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La diferencia cultural (además de otras cosas). El lince

El artículo del otro día sobre Meng Wanzhou y Huawei ha disparado las lecturas de esta página, así que puede, tal vez, acaso que se deba a que los peces occidentales (y quienes se comportan como los peces occidentales en otras latitudes) tengan algo de interés en un fenómeno que desconocen porque no es del interés del estercolero hablar de lo que funciona fuera de Occidente. Así que he decidido aprovechar el tiempo máximo en el que los peces recuerdan algo para ayudar. Dado que han pasado solo cuatro días desde que lo comenté, estoy en plazo más que de sobra.

Primero, unas imágenes de Dongguan, la ciudad donde Huawei tiene su sede «intelectual», donde se piensa y se diseña. Esto que veis es el barrio Huawei, donde viven y trabajan 30.000 personas, empleadas de la compañía.

Esto es lo que teme Occidente, sobre todo EEUU y que ha arrastrado a sus vasallos. Es parte del meteórico ascenso de China, la historia más importante y fascinante de todo lo que llevamos de siglo XXI y que ahora Occidente se empeña en retratar como un desastre total con eso de que «China se desploma» que «tiene una gran burbuja inmobiliaria» (en lo que llevan ya dos años) y cosas así.

¿De verdad las cosas son como las pinta el estercolero occidental? Pues no. Y Huawei no es la excepción.

Huawei es una empresa propiedad de los trabajadores. Eso, lo primero. Lo segundo, que es una empresa muy bien administrada y extremadamente innovadora, un hecho que los occidentales, convencidos de su propia superioridad tecnológica y técnica, sumado a lo de los «valores», encuentran desconcertante. Lo tercero es que tanto su fundador como una buena parte de la plantilla de trabajadores son militantes del Partido Comunista Chino.

Esto último es lo que se considera en Occidente una «amenaza para la seguridad nacional» porque se da por hecho, sin prueba alguna, faltaría más, que Huawei opera como una extensión comercial del PCCh y que se administra de manera que el fundador tiene autoridad absoluta y supervisa de cerca un sistema jerárquico muy vertical. Nada más falso.

Como he dicho, Huawei es propiedad al 99’3% de los trabajadores y el fundador, y padre de Meng Wanzhou, solo posee el 0’7% de las acciones aunque tiene derecho de veto. Esto hace que la empresa funcione bajo un liderazgo colectivo, con numerosos controles y equilibrios, y donde los representantes de los accionistas y quienes participan en los órganos de toma de decisiones son elegidos democráticamente. La asamblea de accionistas, el principal foro de toma de decisiones, decide sobre los principales asuntos de la empresa, como aumentos de capital, distribución de beneficios y elección de los miembros del consejo de administración y del consejo de supervisión. Los empleados están representados por el Comité Sindical y la Comisión de Representantes es el vehículo de los empleados a través del cual el sindicato cumple con las responsabilidades de los accionistas y ejerce sus derechos. Los empleados accionistas con derecho a voto eligen a la comisión con un voto por acción, tras lo cual la comisión elige al consejo de administración y al consejo de supervisión de la empresa con un voto por persona. Y la co-presidencia, compuesta por tres personas, es rotativa.

Estos eventos son transparentes e incluso se transmiten en vivo para todos los empleados. Así se tomó la decisión el año pasado, por ejemplo, de invertir el 25% de las ganancias en investigación y desarrollo. No primaron el beneficio accionarial o personal, sino el largo plazo. Lo de su nuevo teléfono, superando a Apple y a todos los occidentales, no es más que una muestra de lo que está por venir.

Cierto es que la influencia del fundador proviene del respeto que hacia él sienten los empleados, pero también hay que decir que es propio de la cultura china el respeto por los mayores y por los «grandes líderes». Cierto es que el fundador tiene derecho de veto, pero lo ha ejercido en contadas ocasiones.

Y este sistema de gobierno de la empresa garantiza que los despidos sean muy infrecuentes. Por ejemplo, desde que Huawei fue atacada (sancionada) por EEUU y sus vasallos en 2018 no se ha producido ningún despido pese a la bajada en las ganancias y que llegaron a ser del 69% en 2018-2020. Para ello se adoptó la congelación de salarios y subidas muy modestas cuando se podía. Esta es una diferencia cultural (además de otra cosa) con Occidente que debería hacer pensar a los peces. Es lo que pasa cuando los trabajadores son dueños de las empresas, que se protegen entre ellos.

Son cosas como estas las que permiten a Huawei sortear las adversidades, las agresiones occidentales y re-invertir en la empresa, en sus instalaciones, en sus trabajadores. Nada que ver con lo que es habitual en Occidente. Hay un propósito más allá del dinero: hay compromiso.

Son cosas como estas las que explican que Huawei no solo ha sobrevivido a la prepotencia agresiva de Occidente, sino que se ha hecho más fuerte y ahora mismo está avergonzando a Occidente. Lo ha hecho sin ruido, sin alharacas, dejando a Occidente (EEUU en particular) en un estado de conmoción y negación que no puede ocultar.

Si Rusia está destrozando el mito de la superioridad de las armas occidentales, China está comenzando a destrozar el mito de la superioridad tecnológica (en términos de eficiencia, capacidad de crecimiento y progreso técnico) de sociedades en las que solo priman las leyes del mercado.

Ciertamente también hay grandes contradicciones en la China actual, pero no podría ser de otra manera para una nación que, en 70 años, ha pasado del subdesarrollo feudal y premoderno a un crecimiento increíble de sus fuerzas productivas. Un salto histórico durante el cual China se liberó de las cadenas históricas del colonialismo (directo e indirecto), gracias al cual venció sobre todo el hambre en su territorio nacional (lo que ha sido reconocido por la ineficaz ONU), se ha convertido en la primera potencia económica mundial y en pocas décadas ha conquistado un papel hegemónico cada vez más importante, sin necesidad de ocupar con sus tropas y bases militares otros países como sí hacen EEUU y sus vasallos.

¿Es China un modelo de futuro para el mundo? Es pronto para saberlo aún, pero sería bueno que conociésemos un poco más a este país y su sistema antes de hacer caso al estercolero occidental.

(Publicado en el blog del autor, el 12 de septiembre de 2023)

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