Sheinbaum, herencia y nuevos retos. Atilio Boron
En una emocionante ceremonia, Claudia Sheinbaum asumió la presidencia de México. En el acto público celebrado en el gigantesco zócalo, donde se encuentran el Palacio Nacional y la hermosa iglesia colonial, la nueva presidenta recibió a las delegaciones de las etnias originarias de México que consagraron, ahora con sus rituales tradicionales, la transmisión del mando presidencial en horas de la mañana en el Congreso.
Sheinbaum hereda una situación compleja. Privilegiada en un cierto sentido, porque tiene amplia mayoría en ambas Cámaras del Congreso y el respaldo mayoritario de los gobiernos estaduales, casi todos controlador por su partido, el MORENA. Su capital político incluye, naturalmente, el elevadísimo nivel de aprobación popular de su predecesor, Andrés Manuel López Obrador. Uno de sus principales proyectos, la reforma del Poder Judicial, fue aprobada poco después de su arrasador triunfo electoral y ya adquirió rango constitucional. Sus proyectos de gestión se arraigan en los indudables logros de AMLO en materia de promoción social: masivos programas de becas para jóvenes y personas adultas mayores; 145 nuevos institutos universitarios creados en las regiones más apartadas del país con orientación hacia las problemáticas concretas de la región; salario mínimo por encima de la línea de la pobreza y ajustado siempre por encima del índice de la inflación. Por otra parte, Sheinbaum también cuenta a su favor con la solidez del legado económico de López Obrador, con una economía que, en 2023, tuvo exportaciones cercanas a los 593.000 millones de dólares, dirigidas en un ochenta por ciento a Estados Unidos. Por otra parte, el Banco de México, equivalente al Banco Central de la Argentina, cuenta con reservas que llegan a los 225.000 millones de dólares, lo que ha favorecido la revaluación del peso y el control de la inflación. Y como si lo anterior no fuera suficiente, las remesas de los mexicanos residentes en el exterior ascendieron a poco más de 62.000 millones de dólares, que deben sumarse a los 14.000 millones que ingresan al país como consecuencia del turismo receptivo.
No obstante, hay desafíos de creciente importancia que pueden obstaculizar el logro de los proyectos de la nueva presidenta. Tres temas deberán requerir de su permanente atención. En primer lugar, la violencia, que ha proyectado la tasa de homicidios de México a 24 por cada 100.000 habitantes. Este guarismo, para ser correctamente interpretado, debe ser comparado con los valores de ese mismo indicador en otros países. En Argentina, por ejemplo, fue de 4,4 por 100.000; en Chile y Estados Unidos 6,3, en Brasil, aproximadamente igual que México, y en el Ecuador ultraneoliberal de Noboa fue de 44 por 100.000 habitantes. En el caso de México, la ominosa presencia del narco es responsable de su alto nivel de criminalidad y también de su localización territorial, dado que aquél no se da por igual en todos los estados y regiones del país. Se concentra sobre todo en Sinaloa, Jalisco, Colima, Sonora, Durango, Aguascalientes, Querétaro, Nayarit y Baja California Sur. La proximidad de la frontera estadounidense es otro factor que potencia la criminalidad pues facilita la adquisición de armas de guerra, las que en algunos ciudades fronterizas pueden adquirirse a bajo costo y sin demasiados requisitos en tiendas como Walmart, por ejemplo.
Otra cuestión muy espinosa es la migración que recorre el territorio de México buscando ingresar a Estados Unidos. Se trata de una permanente caravana de centenares de miles de personas: adultos, niños, familias enteras, en un número cercano al millón que enfrentan toda clase de obstáculos con tal de llegar a la frontera estadounidense y, una vez allí, ingeniárselas para burlar las patrullas migratorias de ese país e introducirse en el territorio de Estados Unidos. Es un trayecto extenso y durísimo, al punto tal que la Organización Internacional de Migraciones reportó 686 personas migrantes fallecidos o desaparecidos a lo largo de la frontera entre los Estados Unidos y México durante el año 2022. Washington ha acrecentado sus presiones sobre el Gobierno mexicano para que establezca barreras o controles que reduzcan el número de migrantes, pero sin éxito. En vísperas de las elecciones estadounidenses, esta exigencia se ha redoblado, con idénticos resultados. Pero Sheinbaum deberá demostrar que toma nota del pedido de la Casa Blanca para evitar un endurecimiento de la relación entre ambos países. No le será nada fácil, obvio decirlo.
Otro tema, el tercero, que podría complicar la gestión de Sheinbaum, es la puesta en marcha del Corredor Bioceánico que atravesaría el Istmo de Tehuantepec uniendo los puertos de Coatzacoalcos, sobre el Caribe, con Salina Cruz, en el Pacífico. Con un trazado de unos trescientos kilómetros, este corredor competiría ventajosamente con el recargado Canal de Panamá, amenazado además por el cambio climático que ha reducido peligrosamente su caudal de agua. El problema es que para Washington el de Panamá es «su canal»; en realidad, un canal de Estados Unidos en Panamá y su progresiva marginación debido a la mayor rapidez del traslado de contenedores por vía férrea y el inocultable interés de China para colaborar en su definitiva construcción y puesta en financiamiento podría llegar a detonar un enfrentamiento muy grave entre México y Estados Unidos. La «muñeca» diplomática de la nueva presidenta mexicana será puesta a severa prueba en esta materia.
(Publicado en Acción, el 15 de octubre de 2024)