Los movimientos de la derrota
La guerra de Siria está ganada. Por el gobierno, por Rusia, por Irán y por Hizbulá. Las recientes amenazas de EEUU, a las que se suman los vasallos habituales (Francia y Gran Bretaña) de atacar ante otros supuestos «ataques químicos» encubren el portazo que hace escasamente un mes recibieron en la cara cuando fueron, poco menos que mendigando, a intentar establecer lazos con el gobierno de Damasco.
EEUU, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Jordania, Egipto…, incluso los desprestigiados kurdos (y alguna vez los «solidarios» tendrán que ser valientes y abordar su papel) están corriendo intentando alcanzar un buen puesto de salida en la postguerra. Porque si la guerra se ganó hace un año, ahora se ha fortalecido el control del país hasta extremos que pocos podían (o podíamos) pensar.
Os cuento. En Mezze, distrito de Damasco, tuvo lugar hace cinco semanas una reunión atípica; una delegación estadounidense se reunió con una siria. Emiratos Árabes Unidos hizo el trabajo de intermediación y fue en un avión de este país donde llegaron los estadounidenses. La reunión duró cuatro horas, ni más ni menos. EEUU presentó una oferta al gobierno sirio, aparentemente fácil de aceptar: retirada de sus tropas. Pero no sin más, sino con garantías de retirada total de Irán de todo el sur sirio, participación de las empresas estadounidenses en la modernización del sector petrolero y la entrega de datos «completos» de los «grupos terroristas y sus miembros», tanto vivos como muertos, de forma especial los provenientes de países occidentales.
La respuesta siria fue la evidente: sólo aceptó la última propuesta aunque consideró «tentadora» la oferta. Siria ya ha llegado a un acuerdo con Australia para ofrecer esa información de los australianos que combaten en estos grupos, especialmente en el llamado Estado Islámico. Lo mismo ha hecho con Jordania y con los Emiratos Árabes Unidos.
La segunda, la de las empresas petroleras, fue aceptada con la condición de que se incluyan las firmas estadounidenses en convenios con empresas occidentales (sin especificar país) y/o rusas. Siria mantiene que no participarán en la reconstrucción del país quienes han ayudado a su destrucción, aunque al aceptar con esa condición la propuesta estadounidense ofrecieron un «gesto de buena voluntad» en respuesta a la visita.
Sobre la primera, la postura fue contundente: EEUU es un país ocupante de una parte del territorio sirio, está allí vulnerando el derecho internacional, por lo que no hay nada que negociar al respecto. Se tiene que ir, y punto. Siria es, además, parte integrante del eje de la resistencia contra Israel, por lo que la relación con Irán y Hizbulá es estrecha y no va a cambiar dado que debe mucho a ambos.
Aunque no se llegó a acuerdo alguno, este movimiento estadounidense fue visto por todo el mundo como la constatación evidente de la derrota y todo el mundo se ha posicionado desde entonces.
En Egipto se está hablando, cada vez con mayor fuerza, de un encuentro oficial entre el presidente Sisi y Al-Assad. Eso junto a la presión de Egipto para que Siria sea readmitida de nuevo en la Liga Árabe (el asiento del país lo ocupa ahora, por decisión saudita, la «contra»). Y eso supondría todo un movimiento en cascada de los países árabes, que comenzarían a restablecer las relaciones con Siria. Egipto ya dio el paso a principios de 2017 siendo el primer país árabe en reabrir su embajada en Damasco.
Los Emiratos Árabes Unidos van a hacer lo mismo en breve. Una delegación técnica de mantenimiento está revisando las instalaciones de la embajada, cerrada desde hace siete años, para prepararla para su reapertura. Este país del Golfo ha decidido restablecer la ruta aérea entre las dos capitales y abrir un consulado en Latakia.
Jordania acaba de enviar un saludo «de hermano a hermano» del rey Abdalá a Bashar al-Assad coincidiendo con la liberación de todo el sur fronterizo con Jordania y con la reapertura de los dos pasos fronterizos entre los dos países. El saludo ha sido entregado en mano por el presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor jordano, Moahmoud Fraihat, a su homólogo sirio en una reunión mantenida la semana pasada.
Arabia Saudita da una de cal y otra de arena. Mientras acaba de ofrecer 100 millones de dólares para la reconstrucción de las zonas del este del Éufrates que controla EEUU (aunque formalmente se diga que son las llamadas Fuerzas Democráticas Sirias, hegemonizadas por los kurdos), anuncia que quiere hacer lo mismo con las zonas controladas por el gobierno sirio. Pero hay un pero, el de siempre: la retirada de Irán.
Y quedan los kurdos, los desprestigiados kurdos, que están acelerando los contactos con el gobierno sirio buscando algún tipo de acuerdo que cada vez aleja un poco más sus pretensiones «revolucionarias», si es que las tienen. Ya no se habla de federalización sino de descentralización, pero el gobierno sólo ofrece hablar de ello dentro de los marcos legales existentes, en especial la llamada Ley 107, que es del año 2011 y que ya reconoce alguna de las pretensiones kurdas como la educación y la lengua junto a la administración local a través de consejos electos.
EEUU parece que se ha sentido ofendido ante el rechazo de su propuesta y esta es la razón, secuencial, de los movimientos que está realizando desde entonces: desde las amenazas de nuevos ataques como dijo Bolton, hasta la apertura de una nueva base en la zona del este del Éufrates. Base que ya puede acoger aviones más pesados que los que ahora utiliza y que cuenta ya con un radar para asegurar una mayor protección en caso de represalias o sirias o (por improbables que parezcan) de Rusia.
El próximo 7 de septiembre habrá una reunión crucial entre Rusia, Irán y Turquía para discutir el futuro de la ofensiva en Idlib. Esta fecha es determinante para que todo el tablero se termine de asentar o vuelva a volar por los aires porque ni Occidente ni sus vasallos sauditas quieren una normalización que les deje fuera de juego. Es mucho lo que se cuece en Siria y, de rebote, más allá y Occidente corre el grave peligro de perder el tren de la historia.
Todos estos movimientos son un reconocimiento de la derrota que han sufrido esos países. Mientras que unos lo reconocen abiertamente intentando normalizar las relaciones y recuperar un poco su posición anterior, otros vuelven a alentar la única política que conocen: la guerra, el miedo y la extorsión. Cuesta, les cuesta reconocer que ya no con apenas nadie en la geopolítica.