VII Cumbre de la CELAC: El sentido profundo de un propósito de largo aliento. Farruco Sesto
La idea-sentimiento de la unidad latinoamericana viene de lejos y forma parte medular del ideario bolivariano. Formulada inicialmente por Miranda y retomada e impulsada por Bolívar, esa idea permanece en el imaginario colectivo, desde comienzos del siglo XIX, como lluvia que no moja pero empapa.
Bolívar lo expreso en 1815, en su Carta de Jamaica: “Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria. Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo”.
Pero no solo lo expresó sino que, de hecho, convocó a una gran asamblea con representantes plenipotenciarios de los distintos países para discutirlo, que tuvo lugar en 1826 y pasó a la historia con el nombre de Congreso Anfictiónico de Panamá. Pero sus esfuerzos fueron inútiles. Como inútiles resultaron también las distintas versiones de integración, ya mucho menos ambiciosas, que tuvieron lugar desde entonces, a lo largo de estos dos siglos transcurridos.
Y eso fue así, porque esa unión de las naciones, entendida como unidad de los iguales, carecía de posibilidad real, bajo la sombra interventora de los EEUU de Norteamérica que ya desde 1823 habían proclamado públicamente su derecho al control de todo el territorio continental.
Es comprensible, pues, que para atender esa materia pendiente de la unidad americana, un bolivariano como lo era Hugo Chávez, junto con un grupo de presidentas y presidentes de avanzada que lo acompañaban en eso, expusieran y lograran convencer al resto de presidentes y jefes de gobierno de la región para integrar y conformar una Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, que con ese nombre, conocemos hoy como la CELAC.
Acordada su fundación en 2010 en una reunión que se dio en México, la primera cumbre que consagraba su existencia tuvo lugar al siguiente año en Caracas. En ella, el anfitrión Hugo Chávez, expresaba con mucha claridad: ¿hasta cuándo?, hasta cuándo vamos a ser nosotros la periferia atrasada, explotada y mancillada, ya basta, estamos poniendo aquí la piedra fundamental de la unidad, la independencia y el desarrollo suramericano, vacilar sería perdernos (…) O hacemos la una patria grande o no habrá patria para nadie en estas tierras, entendámoslo definitivamente”.
Y también, por su parte, Raúl Castro, presidente de Cuba en aquel momento, expresaba magistralmente la importancia de ese proyecto de unidad en la diversidad. “Tenemos el privilegio de asistir a un acto fundacional de carácter trascendental (…) reivindicamos más de dos siglos de luchas y esperanzas. Llegar tan lejos nos ha costado esfuerzo, pero también sangre y sacrificio. Las metrópolis coloniales de antaño y las potencias imperiales de hoy han sido enemigas de este empeño. (…) La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños es nuestra obra más preciada. Simbólicamente, consolida el concepto de una región unida y soberana, comprometida con un destino común. En términos estratégicos, nos brinda el instrumento político requerido para aunar voluntades, respetar la diversidad, resolver diferencias, cooperar por el bien de nuestros pueblos y solidarizarnos los unos con los otros.”
Doce años después, son ahora igualmente otros dos presidentes de Venezuela y Cuba quienes nos ratifican aquella visión. Nos dice Maduro: “Asumirnos como Patria Grande y asumir la política de la Gran Política, la política escrita con P mayúscula, la política de la unión en la diversidad, respetando las características especificas de los modelos políticos, económicos y sociales de cada país, respetando el programa político de cada liderazgo que esté al frente de cada país, de cada gobierno, haciendo un gran ejercicio de tolerancia, de inclusión, que nos lleve a una unión verdadera en la diversidad política, ideológica, cultural”.
Al tiempo que Díaz Canel afirma: : La Celac es una obra de todos. Fortalecerla constituye una necesidad impostergable y un deber compartido para lograr la unidad e integración de lo que Martí llamó Nuestra América.”
Con motivo de la reciente VII Cumbre de la Celac, celebrada días pasados en Argentina, es bueno recordar estos orígenes, estos propósitos, estas razones, estos sentimientos, para entender que esta tarea de construcción de la unidad latinoamericana y caribeña, es un compromiso de largo aliento que no debe cesar ni desviarse. Y mucho más, en esta época en la que la crisis de las hegemonías occidentales, correspondiente a una visión unipolar del mundo, comienza a abrirle paso a la imparable realidad de un nuevo mundo multipolar.
(Traducido del original gallego, publicado en Nósdiario el 3 de febrero de 2023)