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Nuevas formas orgánicas obrero-populares en la Revolución Bolivariana. La construcción del Estado Comunal y el Socialismo Productivo

Resumen

El objetivo de este estudio es definir y caracterizar las nuevas formas orgánicas del poder popular en la Revolución Bolivariana que han permitido la defensa y creación del germen de una nueva sociedad comunal como esencia del socialismo bolivariano. Estos espacios de producción de vida y de futuro se van creando en la medida en que se incrementa la autonomía y control sobre los procesos socio-productivos y culturales, con identidad territorial orientada al buen vivir. Su trayectoria histórica-cultural, alcance espacio/temporal e impacto estratégico en el proceso facilita la definición de la praxis revolucionaria en la construcción del Estado Comunal y del Socialismo Productivo. Las nuevas formas orgánicas de lucha obrero-popular se sintetizan en las Comunas y en los Consejos Productivos de Trabajadoras y Trabajadores –integrados a éstas­– para potenciar el nuevo modelo multicultural y socio-productivo alternativo. La dialéctica defensiva-ofensiva permite avanzar en el cambio civilizatorio superando las dificultades y los ataques externos e internos.

Introducción
La convivencia solidaria como horizonte y la soberanía como condición

Para actuar en la realidad es indispensable comprender macroprocesos políticos en movimiento y pugna entre lo que muere y lo que nace. “Implica reflexionar sobre lo que están significando los conflictos, la violencia, la marginación, la pobreza, más allá de sus contenidos manifiestos; leerlos como expresiones de nuevas relaciones sociales, tanto colectivas como interpersonales, con sus tiempos y espacios” (Zemelman, 2005, p. 14). El conocimiento del mundo exige penetrar en las entrañas de las intrincadas relaciones del tejido social y diversidad histórica-cultural para comprender el intenso proceso de lucha de clases que vivimos, en medio de una fuerte crisis del capitalismo, acentuada por la Pandemia en 2020. Esto acelera la construcción de alternativas contrahegemónicas al capitalismo, de impacto nacional y mundial, que frene el absurdo crecimiento sin límites que destruye territorios y pueblos para apoderarse de sus riquezas.

En el caso de los países periféricos el proceso de modernidad produjo una perspectiva de conocimiento ceñida al carácter del patrón mundial de poder colonial/moderno, capitalista y eurocentrado (Quijano, 2014). El movimiento histórico que se enfrenta a este patrón exige voluntad de acción contra el poder instituido. “Hoy, por fortuna, asistimos a una rebelión muy extendida contra las influencias y efectos del eurocentrismo elitista y hegemónico en los campos cultural, económico, científico y técnico” (Fals Borda, 2014, p. 418). Rebeldía creadora de alternativas basadas en las fortalezas humanas y geo-históricas que potencian la identidad cultural y territorial y el avance de la emancipación de comunidades y pueblos.

A finales del siglo XX la crisis social e institucional en Venezuela demandaba respuestas contundentes al sistema de gobierno y de Estado. La brecha de desigualdad social y la violación de derechos humanos eran inocultables; el colapso del sistema político-social era inminente. Esto la condujo a una situación que solo se podía superar rompiendo con el modelo de dependencia política-económica, para rescatar la soberanía e identidad cultural-territorial. Esta dependencia la sometía y somete a proveer recursos estratégicos para los grandes centros de poder mundial. La Revolución Bolivariana (RB) comenzó con un proceso constituyente para modificar la estructura jurídica y la cultura política del país, así ampliar la democracia y los derechos sociales, políticos y económicos, y ofrecer mecanismos para un Estado garante de estos derechos. Surge la necesidad de refundar la república reconstruyendo la democracia y el derecho internacional que tiene como nación libre y soberana. En estos 21 años ha pasado por distintos momentos de cambios significativos en el escenario político-social, nacional e internacional.

Esta revolución asumió darle continuidad histórica al proceso de independencia. Concebida como “renovación creativa en el sentido más profundo del término”, para darle una orientación “socialista a las transformaciones radicales encaradas” (Mészáros, 2009, p. 159). Esto significa un desafío que amenaza los intereses hegemónicos del imperialismo; un acto de rebeldía y una advertencia de avanzar en la independencia política, económica y cultural. Se hizo evidente la necesidad, como advirtió el presidente Chávez, de “recobrar la identidad nacional perdida, así como los valores y las tradiciones de la memoria histórica de lucha –ocultada y desvirtuada por tanto tiempo– para que renaciera el sentido patrio” (Alves, 2018, p. 464). Así, comenzó a acumular diversas fuerzas para resistir y hacer frente a los ataques, desde distintos medios, para doblegarla y colocar al pueblo en contra de su gobierno.

Durante la RB se han ido construyendo formas orgánicas socio-productivas comunales en todo el país que permiten resistir a los ataques y crear una nueva cultura de producción y consumo orientada al buen vivir. Esto supone un movimiento obrero-popular en contracorriente de gran envergadura, conciencia histórica y creatividad activa. La clave está en demostrar que es factible y creíble para que no se produzcan estancamientos, retrocesos o desmoralización; asimismo impedir que se silencie la acción del pueblo y del gobierno que contribuya a superar las relaciones de producción e intercambio capitalista.

El imperialismo estadounidense utiliza medidas coercitivas unilaterales y planes militares para doblegar a los pueblos que se resisten. En Venezuela emplea la guerra no convencional y múltiples formas de agresión para derrotar las luchas asumidas por la vanguardia popular en su legítima defensa de la soberanía, la paz, la preservación del planeta y la vida, construyendo el sueño de una sociedad de iguales (I CICMSPP, 2019). El pueblo resiste a los ataques para defender los logros de la revolución y seguir avanzando en medio de la adversidad. Responde con formas y mecanismos innovadores al bloqueo de suministro de alimentos, medicamentos, equipos médicos, etc. a la población, así como de insumos, materias primas, maquinarias y equipos que garanticen la producción, el mantenimiento y los servicios urbanos.

La diversa organización popular creada en revolución ha elevado la producción nacional para el consumo interno y el intercambio solidario con otros pueblos. Las condiciones históricas y geoestratégicas marcan las diferencias de cómo se construye en cada espacio. Se va tomando conciencia de la importancia estratégica de transformación social y de su fuerza real y potencial para incidir en la realidad ¿Cuáles son las nuevas formas orgánicas de lucha del poder popular para la creación de nuevas relaciones de sana convivencia y sentido solidario? ¿Cuál ha sido el aporte real en la resistencia y avance del proceso bolivariano?

El objetivo de este estudio es definir y caracterizar las nuevas formas orgánicas del poder popular en la RB que han permitido la defensa y creación del germen de una nueva sociedad comunal como esencia del socialismo bolivariano, que implica una nueva praxis revolucionaria en la construcción del Estado Comunal y del Socialismo Productivo. Se parte de la precisión del desarrollo histórico-cultural de las luchas obrero-populares y de la nueva praxis socio-productiva ligada a la vida cotidiana; mediante la articulación solidaria y la voluntad de compartir experiencias y saberes que van ampliando su cobertura territorial.

La metodología cualitativa empleada permite el análisis-síntesis de procesos históricos y reconfiguración teórica programática, mediante el análisis-crítico-reflexivo para valorar las dimensiones analíticas de dos construcciones históricas novedosas que demandan creatividad y fuerza de voluntad: las comunas y los consejos productivos de trabajadoras y trabajadores. Esto requiere el reconocimiento de la diversidad de sentidos de la historia y de vida, que se oponen a la pretendida homogenización cultural y la concepción lineal de la historia. Por tanto, es una exigencia metodológica para el análisis-crítico romper barreras, escuchar historias silenciadas, revalorizar culturas negadas y que seamos capaces de liberar subjetividades reprimidas y pensamientos subordinados a la racionalidad de la colonialidad-modernidad.

A decir de Alvarado y García (2008) la investigación crítica vincula el conocimiento de la realidad concreta orientado hacia la liberación y el empoderamiento social, que supone la participación de los sujetos en las decisiones y que éstas puedan incidir en la transformación de la realidad, con conciencia individual y colectiva. De hecho, los contenidos humanos, según Escudero (1990), parten del reconocimiento de que las ideas, representaciones, valoraciones y sentimientos de los sujetos implicados en la realidad constituyen un componente esencial de la misma.

Cada experiencia la comprendemos desde su contexto particular que permita relacionar su naturaleza organizativa, funcional y planificadora de los cambios productivos y sociales que han contribuido con la RB. De modo que la realidad se mueve en una dinámica que sigue el curso histórico de las tendencias y contra tendencias hasta que logra apreciarse un salto cualitativo en el escenario político.

Creación de nuevas formas orgánicas transformadoras
Aproximación al contexto histórico

América Latina y el Caribe (ALC) es una región en disputa para la economía de mercado por sus variadas riquezas naturales y fuerza de trabajo. La lucha por su independencia, en contra de la colonización y el despojo, lleva más de 500 años y ha jugado un papel fundamental en el desarrollo capitalista mundial. Venezuela, como país suramericano, tiene una importancia geoestratégica y política para EE. UU. y demás países centro, por sus grandes y variados recursos y por la incidencia histórica en la región. La pérdida de gobiernos progresistas debilitó la unidad estratégica para fortalecer la Región, por lo que se inició un proceso de aislamiento en el Continente y de debilitamiento de los órganos de cooperación regional como UNASUR y ALBA-TPC. En los últimos años se han radicalizado las medidas neoliberales con la consecuente pérdida de legitimidad de los gobiernos complacientes con las grandes corporaciones económicas y el fortalecimiento de la lucha anticolonial integrada a la lucha popular antisistémica.

Según Silvia Vega (2016)

«Los niveles de destrucción am­biental, de alienación del trabajo, de violencia y gue­rra, de odio racial y de género, de profundización de pobrezas multidimensionales, que ha traído aparejada la dominación capitalista en su despliegue actual, son algunas manifestaciones extremas de la crisis civili­zatoria que vivimos en el nuevo siglo y que colocan la defensa de la sostenibilidad de la vida como condi­ción esencial y, a la vez, como objetivo a lograr para la supervivencia de la humanidad y del planeta (p. 34)»

La actividad intelectual generada en la Región, al respecto, ha sido muy rica en el qué y el cómo superar las condiciones de vida en sana convivencia, que implica cooperación, complementariedad y solidaridad entre comunidades y pueblos hermanos. Sin embargo, es lógico que se expresen grandes controversias y diferencias en el debate y en la acción. Esto sucede, según Popkewitz (1988), porque “las teorías no son objetivas ni neutrales; por el contrario, son producto del ingenio humano y de los contextos sociales. La teoría social existe en un contexto que alberga determinadas intenciones y compromisos” (p. 27), convertida en una definida actitud vivencial, que “debe ser adecuada a su trabajo concreto y a su impacto que marcará la característica central de la subjetividad de un nuevo sentido común, menos mistificador y más emancipado” (Santos, 2003, pp. 258-259). Subjetividades que conforman una cultura obrera-popular de resistencia y creación del cambio civilizatorio deseado.

En la crisis actual la lucha contra el poder clasista, patriarcal, racista y neocolonial se puede fortalecer, pero serán reprimidas de distintas maneras haciendo uso del espionaje y el control ciudadano (Yagenova, 2020). “Es claro que a pesar de que el proyecto liberal está en crisis sus políticas continúan siendo implementadas” y con mayor fuerza en aquellos espacios que se resisten a aceptarlas (Altamira, 2006, p. 2) por eso las grandes potencias han venido debilitando el derecho internacional, los organismos internacionales de derechos humanos y el multilateralismo en general. Han concentrado el poder en las grandes corporaciones y esto cambia el concepto de Estado, de gobierno y de relaciones con el pueblo, por ende, el de democracia, autoridad, representación y sistema político de gobierno.

Venezuela se hizo dependiente de los ingresos petroleros para su desarrollo, el financiamiento de los servicios públicos y para resolver los problemas de productividad de todo el aparato industrial del país. La falta de soberanía en los negocios petroleros terminó encareciendo los contratos de compraventa, asistencia técnica y servicios a la producción. Este proceso es parte de la lógica capitalista donde los productores directos van perdiendo el control sobre la producción en la medida en que las grandes transnacionales mantienen una hegemonía de todo el proceso productivo. La consecuencia es el desaprovechamiento de las capacidades tecnológicas nacionales, de la experiencia productiva y los saberes de la clase trabajadora y del pueblo en general. Rescatar este control es parte primordial para superar el modelo hegemónico del capitalismo globalizado. Esta dinámica marca el desarrollo territorial desequilibrado y acelera la destrucción sistemática del sistema productivo del país –poco competitivo a nivel nacional e internacional– y la pérdida de soberanía alimentaria y productiva.

Este proceso revolucionario se inició en 1998 con el triunfo presidencial de Chávez, motivado por el deterioro de las condiciones de vida de la población y la violación sistemática a los derechos humanos y libertades democráticas. Era imprescindible un viraje en el sistema de gobernanza, en la política interna y en relaciones internacionales, que se iniciaría con un proceso constituyente de participación plural. La nueva constitución sentaba “las bases jurídicas para la creación de una economía que superase los límites sociales del sistema capitalista” y reconocía la integración de los derechos civiles y políticos a los sociales, como visión alternativa al capitalismo (Monedero, 2009, p.11). Este cambio obligaba a actuar en contracorriente para resistir la presión económica y política de los defensores de la cultura del estado liberal-burgués, institucionalizada y enraizada en la mente de la mayoría de la población.

La nueva concepción democrática –participativa y protagónica– rompía con el modelo existente y abría posibilidades a una participación popular creciente, más efectiva en la relación representante/representado y con perspectivas para construir espacios de participación política, con creciente autonomía, a todos los niveles geográficos. Este proceso generaba conciencia y compromiso con la praxis política de largo alcance, en una democracia revolucionaria en pleno proceso de creación permanente. Sin embargo, en una primera mirada los cambios respondían a una revolución democrática que no implicaba cambios sistémicos de fondo. Ésta permitía ampliar derechos y crear condiciones para una mejor redistribución del ingreso generado por el trabajo y la extracción de recursos para la producción. De allí, que se mejoraron las condiciones de trabajo ­–salario, seguridad social, estabilidad y condiciones ambientales–, y se aplicaron reformas fiscales y controles de precio/ganancias para mejorar el nivel adquisitivo de la población. Todo estaba por definirse en el camino, en la acción colectiva y organizada desde el pueblo, como una tarea histórica que implicaba compromiso creciente como garantía de éxito.

Esta doble visión de la democracia mantenía la unidad entre los sectores comprometidos con el desarrollo integral del país y, a la vez, facilitaba la decantación de aquellos que defienden los privilegios del sector privado sobre el colectivo. Estas diferencias comenzaron a tener peso en la disputa del poder, en la medida en que se iban reconociendo derechos políticos con creciente justicia social. “Los resultados demostraron en la práctica, que solo el cambio radical de las condiciones objetivas de la mayoría de la población justificaba el proyecto en sí mismo y el impacto de los cambios de la cultura política” (Alves, 2018, p. 529), y su manifestación en la vida cotidiana, especialmente la colectiva. Esto permite inferir que las políticas de igualdad y equidad social, el reconocimiento de la multiculturalidad y el derecho a la autodeterminación e independencia política constituyen las diferencias básicas con los sectores confrontados que pretenden mantener el estatus quo.

La relación política y militar dominante en el momento y durante todo el siglo XX, la ha tenido EEUU. Ejecuta su ofensiva central contra Venezuela –además de Cuba, Nicaragua y Bolivia– y contra los movimientos sociales y organizaciones del poder popular en ALC por ser promotores de una alternativa frente al neoliberalismo (I CICMSPP, 2019). La RB se convirtió en una amenaza a su poder hegemónico, por lo que cambiaron las formas de coacción y represión para restituir su cómoda dominación de gobiernos complacientes.

El golpe de Estado de 2002 y el paro-sabotaje petrolero de 2002-2003 fueron los hechos iniciales más visibles de las diferencias antagónicas con la RB dentro y fuera del gobierno, así como de la participación e injerencia de EEUU y sus aliados en la definición del destino de país. Los ataques a la estabilidad del Estado y en contra de las condiciones de vida del pueblo fueron radicalizando el proyecto-país hasta definirse como socialista bolivariano, a construir colectivamente por el pueblo luchador. Esto requiere frenar las acciones de la democracia liberal dominante.

Chávez vuelve a ganar las elecciones en diciembre de 2012, con un discurso que crearía las bases programáticas del socialismo bolivariano, con el desarrollo de las comunas como máxima expresión de una revolución viva, dinámica y en permanente construcción popular con apoyo del gobierno revolucionario. Por tal razón, designa al propio vicepresidente ejecutivo de gobierno (Nicolás Maduro) como responsable directo del desarrollo de las comunas, como prioridad estratégica inaplazable.

Un mes después de su muerte (5/03/2013) el pueblo elige a Nicolás Maduro presidente de la república para seguir luchando por “la dignidad” y “la unidad del pueblo y del continente” por el “Socialismo del Siglo XXI” como expresión democrática y popular, debía seguir abriendo las “puertas a la participación popular” (Rauber, 2015, p. 8). El triunfo de Maduro era inesperado para la oposición que estaba convencida de que la revolución dependía solo de su líder máximo, y se planteó como meta derrocarlo. Esto cambiaría el escenario político de confrontación nacional e internacional.

En 2015 el gobierno de EE. UU. declara abiertamente a Venezuela como una amenaza inusual y extraordinaria y comienza a aplicar medidas unilaterales (sanciones), cada vez más fuertes y coercitivas, para hacer caer al gobierno. A partir del 2017 la confrontación llegó a extremos de una guerra económica y política sin precedentes, que ha causado graves daños a las condiciones de vida de la población y entorpecido los planes de justica social emprendidos por el Gobierno en conjunto con las comunidades. La revolución ha resistido porque, como diría Gramsci (2005), los acontecimientos no dependen del arbitrio de un individuo, ni tampoco del grupo, aunque sea numeroso: dependen de las voluntades de muchos, las cuales se manifiestan por el hecho de hacer o no hacer ciertas cosas y por las actitudes espirituales correspondientes, y dependen de la conciencia que tenga una minoría de esa voluntad, y de la capacidad de orientarlas hacia una finalidad común.

El buen vivir como horizonte de las formas orgánicas populares

El origen de las nuevas formas orgánicas del poder popular en Venezuela deriva de la naturaleza y conformación del nuevo sujeto político en Latinoamérica. Las particularidades dependen de las especificidades geoestratégicas que cada país representa para la economía de mercado, así como la diversidad histórico-cultural, condiciones y circunstancias de las luchas antihegemónicas emprendidas. Entre los elementos comunes que tuvieron un efecto negativo en la población en general está la aplicación de los modelos neoliberales impuestos partir de los 70, con fórmulas renovadas a finales del siglo XX. Estas políticas de libre mercado fracasaron como propuestas de progreso y desarrollo y dieron “paso a una pluralidad de alternativas. Algunas genéricamente englobadas bajo expresiones como “posneoliberalismo”, “giro a la izquierda” o “socialismo del siglo XXI” (Altamira, 2013, p.12). Alternativas que se contraponen a los programas de “desarrollo” adoptados que siguen la visión de progreso eurocentrista, impuesta para los países periféricos.

Desde los 90 presenciamos importantes luchas populares que han marcado la historia reciente de la Región. Por el impacto internacional se destacan: la insurgencia de los zapatistas en México, el Movimiento Sin Tierra en Brasil, las luchas por el agua y el gas en Bolivia, la insurrección indígena en Ecuador contra los gobiernos electos y los Piqueteros en Argentina. Estas y otras luchas locales contribuyeron a la creación de una teoría revolucionaria y en la actualidad no existe un país en la región donde los sectores populares no hayan manifestado su deseo de transformar su realidad y luchado, de distintas formas, para lograrlo y, simultáneamente, resistir a la violencia imperialista estadounidense y sus aliados. El intercambio de experiencias entre sectores y movimientos sociales urbanos, campesinos e indígenas fue conformando un pensamiento latinoamericano, de una gran mixtura, para abrir caminos de procesos de transformación social desde el poder comunal, donde han surgido nuevos imaginarios y cosmovisiones en la que se destaca, a decir de Altamira (2013), el “socialismo del buen vivir” o del “socialismo comunitario”.

Esta experiencia se va convirtiendo en teoría revolucionaria autóctona de los movimientos populares: indígenas, campesinos, obreros y pobladores urbanos que defienden la identidad y diversidad histórico cultural en Latinoamérica. Raíces que se evidencian en Venezuela en sus luchas por la independencia y soberanía popular, ya que fueron construidas desde visiones descoloniales similares y dentro de un mismo origen histórico con los demás países de la región.

El concepto del Buen Vivir tuvo un origen andino –en un diálogo entre Bolivia y Ecuador– y hoy se considera parte de un pensamiento y cultura que expresa la diversidad de la lucha anticolonial y anticapitalista de nuestros pueblos. Según Paz (2007), el buen vivir es una “expresión entendida como el acceso y disfrute de los bienes materiales y de la realización efectiva, subjetiva, intelectual y espiritual, en armonía con la naturaleza y en comunidad con los seres humanos” (p.185). La convivencia plural y diversa se logra en ambientes horizontales en el que se preservan los valores culturales de respeto a la autonomía colectiva (comunitaria) y relación con los territorios. Esto hace viable la utopía concreta de cambiar el mundo, rompiendo con la “postura “dualista” bajo la cual la sociedad y la Naturaleza están separadas (ésta es una de las ideas básicas de la Modernidad)” (Gudynas, 2016, p. 7).

En contraposición se plantean comunidades identificadas e integradas a un territorio que luchan por transformar su realidad, “sustentada en la convivencia del ser humano en diversidad y armonía con la Naturaleza, a partir del reconocimiento de los diversos valores cul­turales existentes en cada país y en el mundo” (Coraggio, 2011, p. 18). Se articula con las corrientes ecosocialistas que luchan por la abolición de la economía de mercado y la sociedad de consumo que están destruyendo los ecosistemas de vida en este planeta.

El sistema capitalista globalizado desdibuja los territorios, niega las culturas y distorsiona su propia historia: de allí la resistencia y lucha constante por preservar todo aquello que en su práctica cotidiana les resulta obviamente mejor para elevar su calidad integral de vida. Esta es la clave de la emancipación, la posibilidad de eliminar toda forma de discriminación y exclusión social; de organizar y planificar la sociedad en función de una vida digna, solidaria, y en sana convivencia y de equilibrio ambiental.

La RB ha planteado salidas antineoliberales orientada a una buena economía, la del buen vivir, e impulsa la unidad latinoamericana desde otra globalización y de relación con el pueblo (Coraggio, 2011). Al igual que Ecuador y Bolivia “los desafíos estuvieron orientados a remover estructuras, instituciones y saberes, viejos productores y reproductores de injusticias, que, asentados en factores económicos, coloniales y patriarcales excluyeron y oprimieron históricamente en estas regiones” (Altamira, 2013, pp.12-13)

Lo más destacable de la intención del proyecto-país de la RB es la necesidad de convivir sanamente, con sentido de igualdad de derechos y con el imperativo de ir eliminando privilegios que profundizan la discriminación; esto implica la no injerencia extranjera en política interna, el incremento de soberanía sobre los recursos para recuperar la economía del país y mejorar significativamente las condiciones de vida de las grandes mayorías de la población.

El poder popular en resistencia y creación de la nueva sociedad

El único poder que podrá liberar a los oprimidos es el propio, y éste se potencia en la lucha comprometida con el cambio sistémico de raíz. “El poder popular es la expresión de una fuerza liberadora y transformadora que se retroalimenta a partir del desarrollo de la conciencia (y la confianza) de la propia potencialidad” (Mazzeo, 2014, pp. 92-93). En Latinoamérica este poder, con conciencia transformadora, se está conformando en choque permanente con la institucionalidad, “en la que sobrevive el viejo poder, respaldado por su burocracia. Nuevas contradicciones nacen y nacerán en el seno del pueblo, abriendo cauces también a la disputa de poderes: el instituido en retirada y el constituyente de lo nuevo” (Rauber, 2018, p. 33).

Por su parte, concebimos el saber comunal –o saber popular– como el conocimiento contextualizado que da respuesta colectiva a las demandas devenidas de la realidad concreta en sociedad, que exigen liberarnos de las ataduras que nos somete el sistema capitalista opresor.  Este saber emancipado e insubordinado al poder constituido, presiona de manera constante para lograr cambios en todos los ámbitos de la vida –socioproductivo, político-cultural o sociohistórico–. Tiene en sí mismo un poder para prefigurar un futuro digno por vivir y construir la sociedad fundada en nuevos valores de lo común, de lo humano.

Comuna Simón Bolívar, en plena asamblea donde se construye el saber comunal

El sujeto político colectivo en acción prefigura un cambio posible desde el conocimiento de su propia realidad “a partir de la transformación cotidiana y radical de los hombres y las mujeres que la integran” y de las circunstancias que así lo exigen, ya que la “transformación de la sociedad es un proceso objetivo-subjetivo colectivo y múltiple que no puede relegarse hasta después de la “toma del poder” (Rauber, 2004, p. 61). La pertenencia a determinados grupos caracteriza las posiciones comunes que comparten en la construcción de un pensamiento crítico liberador para potenciar las subjetividades emancipatorias en la formación de la conciencia del ser político-social e histórico.

En todo proceso histórico de lucha de clases, como el que vive Venezuela, las formas orgánicas que dominan son las liberales burguesas y las permitidas para mantener el modelo político de democracia representativa, que garantiza los privilegios de la clase dominante. Estas, según Primo (2020), las vemos en instituciones, partidos politicos conservadores y socialdemocratas principalmente; también aparecen de modo camuflado en el seno de organizaciones tradicionales que se identifican como revolucionarias. De modo alternativo existen formas orgánicas emergentes que son producto de la lucha de la clase obrera, del movimiento popular y de los pueblos originarios, con variado impacto en el escenario político, de acuerdo con la fuerza e intensidad de la lucha para resistir y crear formas alternativas a la economía de mercado y para el uso racional de sus recursos.

El proyecto bolivariano implica independencia política, económica y cultural. Mediante una dialéctica defensiva-ofensiva la revolución avanza y resiste, creando contrahegemonía con conciencia de la correlación de fuerzas. Utiliza una planificación meticulosa y con audacia para “superar las concepciones de las élites económicas, políticas e intelectuales, o el individualismo en sus distintas manifestaciones” (Stolowicz, 2012, p. 37). Compartimos con la autora que la hegemonía también se ejerce mediante la manipulación de formas de organización y prácticas populares “antiliberales”, donde se pueden presentar con formatos similares a los emancipatorios, aunque su esencia demuestre contenidos y objetivos de subordinación. Inferimos, de esta reflexión, que la contrahegemonía cambia el sentido de la realidad tal como no los han impuesto, como parte del sentido común que expresa culturalmente el “deber ser”.

La soberanía productiva y alimentaria nacional no implica producir todo lo que se consume sino decidir qué, para quién y cómo producir, así como a quiénes comprar lo que no se produce a nivel local y nacional. Esto constituye una batalla de ideas con el modelo capitalista que se libra en cada barrio, caserío, comunidad, sector o centro de trabajo. Es ahí donde se construye la autodeterminación de comunidades y pueblos, y se gana el legítimo derecho a adoptar el sistema político-social que se desea, sin injerencia de potencia alguna, como se afirma en la declaración del Congreso Internacional de Comunas, Movimientos Sociales y Poder Popular (I CICMSPP, 2019). Las organizaciones del poder popular –comunas y movimientos sociales– se apuntan a construir estrategias para superar las formas de dominación/subordinación que impone el poder hegemónico del capital.

En Venezuela la confluencia en la lucha se da a través de la conciencia colectiva sobre la barbarie colonial-capitalista e imperialista a la que ha sido sometida. Samir Amín (2001a, p.15) afirma que “no resulta nada fácil distinguir, en esta realidad tan enmarañada, aquellos fenómenos que forman parte de tendencias relevantes a largo plazo, de aquellos que dependen de circunstancias concretas correspondientes al manejo inmediato de las crisis”. Los actos de impugnación y rebelión encuentran unidad programática en la vivencia social, con creciente coherencia en el discurso y en la acción, que se traduce en la aparición de nuevas formas orgánicas de lucha y de articulación espacial, orientadas por el mismo propósito.

En la RB se combina la resistencia, interna y externa, a las agresiones del poder hegemónico del capitalismo mundial con la ofensiva en la creación de formas alternas al sistema dominante para avanzar en las relaciones de reciprocidad, complementariedad y solidaridad entre comunidades y pueblos. Los procesos de politización y de debate abierto sobre cómo avanza, se encamina y cambia la sociedad son parte de la democracia popular que se abre paso y fortalece la creación innovadora de formas organizativas antisistema.

La construcción del Estado Comunal y el Socialismo Productivo
Construcción del poder “desde arriba” y “desde abajo”

El poder popular organizado y articulado, con una fuerte identidad histórico-cultural, ha impulsado y garantizado la transformación social en la RB. La fuerza popular ha implicado cambios en las relaciones espaciotemporales que se expresan en nuevas relaciones institucionales del Estado, en el sistema de gobierno y en la organización popular. Esto se concreta en la creación y recreación constante del proyecto-país para ajustar los objetivos programáticos particulares de acción social a los estratégicos de largo alcance histórico y cultural. La transformación social se comprende como un acto democrático, participativo y protagónico de acción colectiva del pueblo en un proceso constituido-constituyente continuo en el tiempo, que exige conocimiento y valoración de la realidad cambiante y cambiable de la dinámica de permanente confrontación conservación/transformación social.

En cualquier caso, la experiencia de vida en sociedad es fundamental para validar la relevancia del conocimiento producido en su relación espacio/temporal. De allí la validez del “pensamiento crítico del presidente Chávez” que necesitaba asentar las bases del Buen Vivir criticando el saber oficial del momento (Monedero, 2013, p. 131). En este proceso de creación e innovaciones provisorias en el 2009, Chávez planteó claramente que la comuna es el germen del socialismo bolivariano, el cual no necesita una configuración acabada sino un sentido que deberá́ llevar a los sujetos políticos hacia el horizonte planteado. Socialismo que solo se puede construir en un proceso constituido-constituyente de transformación social y la resignificación del Estado. Tal como lo visualizó Azzellini (2012, pp. 10 y 12) al referir el proceso bolivariano como una construcción de “dos lados”: “desde arriba” y “desde abajo”; entre el Estado y los movimientos, como vía para buscar “alternativas democráticas y socialistas y de la posibilidad de pensar un cambio radical”. El pueblo organizado coloca la racionalidad política del colectivo, por encima de los intereses particulares individuales o grupales, para satisfacer las necesidades de la vida cotidiana.

Es justamente esta diversidad histórica lo que les confiere a las organizaciones de nuevo tipo un carácter flexible para transformarse en el mismo proceso de transformación de la realidad y de evitar la segmentación creada y la negación de la historia que genera el capitalismo. Solo así se podrá construir teoría para la acción desde los propios protagonistas. El cuerpo indispensable de ideas compartidas está conformado por distintas teorías políticas, que “se reflejan en las concepciones que las colectividades tienen del mundo y de sí mismas, y ayudan indirectamente a interpretar constelaciones de intereses sociales, horizontes de aspiraciones y expectativas” (Habermas, 1987, p. 201).

Los movimientos y organizaciones populares en Venezuela, conscientes de sus vivencias y aspiraciones futuras se ven obligados a ser creativos y reforzar una visión del mundo en el que es capaz de protagonizar cambios en colectivo. La creatividad se manifiesta en la orientación del trabajo, en la coordinación, organización, en la complementariedad de capacidades y en los mecanismos democráticos de decisión, en un proceso de reflexión y construcción colectiva del saber en beneficio común (Alves, 2018). Salirse del orden establecido y emprender un camino autónomo no es tarea fácil: implica un camino que empieza y termina en el enfrentamiento (Rauber, 2017). Donde se hallarán “acuerdos y desacuerdos entre revolucionarios, estimulados por el empeño en construir nuevos y diferentes espacios de poder, desde abajo, desde los territorios y a partir de la participación plena de los sujetos concretos” (Rauber, 2018, p. 33). El nuevo sujeto político concibe la verdad como una construcción histórica social en permanente recreación para rescatar y revalorizar su identidad histórica-cultural y territorial diversa. Esto les confiere a las organizaciones de nuevo tipo un carácter flexible para transformarse en el mismo proceso de transformación de la realidad y de evitar la segmentación creada y la negación de la historia que genera el capitalismo.

Organización y articulación de comunas hacia la ciudad comunal

El socialismo, decía Chávez (2009, pp. 4-5) surgirá desde las bases, “no se decreta esto; hay que crearlo. Es una creación popular, de las masas (…). La comuna es el espacio donde vamos a engendrar y a parir el socialismo desde lo pequeño. Grano a grano. Piedra a piedra se va haciendo la montaña”. Desde esta perspectiva, afirma Alves (2018) “la comuna es un camino y un fin”. En la creación de lo nuevo el camino va desmercantilizando la vida cotidiana, descolonizando el pensamiento-acción y democratizando la “gestión de la sociedad en manos del poder popular” (p. 607).

La comuna en la RB es la organización de base popular, constituye una unidad comunidad-hábitat-territorio para la reproducción de vida integral comunitaria hacia una nueva sociedad. Rompe “con la división social del trabajo –campo-ciudad y otras derivadas de ella– impuesta por el capitalismo histórico y que ha deshumanizado la vida en sociedad y su relación con sus hábitats compartidas” (Alves, 2018, p. 607). Constituye la célula básica que conforma un nuevo tejido social de la organización y gestión social para el buen vivir, en convivencia solidaria, integrando lo socio-productivo, lo político y lo cultural. Entramado que rompe con la dispersión y fragmentación para rescatar la condición gregaria del ser humano. Esta integración y complementariedad humana para la vida se logra articulando redes espaciales en búsqueda de un equilibrio socio-territorial; que se logra desplazando la visión tradicional del trabajo como factor de dominación y supeditación al capital por una concepción de trabajo productivo solidario y colaborativo, orientado al bien común.

Las formas orgánicas obrero-populares más emblemáticas en la construcción de una sociedad postneoliberal y decolonial en Venezuela se sintetizan en dos experiencias básicas: las comunas y su articulación hacia el estado comunal y la creación de un socialismo productivo desde la clase trabajadora como protagonista. Destacando que “el tema de la comuna tiene que ser transversal, llama a todos los ámbitos” (Chávez, 2009, p. 5).

La comuna  redimensiona el accionar al abrir espacios colectivos de intercambio solidario y sana convivencia; integrando la socio-producción a un territorio compartido, histórica y culturalmente, con identidad y sentido de pertenencia.

La diferencia entre las comunas urbanas y rurales está en las actividades socio-productivas posibles y modos de articulación y complementación entre éstas. La potencia constitutiva de la comuna está en la fuerza colectiva de sus miembros y en la forma de relacionarse con el espacio vital. La comuna debe velar por el buen funcionamiento de las unidades productivas –agrícolas, industriales o de servicio– de su entorno territorial: activarlas, recuperarlas, hacerlas para productivas e integrarlas territorialmente, a la red producción-distribución-intercambio-consumo, que implica el cambio de régimen de propiedad social o comunal y articulación con las comunidades de su entorno local, estadal, nacional e internacional. Esto cambia, según Zibechi (2007), la visión de la tierra sólo como medio de producción y se va convirtiendo en un espacio de construcción colectiva de “una nueva organización social, donde los nuevos sujetos se instituyen, instituyendo su espacio, apropiándoselo material y simbólicamente” (p. 26).

Para finales de 2019 estaban registrados en Venezuela unos 40.000 consejos comunales (base de las comunas) y 3.173 comunas (I CICMSPP, 2019) que se van articulando territorialmente para formar ciudades comunales. Como marco jurídico y financiación de proyectos (de desarrollo) se creó en 2009 la ley de los Consejos Comunales, y en 2010 la Ley Orgánica del Poder Popular, y las leyes de la Comunas, del Sistema Económico Comunal y de Contraloría Social, para completar las bases jurídicas del poder popular.

Una meta estratégica de las comunas es lograr el desarrollo de una economía propia, articulada y organizada bajo lógicas de autogestión, dirigidas por el autogobierno que debe regir de manera participativa sobre el territorio comunal (Teruggi, 2019). Responde a la crisis actual y a la motivación de crear organizaciones para el buen vivir, en armonía con el entorno. Afortunadamente, Venezuela posee “variedad de regiones biogeográficas: andina, amazónica, orinoquense y caribeña (González, 2002), así́ como recursos genéticos y conocimientos aborígenes y campesinos que nos dotan de una amplia diversidad agrícola, potencialmente aprovechable” (Bravo, Arteaga y Herrera, 2017, p. 348). Esta realidad ha permitido un buen desarrollado de las comunas en Venezuela a pesar de las grandes limitaciones financieras. En el caso de la urbanas se derivaron de las unidades de producción agrícola urbana (UPAUs), de trabajo colectivo en patios productivos, rescate y conservación de la agro diversidad y generación de abonos orgánicos. Se combina la creatividad y memoria campesina para propiciar conexiones entre estos espacios populares y el campo, proporcionando vínculos entre lo urbano y lo rural (Alban, Arteaga y Herrera, 2017).

Integrantes de la Comuna Socialista El Maizal en plena cosecha de maiz

En el 2009, en un programa de “Alo Presidente”, se conoció ampliamente una de las experiencias más relevantes en la construcción comunal en Venezuela: El Maizal. “Era el momento de la revolución en el cual nacía y cobraba fuerza la estrategia comunal (…) donde Chávez ahondó acerca de la construcción de las comunas”. Nadie sabía construir comunas, y la práctica iba enseñando y aprendiendo de los errores y aciertos, y en poco tiempo se evidenció un crecimiento en “dos pilares: el político y el económico, es decir, autogobierno y autogestión, claves de toda construcción comunal” (Teruggi, 2018, p. 2). Ésta unifica territorios de estados distintos para gestionar 2.200 hectáreas; 800 se aprovechan para la siembra, principalmente de maíz (Alba TV, 2019). Se ha convertido en referencia por los avances y aportes, y por su actitud crítica hacia instancias del Estado que coloquen obstáculos para su desarrollo. En el nivel local se ha hecho evidente la lucha por el poder, por aceptar la autonomía creciente de las comunas, en una cultura política donde el “cargo” es sinónimo de poder. Esta actitud contradice el mandato constitucional que señala que: “la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo” directa o indirectamente (artículo 5 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela).

El Maizal está formada por 22 Consejos Comunales y 17.000 familias que hacen posible tener una variedad agrícola, recuperar la empresa Porcinos del Alba para contar con ganadería y otras de interés para la comunidad. Además, desarrollar programas sociales y construcción de viviendas, liceos, escuelas, entre otras. Este avance demuestra que su productividad y eficiencia es mayor a la que tenía el anterior empresario privado. Cuenta con la Asamblea de ciudadanas y ciudadanos, parlamento, contraloría, legislativo y vocerías por cada área de desarrollo territorial (Teruggi, 2018), similar a las demás comunas. En un escenario de grandes sacrificios evidencia compromiso revolucionario y nivel político-cultural en su sentido democrático y solidario.

Superando dificultades, El Maizal ha logrado mantenerse y elevar su producción de 250 hectáreas sembradas de maíz en 2011, pasó a 600 en 2013 y se elevó a 1.100 en 2016 y 2017, en conjunto con 68 pequeños productores. Es importante destacar que alrededor de la mitad fue financiada con los excedentes de la comuna. En cuanto a ganadería, comenzaron en 2011 con menos de 50 cabezas de ganado y a finales de 2017 contaban con un rebaño de 1.150, que les permitió sostener y ampliar la producción de queso, natilla y carne (Alba TV, 2019). Estos datos, aunque incompletos son referenciales de la contribución real de esta comuna a la localidad y a su entorno y permite inferir, aunque sin precisión numérica, el impacto que pueden tener las más de 3000 comunas a nivel nacional, no solo en su contribución productiva sino en el cambio de cultura del trabajo y de la vida comunitaria, alternativa al capitalismo dominante.

Por otra parte, el intercambio de productos entre comunas se realiza, principalmente, en los mercados populares. Según Teruggi (2019) la comuna de Altos de Lídice (Caracas), complementa exitosamente la dieta, estableciendo relación con comunas del estado Lara (Pío Tamayo, El Maizal), para los rubros de harina y carnes de cerdo y res; y caraqueñas (Panal 2021, ubicada en la Parroquia 23 de Enero de Caracas) para verduras y hortalizas. En la mayoría de las ciudades del país la agricultura urbana se ha desarrollado a distintos niveles de intensidad y organicidad para acceder a alimentos controlados por la industria alimentaria. La relación entre “lo natural” con lo construido permite cambiar el ecosistema dándole sentido vital a muchos espacios estériles para la siembra de alimentos básicos de fácil producción, utilizando técnicas sencillas, que van cambiando la cultura del vivir y compartir.

Las comunas fomentan la agroecología rural, la formación y rescate de la cultura campesina como parte del desarrollo de la soberanía alimentaria y como derecho de generar políticas socio-productivas propias, con el acompañamiento del Gobierno, para garantizar calidad y suficiencia a la población. Esta economía comunal-local y de proyección territorial rompe las fronteras creadas por la economía de mercado, para integrar territorios y pueblos.

El crecimiento de las comunas en cantidad e integración es notorio, sin embargo, se mantiene una dispersión que debilita su esfuerzo, de allí que la Corriente Revolucionario Bolívar y Zamora (CRBZ)1) impulsara en 2019 la creación de la Plataforma Popular Socialista Comunera a nivel nacional. Comenzaron integrando esfuerzos con la Comuna El Maizal, la Fuerza Patriótica Alexis Vive (Comuna El Panal 2021) y la propia CRBZ (cuyos miembros pertenecen a diversas comunas campesinas y urbanas). La idea ha permitido compartir diagnósticos desde la diversidad de perspectivas, historias y experiencias concretas, para asumir los desafíos del pueblo venezolano en la Revolución (CRBZ, 2019). Este esfuerzo ha venido tomando forma en el avance de una unidad social-popular orgánica entre los diversos movimientos revolucionarios comuneros.

Construyendo el socialismo productivo

Durante la RB las luchas de la clase trabajadora han sido notables. Por la importancia política, en su forma orgánica para actuar se destacan: (1) la puesta en marcha de la industria petrolera, luego del paro-sabotaje que paralizó la producción en 2002-2003; (2) la recuperación de empresas inoperativas bajo control obrero, de gran diversidad a nivel nacional, desde 2003 hasta la fecha; (3) el proceso de cogestión revolucionaria en ALCASA, liderado por Carlos Lanz, en 2005-2007 y (4) el Plan Guayana Socialista (PGS) que arrancó en 2009, para ir transformando las empresas básicas en socialistas (más de 17). Experiencias significativas en la profundización de la RB y en la construcción del socialismo (Primo, 2020). Según el autor, en el marco del PGS se formaron más de 5000 trabajadoras y trabajadores de las empresas básicas para gestionar la producción y elevar la creatividad en la resolución colectiva de problemas de la producción. Incluía la formación para propiciar el control obrero, conformar consejos de trabajadores y trabajadoras, con autonomía colectiva creciente, vinculados a la vida cotidiana. De estas experiencias se pueden destacar:

  1. El Movimiento Nacional por el Control Obrero y los Consejo de Trabajadoras y Trabajadores (MNCOCT) se conformó en 2010 con algunos de los militantes del PGS, a partir del principio de control obrero y la concepción de la teoría crítica emancipadora como herramienta para conocer la realidad a transformar. Este ejército de mujeres y hombres rebeldes comprometidos con la RB fue capaz de crear organización nacional para promover y apoyar el control obrero en múltiples empresas. Compartiendo experiencias concretas y debates abiertos de razonamiento crítico, con voceros a nivel nacional, que contribuyeron a creación de teoría desde la acción y orientación del trabajo desde una cosmovisión solidaria y con visión de poder. Esto elevó la confianza en la propia fuerza de la clase trabajadora para incidir en el cambio deseado (Primo, 2020)
  2. El Ejercito Productivo Obrero (EPO) se conformó en 2016 motivados a dar respuesta a falta de repuestos y herramientas para hacer el mantenimiento de las unidades productivas a nivel nacional, generada por la guerra económica que ha golpeado fuertemente el aparato productivo venezolano. Muchos de sus miembros fueron formados políticamente en el PGS y con experiencia en el área de mantenimiento. De este modo, “Un grupo de obreros de las industrias básicas de Guayana decidió juntarse y organizar jornadas de trabajo voluntario para reactivar medios de producción paralizados” (Vaz, 2020, p. 1). Con más de 2000 trabajadores el EPO ha ganado 14 batallas productivas en empresas e instituciones del Estado y comunas campesinas (Martorano, 2019).

Integrantes del Ejercito Productivo Obrero recuperando equipos en INATUR, mayo 2019

En un reportaje que hiciera Jessica Dos Santos (2020) por RT se especifican los logros alcanzados en estas 14 grandes empresas que incluyen plantas de harina, empaquetadoras, o empresas de gas. Una de las batallas más épicas fue en el Complejo Refinador de Amuay, en Paraguaná (estado Falcón). En la tabla 1 se sintetizan estas empresas y la descripción de actividades realizadas.

Tabla 1: Batallas productivas obreras
Empresa recuperada Descripción de actividades
La Gaviota Planta de Harina de pescado
Maquinarias Barinas Arranque y puesta a punto del cuarto de mecanizado.
Planta madre Wanaguanare Maquinaria de corte, mecanizado, soldadura, electricidad y matricería.
Industria Nacional de Artículos de Ferretería Planta de arena, laboratorio y máquina de cascarilla.
Gas comunal Cacique Tamanaco Fabricación de cilindros de 10Kg, 18Kg y 43Kg, tanques estacionarios y tanques para cisternas.
La Gaviota Segunda Fase Optimización de las áreas de recepción de sardina.
El Gigante Chávez Mezcladora, empaquetadoras, compresores y aire acondicionados.
Gas comunal Antonio José de Sucre Fabricación y reparación de cilindros de 10Kg, 18Kg y 43Kg
Gas comunal Renovadora Chivacoa Reparación de cilindros de 10Kg, 18Kg y 43Kg
Refinería Amuay (PDVSA) Compresores de hidrógeno y vapor. Máquinas de soldar y ambulancia.
Centro de Refinación Paraguaná (PDVSA) Refigeradores, maquinaria, para siembra, y redes eléctricas.
Instituto Nacional de Turismo (INATUR) Dos ascensores, sistema de refrigeración, generador eléctrico, bomba de agua, 4 automóviles y sistema de alumbrado.

Fuente de datos: Dos Santos (2020)

Estas y otras experiencias destacadas demuestran una praxis revolucionaria de múltiples sentidos y vivencias en la construcción de lo nuevo, en permanente tensión. Sus protagonistas actúan democráticamente y se articulan con otras formas orgánicas del movimiento obrero-popular en general (Primo, 2020). Esto revierte la fragmentación que debilita la fuerza del movimiento e induce a la organización a resolver problemas de trabajo y de vida, usando su creatividad e inventiva individual y colectiva.

En el proceso revolucionario venezolano el “ejercicio constante de “reinventar” se refleja también en la práctica. Nuevas formas, iniciativas e instituciones varias se cruzan al mismo tiempo que son propagadas y nuevamente desechadas” (Azzellini, 2012, p. 14). De esta forma surgieron en 2017 los Consejos Productivos de Trabajadoras y Trabajadores (CPT) en una nueva etapa vivida en el PGS de fuertes restricciones económicas, faltas de insumos y bienes de capital que repercutió en la productividad. Los CPT es la organización nacional para la construcción del socialismo productivo. Conformada por trabajadoras y trabajadores como vanguardia revolucionaria de la clase, con presencia en todos los sectores de la Agenda Económica Bolivariana. El movimiento cuenta con una conciencia creciente en la lucha productiva y en construcción del socialismo bolivariano, entre quienes trabajan de verdad; además, de una clara concepción de la gestión socialista2–directa y democrática, mediante un liderazgo compartido–, y un cuerpo combatiente para asegurar la producción (Piñate3, 2020). Se van conformando con trabajadoras y trabajadores de las empresas, un representante de la Milicia Nacional Bolivariana y un profesional militar de la Zona Operativa de Defensa Integral de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana para cada empresa. Esta unidad cívico-militar responde a la situación de guerra no convencional a la que está sometida Venezuela.

El ambiente de trabajo está cargado de incertidumbre, contingencia y obstáculos para desentrañar la realidad de opresión y sus mecanismos de preservación. La clase organizada en los CPT ha ido descubriendo contradicciones y conociendo condiciones y circunstancias en las que se desarrollan, y con ellas posibilidades y potencialidades de superación para enfrentar amenazas en la lucha por el cambio. Por eso, se convirtieron en una necesidad y una opción en el marco de la Gran Misión Abastecimiento Soberano, de forma que contribuyera a elevar la producción nacional, con importantes niveles de productividad en la mayor parte del aparato productivo venezolano. Esto involucra problemas logísticos, insumos, financieros y de organización del trabajo. Para darle base legal a los CPT, la Asamblea Nacional Constituyente aprobó, el 30/01/2018 la Ley Constituyente de los Consejos Productivos de Trabajadoras y Trabajadores. “Esta Ley Constitucional representa un nuevo hilo conductor experiencial que permitirá llevar a todo el movimiento obrero-popular a defender la seguridad alimentaria, gestionar la producción, pero además la sociedad toda” (Primo, 2018, p. 1)

Esto nos hace considerar la vinculación reciproca de dos miradas entre lo local y lo global para la comprensión de la actualidad, y la construcción de alternativas, que le confiere una dimensión vital al desarrollo autónomo del poder popular en los distintos ámbitos de la vida en sociedad. Como dice Bringel (2010, p. 96) concebir la soberanía alimentaria (y en la acción colectiva transnacional contemporánea, de forma más general), en la que se vincula el pensar-actuar y lo local-global, no como esferas distintas y opuestas, sino complementarias y en continua tensión. En este sentido, “la soberanía alimentaria se ha convertido en un eje central para la construcción de un internacionalismo renovado en tiempos de múltiples crisis” (Alves, 2018, p. 593)

Los Consejos Productivos de Trabajador@s (CPT) en PDVSA han luchado por estabilizar la producción petrolera

La formación, capacitación y debate colectivo tiene prioridad para construir un pensamiento de la clase en la construcción del socialismo, por lo que se han creado los mecanismos para construir saberes en la lucha y en la resistencia productiva. Su carácter de vanguardia se va apreciando en la praxis social y en la lucha para enfrentar la guerra económica que ha ocasionado un gran daño a la nación y en especial al pueblo trabajador. Según Piñate (2020) en la actualidad están constituidos 2.208 CPT en las industrias, de los cuales, más de la mitad funcionan en las empresas de alimentos. En estas estructuras se discute, elabora propuestas, soluciones y correctivos; además se evalúa, prioriza y se decide. Alrededor de 1.700.000 trabajadores están garantizando la producción y el funcionamiento de bienes y servicios esenciales.

El presidente Maduro asumió la responsabilidad de garantizar el buen funcionamiento de los CPT, en el acompañamiento y apoyo financiero para garantizar los proyectos, dentro de las limitaciones presupuestarias. Realiza y coordina reuniones periódicas con dirigentes y con el Ministerio del Poder Popular para la Proceso Social del Trabajo, quién registra la creación y desarrollo de los CPT, y ofrece lineamientos teórico-prácticos en función de la agenda productiva, en coherencia con la gestión productiva y de seguridad para la construcción del socialismo bolivariano. En la última reunión de trabajo con el presidente, según Piñate (2020) los CPT ofrecen importantes logros entre los que se destaca: un nuevo laminador en la producción de aluminio, la recuperación de cuatro hornos de calentamiento de crudo en el sur de Monagas y de plantas de petróleo liviano a norte del estado, además, de significativos aportes en el sector agroalimentario, químico-farmacéutico, higiene y aseo, construcción, etc. Asimismo, se destaca el éxito del trabajo conjunto entre distintos CPT para compartir experiencias y saberes que elevan la eficiencia revolucionaria.

Todas estas formas orgánicas parten de la premisa de que la organización política y social es un proceso histórico, expresado en las relaciones sociales que establecen uno o más colectivos asociados intencionalmente por intereses comunes en las luchas anticapitalistas y anticoloniales. Intereses que se visualizan en ideas, métodos, programas y acción política; estableciendo así una unidad teórico-práctica de los sujetos participantes de la praxis revolucionaria (Primo, 2020). Se trata de descubrir las claves del método de acción usado, en diferentes y variados contextos histórico-culturales de la RB, que le ha permitido descubrir la dinámica de realidades concretas, y las posibilidades objetivas y subjetivas de incidir en estas de modo programado. Es una manera racional y substantiva de aprovechar saberes coextensivos a la vida para prefigurar el porvenir, vinculando lo local y lo global para construir alternativas que desarrollen el poder popular en los distintos ámbitos de la vida en sociedad.

Conclusiones

Los sujetos colectivos de lucha en la RB crean nuevas formas orgánicas de gran diversidad sectorial y territorial en un proceso de politización creciente, cada vez más conscientes de su objetivo estratégico de transformación social. Estas experiencias de creación de espacios de producción de vida y de futuro han conformado nuevas subjetividades de una nueva cultura obrera-popular que emerge de la praxis revolucionaria de resistencia y creación de un cambio sistémico. La potencia de su poder constituyente implica un desafío al carácter mundial y globalizador del capitalismo que desconoce toda forma de diversidad cultural e histórica de la sociedad. Se trata de una apuesta a futuro que hay que construirla siempre en contracorriente. Con flexibilidad en la acción entre lo que se niega o rechaza y claridad critica en el proyecto/nación o proyecto/comunidad.

Sus orígenes y antecedentes histórico-culturales se enmarcan en el proceso constituyente-constituido en sus diferentes momentos, que se complementan para potenciar el poder obrero-popular en la creación de una sociedad no capitalista. La praxis revolucionaria se va logrando con la autogestión en los procesos socio-productivos y eliminando todas las formas de discriminación política, social y cultural, que superen la mercantilización y alienación de trabajo capitalista. Así, producir un cambio de correlación de fuerzas para la toma del poder en un proceso revolucionario, en lucha permanente, que construye una sociedad más justa, igualitaria y solidaria.

En la RB “la rebelión de los trabajadores en contra del capitalismo no es reducible a la lucha de clases”. Es también el rechazo a la enajenación a la que se está sometido, a las condiciones de vida para la reproducción de la existencia (Amín, 2001b, p. 60). La dinámica defensiva-ofensiva permanente permite avanzar sorteando las dificultades y los ataques externos e internos en un proceso histórico-dialéctico propio de la creación de lo nuevo.

La construcción del Estado Comunal como horizonte de lucha requiere de la creación de un Socialismo Productivo en las comunas, como experiencia colectiva de transformar-transformándose en la que se va construyendo una convivencia solidaria. Esto implica procesos de desmercantilización de la vida cotidiana, el respeto a la diversidad política-cultural y el aprovechamiento de las capacidades, saberes y la firme voluntad de cambio. Se integra lo político a lo socioeconómico para la articulación creciente de un tejido social, cada vez más amplio, convertido en poder popular activo y consciente; que orienta la diversidad histórico-cultural al buen vivir. La memoria histórica y experiencia de vida se conjugan en diversas formas de organización comunal-social orientadas a una vida digna, arraigada a sus territorios y sus mejores tradiciones culturales en sana convivencia.

 

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(Publicado en Observatorio de Trabajadores en Lucha, el 24 de mayo de 2021)


NOTAS:

  1. La Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora (CRBZ) es un movimiento político-popular comprometido con la RB, para la construcción de una sociedad más justa y democrática en la que sea una realidad el buen vivir de la gente (CRBZ, 2021 

  2. Aprobado en el Congreso Constituyente de la Clase Obrera en 2018 

  3. Ministro del Poder Popular para la Proceso Social del Trabajo 

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