Desdolarización acelerada
Han pasado muchas cosas estos días: la concesión a Turquía sobre la provincia siria de Idlib, el nuevo ataque del régimen sionista de Israel a Siria, las maniobras ruso-chinas (con la también participación de Mongolia) que deja al descubierto la precariedad de la OTAN por mucho que ladre, el infame Almagro pidiendo una guerra con Venezuela (¿qué hacen todavía en la OEA países como Bolivia, el México «progre» de López Obrador, aunque aún no haya tomado posesión de forma oficial, la Nicaragua de ese no-sandinista que es Ortega, o El Salvador de Cerén?), los nuevos aranceles contra China, las nuevas sanciones estadounidenses contra China y Rusia por Corea del Norte…
Pero sin la menor dura lo relevante, para el ahora y para el futuro, es lo que ha ocurrido en el Foro Económico Oriental que acaba de terminar. No busquéis información en los medios de propaganda occidentales, que no la encontrareis. Pero lo que ha ocurrido allí es determinante.
No sólo han participado delegaciones de 60 países (es decir, unos pocos menos de los que integran el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, la alternativa clara el FMI) sino porque se han firmado 175 acuerdos comerciales por un valor total equivalente a 4.300 millones de dólares. Y digo equivalente porque lo relevante es que la práctica totalidad de ellos se ha hecho sin tener en cuenta al dólar.
El dólar controla hoy casi el 70% de todas las transacciones comerciales. O controlaba. El euro el 20% y el resto se distribuye entre las otras monedas que están en la canasta de divisas del FMI: libra esterlina, yen y yuan. Esto ya ha pasado a la historia. El declive del dólar es ya imparable y aunque el ritmo aún es lento, se puede hablar sin miedo alguno de que asistimos a una desdolariación acelerada de la economía mundial.
Veréis por qué ha sido determinante este Foro Económico Oriental para ello. Además de la firma de contratos y acuerdos comerciales, se han producido procesos de fusión de empresas que van a dejar pequeñas a las mayores multinacionales occidentales. Por ejemplo, Rusia y China han llegado a un acuerdo para la creación de una empresa conjunta, que fusiona dos chinas y una rusa, para la extracción de gas licuado de los yacimientos rusos de Chukotka y la inversión en proyectos agrícolas en los países asiáticos. Al mismo tiempo, y para reforzar el flanco del gas, la rusa Rosnett y la China CNPC han establecido una empresa conjunta para la explotación petrolera. Es decir, China se vuelve prácticamente invulnerable en cuanto a su suministro energético y el cerco marítimo que esta intentando hacer EEUU se queda en esfuerzos baldíos. Rusia, por su parte, se asegura que el principal comprador de petróleo del mundo refuerza su posición como principal suministrador.
Occidente no tiene otra opción que patalear, otra vez. Insultar, atizar la rusofobia y la chinofobia en los medios de propaganda. Hacer ruido, en definitiva. Mucho ruido y pocas nueces, aunque siempre queda el margen de locura de los estadounidenses y sus vasallos europeos (sobre todo, los británicos) que pueden desencadenar un enfrentamiento directo para no perder lo que les queda de hegemonía que se escurre de sus manos cada segundo que pasa.
Putin y Xi se reunieron, por tercera vez este año, y lo que acordaron es para que Occidente se ponga a temblar: el comercio entre los dos países está creciendo a un ritmo espectacular (un incremento del 30% respecto al del año pasado, sólo en lo que va de 2018) por lo que se llegará a los 100.000 millones de dólares este año. Es decir, al equivalente a 100.000 millones de dólares porque el acuerdo es «expandir el uso de las monedas nacionales en acuerdos bilaterles (…) sin las condiciones de riesgo de los mercados globales». La estupidez occidental es proverbial: hay que dar gracias a las sanciones y, ahora, a los aranceles.
El año pasado Rusia suministró a China 30 millones de toneladas de petróleo, en lo que va de año ya son 52 millones. La construcción del oleoducto «Poder de Siberia» va tan rápido que Putin y Xi anunciaron su terminación a finales de 2019, por lo que a partir de esa fecha China será prácticamente invulnerable a las presiones energéticas. Adiós, Arabia Saudita. Bienvenido Irán. Porque este país también entra en el juego ruso-chino. Añadid lo que os he comentado del gas licuado y entenderéis mejor lo que pasa, que no tiene nada que ver con lo que nos cuentan. Al mismo tiempo, Rusia está a punto de convertirse en el principal suministrador de carbón y tecnología nuclear a China. Dos de los pre-contratos firmados fueron para la construcción de dos centrales nucleares. Aunque aún no son firmes, que a nadie le quepa duda de que el año que viene serán oficiales.
Otro de los acuerdos significativos, y que tiene que ver con los aranceles estadounidenses a China, es que Beijing deja de comprar trigo a EEUU y lo hace a Rusia. La venta de trigo ruso (que es el principal productor mundial) a China se ha incrementado un 50% desde que en marzo Trump impusiese los primeros aranceles. Eso ha supuesto que en lo que va de año los rusos hayan vendido a los chinos 656.000 toneladas de trigo más que en el 2017. Lo mismo se puede decir de la carne y de los productos lácteos.
¿Aún más? Pues sí. Aprovechando la coyuntura, muchos países están dando la espalda a Occidente, a sus monedas, al dólar y al euro. Y lo hacen acudiendo al yuan. La «yuanificación» de la economía mundial está creciendo de forma visible gracias a la bolsa de petróleo de Shanghai, que está aumentando, mes tras mes, su participación en los mercados de petróleo. Ya está en el 14’4% de todo el petróleo que se vende o intercambia en el mundo. Recordad lo que os decía hace poco tiempo, que los chinos están haciendo camino al andar. Por si queréis datos, ahora mismo el petróleo WTI tiene una cuota de mercado del 56’7% y el Brent del 28’9%. Recordad que la bolsa de petróleo de Shanghai sólo lleva operando desde finales de marzo.
La desdolarización avanza y nadie la puede parar, salvo una guerra. Es una tendencia que está cobrando impulso en todo el mundo, con China y Rusia liderando el movimiento. Y también os recuerdo que en julio los BRICS se pusieron a la labor. Insisto, también: hay que dar las gracias a Trump.