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En los Estados Unidos: ¿ha ganado el feminismo o el flautista de Hamelín?

Siento contradecir a Lidia Falcón, pero en las elecciones de medio mandato que se acaban de celebrar en los EEUU (mid-term elections) no “vence el feminismo”, ni nada que estremezca al sistema de dominación de clase, sexo y raza de que esa nación es líder mundial (1). El resultado no ha deparado sorpresas. El Partido Demócrata rescata la mayoría en la Cámara de Representantes, ganando 28 escaños, y el Partido Republicano gana tres más en el Senado. No se ha roto la tendencia a que sea el partido gobernante quien pierda diputados en este tipo de elecciones. En 2006, con Bush, los republicanos se dejaron 39 escaños, y en 2010 el partido de Obama perdía  63 en ambas cámaras. La victoria demócrata en estas mid-term no ha sido la gran “ola azul”que algunos pronosticaban; se ha quedado en olita.

Tampoco ha sorprendido el aumento de votantes en unas elecciones que se distinguen por la escasa afluencia. Que haya votado el 45 por ciento del electorado se interpreta como una victoria, teniendo en cuenta que en las mid-term anteriores la participación estuvo nueve puntos por debajo. Y menos ha pillado de sorpresa que haya habido más mujeres y mayor variedad étnica en las candidaturas. Ambos fenómenos ya los venían aireando los medios corporativos desde hacía meses. Pero ha sido sobre todo el protagonismo femenino en dicho aumento lo que ha servido de principal atracción en el circo electoral, político y mediático, que normalmente se monta para distraer la atención de los verdaderos problemas que aquejan a las mujeres y hombres de la colorista clase obrera norteamericana, y a las poblaciones que sucumben a diario bajo el fuego de sus bombas en diversas partes del mundo (2).

Apelar a las “identidades” de sexo, raza, cultura y orientación sexual ha sido, de nuevo, la estrategia del Partido Demócrata para atraer el voto de mujeres, “gente de color”, y grupos LGTB (3). Desde que Hillary Clintonperdió las elecciones, el aparato de su partido ha promovido la organización de dos Women’s March contra Trump, una Women’s Strike y la campañaMeToo, con el concurso de su cohorte de celebrities del celuloide y del pasado rebelde, como la feminista y colaboradora de la CIA, Gloria Steinem, y la ex-comunista Angela Davis, que pidieron el voto para la Halcona Clinton. En la última Marcha de Mujeres, en enero pasado, el lema era ya Power to the Polls, lo que dejaba bastante claro el objetivo de incorporar más candidaturas de mujeres, para “empoderarlas” y de este modo desalojar al monstruo “agarra-pussies” que habita en la Casa Blanca (4). Este era el consistente argumento.

 

«No parece muy coherente que la señora Falcón se 

felicite por la contribución que han hecho las mujeres a

la victoria del Partido Demócrata, olvidando la

historia de este aparato de la clase dominante

norteamericana»

 

Fundaciones como la Open Society y plataformas asociadas como Move on, han estado muy ocupadas durante estos dos años en impulsar candidaturas que se presentan sin financiación de grandes corporaciones -sostenidas con micro-donaciones populares- y como savia regeneradora de un Partido Demócratadominado por la corporate class. Del fenómeno Bernie Sanders, que inició esta aspirada renovación, surgieron al menos cuatro retoños: Justice DemocratsOur RevolutionBrand New Congress Democratic Socialists of America (5), que han apoyado o formado parte de unas 107 candidaturas demócratas al Congreso. Losprogramas de esta social-democracia descafeinada social-liberalismomezclan algunas de las demandas más populares, como el aumento del salario mínimo, la sanidad universal, el acceso a la vivienda o la reforma del sistema judicial, con preocupaciones medioambientales y defensa de los derechos humanos de inmigrantes, mujeres y trabajadores pobres. De política exterior, ni una palabra.

Una de las candidatas de esta hornada progresista promovida por Move on esIlhan Oman, de Minnesota, primera mujer musulmana en llegar alCongreso, lo cual es para congratularse. Está por ver en qué medida “ayuda a unificar y dar impulso a las familias trabajadoras blancas, negras y marrones”,como reza su presentación (6). Lo mismo se puede decir de Rashida Tlaib, otramusulmana; de las nativo-americanas Sharice Davids, lesbiana, y Deb Haaland; o de Aynna Pressley, la primera congresista negra por Massachusetts. Pero la más mediática ha sido, durante el período pre-electoral,la latina Alexandria Ocasio-Cortez, por ganar las primarias demócratas en el distrito 14 de Nueva York, lo cual abrió la espita a una serie de titulares alusivos a “ola progresista femenina” que barrería en estas elecciones y cómo el Partido Demócrata se estaba volviendo “socialista”. Ahora, con 29 años, a Ocasio-Cortez se le añade la medalla de ser el congresista más joven de la historia.

La narrativa oficial, antes, durante y después de las mid-term, la difundida por los medios corporativos en todo el orbe, ha sido que, en estas elecciones, se ha producido un “tsunami feminista”, una “marea de mujeres” que ha supuesto una “revolución” y un triunfo de la “diversidad”. Días antes de la votación, laBBC hablaba de plebiscito contra Trump y resaltaba el número récordmujeres, gente “de color” LGTBs en las candidaturas que se habían formado a raíz de las Women’s March. La cadena MSNBC, órgano demócrata, titulaba“First mid-terms in the #METOO ERA”. El día después de las elecciones, El País se hacía lenguas de la “ola feminista” y su “presencia histórica en el Congreso”Público y Eldiario, elevaban estas mid-term a la categoría de “terremoto político”, por supuesto, con epicentro en las Women’s March y elMeToo, movilizaciones todas ellas a las que ya por costumbre se añade el adjetivo de históricas (7).

Esta propaganda mezcla de manera sistemática mujeres y feminismo, implicando con ello que todas las mujeres son feministas -o todas las feministas mujeres-, lo cual no refleja la realidad. El carácter feminista o socialista o fascista, no le viene a un político o política de su sexo o color de piel, sino el tipo de políticas que aplique, que, en este caso serán feministas en la medida que beneficien especialmente al sector más vulnerable de la población femenina y sus familias. La política no es cosa de glándulas, sino de relaciones sociales. Sostener lo contrario es caer en una simplificación malintencionada, y peligrosamente esencialista, que pretende confundir además de ocultar el carácter clasista de la sociedad en que vivimos, así como cooptar el feminismo y todos los movimientos sociales que sea posible para despojarlos de cualquier significación revolucionaria. Los medios corporativos airean la narrativa del“tsunami feminista”, de la “diversidad” y el “empoderamiento”, porque no pone en cuestión la hegemonía capitalista y, además, les permite marcar la agenda a dichos movimientos para que su disidencia no se salga de la linde. Por lo que se ve, lo llevan a cabo con éxito.

 

«La narrativa oficial mezcla de manera sistemática

mujeres y feminismo, pero el carácter feminista no le

viene a un político de su sexo sino el tipo de políticas

que aplique»

 

Aquí, a la música del flautista de Hamelín, se sienten fatalmente atraídas las dirigentes de la llamada Comisión 8-M, que en España organizó la Huelga de Mujeres el año pasado. Sus vínculos tanto en la política como en los medios corporativos, lograron hacer de aquel evento otro “triunfo histórico”, de repercusión internacional. Ya hasta las revistas asociadas a estos diarios digitales organizan Jornadas Feministas patrocinadas por entidades bancarias (8), que sirven de torre repetidora de la narrativa importada de los think tanks delImperio. Este seguidismo acrítico quizás sea producto de la ignorancia o el autoengaño, voluntario o no, en que también incurre Lidia Falcón. La veterana feminista considera que las estadounidenses son más listas que las españolas, porque, dos años después de la Women’s March, “260 mujeres se presentaron a candidatas a las dos Cámaras y gobernadoras de Estado (…) han conseguido el mayor éxito para las mujeres de toda la historia electoral de los Estados Unidos(9). Si el éxito consiste en llegar, las felicitamos; si consiste en que alcance a todas las mujeres, entonces lo honesto sería ponerlo en cuarentena.

Me pregunto si seremos tan ingenuas como para creer que, de esas 260 mujeres, todo es trigo limpio o al menos digerible. Porque hay, además, otra novedad y otro récord batido en estos comicios, que los medios han silenciado: el número creciente de candidatos y candidatas demócratas vinculados a los aparatos de inteligencia y militar, como es el caso de Elissa Slotkin, queahora es congresista por el distrito de Michigan. Esta señora, ex-agente de la CIAcolaboró con Bush en la guerra de Irak y ha tenido posiciones deresponsabilidad en la guerra con drones y la ciber-guerra. Por otro lado, no parece muy coherente que la señora Falcón y quienes tanto celebran la histórica victoria de las demócratas, se feliciten por la contribución que han hecho las mujeres a ella, a menos que se olvide la historia de este aparato de la clase dominante norteamericana que es el Partido Demócrata, lo que representa, los intereses que defiende y el sufrimiento que ha infligido a millones de personas dentro y fuera de los EEUU, junto al otro ala del aparato, el Partido Republicano.

 

«La política no es cosa de glándulas, sino de relaciones sociales. Sostener lo contrario es caer en una simplificación malintencionada que pretende cooptar el feminismo para despojarlos de cualquier  significación revolucionaria»

 

En momentos como los actuales, con unas relaciones laborales que están volviendo a estándares pre-modernos, con unos derechos conquistados que nos están arrebatando, y afectan de modo especial a las mujeres trabajadoras, no cabe más arma que la unidad de clase y la organización para impedir este despojo y ganar la batalla al capital y sus instrumentos de control ideológico.Hace algo más de un siglo que el 8 de Marzo surgió del movimiento obrero femenino, como celebración de la lucha de las mujeres por el socialismo. Esta fiesta se convertirá en una mera “performance”, si consentimos que se la vacíe de su carácter de clase. Por eso, ninguna huelga que las mujeres, feministas o no, decidamos organizar, puede ser honesta y coherentemente otra que unaHuelga General, llevada a cabo junto a hombres y mujeres de cualquier nacionalidad. Nuestra lucha no necesita certificado de multi-culturalidad o inclusividad, porque es ante todo internacionalista. Ello no excluye ni es incompatible con que sigamos firmes en atajar el machismo que aún impera en las relaciones sociales, en ocasiones con consecuencias muy graves, identificando sus verdaderas causas y las formas en que el capitalismo las reproduce, para actuar de manera organizada sobre ellas. La solidaridad de clase es el terreno mejor abonado para avanzar en la superación de todas las opresiones.

 

Noviembre de 2018

 

Notas y referencias bibliográficas:

(3) Traduzco la coloquial expresión “people of color” que en EEUU se aplica a toda persona que no es “white”  (blanca), término cuyo significado va a su vez más allá de la simple tonalidad de la piel. Las políticas de identidad, dicho sea de paso y como anticipo de futuros análisis, benefician también al ala más conservadora del partido republicano y sirven para romper la unidad de clase.

 (5) Véase, por ejemplo, el perfil de los componentes del Brand New Congress:https://brandnewcongress.org/candidates/

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