La Revolución desde Managua (1). Ramón Pedregal Casanova
(Nuestro compañero Ramón Pedregal Casanova envía su primera entrega de la serie de reportajes con los que cubrirá las elecciones en Nicaragua)
Desde la altura del avión se la ve como si fuese un campo de luciérnagas en la noche, bajando el avión es un campo de pequeñas lumbres, de ascuas quizás, y a escasa altura el avión la recorre y veo calles, paseos, grandes avenidas iluminado todo, con lo que el gusto por mirar con atención lleva a los viajeros de un lado al otro del avión a producir un río de palabras que contienen admiraciones y deseos de tocar ese paisaje cambiante por momentos.
Si desde el cielo se veía Managua como una balsa iluminada viviendo la calma de la noche, circulando por la avenida que lleva al lugar de descanso se observa una circulación que no siendo escasa resulta sin estrépito y a la vez fluida en busca de aquellas luciérnagas vistas desde el cielo, aquellas pequeñas lumbres, ascuas encendidas vistas desde más cerca, o corazones que en cada casa que la Revolución habita dan luz a todas las calles, porque hablando con el chófer, con la chica que sirve un café, el mejor café del mundo, con la familia que comparte una mesa un poco más allá, percibo que hay un amor a vivir en la Revolución que me asombra, viniendo de un país que, al contrario de esta Nicaragua, parece agotado y confundido en el espíritu de su clase trabajadora, entregada al trabajo que degrada por no dar ni lo suficiente para comer, pagar la luz, el agua, la casa, lo más elemental que pueda considerarse mínimo en los Derechos Humanos.
La conversación animosa, esperanzadora, que desprende orgullo de patria y construcción de una vida mejor, me la llevo, ¿cuánto tiempo he estado?, y en mi interior percibo una velocidad calurosa en la sangre que golpea mi cabeza con la convicción del chófer, de la camarera, de la familia, hablando de paz, de Nicaragua que ha crecido, que se ha hecho gigante como la figura de Sandino en la Loma de Tiscapa y contempla, igual que éstos nicaragüenses, su tierra bendita y libre que el imperio, haciendo nuestras las palabras del gran Rubén Darío, ansía “clavarle la mandíbula y conseguir un bocado estupendo”, no obstante, el país cuenta con un pueblo organizado, trabajador que la sabe defender.
La noche rinde en el silencio la caricia del descanso reparador.
Desde las 6,30 horas, habiendo amanecido, me voy andando por calles y avenidas y se siente la tranquilidad que beneficia el mañana. Puestos de venta de todo tipo, comida y bebida, floristerías, talleres pulperías, parrillas, casas de arreglos diversos, leo: Escuela de manejo, leo: Licorería, leo: Frutas, y yo añado: del paraíso, y todo se encuentra ante mis ojos, como si los pusiese en las estrellas conforme mis pies pisan el suelo, y centros de vacunación en los que la gente espera a la entrada en asientos preparados para la ocasión, vacunas Abdala, Sputnik, y me digo otra vez: al pueblo trabajador lo mejor, hay centros abiertos en cada barrio y en todo el país, me informan los mismos asistentes, hasta sumar más de mil; y sigo andando, pregunto por la Avenida de Simón Bolivar a Chávez, y añado: ¿le gustan a usted los dos caballeros?, la respuesta es rápida y unánime antes de decirme que calle es: ¡Son los nuestros, señor!; les digo: ¿va usted a votar?: ¡¿Claro que sí?!; ¿quién es su favorito?: ¡Siempre Daniel, el comandante!, ¡el Frente!
Y la conversación se desdobla, parece que tiene eco pues vienen más a ratificar mejoras, cambios, trabajo, comida, escuelas, cursos de formación, y un sinnúmero de proyectos sociales que me señalan, con lo que veo que la vida hierve, bulle, vibra en la continua mayoría.
Banderas del FSLN y de Nicaragua en muchas ventanas y balcones, en puestos callejeros donde se vende cualquier cosa que se pueda necesitar, economía popular que ocupa a una parte importante de la población.
El día 7, se va a confirmar la sospecha más bella, la Revolución sigue y sigue.
Desde Managua para que sepan ustedes.