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La cualidad de tu voto. Farruco Sesto

Como quiera que este 21 de noviembre yo no podré votar por un problema de distancia física, lo cual me hace sentir muy mal, como si el universo me estuviera privando de un derecho que al mismo tiempo es goce, hoy amanecí reflexionando sobre la naturaleza del voto individual y sobre su significado, particularmente cuando se trata del voto revolucionario, como lo es en mi caso.

Y después de haberle dado algunas vueltas, me permito dibujar para ustedes estas líneas:

Más allá del valor de la expresión personal que en él se expone, el voto revolucionario realmente no es de quien lo emite, ni tampoco del candidato por el cual se vota, sino del pueblo que protagoniza, en nuestro caso, el proyecto bolivariano.

Cuando yo voto, cuando tú votas, cuando cada uno de nosotras o nosotros lo hace, lo que estamos es poniendo una pequeña parte de nuestro corazón en el proyecto que nos imaginamos entre todos y por el que nos comprometimos ya hace tiempo. Porque un voto es el ladrillo de una construcción colectiva.

Y por eso es que me gusta tanto votar, colocar ese ladrillo, hacerme presente, poner el alma materialmente en la obra, aunque esta vez no pueda ser de esa manera.

El voto significa para cada uno de nosotros y para todos como colectivo, quienes en esto estamos, la comprensión del sentido profundo de esta lucha que nos pertenece. Y por lo mismo, también: la identificación del enemigo histórico nacional e internacional (que no es solo adversario, sino enemigo en verdad al que debemos abatir con el voto). La valoración de la lealtad (leales siempre, traidores nunca) que nos ha conducido hasta aquí, como hermanos y hermanas de una misma causa.

La asunción incondicional de la razón amorosa como la más humana razón de la lucha política. La conexión con la memoria de nuestro pueblo y con el manejo de nuestra historia desde la conciencia emancipadora. La visión de un futuro posible y deseable que poco a poco hemos venido diseñando y afinando en una tarea que nunca termina. La permanente práctica y reconocimiento de la unidad, vale decir de la unidad del pueblo, de la unidad de la vanguardia y de la unidad cívico-militar como indispensable condición.

Todo eso carga consigo el voto. Tiene un hermoso aroma de clase y de soberanía. Rezuma dignidad, más allá de su utilidad práctica en cada caso. Es un disparo en una batalla ideológica. Y es también una bandera desplegada. Nuestro voto chavista. El mío, el tuyo.

Pues no se trata de este candidato. Ni de aquel. Ni del otro. Se trata del conjunto. Se trata de la totalidad. Es la estrategia. Es la revolución.

(Publicado en Correo del Orinoco, el 11 de noviembre de 2021)

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