ArtículosMundo árabe/musulmán

¿Por qué el imperialismo ha convertido a Somalia en un país fallido?. Iñaki Urrestarazu

Somalia en la era Bandung (1955-1981) y del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL)

El siglo XX es el de la primera ola de grandes revoluciones conducidas en nombre del socialismo (Rusia, China, Vietnam, Cuba) y de la radicalización de las luchas anticoloniales y de liberación de Asia, África y América Latina (las periferias del sistema imperialista/capitalista) cuyas ambiciones se expresan a través del “proyecto de Bandung” (1955-1981)

La Conferencia de Bandung (antigua capital de Indonesia) celebrada del 18 al 24 de abril de 1955, expresó la voluntad de las naciones de Asia y África para reconquistar su soberanía y completar su independencia a través de un proceso de auténtico desarrollo coherente e independiente para el beneficio de todas las clases trabajadoras. En 1955 la mayoría de los países de Asia y Oriente Medio había reconquistado su soberanía en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial (en América Latina lo habían logrado básicamente en el siglo XIX), mientras que, en otras partes, en África en particular, los movimientos de liberación estaban en lucha para lograr ese objetivo.

Como recordaron los líderes de Bandung, la conferencia fue la primera reunión internacional de naciones no europeas cuyos derechos habían sido negados por el colonialismo/imperialismo histórico de EEUU y de Occidente. A pesar de las diferencias de tamaño, del trasfondo cultural y religioso y de las trayectorias históricas, estas naciones rechazaron juntas el modelo de globalización colonial y semi-colonial que las potencias occidentales habían construido para exclusivo beneficio propio. Pero Bandung también manifestó la voluntad de las naciones de Asia y África de completar la reconquista de su soberanía, al entrar en un proceso de auténtica y acelerada búsqueda de desarrollo endógeno, que es la condición para participar en la conformación del sistema mundial en igualdad de condiciones con los estados de los históricos centros imperialistas.

Conferencia de Bandung

 

Como dijo el presidente Sukarno en su discurso, la conferencia congregó a países que habían optado por diferentes vías respecto a las formas y medios para alcanzar sus objetivos de desarrollo. Algunos como China, Vietnam del Norte, Corea del Norte y Cuba y en cierto modo también, en África, Angola (bajo MPLA, marxista-leninista de 1977-1991), Mozambique (bajo FRELIMO, República Popular de Mozambique y marxista-leninista de 1975-1990), Etiopía (Haile Mariam Mengistu, 1987-91) y Congo Brazzaville (República Popular 1968-1992), optaron por lo que llamaron “el camino socialista” inspirado en el marxismo. Otros concibieron formas nacionales y populares específicas combinadas con reformas sociales progresistas (lo que podría ser identificado como proyectos “nacionales/populares”). Los ejemplos incluyen a una  larga lista de países como la Indonesia de Ahmed Sukarno (1945-65) y la India de Jawaharlal Nehru (1947-64) en Asia, y en África, el Egipto de Gamal Abdel Nasser (1954-70), la Argelia del FLN (1962- ), la Libia de Muamar el Gadafi (1969-2011), el Senegal de Leopold Sédar Senghor (1960-80), la Kenia de Jomo Kenyatta (1964-78), la Tanzania de Julius Nyerere (1964-85), la Ghana de Kwame Nkrumah (1957-66), la Zimbabwe de Robert Mugabe (1987-2017), la Guinea de Sekou Touré (1958-84), la Zambia de Kenneth Kaunda (1964-1991), la Mali de Modibo Keita (1960-68), la Somalia de Mohamed Riad Barre (1969-82; 1982- 92), además de Sudán, Madagascar, Cabo Verde, Guinea Bissau…Todos estos países dieron prioridad en algún momento a la diversificación e industrialización de sus economías, para salir de su confinamiento a permanecer como productores/exportadores de productos agrícolas y mineros. Todos ellos consideraban que el Estado tenía que asumir una mayor responsabilidad en el control del proceso y que había de jugar un papel en la planificación del mismo.

También consideraron que sus objetivos (en particular, su ingreso a la era industrial) podían eventualmente entrar en conflicto con las lógicas dominantes del sistema mundial, pero que estaban en una posición como para presionar al sistema global para que acoja sus demandas.

Bandung dio origen al Movimiento de Países No Alineados (MNOAL). La Unión Soviética se puso del lado de MNOAL. Bandung y el MNOAL fueron combatidos por los países imperialistas. Las fuerzas reaccionarias locales organizaron en ocasiones golpes de Estado, con el apoyo de intervenciones extranjeras, poniendo fin a una serie de sistemas estatales y experiencias populares nacionales inspiradas en Bandung (en Indonesia, Egipto, Mali, Ghana y muchos otros países). A ello se añadieron las contradicciones internas surgidas en diversas de estas experiencias populares nacionales (derivas autoritarias, derivas ideológicas, corrupción, falta de continuidad de los proyectos, mala gestión, bloqueos de la oposición…) que condujeron también al agotamiento y finalización de muchas de estas experiencias y su reconducción en función de los intereses del imperialismo.

En Argel, en 1974, el MNOAL, formuló un programa coherente y razonable (el Nuevo Orden Económico Internacional) para que los países del Norte asumieran sus requerimientos de desarrollo en los países del Sur. Pero estas propuestas fueron totalmente rechazadas por las potencias occidentales, y lo que es más, el imperialismo lanzó una gran contraofensiva cuyos objetivos fueron formulados en 1981 en la reunión del G-7 de Cancún, cuando Reagan declaró que “sabemos lo que necesitan mejor que ellos mismos”. Se refería a los ajustes estructurales unilaterales, el desmantelamiento de los sistemas productivos nacionales, las privatizaciones, liquidación de las políticas sociales, desregulación del mercado del trabajo, la apertura del saqueo financiero, el pillaje de los recursos naturales y la dependencia absoluta respecto de Occidente, es decir el llamado “consenso de Washington”.

El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en Argel, con el Presidente argelino Houari Boumedien (centro) y Josip Broz Tito, Jefe de Estado, de la ex Yugoslavia (en el extremo derecho).

No hay necesidad de recordar las trágicas consecuencias asociadas al despliegue del nuevo orden mundial imperialista para las sociedades de los tres continentes, incluido África: por un lado, la superexplotación de mano de obra barata en las industrias deslocalizadas controladas por las multinacionales y la terciarización a través de industrias y servicios de propiedad local; por otro lado, el saqueo de los recursos naturales locales para el beneficio exclusivo de mantener la opulencia y el despilfarro de las sociedades del Norte. Estos recursos no consisten sólo en petróleo, gas y minerales, sino que incluyen, cada vez más, las tierras agrícolas, el bosque, el agua, la atmósfera y el sol. En este sentido, ahora ha pasado a primer plano la dimensión ecológica del reto. Este patrón de “desarrollo” ha generado un dramático desastre social: aumento de la pobreza y la exclusión, la transferencia de la población rural desposeída a barrios o lugares marginales y actividades de supervivencia informales, el desempleo, especialmente en la juventud, la opresión de las mujeres, etc. Los sistemas productivos nacionales consistentes, que habían comenzado a construirse en la era de Bandung, se desmantelan de manera sistemática y se destruyen los embriones de los servicios públicos básicos (salud, educación, vivienda, transporte).

El imperialismo obligado a ajustarse a las exigencias del desarrollo de las periferias, se ha ido recomponiendo bajo nuevas formas de dominación. El viejo contraste países imperialistas/países dominados que era sinónimo del contraste países industrializados/países no industrializados, era sustituido por un contraste nuevo fundado en la centralización de ventajas asociadas a lo que Samir Amin llamaba los “cinco monopolios nuevos de los centros imperialistas” (el control de las nuevas tecnologías, de los recursos naturales, del sistema financiero global, las comunicaciones y los armamentos de destrucción masiva).

El siglo XX constituye un primer capítulo del largo aprendizaje por los pueblos de la superación del capitalismo y de la invención de formas socialistas nuevas de vida. No hay que ver el proceso frente al imperialismo como un “fracaso” del socialismo y de la independencia nacional como la propaganda reaccionaria lo quiere hacer ver sino como los éxitos, los avances y la pericia que supuso esta primera ola de experiencias socialistas y nacionales populares, que trajeron al menos durante un tiempo avances en el bienestar social del occidente imperialista (por el compromiso capital-trabajo de la época), los socialismos realmente existentes, soviético y chino y los sistemas nacional-populares de la era Bandung. El análisis de las contradicciones sociales propias de cada uno de estos sistemas y de los tanteos característicos de los primeros avances, explica su debilitamiento y finalmente su derrota, pero no su fracaso.

Todas las experiencias acumuladas son un gran capital acumulado para futuros desarrollos revolucionarios exitosos.

 

Colonización e independencia de Somalia

A lo largo de los siglos XIX y XX, británicos, franceses e italianos establecieron colonias en esta región. La Somalia actual surgió como país independiente, proclamando la República de Somalia, el 1 de julio de 1960 con la unión de los sectores que habían estado sometidos en los territorios del Protectorado de la Somalilandia británica y de la Somalia Italiana, hasta entonces parte del África Oriental Italiana. Pero somalíes viven igualmente en ciertas partes de Etiopía (en Ogaden), de Kenia y en la entonces denominada Somalilandia francesa. Este última, conseguiría la independencia por separado, convirtiéndose en el actual Yibuti.

La Somalia resultante tiene 637.000 km2 y alrededor de 10 millones de habitantes. Posee una situación geográfica ventajosa, junto al Golfo de Adén, riquezas como el petróleo y minerales y lo que es más bien raro en África, una sola religión, el islam, con mayoría de sunitas, y un solo idioma para todo el territorio, un idioma no árabe.

Un país que tenía los ingredientes para haber sido una gran potencia, pero que derivará en un país de hambrunas, guerras, saqueos, piratería, terrorismo…, en definitiva, en un país, de los considerados “fallidos”.

 

Somalia colonial (izq) y Somalia tras la independencia (derecha).

 

La “primera República”, de 1960-1969

La “primera República” de 1960-1969, tras la independencia de 1960, era una democracia en el sentido occidental del término, en cuanto que existía una práctica electoral pluripartidista y una relativa libertad de organización y de expresión. Pero era una “democracia neocolonial” como la de muchos países africanos de la época. Su economía, abierta, estaba dominada por los intereses coloniales tradicionales de Europa, especialmente de Italia y GB, y dependía en extremo de la ayuda europea e internacional.

Esta joven Somalia, era uno de los países africanos partidarios de revisar las fronteras heredadas del colonialismo. Estos países constituían el “grupo de Casablanca” (Marruecos, Somalia, Libia y Argelia) y se oponían a los del “grupo de Monrovia” que eran partidarios de dejar las fronteras como estaban. En 1963, la Organización de la Unidad Africana (OUA), antecesor de la actual Unidad Africana, puso un término al debate decretando que las fronteras eran indiscutibles sobre la base de que el cambiar las fronteras traería guerras por todo el continente.

Por otra parte, esta joven república decepcionó a todos los que esperaban más y mejor de la independencia y de la unidad surgida de la exSomalia italiana y de la Somalilandia británica dando lugar al golpe de Estado de 1969.

 

La primera fase de Syad Barré, la fase progresista, de 1969 -1982

Las ideas socialistas se extendieron por Somalia a partir de Adén, prisión inglesa en Yemen para todos los activistas nacionalistas y comunistas de India y los dominios ingleses, convertida en foco de ideas revolucionarias. Las ideas marxistas herederas de Adén van a calar sobre todo en el seno del ejército, que era la única institución organizada en Somalia, lugar de encuentro y cambios, donde no había fronteras, ni tribalismo, ni divisiones clánicas.

El 21 de octubre de 1969, un sector de oficiales, que eran ante todo patriotas y que, sin tener muchos conocimientos de socialismo, tenían simpatías por estas ideas, y alimentaban sentimientos antiimperialistas, tomó el poder, dirigidos por el general Siad Barré. Fue un acontecimiento bien recibido por el país en su conjunto, pues prometía realizar lo que la fórmula neocolonial no había permitido: un “desarrollo” en beneficio del país y de su pueblo. El Estado se autoconsideraba socialista como otros países de África en esta época de la era Bandung y del No Alineamiento. La Unión Soviética y China aportaron ayuda material a Somalia.

Cartel propagandístico para el 1 de mayo de 1977 en la República Democrática de Somalia. Vemos los rostros de Marx, Engels, Lenin y Mohamed Siad Barre

 

El Estado era considerado por algunos autores como “nacional popular” y sus realizaciones en la primera fase de su desarrollo, de 1969 a 1982, eran reales y han justificado su credibilidad y su legitimidad. El Estado ha desarrollado un discurso nacionalista sobre la unidad del pueblo somalí, contemplando la “recuperación” de Djibuti, el Ogaden etíope y la Somalilandia keniata. Y ha establecido las bases de una renovación de la nación somalí mediante la adopción oficial de su lengua –la única que hablan los somalíes como propia- y por el desarrollo notable de la educación en este idioma. Con ello reconocían la realidad fundamental de esta dimensión de la identidad nacional: los somalíes no son árabes, y constituyen una nación africana con su lengua y su cultura propias, que practica la religión musulmana. El desarrollo económico –por modesto que fuera-, el de los servicios administrativos y sociales (educación, salud, infraestructuras) proporcionaba una base –aunque débil- a una urbanización acentuada y a una mejora de las condiciones de vida.

Su sistema era acusado de “no democrático” porque estaba basado en un partido único, pero sobre todo porque no estaba abierto al capitalismo y a las inversiones extranjeras. Otros sistemas africanos de partido único como Costa de Marfil o Malawi, no eran calificados de antidemocráticos, puesto que estaban abiertos a las inversiones extranjeras y al capitalismo, y para las potencias occidentales, lo que hace a un país democrático, es el que se dote de un mercado abierto.

Es la época de la Etiopía progresista de Mengistu, de la República Democrática de Yemen del Sur y de los resistentes críticos que se proclamaban todos socialistas, y que lo eran con sus limitaciones. El denominador común de “antiimperialista y popular” hubiera podido constituir un elemento para unirlos. Es lo que Fidel Castro había propuesto con la idea de crear una gran “confederación” (Etiopía, Eritrea, Somalia y Yemen del Sur) equilibrada en términos nacionales y religiosos. Avances en esta dirección, que no eran imposibles, hubieran reforzado la posición de esta región en su confrontación con las ambiciones de las potencias imperialistas y dando mayor amplitud a su base de desarrollo.

Pero no es esta la vía escogida por estos países y tampoco por Somalia prefiriendo optar por la carta del “nacionalismo estrecho”, embarcándose Somalia y Etiopía en la guerra de Ogadén de 1981.

 

La deriva de Syad Barré y la descomposición del Estado de Somalia (1982-1992)

La guerra que lanzó Syad Barré contra Etiopía en 1981 para recuperar el territorio considerado somalí de Ogaden en Etiopía, fue el comienzo del fin de Barré y de Somalia. Etiopía en ese momento era socialista tras el golpe de Estado que había dado las izquierdas en 1974. Etiopía había vivido mucho tiempo bajo la dictadura del emperador Hailé Selassié. Pero durante los años 70 hubo una fuerte movilización para derrocarla en pro de resolver las tensiones con Eritrea de manera pacífica y democrática, de establecer una profunda reforma agraria y el principio de igualdad entre las diversas nacionalidades que componían Etiopía; así como para abolir el sistema feudal y establecer un sistema democrático.

Después de la revolución etíope, una delegación agrupando la Unión Soviética, Cuba y Yemen del Sur organizó una mesa redonda en presencia de Etiopía y de Somalia en vistas a resolver las diferencias. Fidel Castro estuvo en Addis Abeba y en Mogadiscio.

La delegación etíope aceptó estudiar seriamente las demandas de su vecino somalí y los dos países firmaron un acuerdo estipulando que ningún acto de provocación sería realizado mientras se tomaba una decisión.

Pero Somalia no respetó este acuerdo. Dos días después de que la delegación etíope volviera a su país, Henry Kissinguer desembarcó en Mogadiscio en tanto que representante oficioso de Safari Club. Bajo la presión y las promesas de ayudas financieras de esta organización, Syad Barré va a cometer un grave error estratégico: atacar Etiopía a pesar de las negociaciones en curso. Sería un desastre. La Unión Soviética se había posicionado a favor de Etiopía y hecho responsable del conflicto a Somalia.

A partir de aquí Syad Barré “cambió brutalmente de chaqueta”, abandonó el socialismo (y el apoyo soviético) a cambio de la aproximación a Arabia Saudita y EEUU.

El sistema somalí se deslizó hacia la “apertura” a los capitales saudíes principalmente, hecho muy apreciado por las potencias imperialistas. La nueva alianza con Arabia saudí facilitó la penetración del islam político impulsado por este país, con la bendición de Washington.

Lo que siguió fue inevitable: el hundimiento del Estado, las guerras clánicas y de los señores de la guerra, la implantación de movimientos reclamándose del islam político, la fragmentación del país, la degradación de condiciones de vida elementales, la descomposición social, la intromisión del FMI y BM que con sus planes de ajuste terminaron de destruir la economía del país, la piratería, el terrorismo islámico y la intervención militar del imperialismo y de sus aliados africanos supuestamente para eliminar el terrorismo, en realidad para anular políticamente Somalia y controlar sus recursos.

 

El frente económico del imperialismo (FMI, BM…) conduce a Somalia a la ruina

10 años de medicina económica del FMI y BM, aprobada por Syad Barré, establecieron los fundamentos de una transición hacia un cuadro de dislocación económica y caos social. En Somalia, los pastores constituían en los años 60 y 70 el 50% de la población y existía una economía fundada en el intercambio entre los ganaderos nómadas y los pequeños agricultores. A pesar de las sequías, el país se mantuvo casi autosuficiente en productos alimentarios. En el curso de la década de los 70, hubo un importante sector comercial en la ganadería, de manera que hasta 1983, el ganado representaba el 80% de los ingresos de exportación del país.

Una de las funciones del plan de austeridad impuesto por las instituciones internacionales era liberar fondos para destinarlos a reembolsar la deuda adquirida por Mogadiscio ante el Club de Paris y sobre todo ante el propio FMI. El Plan de Ajuste Estructural del FMI introdujo en el país productos alimentarios de importación subvencionados como el trigo y el arroz, que fueron desplazando a los productos propios como el maíz y el sorgo, cambiando los hábitos de consumo y arrasando la economía agrícola nativa y los equilibrios ganadería-agricultura existentes hasta entonces.

Las diversas devaluaciones impuestas al país, provocaron alzas de precios de los inputs importados de la agricultura como carburantes, abonos…que tuvieron gran impacto en la agricultura de cultivos tanto pluviales como de regadío. Por otra parte, las mejores tierras fueron compradas por funcionarios, militares y sectores privilegiados dedicándolas no a la producción local sino a la producción de productos para la exportación, de mayor “valor añadido”, como los frutos, legumbres y oleaginosos, desabasteciendo el mercado agrícola del país.

Una calle en Beledweyne, Somalia Foto: AU-UN IST/ Ilyas A. Abukar.

 

Con las devaluaciones se incrementaron también los precios de medicamentos para el ganado, y se impusieron los pagos de los servicios veterinarios a los mismos ganaderos sin ningún tipo de ayuda. Se produjo una ausencia de programas alimentarios para períodos de sequía, el agua se fue convirtiendo en objeto de comercio y los rebaños se fueron reduciendo en una política tendente a liquidar a los ganaderos.

Las restricciones de presupuestos impuestos por el FMI y el BM a Somalia, contribuyen a destruir la agricultura, de manera que los gastos para la agricultura se reducen a finales de los 80 en un 85% con respecto a mediados de los años 70. Las instituciones internacionales ponen impedimentos a la utilización de recursos nacionales, imponiendo reducciones del déficit presupuestario. Los países “donantes”, ayudan en forma de productos alimentarios, pero no en apoyo financiero ni de equipamientos. Estas ayudas alimentarias son vendidas por el gobierno en el mercado local, con lo que obtienen recursos para el desarrollo, produciéndose el doble efecto de la liquidación de los productos agrícolas autóctonos y la dependencia de los presupuestos del Estado respecto del exterior.

Las reformas económicas han significado también la desintegración de los programas de salud y de educación. En 1989, los gastos en salud eran un 78% inferiores a las de 1975. Entre 1981 y 1989, las matriculaciones escolares descendieron en un 41%, libros y material desaparecieron de las clases, las escuelas se deterioraron y cerca de un cuarto de las escuelas debieron de cerrar.

Según estimaciones del Banco Mundial, los salarios reales del sector público eran en 1989 inferiores en un 90% al de mediados de los años 70. El ingreso mensual medio había caído a los 3 $, acelerando la desintegración de la administración. Un plan de restablecimiento de los salarios del servicio público fue propuesto por el Banco Mundial, pero con el mismo presupuesto, lo que suponía el licenciamiento del 40% de los funcionarios.

En 1989, el servicio de la deuda representaba el 194,6% de los ingresos de exportación. La renegociación de la deuda estaba siempre condicionada al pago de los atrasos. Así, el país estaba prisionero con la camisa de fuerza del ajuste estructural para obligarle al pago de los intereses. Es así como se conduce, ya desde el punto de vista económico a Somalia, a la destrucción del estado, a la guerra civil, al hambre y al caos. Y este modelo de acción utilizado por el FMI y el BM, es el mismo modelo que han estado utilizando y siguen utilizando con tantos y tantos países del llamado Sur global. Este proceso de conmoción económica ha precedido el comienzo de la guerra civil de 1991, que va a significar la puntilla a la política de Barre y su caída. El caos económico y social resultante de la “medicina económica” del FMI era una condición previa al estallido de la guerra civil financiada por los EEUU.

Somalia, por otra parte, dispone de una riqueza petrolera significativa. Cuatro gigantes petroleros norteamericanos ya se habían posicionado antes de la guerra civil de 1991. Según documentos obtenidos por los Angeles Times, cerca de 2/3 de Somalia con las reservas potenciales de petróleo más prometedoras habían sido puestas a disposición de los gigantes petroleros Conoco, Amoco, Chevron y Phlips en los últimos años de Syad Barre, con derechos de exploración petrolera, antes de ser derrocado y de que el país se sumerja en el caos de enero de 1991.

Fuente: GeoExpron

 

Los “piratas” somalíes son pescadores en lucha contra el saqueo occidental de la pesca de arrastre y la descarga de basura tóxica

Cuando colapsó el gobierno de Somalia, en 1991, los intereses extranjeros aprovecharon la oportunidad para comenzar a saquear las riquezas marinas que son las fuentes alimenticias del país y a utilizar las aguas sin vigilancia como vertedero de basura nuclear y tóxica.

La “comunidad internacional” condenó con fuerza y declaró la guerra a los piratas pescadores somalíes, mientras protege discretamente las operaciones de sus flotas dedicadas a la Pesca Ilegal No Declarada y No Reglamentada (IUU, por su sigla en inglés) procedentes de todo el mundo, que pescan furtivamente y, además, descargan basura tóxica en aguas somalíes desde que cayó el gobierno en 1991.

En 2005, por ejemplo, más de 800 barcos pesqueros IUU de EEUU, UE y Asia, operaban al mismo tiempo en aguas de Somalia, aprovechándose de la incapacidad del país de vigilar y controlar sus propias aguas y zonas de pesca. Los barcos IUU arrasaban anualmente por un valor estimado de 450 millones de dólares en mariscos y peces del mar somalí. Solamente en atún, se calcula que las capturas eran de 500.000 toneladas al año, el 60% por el Estado español y el 40% por el francés.

Las reclamaciones contra la descarga de basura tóxica, así como la pesca ilegal, han existido desde principios de los años 90, pero las pruebas físicas emergieron cuando el tsunami de 2004 azotó el país. El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) informó que el tsunami arrastró contenedores oxidados de desechos tóxicos hasta las tierras de Puntland, en el norte de Somalia, con residuos radiactivos de uranio, plomo y metales pesados como el cadmio y el mercurio, además de residuos industriales, desechos de hospitales y desechos químicos. Se informaba que desde que los contenedores llegaron a las playas, cientos de residentes cayeron enfermos, afectados por hemorragias abdominales y bucales, infecciones en la piel y otras dolencias.

En 1992 los países miembros de la Unión Europea y otras 168 naciones firmaron la Convención de Basilea, sobre el control de movimientos transfronterizos de desechos peligrosos y su almacenamiento. Pero estos acuerdos han sido incumplidos por los países, y la ONU ha desatendido sus propios principios y ha ignorado súplicas somalíes e internacionales para detener la devastación continua de los recursos marinos somalíes y la descarga de basura tóxica. Las violaciones también han sido ignoradas por las autoridades marítimas de la región. Este es el contexto en el que aparecieron los hombres que estamos llamando “piratas”. Según varios medios como el Huffington Post y el WardherNews 1, el 70% de la población de Somalia “apoyaba fuertemente la piratería como una forma de defensa nacional de las aguas territoriales del país”.

En vez de tomar medidas para proteger a la población y las aguas de Somalia contra las transgresiones internacionales, la respuesta de la ONU a esta situación fue aprobar resoluciones agresivas que dan derecho y animan a los transgresores a emprender la guerra contra los piratas somalíes. Así, por ejemplo, las Resoluciones 1816 y 1838 de 2008, fueron acordadas para aplicarse solamente a Somalia, un país que además no tiene ninguna representación en las NNUU con fuerza como para exigir enmiendas destinadas a defender su soberanía.

En una respuesta internacional, los gobiernos extranjeros, las organizaciones internacionales y los grandes medios de información se unieron para demonizar a Somalia y describir a sus pescadores como hombres malvados que sorprenden a los buques y aterrorizan a los marineros. Pero dijeron poco sobre las otras piraterías, las de la pesca ilegal y la descarga de basura. La OTAN y la UE, con la colaboración de algunos otros países, aprovecharon la coyuntura para reforzar militarmente un área estratégica de paso del 20% del suministro de petróleo del mundo, como es el Cuerno de África, el Golfo de Adén, el estrecho de Ormuz y toda la zona circundante del Índico, no solamente contra los “piratas” somalíes sino contra todos los enemigos del imperialismo, sean los iraníes, yemeníes, chinos, países del Eje de la Resistencia…

 

Africom, Al Qaeda y la estrategia del caos

Una de las estrategias centrales del imperialismo es la de desactivar militar, económica y políticamente a los países del llamado Tercer Mundo, díscolos con los EEUU o no amigos, especialmente cuando son poseedores de importantes recursos o están situados en lugares geoestratégicamente importantes –zonas de tránsito de recursos energéticos, zonas fronterizas con países enemigos…- o que disponen de un potencial militar importante, en base a la llamada estrategia del “caos constructor”, o lo que es lo mismo, la de convertirlos en Estados fallidos. Una estrategia que se complementa a la de acosar, amenazar, asfixiar y aislar a las grandes potencias competidoras, como Rusia o China, para que no puedan tener acceso a los recursos que necesitan, ni a los mercados de salida a sus productos, ni puedan hacer sombra a la pretendida hegemonía mundial del imperialismo norteamericano, siempre con la colaboración fiel de países aliados sumisos y de países títeres aliados según las coyunturas.

Es el caso de Somalia, que fue de izquierdas en su día, cosa que nunca perdonan los EEUU, con importantes recursos petrolíferos sin explotar, que está situado en el estratégico Golfo de Adén, y en el estratégico Cuerno de África, región de importantes países demográfica, política y económicamente hablando, situado frente al también estratégico Yemen, y una de las vías de entrada al conjunto del continente africano, con interés geoestratégico creciente.

Tras los estragos producidos en Somalia a través de las políticas del FMI y BM, vino otra etapa, de guerra civil sin fin, en la que además de derrocar a Syad Barré, se impulsó una guerra de desgaste entre clanes y señores de la guerra, una guerra de destrucción y de caos, de fragmentación del país, con la gran coartada –muy habitual en la llamada “guerra contra el terror” de los EEUU- de la existencia de Al Qaeda bajo el nombre de Al-Shabaab, que ha dado pie a intervenciones militares directas de los EEUU, del Africom creado en 2007 para el control de África, y de aliados regionales como Etiopía (integrada en las garras del imperialismo tras el derrocamiento de Mengistu en 1991), con el apoyo de la UE, y siempre, supuestamente para llevar la paz a Somalia. Al Shaabab por su parte, ha intentado extender su guerra a otros países de la región, como a Kenia (Nairobi).

 

Curso de la guerra en 2016 Color rosa: bajo control Gobierno Federal Transitorio y aliados; color verde claro: el autoproclamado estado independiente de Somalilandia; color gris, bajo control de Al-Shabaab y aliados; color naranja, territorio disputado entre Somalilandia y Puntland.

 

Se trata de una guerra que impide levantar la cabeza a Somalia, que impide la institucionalización del país, y en que EEUU aliándose a sectores de los señores de la guerra contra Al Qaeda, como el llamado Gobierno Federal Transitorio, TFG, mantiene la guerra permanente, el desangrado continuo del país, permitiendo al tiempo integrar a los países vecinos como Etiopía, Kenia, Uganda, Ruanda, Yibuti, Chad, Tanzania y otros países de la región, bajo la dirección del Africom, en la supuesta “guerra contra el terror” en Somalia y países donde el mismo imperialismo ha propiciado el terrorismo (Uganda, Chad…). Es una gran coartada que permite a los EEUU penetrar en los Estados africanos, controlar sus ejércitos, adiestrarlos, suministrarles armas, controlar sus estados, su economía y sus recursos, y utilizarlos como fuerzas de apoyo en sus campañas bélicas, transportándolos a Somalia o a donde se tercie. En la misma dinámica ha estado entrenando –a veces en países vecinos- y armando a militares somalíes bien controlados, para utilizarlos como punto de apoyo en el país y como fuerzas complementarias en la ficticia guerra contra Al Qaeda. Para todo este conglomerado, los EEUU se están basando en las bases militares que dispone en Yibuti, cuartel general del Africom, especialmente la del Camp Lemonnier, con grandes dotaciones financieras, de armas, aviones, drones y tropas.

(Publicado en La Comuna, el 15 de noviembre de 2021)

Comments are closed.