Dos ofensivas con el mismo objetivo, pero de diferente tipo
Veo que hay una cierta relajación tras lo ocurrido estos días en el G-20 y en el acuerdo del día 28 en Viena por Irán. Y voy a intentar explicar qué ha ocurrido y cómo asistimos a una nueva fase de la guerra, sobre todo entre EEUU y China, con ofensivas por ambos bandos aunque de diferente calado. Y lo voy a hacer esta vez sin aceitunas ni cervezas.
Resulta que en la reunión del G-20 se ha acordado una tregua en la guerra económica que lanzó EEUU contra China y en la que China respondió de una forma no prevista. Por ejemplo, paralizando la importación de soja desde EEUU. Ese sí fue un torpedo en la línea de flotación de Trump puesto que su gran base social y electoral son los agricultores y el presidente de la Asociación Americana de Productores de Soja pidió públicamente a Trump que llegase a algún acuerdo con China porque, en caso contrario, «el sector no podrá sobrevivir ni un año» (sic).
La soja es el producto estrella, con una reducción total en las exportaciones del 70’6% desde el inicio de la guerra arancelaria hasta el fin definitivo que os comentaba más arriba. Pero no es el único. El resto de productos agrícolas llevaba el mismo camino, con una reducción global de las importaciones chinas del 55’3% (por ejemplo, el sector del algodón ya exportaba el 60% menos). La hecatombre de los agricultores estadounidenses se refleja en este cuadro. De continuar, era el espejo donde se podía mirar Trump de cara a su campaña por la reelección. Luego estaba obligado a dar un paso atrás y los chinos, con elegancia, le han permitido dar ese paso sin que parezca que retrocede (del todo).
La chulería se paga. El actuar como si todo siguiese igual, como si EEUU (y Occidente) siguiesen controlando el mundo es tan irreal como creer en los unicornios. Y así han venido, y todavía lo pretenden, haciendo los occidentales. Error, un craso error. Porque gracias a la guerra económica, China tiene ahora muchos otros suministradores: desde Brasil y Argentina en América Latina a Australia en Oceanía. Pero lo más importante es que se ha cimentado muy rápidamente uno de los principales ejes de la estrategia de futuro de China: la Nueva Ruta de la Seda. Porque los principales suministradores de productos agrícolas a China son países como Rusia, Tailandia, Indonesia, Malasia, Filipinas, Vietnam, Myanmar, Camboya y Laos.
China ofreció volver a comprar soja a EEUU en esa reunión del G-20 a cambio de que EEUU levantase el veto a Huawei. Las dos cosas se han hecho, por lo que estamos en una tregua que dista mucho de ser el fin de la guerra. Una tregua es eso, una tregua. En ella cada parte se reforzará y estará en mejores condiciones para reanudar la guerra cuando sea necesario.
Pero esto es lo que se ve, porque hay otras cosas que están ocultas. Por ejemplo, que EEUU ha visto cómo el «capitalismo liberal» ha sido derrotado por el «capitalismo de Estado«. China publicó el 2 de junio un libro blanco en el que establece cuáles son los aspectos intocables: «mantener la apuesta por la innovación propia (o sea, la inteligencia artificial, el 5G y similares), mantener la presencia de las empresas de propiedad estatal en los sectores clave y continuar desarrollando un enfoque estratégico en todo lo relacionado con la inteligencia artificial, el comercio electrónico y las tecnologías de la ciencia de la salud».
No es conocido, pero a esto se respondió desde EEUU y fue Peter Navarro, el asesor de Trump para China: «esto es una amenaza existencial para la prosperidad de EEUU y el predominio de EEUU en la economía mundial. China se ha dirigido a las industrias estadounidenses del futuro. Si consigue el éxito en estas industrias emergentes, EEUU no tendrá futuro económico».
La clave está donde siempre ha estado, en quién tiene el control de los medios de producción. Y en China, en su inmensa mayoría, está en manos del Estado. Por eso asistimos ahora al giro, mejor, un acelerón porque siempre ha sido el gran objetivo de la estrategia estadounidense: destruir al Partido Comunista Chino de la misma manera que se destruyó el Partido Comunista de la URSS y de la que ya os hablé. Para ello hay que desvirtuar la imagen de China, y así hay que interpretar, de nuevo, las moviditas de Hong Kong. Y volverán las campañas sobre el exterminio de los iugures, y la persecución de los cristianos, y los campos de re-educación, y recuerdos de Tiananmen, aplicaciones espías en los teléfonos… y lo que haga falta. Snowden se estará riendo porque comprado con lo que hace Occidente… Pero no Assange, encarcelado y a punto de ser extraditado. En fin, las cositas de los «demócratas» del «mundo libre».
¿Quiere el mundo estar dirigido por estos totalitarios comunistas, represores de las libertades y bla, bla, bla…? ¿No es mejor mantenerse en el orden liberal «basado en reglas» (sin mención al derecho internacional) y bla, bla, bla…?
Es decir, estamos, de nuevo, en una campaña ideológica que los niñines (y niñinas) habituales, esos de la transversalidad, no quieren ver porque les salen sarpullidos solo de pensarlo. Y así vemos cómo los medios de propaganda, incluidos los que van de «alternativos», recogen con entusiasmo la neolengua burguesa que cada vez es más común: cuando hay competencia, por ejemplo en el sector manufacturero tradicional, se habla de «comercio justo» (lenguaje bonito sobre la no explotación, etc.) pero cuando hay supremacía, por ejemplo en las finanzas o en los productos manufactureros de alta gama, se habla de «libre competencia», es decir, la ley del más fuerte. Y si eso falla porque hay otro también fuerte en estos sectores, se va a la guerra, como con Huawei. Y los supuestos «progres» comprando, y vendiendo, todo esto.
Mírese como se mire, esto es ideología. Y esta es una de las ofensivas que hay ahora mismo en marcha: la ofensiva de EEUU contra el papel del Partido Comunista de China tanto en China como en el resto del mundo. No puede ser que un hegemón sea comunista, aunque tenga más de nombre que de realidad. Volvemos a la guerra fría.
Uno de los misterios de la desaparición de la URSS es, para mí, cómo un partido con 20 millones de militantes no dio la cara ante tanto despropósito. La corrupción, la esclerotización, la putrefacción interna del partido tuvo mucho que ver y un relato muy acertado de lo que ocurrió entre la militancia se puede ver en el excelente libro de Sara Rosenberg «La voz de las luciérnagas».
Pero hay una diferencia entre la Unión Soviética y China: que han pasado casi 30 años. Y los chinos han aprendido, y mucho. Y ahora mismo, como son conscientes de esta ofensiva, y acuciados por su propia base, los dirigentes del PCCh han lanzado otra, interna, para fortalecer su presencia, política e ideológica, dentro del país (con lo que eso conlleva de afianzamiento de la estrategia a nivel mundial).
Lo sorprendente es que se está recuperando de forma oficial el legado de Mao, que en los últimos años había pasado casi como la luz por el cristal, sin tocarlo ni mancharlo. Y así, en la última revista editada por el Comité Central del PCCh se puede leer, para mi sorpresa, que «en el estudio de las obras teóricas del marxismo en la China moderna, es necesario buscar en la raíz y explorar las fuentes, estudiar cuidadosamente las obras de escritores famosos del marxismo-leninismo y del camarada Mao Zedong».
Y más sorprendente aún: «para una promoción de la salida al mundo exterior [de China] se requiere que continuamente inventemos formas y medios de propagar la teoría marxista, desarrollar la propaganda teórica utilizando diversas formas de literatura y arte, libros, periódicos, televisión, películas, exposiciones… para que la propaganda teórica se una a la vida y actividad cotidiana».
Porque, «la defensa del marxismo debe llevarse a cabo en condiciones de total apertura al mundo exterior». Es decir, la Nueva Ruta de la Seda tiene, también, un componente ideológico por muy pequeño y sutil que sea. Y esto es importante. Y esto es lo que ha percibido EEUU y por eso lo combate.
Tengo la impresión de que estamos en una versión ideológica del «socialismo con características chinas», es decir, en una especie de «marxismo a la china». Pero algo es algo, sobre todo en estos momentos. Porque lo que hay es un paso al frente, no un paso atrás como en la URSS. Y eso es lo que ha llevado a la tregua del G-20. EEUU pensó que China se rendiría. No ha sido así y, por el contrario, ha sabido contraatacar causando grandes pérdidas. Por ahora, tablas.
Lo mismo que con Irán. La reunión del día 28 en Viena terminó con un «triunfo», así, entre comillas: la moribunda UE aceptaba enfrentarse un poquito a EEUU diciendo que ya estaba operativo su mecanismo para salvar el acuerdo con Irán, el INSTEX. Y todo el mundo lo celebró. Pero no. Los iraníes ya han dicho que es insuficiente, que no permite comprar petróleo y que así no les sirve como instrumento para hacer frente a las sanciones de EEUU. Y los europeos se la han vuelto a envainar, como de costumbre. De ahí que Irán haya decidido sobrepasar su producción de uranio no enriquecido y de ahí que mantenga la fecha del 7 de julio para reducir sus compromisos del acuerdo nuclear, tal y como le permite ese mismo acuerdo si alguna parte lo incumple. Y EEUU lo viene incumpliendo desde el 8 de mayo del año pasado.
Que los europeos son imbéciles es poco cuestionable, que son vasallos de EEUU es tan cierto como que hay noche y día. Porque hace falta ser imbécil para mantener el grueso de su comercio en dólares en vez de en euros, porque hace falta ser imbécil para no acelerar el INSTEX (que tiene el pomposo nombre de Instrumento de Apoyo a los Intercambios Comerciales) que permitiría el comercio en euros con un país de la envergadura de Irán. Pero no, la UE se mantiene en que el INSTEX solo afectará a los productos alimenticios y médicos vendidos por compañías europeas y que no va a comprar petróleo a través de él. Buena vasalla de su señor, EEUU.
Es decir, la UE es irrelevante. Sobre todo porque una semana después de la puesta en marcha del INSTEX de forma oficial, y a cuatro días de la fecha tope dada por Irán, no se ha realizado ninguna operación, ninguna. Es un instrumento muerto, vacío. Ni se preocuparon, siquiera, de guardar las apariencias haciendo un par de transacciones para cubrir el expediente. Eso es Europa, un inmenso montón de mierda.
No creo que hagan nada en estos días -si, acaso, culpar a Irán por romper el acuerdo, convirtiendo así a la víctima en el verdugo-, pero por dar un margen al optimismo (y yo no tengo ninguno, pero siempre habrá alguien que lo crea), hay que esperar hasta el domingo.
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