VENEZUELA-EEUU: AGENDA CERO. En el marco de la diplomacia bolivariana de paz. Farruco Sesto
Un análisis sobre Venezuela y la paz, puede comenzar con una pregunta sobre Venezuela y la guerra. Y también con una comparación.
He aquí la pregunta, con su respuesta:
-¿Cuántas veces estuvo Venezuela en guerra en los dos últimos dos siglos o, dicho de otra manera, cuántos años lleva el país en paz?
– Venezuela no participó en ninguna guerra desde que la batalla de Ayacucho, en Perú, cerró el ciclo de la Independencia latinoamericana. Justamente, el pasado 9 de diciembre de 2024, se cumplieron doscientos años de aquel episodio. En todo este tiempo Venezuela no buscó enemigos, ni participó en ningún conflicto bélico. Doscientos años en paz son una evidente demostración de su naturaleza pacífica.
He aquí la comparación, en este caso con EEUU, con su respuesta:
– Cuantos años estuvo EEUU en guerra, en los últimos doscientos años?
– El cálculo de los años que estuvieron en guerra no se refieren solamente a los últimos doscientos años, sino al período desde 1776, fecha de su nacimiento como nación, hasta hoy. Y se consigue en internet, con detalle. Son 232 en guerra y solo 17 en paz. Tantos años, que equivalen a dos siglos y un tercio, en conflicto armado, interno y externo, son una evidente demostración de su naturaleza violenta, agresiva.
Todo esto viene al caso, con motivo de la reunión del Presidente Maduro con el enviado especial del Presidente Trump, el embajador Richard Grenell para conversar sobre temas de interés de los dos países. El encuentro se dio el viernes 31 de enero en el Palacio de Miraflores, convirtiéndose en noticia internacional.
“La diplomacia volvió”, había Escrito Richard Grenell un par de días antes, en la red social X, “hablar es una táctica”.
He aquí, entonces, el encuentro diplomático entre dos países de los cuales uno, Venezuela, es eminentemente pacífico y el otro cuya naturaleza bélica, aunque algunos la justifiquen por las razones que sea, es difícil ponerla en entredicho.
El encuentro se da de esa manera, hay que decirlo, porque ambos países tienen rotas sus relaciones diplomáticas desde que el entonces presidente Barack Obama firmó un decreto que declaraba a Venezuela “amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad de los EEUU”. Insólita declaración, en relación a un país pequeño y pacífico, que únicamente puede explicarse por la sensibilidad de los Estados Unidos ante la posición antiimperialista (no antinorteamericana, por cierto) de Venezuela. Pero es difícil argumentar que ese ejemplo amenace su seguridad.
A partir de ese decreto, ratificado por Trump y por Biden, se fueron sucediendo los hechos que son conocidos. El asedio a un país pacífico, mediante un bloqueo económico, comercial, financiero, mediático, diplomático, chantajista y cruel. Las más de novecientas medidas coercitivas unilaterales, mal denominadas “sanciones” ( ¿y qué es lo que se sanciona?) ilegales según el derecho internacional. El apoyo continuado a una oposición derechista, que tuvo su clímax en el reconocimiento a un presidente de opereta autonombrado en una plaza pública. La apropiación por la vía de hecho de importantes activos venezolanos en el exterior, tales como la empresa CITGO, valorada en más de trece mil millones de dólares. Y así.
Y Venezuela, ¿qué hizo por su parte? Pues resistió como pudo las agresiones, siempre bajo la bandera de la paz. Logrando mantener, por un lado, la paz interna en el país contra las arremetidas fascistas de la violenta extrema derecha opositora, y, por el otro, abogando por el mantenimiento de una paz auténtica, con todas las naciones del mundo, sin excepción.
Pues hay que decir que Venezuela hizo de la llamada Diplomacia Bolivariana de Paz, un principio fundamental de sus relaciones en el escenario internacional. Siempre con el diálogo, la buena voluntad, la valoración de la solidaridad y la fraternidad con los demás pueblos, el respeto al derecho internacional, y un mirada abierta a las posibilidades de un mundo multicéntrico y pluripolar sin hegemonismos.
Lo único que Venezuela pide siempre, o mejor dicho exige, es un marco de respeto. A la dignidad de su pueblo y a su soberanía, en igualdad con las demás naciones del mundo. A partir de allí cualquier diferencia puede ser resuelta civilizadamente.
Con base a esos principios irrenunciables, Venezuela se dispone a un diálogo con los EEUU, a partir de lo que Nicolás Maduro denominó “Agenda cero”. Los resultados, o la falta de ellos, están por verse, pues con los EEUU nunca se sabe.
(Publicado en NÓSdiario, originalmente en gallego, el 13 de febrero de 2025)