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2022, el año de la tormenta perfecta. Pablo García

Se suele conocer como “tormenta perfecta” un acontecimiento que se produce por la rara combinación de elementos y circunstancias que hace que sea mucho más grave de lo normal o de lo previsible.

Y la verdad es que lo que llevamos de década de los años veinte de este siglo, nos ha traído una serie de elementos y circunstancias que no suelen darse habitualmente. Por un lado, tuvimos la pandemia del Covid-19, que a su vez agravó una crisis latente en la cadena de suministros de materias primas que ya se venía observando en los últimos años. A esto hay que sumarle que las políticas de restricciones para afrontar la pandemia tuvieron también consecuencias en el flujo de las mercancías entre los grandes centros de fabricación mundiales y los grandes centros de consumo. Por cierto, este es un melón que algún día la humanidad tendrá que afrontar si quiere realmente darle solución al problema climático.

Sumado a la crisis de las cadenas de suministro, tanto de materias primas como de productos manufacturados y repuestos, ahora tenemos la intensificación de la crisis ucraniana que tuvo como desenlace un ataque ruso en febrero pasado. Lo cual significa que estamos ante un escenario no visto en décadas y que dibuja un marco geopolítico complejo, pero a su vez interesante.

¿Por qué es interesante el marco geopolítico actual? Pues a mi entender por varias razones y apunto solo un par de ellas: Fortalecimiento del eje antihegemónico y de países soberanos, frente al eje hasta ahora hegemónico ahora formado por EEUU, la UE y Japón. Crisis del paradigma de las sanciones ante un evidente fracaso de las impuestas a Rusia, eso parecen decir los indicadores socioeconómicos actuales, pero lógicamente hay que ser prudentes porque el partido se sigue jugando y hasta el pitido final, cualquier escenario está abierto.

Pero la verdad es que el fin de este artículo no es hablar ahora de la pugna entre los grandes bloques, sino intentar exponer que el agravamiento de la situación económica actual y el cada vez mayor empobrecimiento de las capas populares, no tienen el origen en la guerra de Ucrania, o no solo, sino es el combinado de varias circunstancias. Pero sobre todo lo que pretendo exponer, es que al final está es una nueva crisis endógena del propio modo de producción capitalista. Y que esto es anterior a la crisis de Ucrania y a las consecuencias de la pandemia.

El mal llamado “mundo occidental” ya estaba en situación de crisis mucho antes de la llegada del Covid y a nivel del Estado español, por ejemplo, hay un trabajo bastante bien documentado de Carles Manera, Catedrático de Historia Económica y José Pérez-Montiel, Profesor de Economía, ambos de la Universidad de las Illes Balears, que apunta en esa línea1. Y a lo anterior hay que sumar que antes del 2022 y del ataque ruso a Ucrania, había indicadores de alerta de crisis en la producción y exportación de alimentos, como este recogido por el “elEconomista.es” en octubre del año pasado2.

Por tanto, no, no es culpa de Putin (o de las sanciones) que la gasolina este a más de dos euros el litro, que la inflación media este por encima del 10% y que algunos alimentos ha superado el 30% de subida en lo que va de año. Y no quiero con esta afirmación negar que las operaciones militares rusas y las sanciones acordadas contra Moscú, no hayan ayudado a este escenario.

Pero la pregunta que debemos hacernos es, ¿Ucrania es motivo o excusa? Por ejemplo, en el terreno del alto precio de la gasolina, no hay una explicación única sino un combinado de varias. Es cierto, bajo el modo de producción capitalista siempre está presente la variable especulativa, pero esta variable por sí misma no es capaz de explicar el alto precio de los carburantes en estos momentos, un alza que ya se venía apreciando desde antes del 24 de febrero, fecha de las operaciones rusas contra Ucrania. Tenemos que abrir un poco más el foco y entender que venimos de un proceso de desinversión en las refinerías (menor capacidad de producción de gasolina y gasoil), alza del coste del transporte, tanto por mar de los grandes petroleros como de las refinerías a las estaciones de repostaje, que encarece el producto final, variación del valor del dólar frente al euro, e incluso el alza del precio de la electricidad en el proceso de refinado. En resumen, es cierto que tenemos un barril de crudo con un precio más económico que en otras ocasiones, pero los costes de producir el producto final son mayores ahora que hace 10 o 15 años. Y ojo, no se trata de exculpar la especulación que las grandes empresas petroleras, algo que he comentado al inicio de este párrafo, sino de dar una explicación más amplia y que tengamos todas las variables encima de la mesa.

Por tanto, ni las operaciones militares rusas en Ucrania ni las sanciones, explican por si solas la escalada inflacionista que estamos sufriendo. Solo han sido el desencadenante final de esta “tormenta perfecta” que es la puntilla a una economía que venía ya tocada de la pandemia y que incluso antes ya mostraba indicadores de desaceleración y entrada en crisis.

Lo que parece bastante claro es que los responsables políticos de la UE están dando bandazos al no tener una solución a lo que tienen enfrente. Para desenredar la situación, lo primero que deberían de hacer la Unión Europea es quitar las sanciones a Rusia, que ha sido su proveedor por excelencia. Además, un proveedor que por cuestiones geográficas es barato. Las alternativas, ya sean EEUU o Qatar, son exponencialmente más caras, incluso Azerbaiyán, mucho más económico, se plantea más caro que Rusia. Y sin entrar en cuestiones morales que daría para otro artículo. Además de que parecen que no están en posición de suplir la demanda de gas que tienen Europa como si lo podía hacer Rusia. De hecho, si hay dos países que por producción y otras cuestiones podrían ayudar a hacerlo, pero ambos están también sancionados por la UE: Irán y Venezuela.

Pero todo parece indicar que la UE, ya sea por cabezonería o por un alineamiento suicida hacía la política exterior de EEUU, no tienen previsto levantar esas sanciones. Incluso, tanto medios como responsables políticos de varios países están advirtiendo y lanzando recomendaciones a la población para reducir el consumo eléctrico y de hidrocarburos. Incluso se está abandonando las políticas medioambientales abriendo la puerta de nuevo al uso del carbón como medio de producir electricidad, algo que es una barbaridad y más cuando el cambio climático empieza hacerse más que evidente.

Porque encima, muchos países de la UE son también víctimas de un “secuestro ideológico” que les impide abrir el debate para usar la energía nuclear como apoyo a las renovables. Si hay una “pobreza energética” ya sabemos quiénes son los que más la van a sufrir: las capas populares europeas.

Por tanto y para resumir y finalizar. La actual situación económica que se vive en Europa con un aumento de la inflación, cortes en las cadenas de suministros tanto energéticas como de productos manufacturados; no se puede simplificar echando la culpa únicamente a la pandemia o las sanciones contra Rusia. Es un cúmulo de circunstancias que han provocado una tormenta perfecta y cuyas consecuencias todavía no están claras. Pero el mundo está cambiando y está cambiando a una velocidad de vértigo. El eje geopolítico mundial, que durante décadas ha estado en EEUU, la UE y Japón, ahora bascula hacía Rusia-Asía y con importantes ramificaciones en América Latina y África. Antes de que acabe este 2022, veremos cambios evidentes en los mercados internaciones, y quien sabe, si también en los sistemas de intercambio financieros y en el dólar como moneda central del comercio internacional.

(Publicado en La Comuna, el 3 de agosto de 2022)

Notas:


  1. La crisis antes del coronavirus | Economistas Frente a la Crisis/ Pinche AQUÍ para enlace web 

  2. La nueva fase de la crisis de suministros golpea a los alimentos: habrá escasez y subidas de precios /eleconomista.es/ Pinche AQUÍ para enlace web 

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