Sugerencia para un homenaje de actualidad al Che
Escritas sin afán alguno de exhaustividad, estas líneas solo intentan sugerir una manera de recordar a Ernesto Guevara en otro aniversario de su muerte, y de un modo que rendiría también homenaje al relevante poeta y ensayista peruano Sebastián Salazar Bondy.
Ningún país, ni en él su capital, es un todo homogéneo. Perú no solamente es —¡si lo fuera!— lo mejor de lo más aprovechable, para el bien, de la herencia incaica y sus prácticas colectivistas. Ni el fruto del ejemplo y el legado de José Carlos Mariátegui, César Vallejo y Javier Heraud, entre otros nombres que jalonan sus tradiciones de digna creatividad y emancipación.
Tampoco es todo Perú la lección de vida del intelectual y diplomático Raúl Porras Barrenechea, a quien Cuba le debe homenaje de gratitud y de justicia. Representante de su país en la reunión de la OEA celebrada del 22 al 29 de agosto de 1960 en San José de Costa Rica, desoyó las instrucciones de su gobierno y apoyó a Cuba contra los planes agresivos que los Estados Unidos orquestaban para asfixiar a la Revolución triunfante. El gobierno peruano desautorizó el voto de su representante, quien regresó a su país, donde el 27 de septiembre del propio 1960 murió como resultado de un infarto.
Pero el ejemplo de Porras Barrenechea sigue vivo en el camino de la diplomacia, anticolonialista y de temprano y sembrador antimperialismo, personificada al servicio de los pueblos de nuestra América por José Martí. Es la que abrazó la Revolución Cubana, en la voz de su líder, Fidel Castro Ruz, y en otras, como las de Ernesto Che Guevara y quien mereció el título de Canciller de la Dignidad, Raúl Roa.
Hay también otro Perú, el representado por la herencia colonialista, con la sombra del conquistador Francisco Pizarro. Ese es el Perú que se ha expresado en la matanza de revolucionarios rebelados contra las injusticias, y en el servicio a los planes imperialistas de los Estados Unidos.
Si se quiere actuar con la necesaria ponderación, la diversidad no permite identificar a Perú con una sola de las dos vertientes que estas líneas han caracterizado de forma somera. Cuando el imperialismo estadounidense y sus lacayos han constituido el llamado Grupo de Lima, viene a la memoria Sebastián Salazar Bondy, autor de Lima la horrible, volumen en el que se reconoce que dio cauce tanto al amor que sentía por la capital de su país como al espanto que ella le provocaba.
En otro aniversario del asesinato del Che en Bolivia, valdría promover a nivel popular una iniciativa que oficialmente no caminaría: rebautizar el piquete mafioso constituido con el nombre de la capital peruana, y llamarlo Grupo de Lima la Horrible.
Ese Grupo y las criminales maniobras para las cuales se creó, realzan el valor de la carta con que Alicia Castro ha renunciado a ser embajadora de su país, Argentina, en rechazo a la aceptación por su gobierno de las estratagemas con que los Estados Unidos intentan aplastar a la Venezuela bolivariana. La carta, que hace esperar una actitud consecuente por parte de la autora, merece la mayor y más efectiva atención de su gobierno, del lado de la justicia defendida en el texto.
La emoción con que se lee la respetuosa carta, escrita por alguien que muestra saber qué merece profunda gratitud —como los gestos de unión latinoamericana abonados por Néstor Kirchner y sus verdaderos continuadores— y qué se debe rechazar con firmeza, remite, aunque el texto no lo nombre, a los modos y la médula de la diplomacia revolucionaria ejercida por José Martí.
En ese camino, que demanda combatir resueltamente las artimañas del Grupo de Lima la Horrible, se rinde también homenaje a Ernesto Guevara, Che, el Guerrillero Heroico. Un argentino que en la ONU, frente a quienes intentaron hallar en su nacionalidad un asidero para devaluar su defensa de Cuba, sostuvo una declaración de principios que sigue viva como brújula para el pensamiento y la acción de nuestros pueblos y sus representantes.
El Che afirmó: “si no se ofenden las ilustrísimas señorías de Latinoamérica, me siento tan patriota de Latinoamérica, de cualquier país de Latinoamérica, como el que más y, en el momento en que fuera necesario, estaría dispuesto a entregar mi vida por la liberación de cualquiera de los países de Latinoamérica, sin pedirle nada a nadie, sin exigir nada, sin explotar a nadie”.
Tal es el héroe que refrendó con su vida sus palabras, y a quien su pueblo de origen y toda nuestra América, lo mejor de la humanidad en pleno, deben rendir tributo de lealtad.