Por la unión de los países antiimperialistas y de las poblaciones antiimperialistas. Agustín Velloso
Este artículo tiene su origen en el grupo de WhatsApp Comité Solidaridad Palestina, radicado en Nicaragua, con 80 participantes de varios países. En un comentario del 23 de noviembre de 2023, se lee la contribución de Tomás Mayorga, que sigue a continuación entrecomillada, a la que contesto después.
«Como Sandinistas, victimas históricos del salvajismo yankee estamos obligados a solidarizarnos con el pueblo palestino, con sus niños cuando recordemos a Luis Alfonso Velázquez Flores y a Manuel de Jesús Rivera «La mascota», con sus mujeres cuando recordemos a Luisa Amanda, Arlen, Mildred, Angelita, con sus intelectuales cuando recordemos a Ricardo Morales, con sus médicos cuando recordemos al Dr. Alejandro Dávila Bolaños, Oscar Danilo Rosales, cuando recordemos los 50 mil nicaragüenses asesinados por la Guardia somocista con armamento israelí, estamos obligados a gritar «Basta ya» a los crímenes del sionismo y sus padrinos contra el pueblo palestino, es un deber moral y una obligación casi biológica.»
Triste recordatorio pero obligado, porque lamentablemente hay muchas guerras regionales y locales, así que siempre hay agresores y agredidos, asesinos y víctimas.
Si escasean, no pasa nada, para eso existe Estados Unidos y sus cómplices siempre listos para conseguir que la maldad prevalezca en diferentes partes del mundo. El canal chino de noticias CGTN, China Global Television Network (en español: https://espanol.cgtn.com/ – 23-12-2021) se pregunta: “¿Por qué Estados Unidos ha estado en guerra durante 228 de los últimos 245 años?”
El propio canal se responde: “Desde 1776, Estados Unidos solo ha estado en paz durante 17 años”. Añade que “desde el principio, Estados Unidos fue a la guerra por dos cosas: Primero, defender o expandir su territorio. En segundo lugar, hacer negocios sin restricciones, a menudo abreviado como libertad”.
“La guerra es buena para los negocios, y la guerra es un buen negocio, especialmente para los Estados Unidos del siglo pasado. A Estados Unidos le encanta hablar de paz. Pero todo lo que conoce es la guerra. ¿Puede Estados Unidos cambiar sus formas? La historia sugiere que no. Pero los aliados de Estados Unidos, nuevos y viejos, deben esperar contra toda esperanza que Washington haya aprendido algo de sus desastres en Afganistán, Irak, Siria y Vietnam, y no arrastrará al mundo a otra lucha costosa, inútil e imposible de ganar.”
Finalmente, concluye que “después de luchar durante 228 de los últimos 245 años, tal vez sea hora de que los soldados estadounidenses dejen sus armas durante al menos algunos años.”
Esto es un riesgo para todos sus habitantes por la enorme fuerza bélica que se aplica hoy, día tras día. La guerra en Gaza está en vigor y siguen los bombardeos, que es lo que favorece a Israel para poder eliminar a los palestinos y destruir al máximo sus condiciones de vida. Cada vez más la tregua parece una torticera excusa para seguir matando. Lo harán a buen ritmo y vuelta a empezar.
Por eso es justo y necesario obligar a Israel y a Estados Unidos a cesar todas sus agresiones, que van desde el bloqueo, las sanciones, los atentados, la guerra en todas sus especialidades, hasta utilizar a países débiles o a gobernantes corruptos, para llevarles a una guerra de ‘picadora de carne’, como la que lanzó el Occidente colectivo en Ucrania en 2013.
Solamente mediante la conciencia de clase y la práctica de la solidaridad entre los pueblos se puede ejercer presión a los gobiernos mal llamados democráticos, que están obligados por la Carta de las Naciones Unidas, la declaración de los Derechos Humanos y el resto de los instrumentos de derecho internacional. Es preciso apoyar y votar a partidos políticos limpios, cuyos dirigentes se comprometan con una política internacional de respeto mutuo y colaboración de bona fide.
Hay que presionar a los políticos en tiempos electorales, para que se comprometan a legislar con la mirada puesta en la justicia internacional, de forma que todos los países se beneficien de la justicia y -en consecuencia- de la paz. Es irrefutable que ningún país del mundo está seguro con Estados Unidos, la OTAN, la UE y otros piratas menores.
Hay que agradecer y celebrar la valentía de países acosados como Nicaragua, Cuba, Venezuela y otros, que denuncian en su propia casa y también en los foros internacionales a los imperialistas y sus lacayos. El mundo entero no debe seguir aceptando que Occidente derrame impunemente más sangre, destruya países sin cesar, tampoco que explote para sí mismo los recursos del planeta.
Es preciso que Rusia, China y otros países dispuestos a dar la cara, convoquen una reunión tan pronto como puedan para planificar una política antiimperialista en todo el planeta, con el fin de evitar el suicidio de la Humanidad al que nos envía el imperialismo a toda la población mundial.
Es preciso elaborar una política internacional consensuada por los países antiimperialistas que planifique unas acciones de castigo a los agresores. Pueden ser, entre otras, embargo de los insumos y bienes que más necesitan los imperialistas, el petróleo, las materias primas, en particular las tierras raras, la suspensión del comercio y de cualquier cooperación en el mayor número de capítulos económicos posible y en otros importantes en el ámbito internacional.
Hasta aquí he llegado dispuesto a seguir con una ‘propuesta’. Buscando en Internet he dado con una buena explicación de Jason Hickel, antropólogo y economista, titulada: “La era del imperialismo no ha llegado a su fin, pero nosotros podemos acabar con ella”, publicada el 15 de diciembre de 2021, en la web de EspaiMarx. El texto entero está en https://espai-marx.net/?p=10900
A continuación lo reproduzco, extractado, traducido y entrecomilladas las partes que creo se ajustan más al objetivo del resto del artículo. Dejo constancia de su autoría y el enlace para su lectura completa.
«La clave que hay que entender es que, bajo el capitalismo, el «crecimiento» no consiste en aumentar la producción para resolver las necesidades humanas. Consiste en aumentar la producción para extraer y acumular beneficios» Este es el objetivo primordial para los países situados en los puestos bajos del Índice de Desarrollo Humano o simplemente pobres de necesidad.
«Como señalan los economistas indios Utsa Patnaik y Prabhat Patnaik, el crecimiento capitalista exige una estructura imperial (que es su) característica estructuralmente necesaria. El imperialismo garantiza que los insumos sigan siendo baratos, y mantiene así las condiciones para la acumulación de capital. Pero también apuntala la frágil tregua entre clases. Concretamente, en los trabajadores y productores del sur global. Desde el ascenso del movimiento obrero a finales del siglo XIX, las concesiones del capital a las clases trabajadores en Europa y los Estados Unidos han sido posibles en gran parte gracias al imperialismo.»
«Esta estructura se vio sometida a tensión a mediados del siglo XX con movimientos radicales antiimperialistas en el sur global. Tras ganar la independencia política, muchos gobiernos del sur se propusieron desmantelar los sistemas coloniales de extracción.»
«Resulta que el capitalismo no puede funcionar durante mucho tiempo bajo condiciones de justicia global. Unos salarios justos y la descolonización son compatibles con una economía que funcione, pero no son compatibles con la economía capitalista en funcionamiento, porque limitan las posibilidades de acumulación de capital.»
«Para hacer frente a la crisis de la década de los 70, los estados del núcleo derrocaron a líderes progresistas en el sur global, Mossadegh en Irán, Arbenz en Guatemala, Sukarno en Indonesia, Nkrumah en Ghana y Allende en Chile y los reemplazaron con regímenes mucho más proclives a los intereses económicos del norte. Pero el golpe final lo dieron el Banco Mundial y el FMI, quienes durante la década de los 80 y los 90 impusieron programas de ajuste estructural (PAE) neoliberales en toda la región. El control sobre la política económica (se desplazó) de los parlamentos nacionales del sur a tecnócratas en Washington y banqueros en Nueva York y Londres, terminando la breve era de soberanía económica. Los PAE desmantelaron las protecciones sobre el trabajo y el medio ambiente, privatizaron los servicios públicos y recortaron el gasto público, revirtiendo las reformas del movimiento anticolonial de un plumazo.»
La impresionante ascensión económica de China y la guerra de agresión fallida de Estados Unidos, la OTAN y otros asociados, librada en Ucrania, pero dirigida contra Rusia, por una parte y por otra «que el cambio climático y el colapso ecológico están empezando a socavar las condiciones de producción en la masa terrestre tropical. Esto se está empezando ya a manifestar con el caos climático asolando partes de América Central, Oriente Medio y el Norte de África, impulsando la dislocación social y el desplazamiento humano.»
«Esto es un problema para el capital, porque el crecimiento en en norte global depende completamente de la producción en el su global, y depende completamente de la tierra y recursos del sur, hoy lo mismo que durante el periodo colonial.»
«Hay dos posibilidades obvias. Una opción es recortar los salarios en los estados del núcleo, triturar el sistema de bienestar y privatizar los servicios públicos, todo lo cual ayudaría a abaratar los insumos y a abrir nuevas fronteras para la acumulación, dando un respiro al capital.»
«Conscientes de este peligro, los políticos buscarán promover narrativas antiinmigrantes y de nacionalismo blanco. Al dirigir los agravios de la clase trabajadora hacia un ‘otro’, consigue que la gente acepte su propio empobrecimiento, mientras puedan sentir una afinidad con la clase dominante sobre la base de la raza, y sentirse superiores a gente de color que es mantenida en condiciones más miserables que las suyas.»
«La segunda opción es que los estados del núcleo redoblen su apuesta por el imperialismo. No es difícil imaginar nuevas rondas de invasión y ocupación con el objetivo de forzar a que los precios del sur bajen.»
«Sin embargo, hay una alternativa para terminar con esta historia. Si los estados del núcleo cambian a un modelo económico postcrecimiento y postcapitalista –en otras palabras, si abandonan el imperativo del crecimiento y limitan la acumulación de capital– se eliminaría la necesidad de austeridad e intervenciones imperialistas. Este es el poder de la transición postcrecimiento: nos liberaría a todos, tanto al norte como al sur, de las intervenciones depredadoras necesarias para mantener la acumulación de capital.»
Creo que Jason Hickel no previó la guerra como tercera alternativa. Desconozco la razón, es lo de menos. En todo caso, el artículo de Hickel me ha parecido tan interesante y coincidente con mi pensamiento, que lo uso para completar el mío.