El acuerdo de cooperación estratégica entre China e Irán rompe la estrategia de EEUU en Oriente
El mes de marzo de este año pasará a la historia sin la menor duda. Por dos razones: porque China ha mostrado sus dientes diplomáticos, por primera vez, a EEUU (poniendo a caldo a EEUU en la reunión bilateral de Alaska) y a la Unión Europea (estableciendo contrasanciones a una iniciativa europea que se sumaba a EEUU por la “violación de los derechos humanos” a los musulmanes de Xinjiang) y firmando un acuerdo de cooperación estratégica con Irán que rompe la estrategia de EEUU en Oriente Próximo y Lejano.
El acuerdo es de los que hacen época y ha obligado a reaccionar tanto a EEUU como a la UE, que se han visto obligados a intentar llegar a algún acuerdo para eliminar o suavizar las sanciones contra Irán para no quedar fuera del lucrativo mercado persa. Esto es lo que hay detrás del repentino cambio de postura de EEUU y sus vasallos, que ahora están negociando el retorno al acuerdo nuclear de 2015 en Viena. Una negociación que llega después de la firma de este acuerdo. El tiempo apremia para ellos porque Irán anunció la expulsión de los inspectores de la Agencia de Energía Atómica en abril si no había avances y, por si fuese poco, antes del verano habrá elecciones en Irán.
Negociado durante cuatro años, China invertirá un mínimo de 337.000 millones de euros (400.000 millones de dólares) en los próximos 25 años en energía, industria (civil y militar) e infraestructuras relacionadas, prioritariamente, con la Nueva Ruta de la Seda y que convierte a Irán en un socio diplomático y energético esencial para China. Casi, casi, al mismo nivel que Rusia. Digo un mínimo porque la cifra exacta no se conoce dado que el acuerdo no se ha hecho público con detalle aún y hay quien especula que la cifra puede ser de unos 200.000 millones más. El que no se haya hecho público en acuerdo –solo se conocen sus líneas maestras, sin detalles- indica que los dos países se han dado un tiempo para ver qué sucede con el tema nuclear y cuál es la reacción de Occidente. No tienen prisa. Si en las elecciones iraníes revalida la victoria el sector de Rohuani, el acuerdo está más que asegurado. Si ganan los llamados en Occidente “conservadores”, el acuerdo será una carretera bien asfaltada hacia el definitivo entronque de Irán con China (y Asia).
Esto es importante: los cuatro años de negociación. Es decir, se inició antes de que EEUU se retirase unilateralmente del acuerdo nuclear (marzo de 2018) e impusiese unas sanciones (ilegales, según el derecho internacional) leoninas que han sido seguidas sin vacilar (y, por lo tanto, en violación del derecho internacional) por sus vasallos occidentales y casi por todo el mundo. Y es evidente que se ha finalizado porque a pesar de que Irán ha sabido sortear las sanciones su situación le obligaba a ello dado que en el último año ha aparecido otro factor que debilita aún más la ya maltrecha economía iraní: el coronavirus.
El pacto no pilló de sorpresa a Occidente, pero sí le ha supuesto un duro golpe porque, como suele ser habitual, Occidente solo mira su ombligo y no tiene en cuenta la historia de los pueblos. Porque China e Irán (en tiempos de la antigua Persia y antes) han mantenido unas relaciones especiales durante siglos y no solo eso: comparten experiencias comunes que explican, en parte, este acuerdo.
Dos mil años de relaciones
China y Persia son dos civilizaciones antiguas y sus relaciones, contrastadas, se remontan a hace más de 2.000 años. La primera mención que se tiene de los dos pueblos parte de China, de cuando un viajero llamado Zhang Qian remitió un escrito al emperador sobre “el país de los partos”. Eso era el año 126 antes de nuestra era y a partir de entonces siempre ha habido contactos y relaciones convirtiendo a Persia en un lugar imprescindible para el comercio, tanto marítimo como terrestre. La antigua Ruta de la Seda tuvo en esta zona su epicentro. Y cuando los musulmanes ocuparon el territorio, muchos persas, sobre todo nobles, buscaron refugio en la corte China. Eso ocurrió en el año 650 de nuestra era. Pero con los musulmanes también continuó el comercio y las relaciones, con altibajos, pero sin sobresaltos.
Así se mantuvieron los dos pueblos hasta mediados del siglo XIX y comienzos del siglo XX, cuando el imperialismo occidental utilizó su ventaja tecnológica y militar para imponer sus intereses en los dos países. En 1839 se inició la primera guerra del opio –impuesta por Gran Bretaña ante la prohibición del emperador chino del consumo del opio por el efecto nocivo sobre la población- y comenzó la humillación de China por las potencias occidentales que culminó en el año 1901 con la firma del Protocolo Bóxer (Tratado de Xinchou para los chinos) por el que se daba por finalizada la llamada “guerra de los bóxer” y que fue un levantamiento anti-occidental iniciado un año antes. Un poco más tarde, en 1907, Irán fue dividido en zonas de influencia entre Rusia y Gran Bretaña.
Las sanciones como clave del refuerzo de las relaciones
Ha tenido que ser de nuevo Occidente el que haya reforzado las relaciones entre los dos países que a principios de este siglo XXI tenían buenas relaciones económicas en dos sectores: comercio y recursos naturales, sobre todo gas y petróleo. Para hacerse una idea basta con un dato: en 1994, año en el que despegan esas relaciones, el comercio entre ambos era de 337 millones de euros y diez años después ya se situaba en los 24.000 millones de euros (la misma cantidad que ahora como consecuencia de las sanciones, que también han sido impuestas a China).
Esta aceleración tiene que ver con un dato relevante: el inicio de las sanciones occidentales contra Irán en 1995. Ya tras la revolución de 1979 que derrocó al sha, EEUU había congelado bienes iraníes en su territorio pero ese año de 1995 decidió ir a por todas y comenzó la serie de sanciones que ha acabado, por el momento, con las actuales tras la salida unilateral estadounidense del acuerdo nuclear en 2018. Entonces decretó el primer embargo total sobre el petróleo iraní y, como ahora, los vasallos europeos se sumaron al mismo temerosos de que también se les sancionase. Eso abrió de par en par las puertas a China, hasta el punto que en la actualidad el grueso del comercio exterior iraní se realiza con China (el 29% de las importaciones llegan de China y el 26% de las exportaciones van a China).
Ni qué decir tiene que con el acuerdo que se acaba de firmar (muy gráficamente, el mismo día en que se cumplían los 50 años de las relaciones diplomáticas modernas) China se va a convertir, con mucha distancia, en el primer cliente y suministrador de Irán. Porque la inversión china se destinará a hidrocarburos, industria civil y militar, infraestructuras (transporte, ferrocarriles, puertos), agricultura (con mención expresa a la soberanía alimentaria y a algo vital en Irán como el agua y los recursos hídricos, así como la desalación del agua marina), seguridad alimentaria, comercio y servicios (en particular, la red 5G) mientras que Irán se compromete a suministrar gas natural y petróleo a China y da su consentimiento oficial a que el país persa forme parte de la Nueva Ruta de la Seda en sus dos vertientes, terrestre y marítima.
De hecho, así se especifica en los dos documentos complementarios que se adjuntan al acuerdo, uno de los cuales se denomina: “Memorando de Entendimiento sobre la Promoción Conjunta de la Franja Económica de la Ruta de la Seda y la Ruta de la Seda Marítima del siglo XXI”. Esto es crucial: sumado al gas y al petróleo que ya proporciona Rusia, China elimina por completo la amenaza de un bloqueo marítimo de EEUU en el estrecho de Malaca en hidrocarburos que ahora llegan a China desde los países del Golfo y que son vasallos tradicionales de EEUU. Esto ha hecho que también estos países se muevan mucho más cerca de China.
Dado que también China ha sido incluida en las sanciones contra Irán, y aunque ello no ha evitado el comercio, el intercambio entre los dos países se ha reducido casi un tercio (en términos económicos, aunque hubo y hay comercio de trueque para eludir las sanciones) pero el acuerdo recién firmado lo va a ampliar de forma espectacular. De hecho, y en lo que parece un preámbulo de este acuerdo, el aumento de importaciones de petróleo iraní por parte de China fue en el mes de marzo un 129% mayor que en febrero, rondando los 856.000 barriles, y lo hizo de forma pública y sin temor a las sanciones estadounidenses puesto que Biden ha prometido en reiteradas ocasiones «imponer costos a las empresas chinas que ayudan a Irán». Por lo tanto, el mensaje chino a EEUU es claro y fuerte: dí lo que quieras, pero ya no estás en condiciones de imponer nada.
Además de todo ello hay otro hecho notable: los dos países, que ya comercian en sus respectivas monedas, van a incrementar ese flujo prescindiendo tanto del dólar como del euro. Sobre todo, del dólar. Eso en un primer momento favorece a China puesto que la moneda iraní, el rial, está muy débil y ha perdido casi el 80% de su valor. Si, como se ha dicho, el acuerdo establece que Irán hará un descuento en el precio del petróleo, hace que el negocio de China sea casi redondo. Pero también lo hace Irán, que va a tener a muy corto plazo dinero para aliviar a ese alto porcentaje de población que vive bajo el umbral de la pobreza absoluta. Es significativo que en el acuerdo se hable, también, de colaboración entre los bancos de los dos países, precisamente para favorecer este intercambio en sus propias monedas.
Sin embargo, esto forma parte del secretismo del acuerdo. China ya está probando su yuan digital en el comercio con Tailandia, Emiratos Árabes Unidos y reguladores financieros globales radicados en Hong Kong. Incluso Indonesia y Singapur están haciendo sus pequeñas incursiones en esta internacionalización del yuan. Es altamente probable que Irán siga el mismo camino. Si se tiene en cuenta que China ha pedido a Arabia Saudita que salga de la órbita del dólar en el comercio petrolero se ve que el círculo se va cerrando.
China ya tiene en marcha, desde 2015, el Sistema de Pagos Interbancarios de China, la alternativa al SWIFT occidental, que está siendo utilizado por bancos iraníes y rusos, además de chinos, para eludir y mitigar el impacto de las sanciones occidentales. Son pocos bancos por el momento, un poco más de la veintena, pero significativos por lo que representan en esos tres países. Ahora, con este acuerdo, la práctica totalidad de bancos iraníes que hacen operaciones de comercio exterior se sumarán al mismo y eso reducirá muy significativamente el poder de las sanciones. En cualquier caso, el SPIC es un sistema más rápido y barato que el SWIFT occidental y es una eficaz alternativa contra las sanciones occidentales basadas en el dólar.
Potencia regional
La declaración conjunta que antecede al texto del acuerdo establece que “la Asociación Estratégica Integral significa un acuerdo importante en todas las áreas de las relaciones bilaterales y asuntos regionales e internacionales”. En términos diplomáticos esto da a Irán una fuerza y un reconocimiento internacional importante, sobre todo a nivel regional porque se añade que «China concede importancia al papel efectivo de Irán como potencia regional y evalúa positivamente el papel de Irán en las actividades en el marco de la Organización de Cooperación de Shanghai y apoya la solicitud de Irán para ser miembro de pleno derecho de la Organización». China acaba de certificar oficialmente que Irán no está aislado. Ni mucho menos. Y calificar al país de “potencia regional” deja bien claro cuál es la apuesta China para Oriente, Próximo o Lejano.
No en vano, el acuerdo se firmó después de la gira que el ministro de Exteriores chino hizo a Arabia Saudita, Turquía, Irán, Emiratos Árabes Unidos y Omán. La gira comenzó el 24 de marzo. Es más que probable que en todos estos países hiciese alguna mención al acuerdo que se firmaría unos días más tarde, el 27 de marzo.
Y es más que evidente que China, al firmar el acuerdo con Irán, ha neutralizado en buena parte la campaña occidental sobre “violación de derechos humanos” a los musulmanes uigures de Xinjinag. Porque ¿cómo hay que interpretar que ningún país musulmán se haya sumado a las sanciones de EEUU, la UE, Canadá y Australia por este motivo? De hecho, Arabia Saudita ha dejado en claro que se opone a interferir en los “asuntos internos” de China. Y Turquía, que tiene una minoría uigur, valora más el dinero que los valores a la hora de enfrentarse a China pese a las condenas verbales que ha realizado alguna ocasión.
No solo son los países árabes del Golfo quienes están mirando con mucho detenimiento en nuevo papel de China en Oriente Próximo, sino otros de Asia e, incluso, Israel. Esta país está muy preocupado por lo que pueda significar la “cooperación militar” chino-iraní. Y lo mismo se puede decir de India puesto que la presencia china rebaja un poco la importancia del puerto de Chabahar, iraní pero gestionado conjuntamente con India y que está a la entrada del golfo de Omán.
El acuerdo chino-iraní es la muestra más clara del nuevo papel de China en Oriente, Próximo y Lejano. Va a obligar, por una parte, a una recomposición de alianzas y, por otra, a alentar las fuerzas internas que, por muy minoritarias que sean, abogan por mantenerse al margen de las rivalidades entre grandes potencias (EEUU y China, o Rusia) y resolver los conflictos regionales entre ellos mismos. El perceptible giro de Arabia Saudita en esta línea es evidente. Sobre todo, porque China ha ofrecido en su gira por estos países, antes de la firma oficial del acuerdo, promover dos foros de diálogo: el Foro de Reforma y Desarrollo China-Árabe y el Foro de Seguridad del Medio Oriente. Y lo más importante: China ha ofrecido desarrollar, a través de esos foros, una “comunidad de estados chino-arabes” que se oponga a la politización de las cuestiones de derechos humanos.
En este marco hay que situar también el acuerdo chino-iraní, que se incardina dentro una nueva fase de seguridad y estabilidad regional porque no hay que olvidar que China ya ha hecho de mediador e intermediario1 entre los países del Golfo e Irán no solo para reducir tensiones sino para debilitar el comercio petrolero en dólares.
El acuerdo chino-iraní va mucho más allá de una relación bilateral: desafía la presión de EEUU, socaba la política estadounidense en la zona y consolida la credibilidad de China como socio en situaciones difíciles, y más en medio de una pandemia que China ya ha derrotado.
(Publicado en CEPRID, el 19 de abril de 2021)
Alberto Cruz: «Irán pone del revés al mundo árabe (con la ayuda de China y de Rusia) « https://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2433 ↩