Siria, o cómo casar oferta y demanda en tiempo de sanciones
Hoy en Siria todos los ojos miran al Banco Central y no al Ministerio de Defensa. Con una situación militar decantada en el 90% del territorio y desde hace tiempo a favor del Estado y sabedores de que lo que ocurra en la parte de Idlib aún controlada por Al Qaeda depende más de Turquía y de tortuosos encajes diplomáticos, para la mayoría de los sirios lo verdaderamente apremiante es ahora la economía. Desde 2011 las pérdidas materiales ascienden a 428 mil millones de dólares, es decir, el equivalente a seis veces el PIB que tenía Siria antes de la crisis, unos 74 mil millones de dólares. En la actualidad el Producto Interno Bruto difícilmente llega a los 40 mil millones de dólares, una contracción de casi el 50%. Y no es de extrañar, porque el conflicto armado se ha llevado por delante no sólo infraestructuras básicas y esenciales para la salud y la educación de los sirios, también la industrial. Ahí están el este de Alepo, la ciudad de Adra Industrial en la Gobernación de Damasco y otros polos productivos arrasados y cuyas máquinas terminaron destrozadas o en Turquía, sino más lejos.
A lo anterior se suman las sanciones impuestas a Siria desde el mismo 2011 y que han dificultado a límites insospechados su comercio exterior, la posibilidad de importar insumos y maquinaria básica para poder reactivar la economía o las dificultades para que empresarios sirios puedan viajar a cerrar negocios. Las restricciones más duras afectan al sistema bancario en su conjunto con lo cual se dificultan las transacciones comerciales con el exterior.
Coincidiendo con el final de la parte álgida del conflicto armado librado entre grupos armados apoyados desde el exterior, incluidos yihadistas con extranjeros en sus filas, y las fuerzas del Estado, esas sanciones económicas se han recrudecido. En enero de 2019 la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó la llamada “Ley César de Protección a los Sirios”, en realidad una nueva batería de medidas que en la práctica castiga a los sirios en su conjunto ya que potencialmente sanciona a cualquiera que trate con el Estado sirio, algo ineludible si lo que se quiere es echar a andar una empresa o producir cualquier cosa dentro de la legalidad, se tenga el pensamiento político que se tenga.
A la estela de esa legislación estadounidense aún pendiente de ser visada por el Senado pero ya de plena aplicación, se han sumado las renovadas sanciones, al menos hasta junio de 2020, de la Unión Europea y de algunos países del Golfo Pérsico. Otros, como Emiratos Árabes Unidos, Bahréin o Kuwait ya han normalizado su relación con Siria, lo que favorece la reanudación de su intercambio económico y comercial con Damasco.
Empresarios españoles y europeos a la espera de participar en la reconstrucción
En el caso europeo, y como han hecho saber a sus gobiernos y a la propia UE, la falta de un horizonte claro para el levantamiento o la suavización del régimen de sanciones está afectando a los empresarios europeos, que por tercer año consecutivo se han quedado fuera de la Feria Internacional de Damasco o de la Feria de la Reconstrucción de Siria, celebrada en septiembre. Sí han participado en esas u otras instancias de intercambio económico empresarios checos, rumanos, búlgaros y húngaros, ya que sus respectivas embajadas en Damasco sí están operativas. De hecho la de República Checa jamás cerró ni se trasladó a Beirut, ello explica la fuerte presencia de empresas de ese país en las ferias u otras instancias económicas sirias. Lo mismo ocurre con empresarios de Brasil, Argentina y otros países latinoamericanos que, como Chile, han normalizado plenamente sus operaciones diplomáticas en la capital siria, lo cual ofrece seguridades y asistencia a aquellos empresarios decididos a actuar en un mercado con mucha demanda de todo tipo de bienes y servicios y todavía con poca competencia. Esa presencia diplomática también alienta la vuelta de turistas de aquellos países.
La panoplia de sanciones contra Siria ha dificultado, además, la importación de petróleo en un país que antes de la crisis era autosuficiente, aunque nunca fue un gran exportador. Con muchos pozos inutilizados y otros en manos de grupos kurdos apoyados por EE UU, hoy en Siria hay crisis energética. El Estado se ha visto obligado a racionar más incluso que en los peores momentos del conflicto armado los litros de gasolina subvencionada a los que tienen derecho transportistas y particulares. Para los primeros ahora son sólo 100 al mes, lo que a un taxista damasceno o de cualquier otra gran ciudad siria como Alepo o Homs le alcanza para no más de diez días. Para los particulares, una treintena de litros por mes. El sistema está bien organizado a través de tarjetas informatizadas que llevan estrictamente la cuenta de lo dispensado y que permiten abastecerse en cualquier surtidor al precio de 250 liras sirias por litro. La gasolina adquirida por libre, sin embargo, puede triplicar ese precio, alcanzando un dólar por litro lo cual la convierte en un bien privativo en un país donde hoy los sueldos medios apenas llegan a los 50 euros por mes. En muchos casos esa cantidad solo se alcanza con más de una ocupación.
Pese a todo, el tráfico vehicular no solo no se ha resentido sino que ha aumentado en relación a los peores años de la crisis, síntoma de que la demanda se ha reactivado. De hecho no son pocos los taxistas y otros transportistas que incluso se abastecen en Líbano donde la gasolina puede costar hasta cuatro veces más que la que en Siria se compra por libre, aunque es de mejor calidad que la que hoy sale de la refinería de Homs, también sometida a sanciones y por lo mismo con problemas de insumos, lo cual se nota en el refinado final. Para aquellos que van al vecino país, con el que se mantienen abiertos al tráfico comercial y de personas y a pleno rendimiento los cinco cruces oficiales –en su momento apenas funcionaron dos-, se trata de una inversión: la gasolina es más cara en Líbano pero deteriora menos el motor por lo que hay ahorro en repuestos mecánicos, otro problema para los conductores sirios ya que el embargo también afecta a la importación de esas piezas.
La devaluada lira siria resiste la dolarización
Las nuevas sanciones han llegado en el momento en que los desplazados vuelven por decenas de miles a Siria disparando una demanda deprimida los años anteriores, lo que contribuyó a controlar una inflación y una devaluación de la lira siria solo vista los primeros años de la crisis. De hecho, la divisa siria, que antes de 2011 cotizaba a 50 por dólar, desde 2015 y hasta mediados de este año permanecía estable, cambiándose un dólar por 435 liras. Hoy eso ya no es así. Un dólar está por encima de las 610 liras y algún día del mes de septiembre ha rozado las 700. El euro, incluso algo más.
Por eso los sirios miran al Banco Central de la damascena Plaza de Los Siete Mares, así bautizada a partir de la Independencia en 1946 y tras eliminar el nombre colonial que se le había impuesto durante la ocupación francesa, al ser siete las avenidas que allí confluyen, entre ellas las distribuidoras de Pakistán y Bagdad. Es la zona en la que se concentra buena parte de la actividad financiera de la capital siria, hoy pendiente de las intervenciones que ha tenido que hacer la reserva nacional para sostener la lira. En parte lo ha conseguido usando sus reservas para contener la escalada alcista de la moneda estadounidense y evitar una dolarización de facto y más aún de iure, como ocurre en el vecino Líbano desde tiempos inmemoriales. Allí la inflación se descuenta de hecho a través de unos precios dolarizados, en la práctica incompatibles con el minúsculo PIB local y al que los libaneses ya se han resignado porque saben que una vez que una economía se dolariza legalmente no hay forma de volver a tener control sobre la política monetaria. En Siria la moneda estadounidense ha logrado estabilizarse en el rango de las 600 liras por dólar a primeros de octubre, aunque el castigo a la población siria derivado de las sanciones es evidente.
Hoy los sirios se esfuerzan más que nunca por llegar a fin de mes. Cada lira cuenta porque los mercados y centros comerciales están bien abastecidos pero los precios son altos para muchos. Tanto que periódicamente la propia televisión estatal siria dedica programas para que la población denuncie los abusos de algunos especuladores, lo que motiva la inmediata intervención de los inspectores de comercio y consumo. Por eso los sirios tienen que echar muchas cuentas antes de adoptar una decisión de compra. En septiembre, por ejemplo, y pese a que había descuentos de hasta el 70% en productos de temporada, además de la comida básica, los sirios han privilegiado el material escolar y los clásicos guardapolvos azules que se usan en las escuelas, hoy funcionando a pleno rendimiento por la vuelta de muchos desplazados desde Jordania, Líbano y otros lugares. Lo hacen por los reabiertos pasos fronterizos. Desde hace unos días a ellos se ha sumado el de Albukamal con Iraq. Cerrado durante cinco años, ahora permitirá reactivar el comercio a través de la estratégica autopista entre Bagdad y Damasco.
Las sanciones han hecho que la vida sea dura. Ya no hay tiros ni se corre el riesgo de que a alguien en la céntrica Plaza de los Abasidas le caiga un proyectil de mortero lanzado desde Jobar o Duma, en la Guta Oriental damascena. Para muchos hoy la preocupación es reunir las cincuenta y cinco liras –menos de diez centavos de euro- que cuesta un service o furgoneta de transporte compartido entre Jaramana y Bab Tuma.
Energía eólica y solar al alza
Las autoridades lo saben y hoy la mayoría de sus reuniones de trabajo e intervenciones públicas, del presidente hacia abajo, están orientadas a hacer frente a esta emergencia económica. En el sector energético no solo se trata de que el racionamiento sea eficiente. También de buscar fuentes de energía alternativas. Siria hoy no produce ni el 20% de barriles de petróleo de antes de la crisis. Por eso la opción es la energía solar, con paneles dominando los tejados de las ciudades sirias, y recientemente, la eólica.
Hace poco más de un mes se inauguró en las proximidades de la autopista M-1 que conecta Tartus con Homs y a solo una veintena de kilómetros de esta ciudad, la primera turbina productora de electricidad a partir del viento. Puede llegar a producir 5 MW y la electricidad que genera se distribuye a través de la red eléctrica de la Gobernación de Homs. La turbina fue construida íntegramente en Siria por un empresario local en la Ciudad Industrial de Hasia, al sur de Homs y uno de los pocos grandes polígonos industriales sirios que no resultaron afectados por los ataques de los grupos armados y los combates posteriores.
La demanda y necesidad de infraestructuras de energía solar y eólica, sector en el que la industria y las empresas españolas son líderes mundiales, es y será creciente, no sólo por las restricciones petroleras. El Estado sirio quiere aprovechar la obligada renovación de infraestructuras para iniciar una transición energética y ecológica que de otro modo no se hubiese abordado ahora. Buena parte de los planes anuales para ello ya están discutidos por el Parlamento sirio y aprobados por lo que la financiación estatal, que privilegia ese tipo de proyectos, ya está presupuestada. Es el propio Estado el que compra la energía así producida.
La voluntad de casar la creciente demanda con una oferta restringida por las sanciones y así contener la inflación y la escalada del dólar pasa por impulsar el turismo, por ahora de los países vecinos y cada vez más de aquellos que han reabierto sus embajadas. También las visitas de los emigrantes sirios que con la violencia ya superada en buena parte del país, el pasado verano han vuelto en masa. Con divisas para ayudar a sus familias también han contribuido a contener el dólar. Su paso se notaba en el hecho de que terminada la temporada vacacional, resultase imposible adquirir una camiseta de la Selección Nacional de Fútbol, cuyos jugadores son conocidos popularmente como “Las Águilas de Qasioun” por el legendario monte que protege Damasco, o de cualquier equipo de fútbol local. A un precio de entre 2500 y 3000 liras, los expatriados en Qatar, Kuwait y otros países de la región pero también los de América Latina se las llevaron todas. La falta de insumos como consecuencia del embargo ha impedido renovar el stock con la rapidez que era de esperar. En septiembre el sector textil se ha dedicado a los uniformes y otras prendas escolares. Cosas de una Siria que ha pasado de soportar la yihad a hacer frente a la guerra económica.