Los acercamientos entre la Federación Rusa y la República Popular China: el significado de una alianza estratégica en el escenario global
Hace apenas unas semanas Betriz Bissio publición en ALAI AMLATINA un excelente artículo titulado La alianza estratégica entre China y Rusia cambia el escenario mundial. En su escrito, Bissio parte de una premisa correcta: “El llamado ‘triángulo estratégico’ de la Guerra Fría, formado por Estados Unidos, China y la Unión Soviética, cuyo peso se habría desplazado en los años 80 hacia la potencia norteamericana, ahora muestra el fortalecimiento sino-ruso.” La autora señala los esfuerzos que ha venido realizando la Federación Rusa promoviendo acuerdos con países que, desde que terminó la Segunda Guerra Mundial, se ubicaban dentro del área de influencia de Estados Unidos, y claro está, la propia OTAN. Cita, por ejemplo, el Foro Económico del Este, creado en 2015 por el presidente ruso Vladimir Putin y que hoy agrupa, entre otras importantes economías a Japón, Corea del Sur y la República Popular China.
En materia de cooperación, destaca la delimitación por las partes de la frontera de más de 4,300 kilómetros entre China y Rusia; ejercicios militares conjuntos entre ambos países, como fueron los realizados en 2005 y la firma de la Declaración Conjunta China-Rusia para el siglo 21; el nivel alcanzado en intercambios comerciales, donde se ha dado paso a la “Organización de Cooperación de Shanghai”, la cual está integrada por Kazakstán, Kirguistán, Tayikistán, Uzbekistán (todas ellas ex repúblicas de la Unión Soviética), junto con Paquistán y la India, a la que se unen como observadores, Afganistán, Bielorusia, la República Islámica de Irán y Mongolia. Como parte de los acuerdos entre ambas potencias se encuentran importantes decisiones y acuerdos comerciales en materia de hidrocarburos y gas natural.
Bissio destaca la importancia que debe atribuirse al hecho de que la primera visita internacional que hiciera el presidente chino Xi Jinping una vez advino a la presidencia de la República Popular China, haya sido a la Federación Rusa. Allí dictó una conferencia el 23 de mayo de 2013 en el Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú, “casa de estudios superiores especializada en el estudio y la enseñanza de asuntos internacionales” de la Federación Rusa.
Identificando los mayores retos que enfrenta la humanidad, el presidente chino destacaba en su conferencia la existencia a escala global de “muchas dificultades y desafíos que van desde el impacto de la crisis financiera internacional, el aparente incremento de todo tipo de proteccionismo, de constantes puntos candentes regionales, del hegemonismo, las políticas de fuerza y el neo-intervencionismo hasta la aparición de un sinnúmero de amenazas a la seguridad tradicionales y no tradicionales, tales como la carrera armamentista, el terrorismo y la ciberseguridad.” Afirmando el principio de que ¨no se puede vivir en el Siglo XXI con el pensamiento todavía detenido en el pasado, en la vieja época de la expansión colonial o el juego de suma cero de la Guerra Fría”, el dirigente chino hizo una invitación a establecer nuevas relaciones de colaboración, cooperación y beneficio mutuo para ambos pueblos.
El XVIII Congreso del Partido Comunista de China se celebró en el año 2012, es decir, el año previo a esta conferencia. En él, los delegados al Congreso establecieron la agenda de desarrollo para China en los siguientes años. Con una población que excede los 1,300 millones de habitantes, el Congreso del PCCh acordó que para el año 2020 se estaría duplicando el PIB de China y el ingreso per cápita de su población, independientemente se trate de residentes en áreas urbanas o rurales, ello de cara al centenario de la fundación del Partido Comunista de China. Los delegados al Congreso también acordaron alcanzar de cara al año 2049, cuando se cumple el centenario de la fundación de la República Popular China, la meta de que China se haya transformado en “un país socialista moderno, próspero, democrático, civilizado y armonioso”.
En la Federación Rusa, por su parte, también se propone alcanzar ciertas metas, entre ellas la de lograr que para el año 2020 el tipo de nivel de vida en el país sea aquel que exhiben hoy los países desarrollados.
Para el presidente chino, las relaciones entre ambos países, que durante las décadas de los años sesenta y setenta del pasado siglo estuvieron plagadas de conflictos de distinta naturaleza, incluyendo conflictos armados fronterizos, discrepancias ideológicas y concepciones sobre la construcción del socialismo en sus respectivos países y en el plano internacional, las actuales relaciones de distensión entre ambos países constituyen una garantía para el equilibrio internacional. Para ello, indica el presidente chino, el Tratado China-Rusia de Buena Vecindad, Amistad y Cooperación constituye la base de relaciones futuras. En este esfuerzo, ambos países colaboran hoy, tanto en el desarrollo de gasoductos que conectarán a China y Rusia con Europa; como en el desarrollo de nuevas vías de comunicación y transportación que conectarán Oriente con Occidente, como en el pasado fue, ya fuera por tierra o mar, la Ruta de la Seda o la Ruta del Té.
Una tercera mirada de parte de China en esta alianza estratégica se encuentra en posicionamiento en torno a Europa. A juicio del presidente chino, en otro discurso presentado en el “Colegio Europa” en Brujas, Bélgica, el 1 de abril de 2014, se señala la importancia de establecer un “puente de paz” entre la República Popular China y la Unión Europea. De acuerdo con Xi Jinping, la superficie de la Unión Europea y China abarca una décima parte de la superficie poblada de la tierra, conteniendo en ella una cuarta parte de los habitantes del planeta. Entre la República Popular China y la Unión Europea, indica, se encuentran tres de los asientos permanentes en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. China y la Unión Europea representan, además, una tercera parte del volumen comercial del planeta. El lazo que constituye la Ruta de la Seda con Europa, crearía un mercado euroasiático que definitivamente cambiaría la correlación comercial que al presente existe entre la Unión Europea y Estados Unidos. Si a lo anterior se suman los acuerdos estratégicos que al presente China viene desarrollando con la Federación Rusa, la segunda mitad del presente siglo nos puede aproximar a escenarios hasta ahora inimaginables.
Si bien en estos momentos las relaciones entre Estados Unidos y China, como también entre Estados Unidos y la Federación Rusa, se desarrollan en aparente curso errático, en parte debido a la conducta que exhibe el presidente Donald Trump, tampoco puede decirse que los tropezones que hoy vemos no sean superables, ya sea luego de cumplido el mandato presidencial por Trump o como resultado de circunstancias donde se impongan las decisiones del llamado “gobierno permanente” de Estados Unidos. Después de todo, si algo hemos observado desde finales de la Segunda Guerra Mundial para acá en las relaciones entre Rusia, China y Estados Unidos, es que más allá de los conflictos reales o aparentes entre estas grandes potencias, los mismos no suelen escalar hasta niveles irreversibles que pongan en riesgo la paz mundial y lleven a un nivel de enfrentamiento como los vivió la humanidad el pasado siglo en dos guerras mundiales.
A pesar de ello, aquella percepción articulada como teoría por algunos pitonisos de nuevo cuño, de que la caída de la Unión Soviética y el llamado Campo Socialista, junto con las reformas introducidas en los modelos de desarrollo socialistas en China y otros países encaminadas hacia el establecimiento de economías de mercado abrirían paso a un mundo unipolar, ha sido superada. Hoy la nueva realidad nos indica que nos encontramos en el proceso de surgimiento de un nuevo orden multilateral donde, una vez más, el balance de fuerzas entre Oriente y Occidente se enfrentan con nuevas formas por el dominio de zonas de influencia y control de los mercados, mientras nuevas economías, en forma emergente, ocupan nuevos espacios en la correlación de fuerzas a escala global.
27 de agosto de 2018