina sólo pueden-deben vivir los judíos; por eso al ente colonial que han creado le llaman Estado Nacional Judío, el propósito es seguir ejerciendo el racismo en su cima más alta, proyecto que empezaron a preparar a finales del siglo XIX. Es el chovinismo envuelto en el manto bíblico, los sionistas se envuelven con él para ocupar Palestina y judaizarla en los símbolos, en la vida cotidiana, con la creación de un aparato legislativo, judicial, policial, militar, empleando para ello un gran poder económico.
El racismo, expresión criminal, resulta tan natural a los sionistas que sus expresiones definen a la ciudadanía modelo. La diferencia que hacen dispone de leyes como la emitida en 1950, la llamada Ley del Retorno, y la de 1952 de nombre Ley de Ciudadanía, además de otras muchas. Con la Ley del Retorno cualquier judío de cualquier parte del mundo puede instalarse en Israel y le darán la ciudadanía. Pueden hacer tal cosa los descendientes de madre judía. En 1970 se añade como definición de judío “El que nace de una madre judía o de un judío y no pertenece a otra religión”, con lo que la descendencia no judía hasta tres generaciones antes serían considerados pertenecientes al judaismo, de semejante modo podrían atraer más emigrantes como colonos. En este grupo entran los descendientes de judíos aunque no profesen la religión judía. Y pueden emigrar también los hijos y familias de éstos. Con la artimaña arrastraron a más gente, su problema entonces era que no entraban en número tantos como esperaban.
Con la Ley de la Nacionalidad concedían la nacionalidad a los palestinos que quedaban tras la expulsión masiva de la Nakba, previa renuncia a su ciudadanía palestina, considerados ciudadanos de segunda categoría, con reglas precisas que los apartan de responsabilidades y derechos. A los inmigrantes de muy distinto origen se les somete a una inmersión politico-cultural con el fin de que el denominado Estado israelí y el sionismo queden en ellos como el referente de su establecimiento en busca de homogeneidad y asimilación. Con ese fin son retribuidos económicamente, tienen facilidades para adquirir la vivienda, el trabajo, y estudian el hebreo. Pero también el conflicto racista esta presente en la sociedad israelí a través de la procedencia de los inmigrantes, entre los religiosos y los laicos, entre los de Europa del Este y los de Etiopía, Sudán, … entre clases sociales … y sobre esas diferencias han venido estableciendo leyes que enfrentan a unos y otros con un Estado religioso judío, y un gobierno en el que la derecha religiosa tiene el control. Son el mapa de diferencias: los ashkenazies, llegados del Este europeo, son los que conforman la gran burguesía y controlan el poder político y social. Los sefardíes, que llegaron de Oriente Medio y de los países del llamado Tercer Mundo, ocupan los puestos más bajos de la sociedad. La implantación de las leyes racistas enfocan a la construcción de un Estado sólo para judíos. De ahí que Netanyahu insista en que los Palestinos reconozcan a tal Estado, lo que conlleva la deportación de quienes no lo son, aunque dispongan de la ciudadanía israelí.
Siguiendo en la permisividad racista encontramos cómo los tribunales condenan a los palestinos de cualquier edad a largas penas por su resistencia a la ocupación mientras a los sionistas que asesinan a mujeres, hombres, niños o niñas palestinos no les ocurre nada; o, en lo que se refiere al establecimiento de asentamientos judíos, no hay apenas ningún obstáculo, mientras a la población palestina se la prohíbe por ley construir, desplazarse, cambiar de domicilio, salir de y entrar a su propio país.
Y es que el racismo, con todos sus componentes antihumanos, ha sido la herramienta del sionismo para hacer una sociedad fuera de cualquier margen civilizatorio; de ahí su violencia hacia quien no pertenece a su círculo.
El proyecto de expulsión del Pueblo Palestino se encuentra en el origen del ente sionista, lo que ha significado la muerte, la mutilación, la cárcel y la expulsión de millones de Palestinos de todas las edades y condiciones. Pero también supone un desafío a los restantes pueblos; tenemos como ejemplo la burla continua por parte de Israel de las Resoluciones de la ONU, de la Ley y el Derecho Internacional, de los Derechos Humanos y de las Convenciones garantes de entendimiento: así los vemos llevando a cabo numerosas intervenciones de agresión en todo Oriente Medio, injerencias en asuntos de otros países, desestabilizaciones, guerras y destrucción permanente.
Un ejemplo de hasta donde llega el racismo del Estado israelí en su vida interior nos lo expuso el rabino Dov Lior, uno de los que tienen importancia en Israel, cuando se dirigió a las mujeres judías para que se negasen a recibir inseminaciones artificiales de no judíos “con el fin de que los hijos no hereden los rasgos de crueldad y barbarie, que no son los que caracterizan al pueblo israelí …, que son los rasgos genéticos negativos que caracterizan a los no judíos”.
Otro ejemplo: en un estudio sobre las redes sociales en Israel, según el Jerusalem Post, en 2018, cada 66 segundos aparecía un mensaje contra la población palestina. En total se contabilizaron 474.250.
En EEUU encontramos la siguiente referencia supremacista con la que se construye el Estado Nacional Judío: “Según el novelista Philip Roth, lo que hereda un niño judío estadounidense no es “un corpus legislativo, ni un corpus de conocimientos, ni un lenguaje, ni tampoco un Dios …, sino un tipo de psicología: y esa psicología puede traducirse en cuatro palabras: “los judíos son mejores”.
Del libro La industria del holocausto. Autor: Norman G. Finkelstein. Editorial Siglo XXI.
Rechazar al Estado Nacional Judío no es antisemitismo, es antisionismo, es antirracismo.