Crisis mundial, coronavirus y capitalismo moribundo: un cóctel mortal
Sería demasiado ingenuo creer que la crisis financiera y los terremotos económicos que vamos a padecer por una larga temporada son sólo consecuencia del corona-virus. La economía capitalista está tocada desde hace bastante tiempo. El crecimiento anual a escala mundial se ha ralentizado en torno al 2,5%. EE.UU. creció al 2%, mientras que Europa y Japón lo hicieron al 1%. En concreto Italia ha venido arrastrando 17 meses consecutivos de declive en la actividad manufacturera. Parecida contracción que en Francia, donde la actividad de las empresas (índice PMI) cayó 1.3 puntos, hasta 49.8 (por debajo de 50 significa que más de la mitad de las empresas no tienen ganancias).
La deuda global en relación al PIB ha crecido un 322% en el último cuarto de 2019, sobrepasando los 253 billones $. Simplemente una recesión mediana conllevaría que la deuda de las corporaciones capitalistas, de más de 19 billones $, sería sencillamente impagable para muchas de ellas. Las empresas «zombi», aquellas que quebrarían solamente con subirse los tipos de interés, se estiman en un 10% a escala mundial. Según Bloomberg, las obligaciones de muchos Estados y la salud de los fondos de inversión no es precisamente mejor.
Toda esa desaceleración, sin embargo, fue acompañada una vez más, de la estúpida euforia de las Bolsas, mostrando toda la irrealidad de la economía capitalista y haciendo presagiar desde hace tiempo un considerable estallido de burbuja.
Los Bancos Centrales ya no saben qué hacer para «salvar» a la economía: desde inyectar «dinero mágico» inventado de la nada, a poner los intereses en negativo, bajar al mínimo los costos laborales (salarios), hacer grandes recortes sociales… Pero aun así el enfermo no reacciona. Y no reacciona porque la inversión capitalista está paralizada (en torno al 22% del PIB). La cual a su vez lo está porque no obtiene suficientes beneficios, y no los obtiene porque padece un grave problema de pérdida de valor provocado por una sobreacumulación de capital (debido a la sustitución de personas por máquinas).
Es decir, que estamos desde hace tiempo inmersos en una «crisis sistémica» que afecta la capacidad del capital de reproducirse. Entonces, y de la forma más sorprendentemente extraña posible surge algo inverosímil: una pandemia que mata sobre todo a la población menos «productiva» y con mayor incidencia en el gasto público. Una pandemia salida de… ¿dónde?
El 18 de octubre de 2019, el Johns Hopkins Center for Health Security, en Baltimore (EE.UU.), llevó a cabo una cuidada simulación de una epidemia tipo «corona-virus», titulada nCoV-2019. Incluso la OMS, que ha actuado más como agente comercial de las transnacionales farmacéuticas que como velador de la salud de las poblaciones del mundo, dio primero al virus el mismo acrónimo que el del experimento, para cambiarlo finalmente por el de COVID-19. En la simulación 201 se llegaba a la conclusión de que el 15% de los mercados financieros colapsaría y que alrededor de 65 millones de personas en el mundo perderían la vida. Participaron en esa simulación la Fundación Gates, el Foro Económico Mundial, así como las corporaciones Johnson & Johnson y Henry Schein (líder mundial de la producción de material médico). Ese mismo mes se celebraron los Juegos Mundiales Militares, del 18 al 27, en Wuhan, con amplia participación de militares estadounidenses. Hoy, muertes que desde entonces se creyeron por influenza en EE.UU. están siendo revisadas como posibles decesos por corona-virus; pero ese país americano no encuentra a su «paciente cero». Lo que sí está claro es que muchos de los rasgos de la simulación han ocurrido en enero de 2020, y ese 15% de desplome bursátil es el que realmente se ha producido a finales de febrero de este año. En Wall Street se tuvo que intervenir la Bolsa para que no se hundiera.
Pero más allá del que sea el origen real de este «oportuno» virus (y el hacinamiento industrial de miles de millones de animales no augura nada bueno para el futuro en ese sentido), veamos algunas otras de las claves que enfrentamos:
- El COVID-19 no sólo ataca duramente a economías estatales, como la italiana o la española. El «modo pánico» en que ha entrado el mercado mundial está golpeando las cadenas de producción y suministros, afectando de plano el conjunto de las cadenas mundiales del valor. Jamás, ni en los momentos de guerra, el consumo se ha visto sometido a tal disciplina de choque. El círculo vicioso es el clásico: se detiene la actividad comercial, se frena la producción, se dispara el desempleo, se desploma el consumo. Esto es ya catastrófico, pero lo será mucho para todos los indicadores económicos (hasta el 10% de bajada en el PIB y una disminución del crecimiento anual de la producción mundial del 6,5%, se están ya pronosticando -por lo bajo-). Pero atención, los indicadores sociales pueden ser peores, especialmente cuando el virus golpee con fuerza a países con escasos recursos sanitarios. En el caso concreto del Reino de España, el asunto es muy grave, pues nos pilla sin soberanía alimentaria ni industrial (además de monetaria y fiscal). Dependemos enormemente de lo que produzcan otros. Si por cualquier razón se obstaculizan las cadenas de suministros, no lo vamos a pasar nada bien.
- Estamos asistiendo de forma traumática a un cambio de ruta del sistema, para el cual se precisa acometer una limpieza de capitales sin precedentes en «tiempo de paz». Es decir, el corona-virus está llamado a cumplir las funciones de una guerra de importantes dimensiones. Empezamos un nuevo tiempo del capitalismo, (¿su lenta y larga agonía?), que será de barbarización generalizada para la mayor parte de la humanidad (ver El Público, https://blogs.publico.es/dominiopublico/30412/empiezan-los-20-losterribles-20/).
- Como toda crisis, ésta será también una oportunidad para algunos especuladores. Provocará un reacomodo del mercado, para dar comienzo también a otro tipo de tecnologías (el cuento para las poblaciones será a buen seguro el de acabar con la producción contaminante, para empezar a hacer un «capitalismo sostenible», oxímoron donde los haya que no tiene más misión que la de acomodar conciencias a lo que viene).
- Cualquier salida a esta crisis traerá una nueva y dura vuelta de tuerca a los mercados laborales en detrimento de la población trabajadora, así como redoblados ajustes sociales y recortes. Esto es, conllevará una recomposición de la relación de las clases dominantes con sus sociedades, abundando en el perjuicio de estas últimas. De igual manera, se reestructurará el poder entre la propia clase capitalista global.
- En este sentido, por ejemplo, la fracción más globalista-financiera de EE.UU. parece haberle preparado una encerrona a Trump. Su pésima gestión de la epidemia (es casi imposible gestionarla bien en un país con un sistema de salud pública prácticamente inexistente) bien puede costarle una reelección que hasta ahora tenía prácticamente ganada. Pero si entran los demócratas en la Casa Blanca habrán más amenazas de guerra, pues están buscando el enfrentamiento militar, sobre todo con Rusia. En general, por todas partes, la crisis corona-vírica se llevará por medio «gobiernos de izquierda» (de coalición con las burguesías), donde las «izquierdas integradas» en el sistema soñaban, o eso decían a la sociedad, con que el capitalismo se dejaría endulzar socialmente.
- Más allá de que haya sido pretendido desde el principio o no (como manifestación de una «guerra bacteriológica»), estamos delante de un experimento de grandes dimensiones mundiales: el control y confinamiento de poblaciones en una escala sin precedente. También un ensayo de psicología colectiva tipo «Guerra de los Mundos» pero a lo grande. ¿Se está preparando con ello el terreno para dinámicas de choque propias de tiempos de guerra social y militar?
La campaña mediática para generar psicosis global y permanente puede ayudar a justificarlo todo. ¿Nos imaginamos que cada día los media reportaran los contagios y las muertes por malaria, ébola, cólera o gripe normal? Claro, este virus mata europeos y eso es «más preocupante», pero aun así también los mataba la gripe, el cáncer y los suicidios (alrededor de seis cada hora en la UE).
Ya antes de los estados de alerta, por puro miedo la gente estaba dejando de viajar, se suspendían eventos, no sólo actividades productivas y comerciales, sino también sociales. De tal manera que en 2020 el crecimiento de la demanda mundial de petróleo se estima por la OPEP un 30% inferior de lo previsto; lo que quiere decir que el aumento del consumo se limitará a 825 mil barriles al día (hecho que no sólo está desmoronando el precio del petróleo –y haciendo subir las primas de riesgo de sus bonos-, sino de todo el sector energético).
Esta parece ser la única manera en que se haga algo real por el clima: a la fuerza. Los golpes de crisis son hasta ahora los únicos momentos en que se han rebajado las emisiones de efecto invernadero en la civilización capitalista. Esto muestra que si las cosas volvieran a la normalidad seguiríamos con nuestro suicidio ecológico-climático, volveríamos en masa, como si nada, a coger aviones para irnos a sitios remotos, a lanzarnos sobre nuestros coches para quemar petróleo, a producir mercancías sin apenas utilidad y con una programada obsolescencia, a consumir recursos sin parar…
Pero si un virus puede paralizar la economía capitalista, ¿no deberíamos preguntarnos de una vez qué tipo de economía tenemos? ¿Es la competencia de todos contra todos y el exclusivo lucro privado los que pueden salvar a la humanidad de su autodestrucción, de pandemias, del cambio climático, del hambre, de la guerra? Parece evidente que no. Quizás es hora de prestar atención a China que, con todos sus defectos (¿quién no los tiene?), está mostrando otro camino.
No lo perdamos de vista. Fueron medicamentos cubanos, sobre todo el interferon Alfa 2B, los que llegaron a China para comenzar la lucha contra el corona-virus. Por su parte, este país ha demostrado al mundo cómo una economía planificada, en la que cada quien no va a la suya para sacar más beneficios que sus rivales, es capaz de poner de rodillas un virus desconocido en un tiempo récord. Y ahora personal sanitario chino y cubano (y venezolano) llega a Italia a colaborar en el combate contra el COVID-19. España ya ha reconocido también la necesidad de su ayuda.
Mientras, la UE, más preocupada de nuevo por preservar de la crisis a la Banca y a las grandes transnacionales que a las poblaciones, ha mostrado una vez más su fracaso como entidad política, dejando 27 modalidades diferentes de salvarse cada quien como pueda, sin ni siquiera colaborar de forma efectiva en la emergencia sanitaria de Italia (¿y ahora tampoco en la de España?). Mientras, en la mayoría de Europa nos hemos quedado con unos sistemas de salud cada vez más precarizados, con menos personal sanitario y recursos. Mientras, las principales farmacéuticas compiten por ver quién saca antes la vacuna en vez de colaborar a escala mundial, y suben los precios de los productos de protección. Mientras, EE.UU. sigue bloqueando económica y sanitariamente más de 10 países, algunos tan golpeados por el virus como Irán.
Y mientras, gran parte de las poblaciones europeas ya no se acuerdan de las calamidades y guerras que la UE provoca en otros lugares, ni de los refugiados y desahuciados causados… ni de que siguen llegando más uniformados estadounidenses a Europa (maniobras Defender 20), aumentando el peligro de enfrentarnos contra Rusia.
(Artículo aparecido en Público, el 17 de marzo de 2020)
Han logrado, en las mentes y los cuerpos humanos, el amor a la servidumbre profunda, personal. Utilizaron, entre otras cosas, además de la recurrente técnica de infundir miedo, de técnicas avanzadas de la sugestión, del condicionamiento ya desde la infancia, y de la posterior ayuda de narcóticos más eficaces que el alcohol (algunos de ellos ignoro si menos dañinos y más placenteros que la ginebra o la heroína, que tantas vidas destruyeron antes de la aparición de las modernas drogas de diseño).
Quizás la actual alarma que están generando tan eficazmente con respecto a esta nueva gripe, lo sea porque tengan resuelto el problema de lograr que la gente ame aún más su servidumbre por medio de alguna sustancia introducida mediante la vacunación masiva obligatoria; aunque no cabe descartar que quieran, asimismo, esterilizar a grandes masas de población, tal y como ya experimentaron en África. Aun así, seguiría vigente el problema que supone para los amos del mundo (para el sistema capitalista), el exceso demográfico de tanta gente para ellos innecesaria: debido a los adelantos tecnológicos con que se sustituye la mano de obra humana para la obtención de todo tipo de productos. La crisis del actual sistema, por tanto, es irreversible; y para evitar revueltas en pro de la consecución por las masas de un sistema político alternativo al capitalista y realmente social, no les queda otra que guerras de exterminio por todos los medios de que disponen. Les urge, y como la estupidez humana es impresionante (lo siento, pero así lo veo en un grado y porcentaje altísimos), las masas en su mayor parte obedecerán cobardemente lo que se les ordene por los amos.
[…] 5.- “Crisis mundial, coronavirus y capitalismo moribundo: un cóctel mortal”. Por Andrés Piqueras, Nota publicada el 17 marzo, 2020, en: https://frenteantiimperialista.org/blog/2020/03/17/crisis-mundial-coronavirus-y-capitalismo-moribund… […]