Salvar a la soldado Vásquez. Pablo Sapag
«Hola. Soy la soldado Vásquez. Sirvo en la base estadounidense Al Tanf, distrito de Zabadani, Siria. Encantada de conocerte, amorcito”. Más o menos así se inicia un chat a través de las redes sociales que les está costando millones de dólares a hombres y mujeres de todo el mundo, pero especialmente del Occidente colectivo. Ese mensaje y los siguientes van acompañados de insinuantes fotos de personal masculino o femenino del Ejército de EE.UU., obviamente dependiendo de quién esté al otro lado de la línea. Durante semanas se ganan la confianza de sus víctimas hasta que estas se enamoran de quien en realidad es miembro de una banda criminal dispuesto a mantener el supuesto romance hasta lograr su objetivo.
Una vez que los incautos muerden el anzuelo, los impostores prometen a su nueva pareja un encuentro presencial durante su próximo permiso. Con la víctima ya entusiasmada, le dicen que le enviarán por adelantado una maleta llena de billetes de cien dólares o lingotes de oro que han encontrado en esa Siria ficticia y con localizaciones imposibles que han descrito antes. Piden una dirección y luego un número de tarjeta de crédito para pagar el servicio de mensajería por el que llegarán las valijas. Como admite el propio Ejército de EE.UU, miles de personas han sido víctimas de esta treta. Una mujer estadounidense llegó a perder ni más ni menos que 450 mil dólares.
Sin embargo, lo anterior desvela mucho más que el simple funcionamiento de uno de los muchos engaños cibernéticos de nuestra era. En primer lugar, expone crudamente el verdadero legado de la intervención e ilegal ocupación estadounidense en Siria. Una política contraria al derecho internacional que ha venido alimentando todo tipo de delitos, desde el terrorismo hasta este grotesco complot en las redes sociales que ha costado millones de dólares a las víctimas de la propaganda estadounidense en todo el mundo, las mismas a las que convenientemente lavaron el cerebro para que creyeran que en Siria -como en Irak, Afganistán, Libia…- EE UU era una fuerza positiva y necesaria. De no haber sido así, al primer contacto con los falsificadores se habrían enfrentado directamente a ellos enumerándoles todos y cada uno de los desmanes cometidos por EE UU en Siria, de donde todos los días se roba petróleo, antigüedades, agua, trigo y otros recursos y bienes de las zonas del noreste de Siria donde los invasores estadounidenses y turcos operan en coordinación con milicias locales no estatales. Así, este engaño también está revelando la influencia de la propaganda del Occidente colectivo y la extensión del daño causado a sus anestesiadas sociedades. Las mismas que están pagando por partida doble este tipo de intervencionismo de Washington y sus aliados. Primero, a través de sus impuestos, luego entregando los ahorros de toda una vida a organizaciones criminales que usan como coartada la ilegal presencia de EE UU en Siria y su promoción y justificación a través de los medios de persuasión de masas del Occidente colectivo.
Sin embargo, esta trama grotesca y vulgar revela mucho más que todo eso. Expone la asombrosa y fulgurante decadencia de los Estados Unidos, una potencia que hace apenas un siglo gozaba de todo el crédito en Bilad al Sham. Entonces su pueblo expresó a la Comisión King-Crane enviada por el presidente Wilson, que los sirios querían vivir en un estado unido e independiente que garantizara su diversidad étnica y religiosa. En un Congreso con plena participación, los sirios también dijeron a la Comisión que de ninguna manera aceptarían estar bajo influencia de Francia y el Reino Unido, potencias imperialistas y coloniales bien conocidas desde hace siglos en la Siria natural e histórica. Una mayoría aplastante también rechazó la creación de la entidad sionista prometida por británicos y franceses a los judíos europeos que ya empezaban a aparecer por Palestina. Por lo mismo, París y Londres bloquearon cualquier posibilidad de respetar la voluntad de los sirios, a pesar de que EE UU entonces sí estaba dispuesto a cumplir su palabra.
Hace poco más de un siglo Estados Unidos apenas se estaba convirtiendo en una potencia regional en el hemisferio occidental. Como ex colonia, rechazaba cualquier forma de trasnochado colonialismo europeo, por no mencionar el imperialismo, categoría que académicamente no se puede aplicar sin más a los EE UU. Por supuesto que en esos años comenzaba a aplicar la cara B de la Doctrina Monroe establecida en el lejano 1823. La idea de las Américas como un continente unido militar y políticamente frente a una reinvasión europea estaba dando paso a “América para los Estados Unidos de América”. Hubo intervenciones, principalmente en el Caribe y Centroamérica pero aún así Washington no llegó a convertirse en un verdadero imperio al uso, en los que quienes gobiernan los territorios ocupados lo hacen a través de virreyes provenientes directamente de la metrópoli. Eso es mucho más que instigar un golpe de estado aquí y allá o influir decisivamente en la economía de un país. Las políticas ilegales y brutales no equivalen al imperialismo, como enseña la Historia, una estructura política mucho más represiva y difícil de eliminar.
Desde ese comienzo en las Américas, los últimos cien años EE UU ha derivado a lo que ahora son. Partidarios totales de Israel, una potencia que invade países sin importar el desorden que provoca, que desde Vietnam es incapaz de ganar una guerra real o de establecer cualquier forma de gobierno efectiva en aquellos países invadidos, siendo Irak y Afganistán ejemplos palmarios de ello. Peor aún, se está convirtiendo en un estado fallido y canalla y sin un ejército real que respalde sus cada vez más histéricas bravatas y admoniciones. Como describe Robert Kaplan en su libro Gruñidos imperiales, durante décadas el ejército de los EE UU viene mutando de manera evidente. Desde uno nacional y de conscripción que ganó la Primera y la Segunda Guerra mundiales hasta el actual dependiente de una externalización a través de contratistas mercenarios o de recién llegados a los que se les ofrece la sacrosanta “green card” o la ciudadanía estadounidense si se alistan. Personas que no necesariamente entienden o comparten los intereses geopolíticos del país al que van a servir en el extranjero.
Tirando de ese hilo llegamos a la soldado Vásquez. Por supuesto, un personaje ficticio pero que como bien saben los timadores, representa fielmente la composición actual del ejército estadounidense. Pero lo que es peor, evidencia el fracaso de la política estadounidense durante el último siglo. La patraña representada por la soldado Vásquez es el destilado final de esos EEUU que hace un siglo pudieron haberse convertido en una fuerza del bien pero que en cambio optaron por extender su agresiva e irresponsable política latinoamericana al resto del mundo, con lo que eso significa de excesos, desmanes y dobles raseros. Un auténtico cenagal en el que la delincuencia común campa a sus anchas.
(Publicado en Al Mayadeen el 2 de agosto de 2023)