Grandes mentiras, grandes mentirosos. Farruco Sesto
Se dice desde hace mucho tiempo, y así está recogido en fábulas populares y cuentos infantiles, que uno de los posibles efectos de las mentiras sostenidas, es que el propio mentiroso termine creyéndolas.
¿Será en verdad así? Tal vez. Pero no pienso que ese sea el caso de los dirigentes políticos de este conjunto de naciones autodenominado Occidente. De ninguna manera puedo imaginar que ellos mismos se hayan enredado en sus propias mentiras para terminar confundidos. Me refiero a las entelequias sobre las cuales construyeron y mantienen sus estructuras de dominio. Sencillamente no lo creo.
Lo que sí creo es que esos dirigentes, al servicio de los grandes poderes de este mundo, lo que de verdad vienen siendo, además de mentirosos, como queda dicho, es una sarta de hipócritas, farsantes y sinvergüenzas.
En lo particular se me altera la sangre del espíritu, cuando los oigo hablar con tanto énfasis de los “valores de Occidente”. ¿Valores, dicen? Quita de ahí, hombre. Apaga y vámonos.
Comenzaron en su momento con tres muy señalados: libertad, igualdad, fraternidad. ¿Verdad que suenan bien?
Confieso sin ningún rubor, ahora, entre paréntesis, que, con esos tres enunciados tomados en serio, a mí me sería suficiente para imaginar un mundo nuevo y luchar por él en consecuencia. ¡Ah, pero sí en verdad fuera cierto que estos están entre los valores que promueve Occidente!
No, amigos. Todo era una trampa concebida. Una terrible y descarada falsedad. Comenzando porque el primero de esos tres enunciados, el que corresponde a la libertad, desde el inicio fue diseñado y reglamentado a su manera por los tahúres del capital, como el mecanismo para que no se cumplieran los otros dos. Porque ni la fraternidad existe, humanamente hablando, ni mucho menos la igualdad, en donde estamos.
¿Libertad? ¿Así como la practican los poderosos? ¿La libertad impunemente clasista? ¿La libertad sesgada e interesada? ¿La libertad cómo disculpa para el engaño y la explotación? ¿La libertad declarativa y no en los hechos? ¿La libertad que sostiene el edificio de injusticia? ¡Ah, no, amigos! No me lo creo que ellos se lo crean. Pienso que están conscientes de su capacidad de manipulación. Se ríen de nosotros. Son unos cínicos absolutos.
Y no hablemos de cuándo alardean de democracia, desde su pedestal plutocrático. O de la libertad de expresión (Por cierto ¿Qué pasó con RT en este momento?) O de los derechos humanos. (¿Qué me dicen de Assange?) O de la pertinencia de un mundo basado en reglas (No las de las Naciones Unidas, sino las de ellos) O de la sacralidad del libre comercio (¿Y su cultura de bloqueos y “sanciones” como chantaje?). ¡Que burla todo esto! ¡Que inmensa y desvergonzada patraña!
(Publicado en Correo del Orinoco, el 30 de junio de 2022)