No pasarán y no pasaron. Eduardo Hernández
La vuelta ciclista a España no pudo llegar a la meta de Bilbao, tampoco al alto de L’Angliru, no pasó por Cercedilla y fue desviada en varias ocasiones antes de llegar a Madrid. Cerca de la capital, en San Sebastián de los Reyes, tampoco pudo pasar. La noticia fue celebrada por los concentrados en la zona de Atocha, en donde dos mujeres en silla de ruedas empujaban las vallas con sus sillas y centenares de personas las seguían invadiendo el circuito por el que tenían que pasar los ciclistas. Esta última etapa finalmente fue cancelada. Según la Delegación de gobierno, unas 100.000 personas se manifestaron en Madrid contra el genocidio en gaza, denunciando la participación de un equipo israelí en la vuelta. El “no pasaran” volvió a las calles y no pasaron.
Horas después, Naciones Unidas declaraba oficialmente los asesinatos indiscriminados y masivos contra civiles en Gaza como un GENOCIDIO. La caverna política se quedaba sin excusa para no condenar al Ente sionista de Israel pero poco pareció importarles dada la repugnancia que les causa toda argumentación fundamentada.
La vuelta ciclista a España es un espectáculo deportivo donde se hibridan deporte, finanzas y política, tanto a escala nacional como internacional. Solo hay tres eventos de estas características en el mundo, La vuelta, como se conoce mayoritariamente, es seguida por 360 millones de personas en 190 países, tiene incidencia directa en el turismo, participan como patrocinadores cerca de 20 grandes empresas y corporaciones tanto públicas como privadas, entre las que se encuentran Carrefour, Škoda, Correos, Telefónica o la Xunta de Galicia. Carrefour destinaba este año 3500 empleados a la vuelta. Como dueño y organizador del evento figura Unipublic (Frances Amaury Sport Organisation).
Estos datos permiten ver que no se trata solo de una competición deportiva y que es una manipulación hablar de ella reduciéndola a lo meramente deportivo. Así lo han hecho repetidamente los presentadores de RTVE, repitiendo incansablemente que se trata de deporte y nada más y que el resto es “hacer política”.
Dinero y espectáculo de masas arrastran un vínculo inevitable con la política y lo hacen tanto desde la política en el poder, como desde las políticas de masas. La participación del equipo israelí Israel Premier Tech, cuyo rechazo era el objetivo de las manifestaciones, es un ejemplo de manual.
Su dueño y promotor es Sylvan Adams, nacido en Canadá, sionista, multimillonario con un patrimonio de 2.800 millones de euros, inversor inmobiliario, amigo íntimo de Netanyahu y presidente del consejo judío mundial. Se autoproclama “embajador del país hebreo en el mundo” y su cometido es el SportWasing, el lavado de imagen por medio deporte y la cultura. Lo hizo en el Giro de Italia de 2018 cuando consiguió que arrancara de Jerusalén. También con Lionel Messi llevándolo a jugar un amistoso a Israel. Cuando Netanyahu llamó a Adams tras los incidentes de la vuelta en Bilbao, no fue por amistad, tal y como se difundió, fue para asegurar que el equipo israelí no abandonara la vuelta. Todo forma parte de su estrategia para ganar la batalla “en el campo de la opinión pública” y “luchar apostando con millones de euros para ganar también esa batalla”.
Con estos antecedentes no es creíble que la organización de La vuelta no conociera esta situación, simplemente eran cómplices y no les importaba colaborar en el lavado de imagen de los genocidas.
Israel Premier Tech ha conseguido llegar a Madrid, pero parece que algo no salió bien. Madrid es una gran urbe y ya en otras ocasiones ha ido mas lejos de lo que decían las encuestas. En una ciudad de voto conservador, que en nuestra historia quiere decir franquista, no era previsible que 100.000 personas se movilizaran activamente en un evento que siempre ha contado con un enorme respaldo popular. Sin embargo, así ha sucedido y ahora viene la resaca. Hay que contraatacar, recuperar el terreno perdido.
La clave es deslegitimar las movilizaciones desde varias direcciones; la mas directa: “No hay motivo porque no hay genocidio”. Ayuso y Almeida a la cabeza, la caverna, han intentado fijar este mensaje. Pero, con la declaración de NN.UU. afirmando que en Gaza se está perpetrando un genocidio lo tienen más difícil, aunque como ya hemos señalado, el rigor en la argumentación nunca les ha parecido preocupante.
El otro eje deslegitimador es la violencia, y si no la hay se crea con provocadores, y si lo inesperado de la situación ha impedido organizarlo, se inventa, que para eso están las redes y medios afines.
Toda manifestación es una perturbación del orden y la normalidad, es un derecho en base a que protestar, denunciar y exigir derechos es legítimo y que la inmensa mayoría de la gente no tiene vías institucionales para hacerlo. Es el caso de las huelgas, la gente trabajadora, frente al poder empresarial y del capital, ejerce su poder parando el trabajo y por supuesto que altera la normalidad y el orden, todo ello supone por si solo un cierto tipo de violencia.
Del mismo modo ocurre cuando una manifestación o una concentración ocupa un espacio público; se corta el tráfico, se invaden aceras, el comercio se ve afectado y muchos problemas más. Pero es un derecho ganado históricamente con multitud de luchas. El franquismo, la caverna, nunca lo admitió ni toleró. “La calle es mía” bramó Fraga Iribarne cuando era ministro de gobernación a mediados de los 70, connotado franquista, fundador del partido popular.
El criterio no ha cambiado, solo lo ha hecho el contexto; siguiendo la lógica gatopardista propia de la Transición, se admite el contexto democrático, pero se trata de impedir sistemáticamente que se cumplan los derechos que establece, especialmente los que implican movilizaciones de masas que atentan contra los privilegios de la clase dominante.
Sin embargo, aún estamos muy lejos de cumplir con los criterios que establece el derecho Internacional sobre el derecho de reunión y manifestación expuestos en la 66 Asamblea General de la ONU por el Relator Especial sobre los derechos a la libertad de reunión pacífica y de asociación, Clement Nyaletsossi Voul, donde se recoge que cortar una vía publica, interrumpir un evento deportivo o la violencia puntual y aislada no constituyen ningún delito ni confieren un carácter general de violencia.
Así, no hubo podio porque quien ganó la vuelta fueron las personas que se echaron a las calles y carreteras para denunciar a los cómplices del genocidio. Trabajaron, se organizaron, expusieron, arriesgaron y vencieron.
A los demás nos corresponde continuar. Pocas veces una lucha ha sido tan necesaria, tan urgente y legítima
NO PASARAN Y NO PASARON
(El FAI comparte íntegramente los contenidos de este artículo)