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EXPANSIÓN DE LA DESIGUALDAD Y CONCENTRACIÓN DEL PODER: ROMPIENDO LOS ANONIMATOS

Antonio Navarro y Joaquín García. FAI, 25 de abril de 2018.

En su informe “Premiar el trabajo, no la riqueza” (1), Oxfam afirma que en 2017 el 82% de la riqueza generada a nivel mundial fue a parar a manos del 1% más rico, mientras que la riqueza del 50% más pobre no aumentó lo más mínimo. También se nos recordaba que en ese mismo año asistimos a un record histórico en la creación de milmillonarios alcanzando un ritmo de uno nuevo cada dos días.

Estos datos ponen de manifiesto que estamos ante una escalada sin precedentes en la concentración de poder a nivel planetario. Nos puede sonar a conspiratorio pero por desgracia tiene una potente base real que vamos sustentar con algunas argumentaciones y un sencillo ejemplo de la vida cotidiana.

La crisis como instrumento de cronificación de la desigualdad

Que la acumulación por desposesión está en el ADN del sistema capitalista en que vivimos es una realidad innegable, al tiempo que una lección que ha costado y sigue costando demasiado sufrimiento aprender. Hemos sido zarandeados por una crisis multidimensional cuya esencia responde a ese patrón de conducta, acumular desposeyendo a los demás. Un patrón que tiene víctimas y verdugos, ganadores y perdedores, élites que han visto reforzado su poder y extensas capas de la población que ven cómo el horizonte de unas condiciones de vida mínimas para desarrollarse integralmente como personas, se va alejando.

La crisis lo que ha hecho es acelerar e intensificar procesos: cierre de miles de pymes, de grandes inmobiliarias, la “reordenación” del sistema bancario, salarios más bajos, políticas sociales a la baja, el situarnos a la cola de Europa en el reparto de la renta, una polarización creciente en el reparto de la riqueza, desplome del patrimonio inmobiliario de los hogares, la precariedad masiva entre quienes se incorporan al mercado de trabajo, elevadas tasas de fracaso escolar…

Pero la cuestión no se reduce al hecho de que las crisis aceleren y ensanchen la desigualdad como pone de manifiesto la gráfica de la evolución patrimonial en nuestro país recogida en el Barómetro social de España, es que además se establecen mecanismos que tienden a cronificar esa desigualdad.

Habrá quien esgrima que esto no se ajusta a la realidad porque si se produce una mejora económica, las situaciones más sangrantes se irán paliando, argumento éste que va resonando en ciertos discursos políticos y que en el fondo tiende a la normalización de lo injusto. Para comprender mejor a qué nos referimos vamos a cambiar la perspectiva y en vez de recurrir a la situación de quienes están más abajo, vamos a levantar nuestra mirada hacia lo que ocurre arriba. Allí los procesos son mucho más difíciles de revertir porque no se trata sólo de acumular bienes materiales, se trata también de acumular poder. Y el poder por sí solo no ha demostrado que vaya a darse un tiro en el pie para reparar el sufrimiento infringido, el poder sigue su dinámica de competencia y acumulación, que ya ha alcanzado, con los datos que hemos citado al principio, niveles realmente insoportables.

Vamos a focalizar nuestro punto de mira en dos aspectos: los antecedentes del infame arte de la filantropía corporativa, y el de los grandes fondos de inversión.

El poder de las fundaciones

A medida que la concentración de poder avanza, oleadas de dinero embisten contra las instituciones de la “democracia”, haciendo cada vez más difícil su labor. La historia de las fundaciones a que nos referimos arranca en Estados Unidos a comienzos del siglo XX. Revestidas de legalidad, su financiación a base de donaciones se convierte en un instrumento de extrema utilidad para deducir impuestos y extender su hegemonía. Sin duda alguien pensó ¿qué mejor forma de convertir dinero en poder? Veamos un par de ejemplos con la forma de actuar de esos gigantes.

Entre la fundación Carnegie, puesta en marcha en 1911, y la fundación Rockefeller, que nació dos años después, financiaron en una década, 1920 a 1930, prácticamente toda la estructura educativa universitaria de Occidente, y con el tiempo del resto del mundo. Entre las dos fundaron la Junta General de Educación, y financiaron entre otras la Universidad de Chicago, Yale, Princeton, la Universidad de Columbia, Stanford, la Biblioteca de Congreso, la Universidad de Filipinas, la Universidad de Oxford, la Universidad de Pekín, la London School of Economics, la Universidad de Lion, la del Valle en Colombia, o la de Hacettepe en Turquía. Establecieron escuelas en Praga, Varsovia, Londres, Toronto, Copenhague, Budapest, Oslo, Belgrado, Zagreb, Madrid, Ankara, Sofía, Roma, Tokio, Atenas, Manila… Son solo algunos ejemplos de una red mucho mayor, tejida sobre el objetivo de monopolizar la educación.

En 1924 las dos crearon de manera conjunta uno de los grupos de presión más poderosos del mundo en materia de política exterior, el Consejo de Relaciones Exteriores, CFR por sus siglas en inglés, el cual trabaja de forma estrechamente coordinada con la CIA desde 1947. Su capacidad de influencia la pone de manifiesto el hecho de que en el Comité directivo que planeó la puesta en marcha de la ONU en 1943 había cinco miembros del CFR, y el terreno para la construcción de su cuartel general fue donado por la fundación Rockefeller. Así daban el pistoletazo de salida para la creación de múltiples grupos de análisis, los llamados think tanks, de diferentes ámbitos, todos financiados por las fundaciones, las cuales a su vez están financiadas por fondos corporativos.

Paralelamente las dos primeras grandes fundaciones desplegaban sus hilos sobre el control de instituciones religiosas. Financiando entre otros el Consejo Nacional de las Iglesias, e innumerables instituciones educativo-religiosas a lo largo del mundo.

Para mediados del siglo pasado habían empezado a funcionar casi como extensiones del gobierno de los Estados Unidos, en un momento en que las intervenciones para derrocar gobiernos elegidos democráticamente estaba a la orden del día. A partir de ese momento las fundaciones comenzaron a clonar el mismo modelo de acumulación de poder mediante la creación de franquicias a lo largo del planeta.

Actualmente su poder y su capacidad de influencia siguen siendo demoledores, no son algo del pasado. Vamos a fijarnos en unos instrumentos que nos ayudan a concretar estas afirmaciones. Instrumentos que están por encima de empresas y complejos bancarios, y tras los cuales se encuentran las fundaciones citadas y otras que se agrupan entorno a un puñado de grandes familias.

Los Tres Grandes

En 2011 ya se nos dijo que estábamos inmersos en un potente proceso de concentración corporativo. El estudio realizado por tres investigadores suizos (2), sobre 43.060 compañías transnacionales, de una muestra de 30 millones de actores económicos, identificados conforme a las pautas de la Organización Económica de Cooperación y Desarrollo (OCDE), puso de manifiesto la existencia de redes de pertenencia cruzada entre las grandes corporaciones transnacionales, lo que se podría llamar una «corporatocracia». Los resultados eran contundentes: 737 compañías controlaban el 80% de la red corporativa transnacional y tan solo 147 de ellas —lo que los investigadores llamaban la «súper-entidad»— controlaban más del 40% de esta red global.

En 2018 este panorama no ha cambiado en esencia pero sí en la celeridad de su tendencia a concentrar el poder económico en pocas manos. Vayan algunos datos asociados a los Tres Grandes fondos de inversión pasivos de Estados Unidos, nos referimos a BlackRock, Vanguard Group y State Street Corporation. Si no los habías oído antes no te extrañe, no hacen ostentación mediática.

Este trío corporativo ha sido estudiado por académicos de la Universidad de Ámsterdam (3), y entre sus conclusiones recogemos: “Correlacionamos la propiedad de los Tres Grandes en los Estados Unidos y descubrimos que en conjunto constituyen el mayor accionista en el 88% de las firmas S&P 500” (el S&P 500 es el equivalente al IBEX 35 español pero en Estados Unidos, y consta de 500 compañías, no de 35 como ocurre en España). El informe continúa: “A través de un análisis de los registros de voto por poder, encontramos que los Tres Grandes utilizan estrategias de votación coordinadas y, por lo tanto, siguen una estrategia centralizada de gobierno corporativo. Generalmente votan con la administración, excepto en las (re)elecciones del director.”

No conviene caer en la tentación de pensar que somos ajenos a estos grupos en España. A modo de ejemplo podemos decir que Blackrock es el principal accionista del IBEX 35 con más de 17.000 millones invertidos en nuestra Bolsa, y que controla el 7,25% del BBVA y el 6,95% del Santander (por si ayuda a la comprensión de lo que representan estos porcentajes conviene tener en cuenta que la familia Botín controla el sólo 0,63% del Santander).

La violencia es compañera de camino de la concentración de poder

Ahora nos dicen que Trump se va a cargar el libre mercado por poner unas barreras arancelarias, pero hay una pregunta que es previa ¿dónde está la democracia económica en un sistema como el actual? Trump puede ser un pirómano pero es que el bosque ya estaba en llamas. Seguir pidiendo la desregularización del sector financiero y favoreciendo el debilitamiento de los estados es un acto que pone de manifiesto una escasez significativa de inteligencia, entendiendo por esta no la capacidad para “forrarse” y mantenerse en una posición privilegiada, sino la capacidad para hacerse cargo de la realidad.

Esa incapacidad del capitalismo para hacerse cargo de la realidad de las personas supone el imponerse sobre éstas para someterlas. Un rasgo claro de esta lógica lo vemos en el incremento de las guerras imperialistas en nuestro mundo, pero también en la extensión de un clima de miedo que se va filtrando por todas rendijas y que de vez en cuando se visualiza de forma clara; un ejemplo reciente lo hemos tenido en la firma de los convenios de grandes empresas del sector automovilístico en nuestro país, en donde se aceptan bajadas salariales significativas a cambio de carga de trabajo para los próximos años con la bendición de los sindicatos mayoritarios.

La violencia es consustancial a este sistema. Proponer que la solución al paro es la precariedad, es violencia; las proliferación de nuevas formas de esclavitud, son violencia; los refugiados llamando a nuestras puertas cerradas, es violencia; las crisis son expresiones de su extrema violencia; su falta de democracia económica, es violencia; y sus guerras son signos inequívocos de que cualquier medio será utilizado para conseguir sus fines.

¿Exageramos? Si un sistema que concentra poder no va de la mano de la violencia cómo podemos explicar lo siguiente: El Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz publica la lista de las empresas que más armas venden en el mundo. En 2016 las cinco más importantes fueron Loockheed Martin (47.248 millones de $); Boeing División Defensa, Espacio y Seguridad (29.500 millones de $); BAE Systems (25.600 millones de $); Northrop Grumman (24.508 millones de $) y Raytheon (24.069 millones de $). Pues bien, dejando aparte a BAE Systems que es una empresa británica, las otras cuatro, que cotizan en la Bolsa estadounidense, cuentan con una presencia significativa de nuestro trío de fondos de inversión; en concreto, los Tres Grandes se hallan presentes en todas y cada una de ellas; y además lo hacen en lugares destacados ya que están dentro del top 5 de los principales titulares institucionales de cada una de estas empresas.

Nuestra cotidianeidad se desenvuelve y refuerza toda esta dinámica deshumanizante

Muchos conocerán nombres de bancos como Goldman Sachs, que ha colocado a sus hombres en puestos de altísima responsabilidad política no sólo en EE.UU sino también en la UE (ex-primeros ministros en Italia y Grecia durante la crisis, o al actual presidente del BCE); Morgan Stanley, Bank of América, Citigroup o Wells Fargo. Estos nombres podemos tenerlos asociados a los que mueven los hilos del poder, pero esto no deja de ser una creencia que le interesa a los Tres Grandes ya que, en realidad, son ellos los que están detrás de todos esos grandes bancos. Los Tres son los máximos accionistas de los grandes bancos de inversión del mundo, pero también lo son de las plataformas tecnológicas que necesitan para funcionar, del CBOE (la Bolsa de Chicago, la mayor del mundo en materias primas), del NASDAQ (mercado de las empresas tecnológicas), y así de casi todos los principales mercados del mundo. Son los máximos accionistas del grupo Pearson, dueño de los estandartes de la información económica The Economist y el Financial Times.

También están presentes en el BPI (Banco Internacional de Pagos), que es el banco central de los bancos centrales, una organización supranacional que no rinde cuentas ante ningún gobierno, como ellos mismos afirman en su web, pero que, sin embargo, aconsejan y asesoran a los bancos centrales sobre todas sus decisiones en políticas monetarias y, por supuesto, conocen todas sus decisiones con anterioridad a su publicación.

También encontraremos a los Tres Grandes como accionistas de las principales agencias de calificación como Fitch; Moody´s y Standar & Poor`s (esta última a través de McGraw Hill). La lista de áreas de influencia se hace interminable, pero hay que llamar la atención sobre un elemento que es crucial y que hay que tener presente cuando analizamos las contradicciones internas del capitalismo, no para negarlas sino para valorarlas en su justa medida: ¿Quiénes son accionistas mayoritarios de los Tres Grandes? La respuesta es sencilla, los mayores accionistas de cada uno de los Tres Grandes son los otros dos. ¿Y se pueden identificar personajes? Básicamente la respuesta no pasa por ir a la revista Forbes a consultar la lista de multimillonarios, no están ahí, son un puñado de familias, en torno a 8 familias, actuando en muchos casos a través de las poderosas fundaciones de las que hemos hablado con anterioridad; nombres como los Rockefeller, o los Rothschild son los más conocidos.

Todo esto, aunque parezca que se nos queda grande tiene una relación directa con nuestra vida cotidiana. Decía un expresidente de una gran farmacéutica que su sueño consistía en que todas las personas, también las sanas, acabaran consumiendo medicamentos. Este planteamiento nos desvela que para alcanzar los niveles de concentración de poder que hemos descrito es necesario que nuestras formas de vida apuntalen todo ese sistema a través de nuestro ocio, nuestro consumo o nuestra capacidad de ahorro.

Finalmente, te proponemos lector una breve historia cotidiana para que la completes con datos: Un hijo le dice a su padre que quiere que le lleve al cine porque un amigo le ha dicho por Facebook que echan una película muy buena de Walt Disney. El padre consulta en su ordenador Apple los horarios y monta con su hijo en su coche nuevo, un General Motors híbrido para contaminar menos. Después de repostar en la gasolinera de Exxon Mobil llega con su hijo al cine. Paga las entradas de los dos jóvenes con su tarjeta VISA y les compra unas palomitas de maíz de Monsanto y un par de Coca Colas. Fin de la historia.

Vamos a buscar en la web (4) https://finance.yahoo.com/quote/RTN/holders?p=RTN los nombres de las empresas de la historieta. Es una web que nos da datos básicos, entre otros, los de los principales titulares institucionales de las mismas (en inglés Top Institutional Holders), y el tanto por ciento del accionariado que controlan (% Out). Encontraremos sistemáticamente a los Tres Grandes en los primeros puestos (recuerda que en conjunto controlan el 88% de las empresas del S&P 500).

Facebook Inc,

The Walt Disney Company

General Motors Company

Monsanto Company

 

Lo tenemos que dejar aquí. Esperamos haber contribuido a conocer algo mejor y cuestionar profundamente las estructuras de este sistema en que vivimos. Un sistema en el que el 82% de la riqueza generada en el 2017 en el mundo ha acabado en manos del 1% de la población. Es tarea de todos y todas contribuir a comprender mejor la realidad porque es desde ahí desde donde podemos afrontar la tarea de su transformación.

Es cierto que tenemos ante nosotros un gigante y que la tentación de la impotencia puede estar al acecho, pero la impotencia no es más que la renuncia a hacer lo que es posible, un lujo que no nos podemos permitir. No podemos todavía enfrentar cara a cara a este sistema que es antinosotros y antinosotras, habrá que aprovechar sus grietas, pero mientras llega ese momento hay una tarea clara e irrenunciable: empoderar a los pequeños y pequeñas de este mundo, para que mantengan en alto su dignidad, que en buena medida también es la nuestra.

 

 

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