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Estados Unidos y Reino Unido salen en defensa de un Israel derrotado. Juanlu González

Las amenazas proferidas por el Pentágono se han consumado. El jueves 11 de enero la coalición anglosajona atacó desde aviones, barcos y submarinos, al pueblo yemení por su apoyo a la causa palestina. Se han tomado el tiempo necesario para hacer creer a la opinión pública, mediante las clásicas operaciones de generación de consenso a través de propaganda, que las milicias yemeníes constituían una amenaza al tráfico mundial de mercancías, cuando su único objetivo eran los buques que se dirigían a Israel. Esta misma semana ha quedado demostrado fehacientemente que circulan diariamente por el Mar Rojo y el estrecho de Bab el Mandeb, casi un centenar de buques de todas las banderas y nacionalidades, sin ninguna dificultad por la región, como han recogido algunos medios de comunicación libres (y no precisamente occidentales) y puede verse en cualquier app de navegación al uso.

Pero este movimiento previo de guerra cognitiva era absolutamente necesario para presentar la operación bélica como un acto solidario de las potencias imperialistas para salvaguardar la economía global y que no se pudiese interpretar como una entrada por la puerta de atrás en apoyo al genocidio israelí.

La imagen de Marine Traffic demuestra cómo está el tráfico de buques por el Mar Rojo en el día de hoy. Es falso que estuviese cerrado.

Sin embargo, el ataque a Yemen es una acción totalmente ilegal desde el punto de vista del derecho internacional, ya que no cuenta con el beneplácito de Naciones Unidas. Únicamente existe una resolución, la 2722, aprobada por mayoría en el Consejo de Seguridad, instando a detener los ataques a barcos en el Mar Rojo, pero no está anclada en el Título VII de la Carta de Naciones Unidas, que permite sanciones económicas en primera instancia y militares si no hay otro remedio. Para entendernos, defender que los ataques contra Yemen son legales, equivaldría a legalizar una hipotética acción contra el Estado sionista porque incumple sistemáticamente como medio centenar de Resoluciones de la Asamblea y el Consejo de Naciones Unidas, algunas de ellas emitidas de manera muy reciente. Pero ya se sabe, es lo que tiene el mundo basado en reglas norteamericanas, que las normas solo valen para los enemigos y nunca para ellos mismos o sus aliados.

Lo logrado por Yemen estos días y semanas atrás es una auténtica proeza movida únicamente por motivos puramente solidarios. El bloqueo a Israel por Bab el Mandeb ha sido la manera de presionar para aliviar la situación de genocidio y crímenes de guerra que sufre el pueblo palestino y podría haberse disuelto únicamente permitiendo la entrada de ayuda humanitaria por los pasos fronterizos a Gaza. Se trata, por tanto, de una medida destinada a detener la comisión de los graves delitos que están teniendo lugar en la Franja. En cierto modo sería un desafío del tipo: si los palestinos no pueden recibir ni alimentos, ni medicinas, ni agua ni energía, los israelíes tampoco lo harán, al menos por el puerto de Umm al-Rashrash (renombrado hoy por los invasores judíos como Eilat).

Ciertamente, la implicación yemení ha tenido tanto éxito que ha obligado a “Israel” a llamar a sus aliados para defender el flanco sur de los ataques con drones y cohetes houthíes y abrir la navegación a sus propios buques. Sin embargo, esta cobarde actuación anglosajona pone al descubierto que el estado sionista es incapaz de defenderse por sí mismo ante los ataques de pequeños ejércitos irregulares, impelidos básicamente por la defensa de ideales políticos, religiosos y humanitarios.

Por otro lado, también es una muestra del desprecio de los que aún se creen los amos del mundo por el derecho internacional e incluso por el derecho propio. Y es que Biden ha prescindido de llevar la autorización para este ataque al Congreso de la nación como es preceptivo según su carta magna, violando con ello la Primera Enmienda de la constitución de EE.UU. En fin, todo vale por apoyar a esa colonia y base militar norteamericana (y europea) en Asia Occidental a la que llaman Israel.

Desde el punto de vista militar y estratégico, los anglos tampoco han estado muy finos. Si el Mar Rojo estaba vedado al tráfico de algunos busques, ahora ninguno se aventurará a cruzarlo. Antes era un lugar de escaramuzas, ahora es un escenario bélico. Si pretenden que los houthíes van a amedrentarse por los ataques imperialistas, eso es que no los conocen ni saben lo que ha ocurrido en los últimos años en la Península Arábiga.

Lo que ha sucedido durante los últimos años es que la tecnología ha permitido que las armas se «democraticen» hasta el punto que un pequeño dron de pocos miles de dólares es capaz de amenazar a ingenios militares de muchos millones. Para poder seguir intimidando a buques que se dirijan a Israel solo es necesaria información de internet sobre el tráfico marítimo a tiempo real, cierta inteligencia (proporcionada por ejemplo por satélites o naves amigas en la zona) y drones armados y sistemas de navegación GPS o GLONASS. Da igual lo que hayan bombardeado EEUU o UK esta pasada noche, su capacidad para seguir sus acciones en favor de Palestina seguirá operativa por muchos meses. Entre otras cosas porque los bombardeos eran esperados con varias horas de antelación y les habrá dado tiempo de poner a salvo buena parte del arsenal yemení. Son muchos años de experiencia en resistir embates aéreos instigados por proxies de EEUU e Israel.

Ayer justamente comenzó el juicio por genocidio contra “Israel”, gracias a la denuncia interpuesta por Sudáfrica con el apoyo de un gran número de países y organizaciones del mundo. Si queda algo de justicia internacional, Netanyahu y su gabinete de guerra deben ser condenados por crímenes contra la Humanidad, pero Biden y Sunak deberían seguir esos mismos pasos hacia el banquillo. Los actos houthíes podrían ser decisivos para detener una guerra en la que mueren decenas de miles de personas inocentes y hay más de dos millones de víctimas en grave riesgo de ser asesinadas o morir por hambre y enfermedades. Pretender neutralizar a los yemeníes es intentar otorgarle un balón de oxígeno a los carniceros israelíes para que puedan seguir asesinando sin piedad a inocentes en el campo de exterminio en que han convertido a Gaza, con la complicidad anglosajona y el silencio cobarde europeo.

Y no creo equivocarme de plano al afirmar que muchos houthíes estarán encantados de enfrentarse cara a cara contra el enemigo americano. Cuando lograban aciertos contra la coalición saudí, siempre gritaban «Almawt ‘Amrika, Almawt ‘Iisrayiyl», muerte a América, muerte a Israel, todo un síntoma de que sabían perfectamente de quién eran las manos que movían los hilos de la guerra contra ellos. Poder atacarlos directamente, máxime en defensa propia, será considerado un enorme orgullo. Deben aprender de una vez que nada se les ha perdido a tantos miles de kilómetros de sus países de origen…

(Publicado en Bits Rojiverdes.org, el 12 de enero de 2024)

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