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Amo a Cuba

Amo a Cuba. Pues ella forma parte de la modesta casa de mi vida, como una de sus piedras fundacionales.

La cosa puedo explicarla así:  de Cuba supe y por Cuba me interesé muy tempranamente, en plena adolescencia, con las historias y noticias de rebeliones y de combates liberadores, que nos iban llegando en los avatares de aquella larga noche de piedra en la que nos movíamos aprendiendo a leer entre líneas y a pensar a contracorriente.

Luego, con el paso de tiempo, me fui sintiendo cada vez más unido espiritualmente a ella, pudiéramos decir que representado por ella, por la Cuba revolucionaria, en la compleja aventura de vivir y, sobre todo, de vivir en sociedad cuando uno está sensibilizado, vaya a usted a saber por qué, ante los demonios de la injusticia.   Cuba le presentaba al mundo un proyecto, una manera propia y muy personal de confrontar colectivamente a esos demonios desalmados de la desigualdad, la explotación, la opresión, la exclusión, y yo me permití hacer mío ese proyecto que me cautivó. Me sumé a él. Lo convertí en una guía para explorar los horizontes de lo posible.

A lo largo de todas mis militancias, digamos, intelectuales, universitarias, sociales,  políticas, Cuba no dejó de estar presente como una referencia fundamental. Sabiendo, como siempre supe, que la política es contexto, porque la lucha por transformar la realidad se da en un mundo sumamente diverso,  no dejé de mirar a Cuba como el ejemplo de que, en cualquier caso, sean cuales sean las circunstancias, y por supuesto con diferentes modos de hacerlo, siempre es posible lograr avances significativos en esa lucha que nunca termina por construir un mundo mejor.

Así, estuve muy contento cuando en 1974 se presentó la ocasión de poder viajar a Cuba. Y aunque aquel era un viaje muy personal, hay que aclararlo, desligado de toda relación política, me sirvió para construirme una primera idea real, una imagen concreta por así decirlo,  de lo que era aquel país en revolución que procuraba construir una sociedad de iguales. Recorriendo la Isla por tierra, toda a lo largo, desde Santiago hasta la Habana, se reforzó mi cariño por Cuba y por su gente. Ya en la capital, visite la Casa de las Américas y tuve la suerte de conocer personalmente a la legendaria Haydée Santamaría con quien compartimos un buen rato.

Habían pasado más de dos décadas, cuando a finales de 1997 tuve la oportunidad de viajar nuevamente a Cuba formando parte de una pequeña delegación de cuatro personas, esta vez en un viaje de claro contenido político.  Nos reunimos con el comandante Fidel Castro, a lo largo de unas 12 horas durante dos jornadas cuyo recuerdo forma parte imborrable de mi memoria política, con la conciencia de que ese fue uno de los momentos más importantes de mi vida.

Fue precisamente en ese viaje donde conocí también al comandante Manuel Piñeiro, quien estuvo presente en las reuniones con Fidel, y que como se sabe fue uno de los revolucionarios más emblemáticos, por sus tareas muy particulares en el seno de la revolución cubana. Tuve la oportunidad de preguntarle por sus orígenes y me confirmó que sí, que  tanto su madre como su padre eran gallegos emigrados a Cuba.

Mi cuento sobre Cuba, como puede suponerse sería largo, pues a partir de 1999, y ya en el cumplimiento de distintas tareas como funcionario del gobierno bolivariano, me correspondió el privilegio de visitar la Isla infinidad de veces para participar en múltiples reuniones y actividades, que una detrás de otra fueron desarrollando y afincando en mi alma, por así decirlo, un especial amor por Cuba, que es amor por su pueblo y su revolución, que viene a ser lo mismo.

Pero como la longitud de esta nota no da sino para una breve pincelada, déjenme rematarla puntualizando que ese incondicional amor por Cuba que confieso, además del componente pasional tiene también mucho de admiración y sobre todo de agradecimiento. Por ser Cuba lo que es, por estar allí, por resistir al más grande y genocida de los imperios, por ser ejemplo de dignidad, de coraje y de humanidad.

Con Cuba siempre, ahora y en cualquier circunstancia.

(Traducido del original en gallego, publicado en NÓSdiario)

 

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