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¿Terroristas “luchando” contra el terrorismo?

Hace poco más de una semana tuvo lugar una cumbre hemisférica en Bogotá mentirosamente titulada “IIIª Cumbre Ministerial Hemisférica de Lucha contra el Terrorismo.” Quien aparece organizando el evento fue el “régimen” de Iván Duque, empecinado más aún que sus predecesores en convertir a Colombia en un lastimoso enclave neocolonial estadounidense en Sudamérica. Pero quien realmente convocó la conferencia fue el gobierno de Estados Unidos, a juicio de Frei Betto y muchos de nosotros, el mayor terrorista de la historia. Nadie jamás perpetró tantos atentados como Washington, antes y después de Hiroshima y Nagasaki. El asesinato del General Qassem Suleimani, orgullosamente reconocido como tal por un impresentable e inimputable Donald Trump rebosante de felicidad al comunicar su aniquilación en un tercer país, es una perla más de un largo collar de infamias que jalonan la historia de Estados Unidos desde su fundación. ¿Qué autoridad moral tiene Washington para presentarse como un campeón de la lucha antiterrorista? Ninguna.

El evento de Bogotá fue importante porque marca una nueva vuelta de tuerca en el proceso de militarización de la política exterior de Estados Unidos y la voluntad de criminalizar todo lo que se oponga a sus nefastos designios. “Si estás conmigo eres un ángel democrático”, dicen en las cercanías de la Oficina Oval aunque, como  hace Duque, asesines a un líder social por día (27 en los primeros 26 días del 2020). “Pero no debes preocuparte porque nuestro inmenso aparato comunicacional silenciará tus crímenes. Pero si rechazas mi amistad y no te sometes a mis órdenes, como Maduro, Díaz Canel u Ortega, eres una despiadada dictadura y la prensa, una vez más, se encargará de convertirte en un personaje aborrecible y repugnante.” Tal es el discurso dominante en Washington.  Será muy difícil para gobiernos como el de Alberto Fernández o Andrés M. López Obrador sortear esta trampa tendida por los estrategas y los propagandistas del imperio.

La reunión de Bogotá trajo también una novedad: la indisimulada y oficial intromisión de Israel -un “estado canalla”, sistemático transgresor de la legalidad internacional por su genocidio del pueblo palestino y desacato ante las resoluciones de las Naciones Unidas- en los asuntos hemisféricos para cumplir el papel del matón de otro barrio llamado a aportar su experiencia en materia de equipamientos sofisticados para el control de las protestas sociales, aplicación de torturas y represión de las luchas populares en momentos en que el neoliberalismo arde sin remedio en todo el cordón de los Andes, desde Colombia hasta el Sur de Chile.

Pensaba escribir algo sobre el tema pero cayeron en mis manos dos estupendos análisis de Ernesto López y Telma Luzzani y por eso juzgué más conveniente cederles la palabra a ambos en mi blog y estimular así la difusión de sus bien fundadas contribuciones, que siguen a continuación


“Otra cumbre borrascosa”

La III Cumbre Hemisférica de Lucha contra el Terrorismo y la inconsistente política trumpista

Por Ernesto López

Fuente: El Cohete a la Luna, 26 de Enero, 2020.

El pasado 20 de enero se desarrolló en Bogotá la III Cumbre Ministerial Hemisférica de Lucha contra el Terrorismo. Participaron representantes de Argentina, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Haití, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Santa Lucía. En tanto que México, Uruguay, Venezuela, España e Israel lo hicieron como observadores, así como algunos organismos internacionales como Interpol y el Comité Interamericano contra el Terrorismo de la OEA, entre otros, según informan diversos medios.

Estas reuniones  fueron creadas por Donald Trump  y, desde luego, llevan su impronta. La primera de ellas se realizó en Washington en diciembre de 2018 y la segunda en Buenos Aires, el 18 y 19 de julio del año pasado. Todas han pivoteado alrededor de un eje que podría definirse así: examinar, debatir y actuar  sobre la amenaza terrorista en el continente americano y establecer mecanismos que promuevan el flujo de información, la cooperación intraestatal entre agencias de un mismo país, tanto como la colaboración interestatal.

Una de las primeras cosas que llaman la atención es la rudimentaria definición de terrorismo que se propuso en la Cumbre inicial, que descartó abstracciones conceptuales para centrarse en una mera definición por enumeración. Clara manifestación de esto fue la intervención del Subsecretario de Estado John Sullivan (entre 2017 y 2019 en ese cargo; actualmente embajador ante la Federación Rusa) que, en la apertura de la reunión,  caracterizó la cuestión de la siguiente manera: “Cuando pensamos en el terrorismo transnacional, muchos se imaginan inmediatamente a familias sufriendo tras un ataque a gran escala contra civiles del otro lado del mundo o banderas negras del ISIS… Pero el terrorismo transnacional representa una amenaza para nosotros aquí, en el Hemisferio Occidental… Grupos como ISIS, Al Qaida y el Hezbollah libanés operan donde pueden encontrar reclutas, recaudar apoyo, operar sin control… Nuestra agenda de seguridad depende de trabajar con todos ustedes en seguridad, mientras continuamos mejorando la nuestra… Proteger a nuestros propios países significa proteger a toda la región. Debemos hacer cada uno nuestra parte y trabajar juntos para defender a nuestros ciudadanos, nuestros países y los valores que apreciamos”.

Es notorio tanto lo que Sullivan dice como lo que omite. Denuesta al terrorismo islámico pero obviamente calla que Estados Unidos lleva una guerra de casi 20 años, en calidad de país agresor, en Afganistán. Que inició y propició la guerra en Siria, que aún continúa con un saldo más que negativo para la gran potencia del norte. Que apostó al derrocamiento de Muamar el Gadafi en Libia y que solo ha conseguido que se instalara allí una guerra civil, que ha partido al país en —por lo menos— dos bandos. Intervino en Irak con relativo éxito: derrocó, guerra mediante también y asimismo en calidad de agresor, a Sadam Hussein, pero no pudo implementar un nuevo sistema político afín a sus intereses. En este caso,  Estados Unidos se ha comportado como un anti Klausevitz: ha ganado en la guerra pero paradojalmente ha perdido en la política. Recientemente, luego de la operación que terminó en el asesinato, en el aeropuerto de Bagdad, de Qassim Suleimani, altísimo funcionario iraní, en visita oficial a Irak, el Parlamento iraquí votó por la expulsión de las tropas norteamericanas acantonadas en ese país por 170 votos a 0 (cero); obviamente los efectivos estadounidenses no se han movido ni un centímetro. Cabe agregar, en este caso, que la acción subrepticia y violenta llevada a cabo contra Suleimani bien podría ser catalogada como terrorista.

Estados Unidos se retiró del Acuerdo 5 +1 en materia nuclear con Irán, país al que desde ese momento se dedicó a presionar, a hostigar, a amenazar con el bombardeo de las dos plantas enriquecedoras de uranio y la planta de agua pesada que aquel país posee, y a atentar contra un prominente funcionario, como se acaba de ver.

Merece señalarse, finalmente, que mediante interpósitos aliados –Arabia Saudita, Qatar y otros— ha llevado la guerra a Yemen con el propósito de derrocar al gobierno pro-iraní que conduce a ese país, que ha provocado –entre otros hechos conmocionantes— la muerte por inanición de más de 80.000 niñas y niños.

Todo esto se “come” Sullivan en su ultra-sesgado abordaje de lo que él llama el terrorismo transnacional. Hay un despiadado, trágico, irresponsable y –en último análisis— ineficiente accionar norteamericano en Oriente Medio y aledaños. La extendida respuesta a los ataques del 11/09 a las Torres Gemelas y al Pentágono –que de eso se trata, prima facie al menos, el inicio de la campaña militar norteamericana en aquella región— ha auspiciado, paradojalmente, el desarrollo de opositores y contestatarios y colaborado en la reproducción de terroristas.

En este marco, su invocación a trabajar juntos, su propuesta de coordinar iniciativas y su pretensión de defender agrupados el Hemisferio Occidental suenan excesivas para nosotros, por decir lo menos. Estados Unidos no es ya un cándido actor sorprendido. Y si hay algunos problemas con el “terrorismo transnacional” en nuestra región, en buena parte se deben al batifondo de furor y de muerte que ha esparcido la gran potencia del norte en Oriente Medio y alrededores. Así las cosas, sería conveniente reparar en que sus guerras y sus posturas no necesariamente deben coincidir con las nuestras. Lo que no implica que no se deba colaborar. Sino simplemente de ver hasta dónde y cómo se debe hacerlo, si cabe.

A los temas que se habían planteado en las cumbres anteriores, la Cumbre de Bogotá agregó otros. En particular destaca el capítulo del terrorismo propiamente latinoamericano, en el que se anotan los colombianos Ejército de Liberación Nacional (ELN) y Grupo Armado Organizado (GAO) y Sendero Luminoso. Se puso asimismo énfasis en la actuación de Hezbollah en la región, con un aporte de evidencias escaso y dudoso: su presencia en territorio venezolano y la actividad financiera que desarrollaría en la Triple Frontera y la descalificación de la propia Venezuela. Al respecto, el Secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo afirmó en la Cumbre que “el régimen de Irán, con su brazo armado Hezbollah, está en Venezuela y eso es inaceptable”. A poco de llegar a Bogotá había comenzado a calentar el ambiente: “Seguimos profundamente preocupados por el hecho de que la Venezuela de Maduro haya extendido su apoyo al ELN, a los disidentes de la FARC y a los partidarios y simpatizantes de Hezbollah”, declaró.

La pertinacia injerencista de Pompeo no tiene límites. Nótese, adicionalmente, que para él existen dos Venezuelas: la del descalificado Maduro y la del bendecido Juan Guaidó, cuyo etéreo gobierno es el que se ha quedado con la representación venezolana en las Cumbres.

Guaidó llegó el día previo al inicio de la reunión. Se entrevistó con Pompeo y con el Presidente de Colombia, Iván Duque, que lo llenaron de elogios. Los medios destacaron que había salido sin autorización de Venezuela, ¡como si eso fuera meritorio para alguien que se dice Presidente! E informaron que haría una gira por Europa y podría llegar a participar en el Foro de Davos. En fin: una fanfarria destinada a insuflar su evanescente figura presidencial, que se completa con la reiterada mención de que ha sido reconocido como mandatario por más de 50 países. Una pequeñez, si bien se mira: los Estados que integran la ONU son 193.

En definitiva, el terrorismo que mentan las Cumbres ha incorporado explícitamente en la última a porciones de América Latina y a un rampante injerencismo norteamericano. Y sus abordajes y enfoques  han terminado por convertirse en un amontonamiento carente de delimitación conceptual y de definición precisa, que hace sistema con prácticas predatorias. Algo así como una más que peligrosa ensalada propia del estrecho universo ideológico y de la inconsistencia conceptual del trumpismo, cuyos lineamientos son repetidos y/o reproducidos por medios, analistas e intelectuales del centroderecha como si fueran una verdad revelada.


Y a continuación, Telma Luzzani:

“Un combate al terrorismo, hecho a medida de EEUU”

Por Telma Luzzani

Fuente: Página/12, 27 de Enero, 2020.

El secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, lideró una Conferencia Contra el Terrorismo, en Bogotá, que debería encendernos todas las alarmas. No es un error decir que fue el canciller norteamericano y no el presidente colombiano Iván Duque quien comandó esa reunión.

Pompeo, ex director de la CIA, halcón republicano y duro entre los duros, usó la cumbre del 20 al 23 de enero para enviar varios mensajes preocupantes. En pocas horas,confirmó el asesinato alevoso contra el general iraní Suleimaní; anunció “que está en marcha la estrategia para que Maduro se vaya” (o sea, un golpe de Estado contra el presidente elegido democráticamente por los venezolanos); conversó con la cancillera golpista de Bolivia, Karen Longaric, sobre la colaboración norteamericana en las próximas elecciones del 3 de mayo (¿¡!?) y se privó de hacer cualquier alusión a las ejecuciones de defensores de los Derechos Humanos que por aquellas horas se sucedían en Colombia. Sólo en lo que va del 2020 hubo 21 homicidios contra de líderes y liderezas sociales colombianos, un promedio de uno por día, según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz).

El 21 de enero, mientras se desarrollaba la cumbre antiterrorista, cientos de miles de colombianos se volcaron a las calles de todo el país –en multitudinarias marchas que ellos llaman “paros nacionales”- para denunciar las acciones paramilitares y los asesinatos políticos entre otros reclamos. En este marco, ¿puede ser Colombia sede de un encuentro en defensa de los derechos humanos y por la seguridad?

¿Puede combatir el terrorismo el autoproclamado Juan Guaidó luego de haberse sacado fotos con narcoparamilitares armados en la frontera entre Colombia y Venezuela?

¿Puede ser Estados Unidos el patrocinador de una Conferencia Hemisférica de lucha contra el Terrorismo cuando su canciller desconoce las leyes internacionales y los pactos de humanidad al confesar el ataque contra Suleimaniy, acto seguido, desafía las reglas de la democracia promoviendo un golpe de Estado en Venezuela e interviniendo en las elecciones de Bolivia?

La respuesta es que, más allá de los títulos, la conferencia no se convocó para luchar contra el terrorismo ni a favor de los derechos humanos, sino para impulsar un plan de acción contra Venezuela e Irán y, lo más alarmante, comprometer a toda la región en una cruzada que no nos pertenece y que, muy probablemente, viole la ley.

No permitamos un relanzamiento de la Doctrina de Seguridad en su versión 2.0. Si en el siglo pasado fue el “el peligro comunista” el justificativo que usó Washington para unificar bajo su mando las fuerzas represivas de nuestros países y garantizarse así la sumisión y el control de la región, hoy es el “peligro del terrorismo” el que se busca activar con los mismos fines. Por eso, en Bogotá, Pompeo denunció –aunque no hay ningún evidencia disponible ni documento que pruebe sus dichos- la presencia de Hezbollah en la región y la supuesta ayuda de Maduro a esa organización, así como “al ELN y a la disidencia de las FARC”. Los intentos de persecución a quienes no se alinean con los EEUU –hoy son Cuba, Nicaragua y Venezuela, mañana pueden ser otros- quedan claros en los 24 puntos del comunicado conjunto que lamentablemente Argentina firmó en Bogotá (México y Uruguay se mantuvieron sólo como observadores).https://www.cancilleria.gov.co/newsroom/publiques/comunicado-conjunto-iii-conferencia-ministerial-hemisferica-lucha-terrorismo

Un par de ejemplos para reflexionar. En el punto 2 del comunicado los países se “comprometen a no dar refugio ni asilo a quienes financien el terrorismo o les presenten colaboración”. ¿En el mundo del “lawfare” podría Evo Morales llegar a ser acusado de colaborador del terrorismo? O en el punto 21,donde se promociona el equipamiento para control de fronteras, investigación e inteligencia. Casualidad o no, Israel, uno de los más conocidos fabricantes de esa tecnología, estaba en la cumbre.

Desde el inicio del 2020, EEUU ha puesto el pie en el acelerador. Sabemos por qué. La pérdida de liderazgo global en momentos en que nuevos actores tallan en la escena internacional activa su reflejo más atávico: mantener el control férreo de un continente que, como en el pasado, sea la plataforma para la pelea hegemónica.

Cuidado. Como ciudadanos debemos luchar para defender la región como zona de paz. Y quienes se sintieron suficientemente capaces y fuertes como ejercer puestos ejecutivos y legislativos, deben –sí o sí- lograr una inmediata integración regional soberana, la única que nos puede salvar. No podemos permitir que una vez más se nos priven de democracia y libertad.

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