¿Pueblo de Dios? José A. Amesty Rivera
Hemos sido testigos del mensaje del presidente colombiano Gustavo Francisco Petro Urrego, político, economista y actual presidente de Colombia desde el 7 de agosto de 2022, en la Organización de las Naciones Unidas, ONU, el pasado 23 de septiembre, 2025. Discurso cargado de verdades, según la opinión de múltiples presidentes, personalidades, analistas, entre muchos otros.
Como teólogo, me impactaron las palabras específicas del presidente: «No hay pueblo elegido de Dios«, contradiciendo el argumento que sostienen Israel y EEUU para justificar los ataques contra civiles palestinos. «No hay raza superior, no hay pueblo elegido por Dios, no lo son ni EEUU ni Israel, el pueblo elegido por Dios es toda la humanidad...».
Sin duda alguna, estas palabras son herejía (cualquier creencia que está en fuerte desacuerdo con costumbres o creencias establecidas, en particular con las creencias aceptadas o la ley de una organización religiosa), ante los conservadores y fundamentalistas israelíes, evangélicos y cristianos.
Pero, ¿qué es la noción de Pueblo de Dios?
En términos estrictamente teológicos, la noción-concepto de Pueblo de Dios, se refiere, primero, según el Antiguo Testamento de la Biblia, se origina con la elección de Israel como el pueblo escogido de Dios, hecha a través de un pacto con Abraham. Dios liberó a Israel de la esclavitud en Egipto y estableció una alianza en el Monte Sinaí, guiando al pueblo y enviando profetas. La teología del Antiguo Testamento se centra en la fórmula de la alianza: «vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios«.
Segundo, según el Nuevo Testamento de la Biblia, la idea del Pueblo de Dios se universaliza en el Nuevo Testamento. Ya no se limita a un grupo étnico, sino que se extiende a todos los que tienen fe en Jesucristo y son bautizados. Este nuevo pueblo se une por un nuevo pacto en la sangre de Cristo. La invitación a unirse al Pueblo de Dios está dirigida a todos, sin distinción.
A partir de este dogma teológico del Antiguo Testamento, se basan los postulados de casi todas las religiones, de la nación israelita y de las creencias cristianas y evangélicas. Y, por ende, se dan por ciertas y aceptadas como verdad absoluta.
Ante esta teología conservadora, nos preguntamos: este Pueblo «elegido» de Dios, (lo de elegido es una pretensión y un añadido posterior, de los sectores de poder para manipular y convencer a los incautos/as), anexa un sueño geográfico, una ciudad específica, Jerusalén; o si son tan exclusivistas como una nación específica, ¿Israel?
Y junto a esto, la pregunta que se ha hecho muchas veces: ¿El Israel de nuestros días (un Estado creado por convenciones internacionales luego del Holocausto y las últimas grandes guerras mundiales) es sinónimo del pueblo de Dios de la Biblia?
Entonces, ¿el pueblo de Dios ya no se identifica con algún Estado/País concreto de la historia?
¿No será que a raíz de la escalada del conflicto entre Palestina e Israel (lo cual es bien lamentable y espantoso, y con una historia muy larga) la gente está usando indiscriminadamente lenguajes sobre Dios, su pueblo y la ciudad de Jerusalén, lo cual resulta muy confuso y a veces hasta contradictorio por la falta de rigurosidad histórica y/o de conocimiento bíblico teológico?
Estas teologías (reflexiones e interpretaciones), no ayudan en el conflicto actual palestino-israelí, ya que están cargados de verdades a priori y de fanatismos religiosos.
Ahora, en una teología más cercana a nuestra realidad latinoamericana y tercermundista, en América Latina, a partir de la década de 1960, la Teología del Pueblo, ligada a la Teología de la Liberación, puso énfasis en los pobres como el centro del Pueblo de Dios. Destacó la lucha por la dignidad y la libertad del pueblo, viendo en los pobres la mayor esperanza para la construcción de un nuevo pueblo.
En este sentido, ser pueblo quiere decir entrar en la conquista de la dignidad y de la libertad. Ser pueblo de Dios, es dejar de ser átomo inconsistente, perdido en el universo. En el Tercer Mundo los pobres están empeñados en la construcción de pueblos. Ahí están los pueblos luchando para existir y el pueblo de Dios muy cercano a ellos.
En este contexto, la afirmación de Petro es totalmente válida, y la recuerdo: «No hay pueblo elegido de Dios«, «No hay raza superior, no hay pueblo elegido por Dios, no lo son ni EEUU ni Israel, el pueblo elegido por Dios es toda la humanidad».
Recordemos que las palabras y acciones atribuidas a Dios, al supuestamente elegir a un pueblo, se dan en un contexto de inicios de la Humanidad, donde, según varios teólogos, el Dios del Universo se refería al Pueblo preferido de Dios, como la Humanidad toda.
Por supuesto, una Humanidad libre y digna, alejada de todo tipo de violencia, donde impera la paz y los actos de solidaridad permanentes.
Esta perspectiva, se verá en el Jesús de Palestina, y más tarde en la literatura apocalíptica, contenedora de inclusividad, sin racismos, sin privilegios.
También hay otra perspectiva, la del historiador israelí, profesor emérito de la Universidad de Tel Aviv, Shlomo Saad, quien en sus libros: «La invención del pueblo judío» y «La invención de la tierra de Israel» cuestiona la historicidad del pueblo judío y su conexión con la tierra de Israel.
Señalando que, se ha dado, por cierto, he inventado, una especie de «mito político religioso«, reciente por parte de Israel, dando por sentado que los actuales israelitas son descendientes directos de los judíos bíblicos y prueba que no es así. Por el contrario, los palestinos si son herederos directos y siempre han vivido en la región en disputa.
Entonces, cuando los judíos actuales (que no son judíos puros) se instalan en el actual Israel, necesitan revivir la idea o narrativa que Dios los eligió como su pueblo. Lamentablemente, utilizan la Biblia para justificar políticas coloniales modernas.
Por otro lado, para justificar y avalar esta narrativa, se apoyan en aliados como los fundamentalistas evangélicos de EEUU, quienes ven a Israel como el pueblo elegido, llevando a la ocupación y el despojo de otro pueblo en y como mandato divino.
Entonces, desahoguémonos y liberémonos de las teologías que han mantenido presa a la humanidad, alejándola de su verdadera opción por los demás, de su verdadero sueño de bienestar colectivo.
Veámonos como un Pueblo Humano y como Humanidad, del Dios del Universo, que ha hecho una opción por los más necesitados, y donde no seamos subyugados por nuestros propios hermanos, cegados de codicia, poder, avaricia, sedientos de sangre y llevados ciegamente por fundamentalismos teológicos-políticos desfasados.