La llama que no muere
Otra guerra, tal vez una mini-guerra pero de gran intensidad. Otras constataciones: se pone de relieve, otra vez, la debilidad del régimen fascista de Israel, se cambian las reglas del juego y la llama de la resistencia puede que se quede en ascuas en ocasiones pero siempre resurge, no muere.
Estoy hablando de Gaza. De la mini-guerra que enfrentó a Hamás y al régimen fascista de Israel durante dos días tras el intento de secuestro de significados responsables de Hamás. Los palestinos detectaron el comando y hubo muertos por ambas partes. El régimen fascista de Israel comenzó a bombardear para facilitar la retirada del comando descubierto, los palestinos respondieron. Como nunca, hasta ahora, lo habían hecho.
Esa respuesta, comedida, ha cambiado las reglas del juego y han creado una crisis política. Tanto que las imágenes de los habitantes de Gaza saliendo a las calles a repartir dulces mientras los misiles «iluminaban el cielo» (sic) dirigiéndose a las colonias sionistas componen una escena que dice mucho del espíritu de resistencia. Pese al férreo control que los medios de propaganda árabes hacen del tema palestino, inmersos como están en una política de «normalización» con el régimen fascista de Israel, la victoria ha traspasado no sólo fronteras, sino conciencias.
Gaza lleva doce años bajo asedio, un asedio de hambre impuesto por Israel, algunos países árabes y, por supuesto, el muy democrático Occidente. Pero la gente en las calles saliendo a celebrar, a felicitarse y a distribuir dulces es un mensaje muy potente de qué tipo de gente habita en Gaza. Eso casa mal con lo que han dicho los sionistas, que «los enemigos de Israel han implorado un algo el fuego». De hecho, ha sido al revés. Ha sido Israel, los colonos que rodean Gaza, quienes imploraron el alto el fuego tras dos días en los refugios ante la lluvia de cohetes, artesanales, aunque ya no tanto, que han caído en la zona. Eso es lo que ha sorprendido a los israelíes, sobre todo porque cada vez son cohetes con mayor precisión y carga explosiva.
Los palestinos hicieron tres cosas: unificar a todas las facciones bajo un mando único -algo que no se lograba desde las intifadas-, amenazar con bombardear el aeropuerto de Tel Aviv y otras áreas aledañas y, lo más importante, con ser esto anterior ya importante en sí, hacer una demostración de fuerza volando un autobús de transporte de tropas una vez había sido vaciado para evitar una escalada mayor. Es decir, pudieron volar el autobús entero con soldados dentro, pero esperaron hasta que se hubo vaciado. Un mensaje tanto o más potente que si lo hubiesen hecho con los soldados dentro, pero eso sí hubiese llevado a una guerra a gran escala. Eso es lo que provocó la crisis política en Israel y la dimisión del ministro de la guerra.
Aquí hay que pararse un poquito. Por primera vez, y de forma expresa, la resistencia palestina ha afirmado -y lo ha visibilizado- que cuenta con misiles «Kornet» suministrados por Hizbulá. Los mismos en los que se cimentó la victoria de Hizbulá sobre el régimen sionista en el año 2006, misiles que pueden destruir edificios. Eso es lo que hizo entrar en pánico a los colonos e implorar el alto el fuego. Hasta ahora esos misiles no estaban en Palestina, lo que permitía a los israelíes utilizar sus tanques, vehículos blindados y helicópteros con impunidad. Ya no la habrá. Es una lección que el régimen sionista aprendió en Líbano en el 2006, cuando Hizbulá puso fuera de combate 51 tanques en 33 días de guerra utilizando esos misiles. Los considerados «mejores tanques del mundo» demostraron que no lo eran, se retiraron del frente y sólo se usaron para disparar desde distancias largas. Israel no pudo entrar en las ciudades (y alguna vez habría que glosar la epopeya de Maroun al-Ras, donde 15 combatientes paralizaron durante dos días una columna de tanques, lo que frenó toda la ofensiva israelí e inició el camino de la victoria de Hizbulá) y fue el comienzo del fin de esa aventura en Líbano. Al disparar al autobús, vacío, los palestinos han recordado de forma clara esa historia. Israel, como EEUU, es bueno cuando es superior, pero malo, muy malo cuando se enfrenta a alguien de igual nivel. Entonces empieza su miedo al desfile de ataúdes. Por eso Netanyahu ha tenido que calmar a sus críticos diciendo que una guerra en Gaza, ahora, supondría salir «con 500 ataúdes». Eso no quiere decir que no la haya en el futuro, tal vez dentro de un año cuando se celebren elecciones, pero los gazatíes han ganado ese año arrancando algunas concesiones políticas que no hubiesen logrado de otra manera (aumento de las millas pesqueras, electricidad y contratos de trabajo, entre otras).
También hay que manifestar que la crisis política del régimen fascista de Israel es consecuencia directa de la resistencia gazatí pero se venía incubando desde el derribo del avión ruso en Siria y el traslado a este país de los misiles S-300 que han paralizado los ataques israelíes desde hace ya dos meses. Pese a todas las bravuconadas israelíes, en estos dos meses no ha habido ni un solo ataque en Siria y Putin sigue sin querer recibir a Netanhayu en Moscú aunque se hayan visto brevemente a primeros de noviembre en París durante la conmemoración del centenario de la I Guerra Mundial.
Y un hecho más: el «acuerdo del siglo» propuesto por EEUU va a tener que esperar algo más tiempo de lo previsto. Todos los esfuerzos hechos por Israel y los sátrapas árabes para establecer relaciones políticas y diplomáticas han quedado aparcados mientras se calma la calle y el sentimiento de victoria en Palestina. Ahora los palestinos están algo más fuertes que ayer, aunque la mal llamada «Autoridad Palestina» siga escupiendo en su cara y en sus tumbas.
Para mi no hay ninguna duda de que estamos en una situación parecida a la de Líbano en 2006 y que Hamás, la resistencia palestina unificada, de hecho, está tomando muy en cuenta esta experiencia y adoptando las tácticas de combate de Hizbulá. Por primera vez, me ha sorprendido la disciplina de los palestinos, tanto militar como políticamente.
Las repercusiones de lo ocurrido, el impulso de la dignidad y el renacimiento de la llama -pese a los 200 muertos y 22.000 heridos que van desde que en marzo se inició la marcha del retorno a la valla que cerca Gaza- van a llegar sin duda alguna a Cisjordania. Los colaboracionistas de la mal llamada «Autoridad Palestina» van a acentuar la represión, pero no lograrán detener las simpatías que soplan para que se avive la llama. Es algo que los colaboracionistas, dentro y fuera de Palestina, no quieren entender: que mientras ellos siguen desplegando la alfombra roja para occidentales, sátrapas árabes y sionistas el pueblo palestino nunca se rendirá. Es una muestra, palpable, de la llama que no muere.