Un sistema, dos países. El lince
Es una parodia del dicho chino «un país, dos sistemas», adoptado tras la devolución de Hong Kong a la soberanía china por los piratas británicos en 1997. Una parodia que sirve para hablar de Alemania y sus elecciones de este domingo.
Si algo ha quedado claro es que hay un sistema, al borde del colapso, y dos países: el oeste y el este. En el oeste están bien asentados los partidos establecidos, o sea, del sistema; en el este lo están los partidos que con mayor o menor determinación abominan de ese sistema.
Aún no me han escrito mis amigos del cielo y del infierno, así que esto es solo de mi cosecha. Y como recolector, lo que veo es que Alemania no sale del abismo. La única cosa interesante que había es si la victoria de los cristianodemócratas iba a ser suficiente o no. No lo ha sido. O hay un gobierno con los socialdemócratas o tripartito con los belicistas Verdes. En eso andan a partir de ahora. O sea, más de lo mismo en cualquier caso. A nivel interno y externo. Porque nadie en su sano juicio apostaba por que ganasen los neonazis de Alternativa por Alemania, aunque su resultado ha sido espectacular.
El predominio de la AxA en el este es total, pero también es estructural en todo el oeste. Eso hace que tenga muy al alcance de la mano el triunfo definitivo en otra ocasión. El péndulo oscila entre el 47% logrado en amplias zonas del este y el 6% en algunas del oeste. Unos porcentajes que se invierten en el caso de los cristianodemócratas (del 44% en el oeste al 9% en el este). Si se tiene en cuenta que han tenido en contra a todo el mundo, el porcentaje alcanzado es más que notorio.
Y lo mismo se puede decir de la Alianza Sahra Wagenknecht, a quien le han faltado 13.435 votos para lograr esa representación parlamentaria. Pero en el este ha tenido porcentajes del 13% en la mayoría de las circunscripciones, aunque en el oeste las ha habido con el 2%.
Die Linke, la «izquierda disponible», como dicen en Alemania, ha sido la gran favorecida porque ha logrado recuperarse bastante bien. Los porcentajes en el este no han sido nada malos (21’7% en Berlín) y en el oeste malos (del 3%). En su haber hay que decir que una parte del electorado de la ASW ha vuelto a DL en el este, en parte por el suicidio político cometido por la ASW al votar junto a la derecha y los neonazis una propuesta de ley para limitar la afluencia de inmigrantes. Pero ese voto a DL no ha sido a DL, sino contra la ASW. Es, por lo tanto, coyuntural y volverá a desaparecer cuando DL reincida en su apoyo a los neonazis del país 404, antes conocido como Ucrania. Porque ese voto ha sido predominantemente joven y ha primado lo interno sobre lo externo cuando en ambos casos se trata de lo mismo: neonazis. La contradicción de apostar por no tener nada que ver con ellos dentro de Alemania y tener todo que ver con ellos fuera de Alemania estallará a los cinco minutos, cuando se les pase la euforia.
Los Verdes son un producto del oeste (con porcentajes del 27%) e irrelevantes en el este (2%) con la excepción de Berlín (19%). Los belicistas esta vez han recogido una buena parte de los votos de los inmigrantes de las grandes ciudades del oeste y por eso han podido mantener un porcentaje aceptable perdiendo solo un poco más del 3%.
Está claro que hay un sistema, pero dos países. Los habitantes de la antigua República Democrática han votado por los partidos anti-establecimiento (AxA y ASW) y no solo es una cuestión de inmigrantes. Tiene su importancia, pero sobre todo son las cuestiones socioeconómicas. Desde la pretendida unificación, hace 35 años, nadie ha hecho nada por equiparar las dos alemanias: el paro es mucho mayor en el este que en el oeste, los salarios son más bajos en el este que en el oeste y así todo. Ya os hice un repaso más amplio de esas diferencias cuando os comenté que tengo amigos tanto en Die Linke como en la Alianza Sahra Wagenknecht.
Pero, además, eso tiene un añadido muy gravoso: el apoyo a los neonazis del país 404. Tanto la AxA como la ASW han hecho una campaña hablando de esto último y de su disposición a reabrir y reparar el gasoducto Corriente del Norte 2 volado, sin que los partidos del establecimiento pestañeasen, por EEUU. Y han abogado porque se llegue a un acuerdo con Rusia para poder centrarse en los asuntos internos.
Los partidos establecidos van a repartirse la tarta, pero no van a poder hacer nada para revertir la desastrosa situación interna a nivel económico y social. Entre el frigorífico y la guerra la gente ha votado por la guerra, por lo que las razones estructurales del desastre siguen ahí: alto costo de la energía por las sanciones a Rusia, de donde llegaba muy barata; cese de las exportaciones a China por el seguidismo estúpido a Biden y sus sanciones; el incremento armamentístico que supone estar en la OTAN…
Nada de eso va a cambiar a medio plazo, y más si Trump cumple su amenaza de imponer aranceles a Europa.
Ahora todos hablan de Trump como del enemigo, pero el enemigo está dentro. Son ellos mismos.
P.D.- Al hilo de esto, y entretenidos con ello, algo mucho más importante aunque yo mismo lo relegue a una postdata: 47’5 millones de europeos no pueden calentar sus hogares, según denuncia la Confederación Europea de Sindicatos. La causa es principalmente la estupidez europea prescindiendo del gas ruso, muy barato, y comprar ahora, sobre todo a EEUU, a un precio cuatro veces mayor.
La Confederación Europea de Sindicatos dice que en los tres años que lleva el conflicto en el país 404 la proporción de personas que no pueden calentar sus hogares ha pasado de 30’8 millones a 47’5 millones. Es un incremento del 50%, ya que hablaba antes de porcentajes.
La CES dice esto en un intento de presionar a la Comisión Europea, que esta semana va a presentar un borrador de «acción de energía asequible» para ver cómo se aborda una situación que va a más. Por eso la CES dice que 363.000 personas mueren cada año de frío en Europa. Es lo que los «progres» suelen llamar «pobreza energética», como si se fuese solo pobre en una cosa y no en las demás.