¿Puede Trump fracasar en su segunda guerra comercial contra China? Pedro Barragán
La probabilidad de que Donald Trump fracase en una segunda guerra comercial contra China dependerá tanto de factores económicos, como políticos y estratégicos que se entremezclan en la relación entre ambos países. Desde la perspectiva de China, una segunda guerra comercial impulsada por Donald Trump podría ser la ocasión para reafirmar su posición en la economía global. Beijing ya ha acumulado experiencia y estrategias para hacer frente a este tipo de conflictos, desarrolladas durante la primera guerra comercial entre ambas potencias (2018-2020) y ha puesto en marcha grandes transformaciones económicas y políticas globales desde entonces.
Sin embargo, el contexto actual, marcado por una economía global más frágil y tensiones geopolíticas crecientes, hará que Estados Unidos evalúe cuidadosamente sus decisiones y las adapte a la nueva situación.
Desde 2018, China ha diversificado sus socios comerciales, fortaleciendo relaciones con economías emergentes en América Latina, África y el Sudeste Asiático. A través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) y su participación en la RCEP (Asociación Económica Integral Regional), China ha reducido su dependencia de Estados Unidos como mercado principal y ha ampliado su influencia comercial en regiones clave. Aún cuando las exportaciones de China a Estados Unidos han crecido entre 2018 y 2023 un 4,57 %, al haber crecido las exportaciones totales de China en este período un 35,88%, las exportaciones a Estados Unidos han pasado de representar el 19,24 % en 2018 al 14,80 % en 2023. Mientras tanto, las exportaciones a los países del Sudeste Asiático (ASEAN) han pasado del 12,84 % en 2018 al 15,50 % en 2023. Mencionemos también que si bien China es el mayor exportador del mundo lo es por el tamaño de su economía, ya que sus exportaciones representan sobre el total de su economía (PIB) menos de la mitad de lo que representan, por ejemplo, las exportaciones en España.
Además, la dependencia de Estados Unidos de productos y fabricación china sigue siendo un factor limitante para cualquier estrategia de desacoplamiento económico. Aunque algunos países, como Vietnam e India, han incrementado su capacidad de producción, no cuentan con la infraestructura ni las economías de escala necesarias para reemplazar a China en sectores clave. Esto pone de manifiesto las limitaciones estructurales del desacoplamiento, ya que una separación total sería extremadamente costosa. Sin olvidar que el 28,58 % de las exportaciones chinas son realizadas por empresas con inversión extranjera, muchas veces norteamericana (los Iphone de Apple, los coches de Tesla, …).
Por otro lado, una nueva guerra comercial tendría repercusiones significativas para la economía estadounidense. Durante la primera guerra comercial, los consumidores y las empresas estadounidenses soportaron aumentos en los precios de los bienes importados, lo que agravó las tensiones económicas internas. Sectores como el agrícola fueron especialmente golpeados, ya que China puso en marcha represalias dirigidas a las exportaciones clave como soja y carne de cerdo. Además, en el contexto actual de inflación persistente, una guerra comercial que eleva los costos de los bienes de consumo podría intensificar los problemas económicos en Estados Unidos y generar oposición política tanto de la industria como de los consumidores.
A nivel internacional, la falta de apoyo de los aliados de Estados Unidos es otro obstáculo importante. Durante la primera guerra comercial, países como la Unión Europea y Japón criticaron el enfoque unilateral de Washington. En una segunda confrontación, es probable que estos aliados prefieran mantener relaciones estables con China, dado su creciente peso en la economía global. Además, China ha fortalecido su posición en foros internacionales y bloques como los BRICS, presentándose como un socio alternativo confiable para países que buscan contrarrestar la influencia estadounidense.
Otro factor crucial es el avance tecnológico de China. A pesar de las restricciones impuestas por Estados Unidos en sectores como los semiconductores, China ha acelerado su desarrollo en áreas como inteligencia artificial, 5G y energías renovables. Esto reduce su vulnerabilidad a futuras sanciones tecnológicas y refuerza su liderazgo en mercados estratégicos. Paradójicamente, empresas estadounidenses en sectores como la electrónica de consumo todavía dependen de la fabricación china, lo que limita la efectividad de las políticas de restricción tecnológica.
Por último, las dinámicas geopolíticas actuales también complican el éxito de una segunda guerra comercial. Mientras que Estados Unidos podría intentar aislar a China, ésta ha fortalecido sus lazos con economías emergentes y ha promovido un modelo de comercio global más inclusivo. La percepción negativa de las políticas proteccionistas de Estados Unidos podría motivar a otros países a alinearse más estrechamente con China, especialmente en el Sur Global, donde su liderazgo económico ya es evidente.
Aunque una segunda guerra comercial contra China liderada por Donald Trump contiene todos estos riesgos, también podemos ver factores que podrían hacerla irreversible a corto plazo o al menos contribuir al refuerzo de la posición política interna de Trump. Una narrativa basada en el nacionalismo económico podría fortalecer la posición de Trump entre los votantes estadounidenses. La retórica de la promoción de políticas que promueven la creación de empleos en sectores industriales y tecnológicos, reduciendo la dependencia de la manufactura china, podría dificultar la resolución negociada de conflictos comerciales, ya que convierte la confrontación en una herramienta política interna para Trump.
Igualmente, el entorno geopolítico actual podría ser utilizado por Trump para intensificar la presión sobre China. La promoción de tensiones en el Mar de China Meridional, el apoyo de Estados Unidos a Taiwán y el fortalecimiento de alianzas como el Quad (Estados Unidos, Japón, India y Australia) representan amenazas estratégicas que China debe gestionar cuidadosamente para evitar que se conviertan en una fuente adicional de debilidad en un contexto de guerra comercial.
En cualquier caso y desde el punto de vista de Beijing, los factores que podrían favorecer a Trump no son insuperables, a condición de organizar una respuesta estratégica bien coordinada. China busca, por ello, acelerar su autosuficiencia tecnológica, fortalecer sus lazos comerciales con aliados en el Sur Global y Europa, y utilizar su enorme mercado interno como un amortiguador frente a las restricciones externas.
En resumen y balanceando los riesgos de Estados Unidos a medio plazo y los factores que puedan apoyarla, podemos concluir que una segunda guerra comercial encabezada por Donald Trump tendría altas probabilidades de fracasar debido a la resiliencia económica de China, los costos internos para Estados Unidos, la falta de apoyo internacional y las limitaciones del desacoplamiento económico. Desde la perspectiva de Beijing, este tipo de confrontación podría representar, como hemos indicado, una ocasión para consolidar su influencia global, diversificar mercados y fortalecer su liderazgo en sectores tecnológicos clave, mientras seguramente trate de minimizar cuidadosamente sus represalias para reducir el impacto en su economía interna.
(Publicado en Público, el 27 de noviembre de 2024)