Assange y la libertad acotada. Cristóbal León Campos
El pasado 24 de junio comenzó el proceso de liberación de Julian Assange al salir de prisión tras 14 años de agonía judicial. La tortura psicológica a la que fue sometido no tiene forma de ser revertida, la persecución a la verdad y la libertad de expresión, así como a la difusión de información de suma relevancia para comprender el verdadero actuar del Imperio estadounidense, queda ahí como huella contra el periodismo crítico y contra quienes buscan con su labor informativa desenmascarar a los poderes fácticos que oprimen en el mundo. Assange está ahora libre y eso es de celebrarse, pero la justicia no ha llegado a este caso como a muchos otros que quedan en el tiempo perpetuados con un manto agridulce.
La revelación de información clasificada del Gobierno estadounidense que dejó con mayor claridad a la vista de todos y todas los crímenes de guerra cometidos por el Imperio en Irak y Afganistán, significó y significa un duro golpe dado por WikiLeaks a los sistemas de inteligencia “hegemónicos”, pero, también, la despiadada persecución a la que se sometió a Assange muestra de lo que es capaz el Imperio para conservar su dominio y no tolerar ningún tipo de afrenta a su poder “omnipotente”. Lo más peligroso del caso es cómo el Gobierno estadounidense nunca dejó de lado su acusación contra el periodismo, llevándolo al grado de equipararlo con una violación a la Ley de Espionaje, y el acuerdo para la liberación de Assange dejará duros efectos que irán directo contra la libertad en el periodismo, pues ahora –igual que antes- se perseguirá con ferocidad cualquier filtración de información que revele la crudeza de la política imperialista y su alto grado antihumano. Como afirma Chip Gibbons: “la Ley de Espionaje sigue siendo un arma cargada que puede ser utilizada contra los periodistas, los denunciantes y el derecho del público a saber la verdad”.
La figura de Assange se erigió desde el inicio de su periplo como la de un periodista-intelectual comprometido con la justicia, pues al final de cuentas la verdad no es otra cosa que la semilla de justicia que florece a pesar de las tormentas. El reclamo global por su liberación ha encontrado eco, queda pendiente el clamor por la justicia ante su persecución, pero también ante los crímenes de guerra que ayudó a revelar y que siguen siendo negados y sin juicio. Ante el impacto que alcanzó la figura de julian, Fidel Castro expresó en 2010: “está demostrando que el más poderoso Imperio que ha existido en la historia podía ser desafiado. El audaz desafío no provenía de una superpotencia rival; de un Estado con más de cien armas nucleares; de un país con cientos de millones de habitantes; de un grupo de nacionales con enormes recursos naturales, de los cuales Estados Unidos no podía prescindir; o de una doctrina revolucionaria capaz de estremecer hasta los cimientos al Imperio que se basa en el saqueo y la explotación del mundo. Era solo una persona que apenas se había oído mencionar en los medios de prensa”.
En 2011, Amy Goodman y Denis Moynihan dialogaron con Assange; en esa conversación, Julian dejó manifiesta la esperanza que tenía y que hoy se mantiene como un ideal a alcanzar: “Existe un gran futuro, un futuro profundo, que todos anhelamos. Anhelo un futuro en el que todos podamos compartir libremente nuestras esperanzas y nuestros sueños, [en el que podamos] compartir información objetiva sobre el mundo, y donde el registro histórico sea completamente sagrado, nunca sujeto a cambios, modificaciones o eliminaciones. […] De todo ello surgirá la justicia”.
La persecución contra la verdad por el Imperio estadounidense y sus aliados dejó herido al periodismo, pero la búsqueda de la verdad, el compromiso y la valentía de quienes la defienden todos los días en diversos medios cimienta la esperanza que no muere, sólo se transforma mientas mantiene intacta su ética humana. La verdad, tarde o temprano, saldrá siempre a la luz.