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¿Qué puede esperarse de nosotros? Farruco Sesto

  1. ¿DE DÓNDE VIENE NUESTRA FORTALEZA?

La nuestra es la historia de un pueblo insurgente. Así lo afirman los compañeros del Centro Nacional de Historia. Ello es, sin duda, lo que más nos caracteriza como colectivo nacional. El tema de la constante insurgencia contra la opresión. Lo que le da un sentido de continuidad a nuestra existencia como nación y sobre todo a nuestro proyecto emancipador. Tal vez de ahí venga, entonces, nuestra fuerza. Me refiero a nuestra fuerza espiritual. La de nosotros, como pueblo.

De esa corriente histórica que arranca de muy lejos, desde los orígenes hasta nosotros, y que se despliega en infinidad de situaciones, algunas con buen registro documental y otras muchas sin él, más intuidas que reconocidas, pero siempre marcadas por el signo de la insumisión.

De todas ellas somos herederos y continuadores.

Desde la fortaleza de aquel Cacique Guaicaipuro “de cuyo natural altivo (se) esperaba con brevedad algún rompimiento declarado”, tal como lo narra Oviedo y Baños, y que se fue “con numerosas escuadras de guerreros a despoblar las minas” de los conquistadores, hasta el espíritu indómito de nuestros compañeros y compañeras de hoy que, en todos los rincones del territorio y en todos los niveles de actuación del poder popular, resisten con firmeza al imperialismo.

¿Cómo nombrarlos a todos? Cuando el protagonista es un pueblo en rebeldía ¿Cómo hacerlo? Son miles de hombres y mujeres de cuyos nombres tenemos referencia, los que conforman esa corriente histórica que nos trajo hasta aquí. Pero suman millones aquellos que, aunque nunca conoceremos sus nombres, sabemos que están a nuestro lado, alimentando nuestra fortaleza. Y así decimos que todos ellos son Bolívar, ¿No es cierto? Todas y todos son libertadores. Y que todos nosotros somos Chávez. De allí viene la fuerza y así es que se construye.

  1. ¿EN QUÉ CONSISTE NUESTRA FUERZA?

Si tuviéramos que desdoblar los componentes que le dan soporte a esa fortaleza, en una visión de lo esencial habría que destacar en primer término, y como elemento indispensable, la presencia de una clara conciencia colectiva de ser quienes somos y de ser como somos, con nuestra complejidad y diversidad, con nuestra historia compuesta de mil historias, junto al conocimiento de todo lo que hemos tenido que pasar para llegar hasta aquí, hasta este tiempo en el que vivimos.

Es a partir de ese instante en que nuestra conciencia colectiva se muda en sentimiento, cuando nos nace un orgullo inmenso de ser, precisamente por ser eso que somos. Un pueblo de libertadores, nunca de opresores. Un pueblo de paz, nunca propiciador de violencias. Un pueblo que ama la justicia y le rinde tributo, por encima de cualquier interés que pueda contradecirla. Un pueblo de hombres y mujeres libres, después de haber tenido que transitar tantos y tan prolongados esfuerzos para lograrlo.

Junto a ese sentimiento de orgullo late al mismo tiempo un profundo sentido de la dignidad que hemos cultivado por generaciones. Un sentido de la propia dignidad, indeclinable, insobornable, sin menoscabo de la dignidad que cada pueblo merece.

Convencidos de que el mundo puede ser un lugar mejor, establecido para unas fraternas relaciones entre iguales, no renunciamos al papel que hemos decidido jugar en la construcción de nuestro propio porvenir.

Así, contemplamos el mundo y nos dirigimos a él, interactuamos con él, a partir de una mirada horizontal. No estamos por encima de nadie. Pero tampoco estamos por debajo de nadie, ni nos dejamos, ni nos dejaremos nunca, arrinconar por ningún imperio ni por ninguna sombra neocolonial avasalladora.

  1. ¿QUÉ PUEDE ESPERARSE DE NOSOTROS?

En este gran proceso de emancipación total en el que estamos empeñados, en esta revolución bolivariana, nacida para construir el socialismo de acuerdo a nuestros propios criterios y a nuestra manera de pensar y de sentir, estamos dispuestos por encima de todo a alcanzar el horizonte que vislumbramos. Nada menos que eso.

Sabemos que no estamos solos en esto. Que, aunque hay intereses imperiales y neocoloniales sumamente agresivos que tratan de desmantelar nuestros sueños, existe también, por otra parte, una humanidad generosa que está pendiente de cada una de nuestras palabras y de nuestros actos.

Por eso le pedimos al mundo, en general, que no deje de observarnos y que nos entienda. Y que quienes quieran y puedan hacerlo, nos acompañen en esta tarea, fundamentalmente a través de su comprensión y solidaridad fraternal, sabiendo que, de cualquier manera, nosotros estamos dispuestos a seguir siendo libres y a resistir los ataques de un imperio que nos ha declarado la guerra.

Que nadie nos malinterprete. Estamos permanentemente movilizados. Somos conscientes del significado de esta lucha y estamos preparados para resistir sus embates y para ganarla al cabo.

De un modo parecido lo decía, y de él he tomado estos conceptos, nuestro canciller Yván Gil en días pasados en Pretoria, refiriéndose a los ataques a que nos somete el imperialismo: “Los trabajadores y trabajadores son el soporte de la revolución. Y el imperialismo ataca precisamente ese soporte que tiene la revolución. Un pueblo movilizado, un pueblo consciente, un pueblo preparado para la lucha es capaz de soportar estos ataques.”

De modo que nosotros venceremos. Puesto que somos ya tan libres como cualquiera pueda serlo, no cederemos en nuestras aspiraciones.

(Publicado en Correo del Orinoco)

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