¿Guerra híbrida rusa o hipocresía occidental? Pablo García
Antecedentes
En febrero de 2013, el jefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa, Valery Gerasimov, publica un artículo titulado: El valor de la ciencia está en la capacidad de prever lo que sucederá o podría suceder: Los nuevos desafíos exigen repensar las formas y métodos de llevar a cabo las operaciones de combate. En el mismo, el general ruso, principalmente lo que nos presenta es un repaso a las últimas operaciones militares occidentales, que van desde la primera guerra del Golfo en 1991 hasta la intervención en Libia en 2011. Explica como EEUU y la OTAN, han estado desarrollando un “modo moderno de guerra” multidimensional y global, donde el elemento militar tradicional, con el uso de grandes agrupaciones militares que se enfrentan en un campo de batalla a las del enemigo, está dando paso a la utilización de elementos no militares como pueden ser: los diplomáticos, los económicos vía sanciones, la utilización de la información y la desinformación masiva a través de las redes sociales, etc.; para lograr los objetivos políticos y estratégicos marcados. En resumen: es un análisis de las operaciones militares multidimensionales, o guerras híbridas, lanzadas por occidente en Irak, Libia y el resto de los países del norte de África y Asia Occidental en el contexto de las llamadas “primaveras árabes”.
Este artículo es traducido y difundido rápidamente entre los Estado Mayores de los países OTAN y diversos Think Tanks alineados con la estrategia de la Alianza Atlántica y medios de comunicación occidentales. Se expone ante la opinión pública con el sobrenombre de: “Doctrina Gerasimov”.
El objeto de usar este rimbombante sobrenombre, lo que pretende es generar un estado de opinión en el cual se dé a entender que Rusia está desarrollando una “doctrina para la guerra híbrida”. Y que esto es intrínsecamente un peligro para la seguridad de los países europeos y para lo que ellos llaman “democracia liberal” en general. Pero ¿qué hay de cierto en tal afirmación? La respuesta es poco o nada. Y lo voy a intentar explicar en este pequeño artículo, en el que también pretendo aproximar al lector a una serie de conceptos que muy probablemente ya haya escuchado, pero que a veces no se contextualizan correctamente o se usan con fines propagandísticos.
El primer terminó que debemos conocer más o menos es el de “guerra híbrida”. Una guerra híbrida podría definirse como una serie de acciones multidimensionales: militares, diplomáticas, económicas y de control de la información con un objetivo cognitivo para el control del relato, dirigidas a imponer nuestra voluntad sobre la de nuestros rivales, con la misión de conseguir nuestros fines estratégicos. Se que es una definición muy general y que realmente podríamos profundizar mucho más sobre el término. Pero también es cierto que en ámbitos militares y de seguridad, también en los académicos de ciencia política, sobre el término “guerra híbrida” se sigue discutiendo mucho. Incluso hay gente en ese mundo, que afirma, que el termino “guerra híbrida” como tal no existe porque todas las guerras tienen ese componente multidimensional, por tanto, lo correcto sería hablar de “acciones híbridas” o “amenazas híbridas”.
Si cogemos la definición arriba planteada sobre que es una guerra híbrida, los que nos dicen los Think Tanks atlantistas y medios de comunicación occidentales, es que Rusia ha desarrollado una doctrina político-militar para imponer este tipo de guerra a occidente y que tendría en los acontecimientos de 2014 en Ucrania, su aplicación práctica. Esto se traduce, según la visión occidental, en que Rusia habría planteado a través de los grupos denominados “prorrusos”, un escenario de guerra asimétrica e insurreccional a Kiev, junto con operaciones en el ciberespacio y acciones de influencia a través de las redes sociales y control del mundo académico. Teniendo en la “captura” de la península de Crimea y la famosa operación de los “hombrecitos verdes” su máxima expresión. ¿Pero es esto cierto? ¿Rusia ha planteado este escenario a Ucrania? Y lo más importante, ¿Cómo definimos ese escenario?
Lo primero es empezar por la última pregunta y definir lo que se conoce también en el ámbito militar de seguridad y de ciencia política como “zona gris”. Según algunos autores relacionados con el Ejército de los EEUU, una “zona gris” no es otra cosa que plantearle a tu rival una situación de “paz incomoda” basada constantemente en la mala fe, a través de un escenario donde se combinen acciones a diferentes niveles: crear estados de opinión a través del uso de las redes sociales, subvencionar y apoyar a grupos políticos, lobbies de presión u ONGs para que actúen a favor de tus intereses, apoyar manifestaciones y la escalada de las mismas hasta situaciones de disturbios generalizados con diferentes niveles de intensidad, etc. En resumen, la “zona gris” siempre se da en un escenario de paz, pero donde se pretende conseguir el logro de objetivos políticos y estratégicos sin provocar una acción que pueda ser considerada un “casus belli” según el artículo 51 de la carta de Naciones Unidas.
Teniendo más o menos claro lo que queremos decir cuando hablamos de “zona gris”, la siguiente pregunta a responder sería, ¿Rusia le ha planteado una “zona gris” a Ucrania? Y, lo que, es más, ¿Rusia le ha planteado una “zona gris” a los países de la Unión Europea y de la OTAN? Según dicen los expertos militares y de seguridad de esos países, parece que sí. Para ello suelen catalogar a Rusia como una “potencia revisionista”, esto es: un país que no está contento con su status quo actual y que pretende modificarlo para tener una posición más ventajosa en el tablero mundial. Esto sería más o menos lo que en criminología se considera el móvil. Lógicamente que lo digan estos expertos y luego sea repetido constantemente por los medios de comunicación no significa que sea cierto. Podríamos afirmar que EEUU también es una “potencia revisionista”, porque sabemos que no está nada contenta con el actual status quo y así lo lleva expresando públicamente los últimos años. Ha pasado de un escenario unilateral donde eran la única potencia global hegemónica, a un escenario donde ya el multilateralismo es una realidad y en el cual hay otra potencia global que es la República Popular China que le está disputando la hegemonía.
Dejando al margen de si EEUU es o no es una “potencia revisionista”, está claro que Rusia por supuesto no está contenta con el actual status quo, y no lo está desde que en 1999 la OTAN, incumpliendo las garantías dadas al último gobierno soviético, inició un proceso de expansión hacia el este llegando a las mismísimas fronteras de la Federación Rusa con la incorporación a la Alianza Atlántica de los países bálticos. El presidente Vladimir Putin ha estado desarrollando en los últimos tiempos un discurso donde denunciaba esta situación, donde exigía a la OTAN garantías de seguridad para Rusia y también exigía que se detuviese esa expansión.
En 2008 ya hubo una escalada en esta “zona gris” planteada por la OTAN. Estoy seguro de que muchos académicos y expertos occidentales no estarán de acuerdo en que use este término para definir lo que le ha estado haciendo la OTAN a Rusia desde 1999. En verano de ese año en Osetia, entre Georgia y Rusia, se produce un conflicto caliente que terminó con una intervención militar rusa que se cerró rápidamente y que fue un punto de no retorno en las relaciones OTAN/Rusia.
Washington y Bruselas, en vez de cambiar su política tras este primer “golpe en la mesa” de Moscú, aprovechan este acto para intensificar su campaña de presentar a Rusia como una amenaza para su seguridad. Se sigue con la ampliación al este de la organización militar con la incorporación de Albania, Croacia, Montenegro y la más reciente de Macedonia del Norte. Pero el punto cumbre de esta estrategia va a tener lugar en 2014 en Ucrania con el golpe de Estado del Maidan.
No es ningún secreto para nadie que se haya documentado sobre el desarrollo de este golpe de Estado la injerencia abierta de EEUU y Alemania en el desarrollo de este cambio de régimen. Para ello recomiendo entre otras la lectura del capítulo del profesor Asier Blas Mendoza “Golpes de Estado del siglo XXI y la revitalización del factor externo: el caso ucraniano” del libro “Quiebras y pugnas del tablero geopolítico mundial” (editorial El Viejo Topo). Creo que todos tenemos grabada todavía en la retina la imagen del senador estadounidense Mc Cain por las calles de Kiev.
Según el punto de vista atlantista, desarrollado por diversos Think Tanks y difundido de manera generalizada por los diferentes medios de comunicación occidentales, es justo en este escenario donde Rusia pone en marcha su “famosa guerra híbrida” con sus acciones en Crimea y en la zona del Donbass. Y entonces, empieza la histeria colectiva sobre el “peligro ruso”.
Que vienen los rusos
En una campaña armonizada y dirigida por EEUU y donde hace de orquesta la Unión Europea, se empiezan a repetir hasta la saciedad discursos que presentan a Rusia como el origen de una serie de acciones híbridas: que van desde los ciberataques supuestamente perpetrados por los famosos “hackers rusos”, hasta la injerencia de agentes de influencia del Kremlin para lograr que Donald Trump ganase las elecciones en 2016 o que Gran Bretaña votase a favor de salirse de la Unión Europea con el famoso “Brexit”.
Pero la histeria no se queda en ese espacio difuso de las acciones o amenazas híbridas, se planteaba también en las capacidades militarse rusas, que se presentan muy por encima de lo que parecen que son realmente y para ello se utilizó la intervención rusa a favor del gobierno legítimo sirio, en la guerra que asola el país desde 2011. Podemos repasar artículos de revistas de defensa, seguridad e inteligencia, donde constantemente a partir de 2014 analizaban los desfiles del 9 de mayo en Moscú desde la perspectiva de unas potencialidades militares rusas con las que eran capaces de invadir prácticamente toda Europa.
El objetivo era y es muy claro: justificar todo el trabajo previó de expansión de la OTAN hacia el este de Europa, junto con el aumento de los presupuestos de defensa y la activación de agrupaciones militares de la Alianza Atlántica en los países fronterizos o cercanos a Rusia. En los últimos años, la OTAN ha estado realizando, en base a esa supuesta amenaza rusa y el sobredimensionamiento de sus capacidades ofensivas, una serie de ejercicios militares muy cerca de sus fronteras. Esto lógicamente ha sido percibido por las autoridades rusas como una amenaza directa e inminente a su seguridad nacional y así lo han manifestado públicamente diferentes representantes institucionales, desde el propio presidente Putin hasta representantes de los ministerios de Exteriores y Defensa de Rusia.
A la dimensión de la supuesta presencia rusa en el ciberespacio y a la militar convencional, EEUU le indica a Europa otra “amenaza rusa” en el plano económico: la cuestión energética. Muchos países europeos, principalmente Alemania, tenían (tienen) a Rusia como su principal suministrador de gas y en el marco de estabilizar esos suministros, se construyeron los nuevos gaseoductos directos entre Rusia y Alemania por el mar Báltico: el Nord Stream 1 y el Nord Stream 2. No es ningún secreto que estos proyectos no gustaron nada en EEUU y así se lo hicieron saber a Alemania de manera oficial con varias declaraciones de los responsables de la administración estadounidense.
Con estas cuestiones, y como ya vengo planteando en este artículo, se genera en la ciudadanía europea un estado de opinión y psicosis contra Rusia, que se plasma en un aumento paulatino de la rusofobia y que por ejemplo en mi terreno profesional, el de las nuevas tecnologías, se materializa en que todos los ejemplos sobre las amenazas en el ciberespacio siempre tienen su origen en Rusia y sus “hackers”, hasta el punto de considerar los dominios “.ru” potencialmente peligrosos. Luego, y gracias a las declaraciones de Eduard Snowden, analista de la NSA, y otros, sabemos que el mayor riesgo para la confidencialidad de nuestros datos viene de la propia Agencia de Seguridad Nacional y de las grandes tecnológicas estadounidenses. Pero esto es titular un día y la “amenaza rusa” es titular el resto de los días.
Ucrania: la zona gris de la OTAN contra Rusia
Mientras Think Tanks abiertamente atlantistas y medios de comunicación nos bombardeaban sobre las supuestas amenazas híbridas rusas en el plano militar, en el ciberespacio y en el suministro energético, etc., lo que hemos tenido desde 2014 tras el triunfo del golpe de Estado del Maidan es el escenario justo al contario: una “zona gris” que la OTAN y la UE le ha planteado a Rusia con la utilización de Ucrania y su nuevo régimen como elemento desestabilizador.
Como ya hemos visto, una “zona gris” es una zona de paz incómoda pero que tiene diferentes intensidades. Desde un gris muy clarito donde las acciones que se toman hacia el otro tienen un componente que más o menos se mueve en la “legalidad”, por ejemplo, en este punto podríamos enmarcar las leyes aprobadas por Kiev contra la lengua y la cultura rusa en Ucrania en refuerzo de la lengua y la cultura ucraniana. Pero la “zona gris” también puede escalar a un gris tan oscuro que puede a veces confundirse directamente con el negro, o con lo que sería un “casus belli” y en este punto tendríamos el asesinato de manifestantes en Odessa o el corte del suministro de agua a la península de Crimea por parte de Kiev.
Donde ya no podemos obviar el gris oscuro, es en la guerra del Donbass que se inicia en 2014 y que hasta prácticamente 2016 se mantiene en un escenario muy caliente. Según la OSCE entre civiles y combatientes de ambos lados mueren más de 14.000 personas.
Seguramente desde los medios hegemónicos occidentales, Think Tanks y “agentes NAFO” de la desinformación atlantista, jamás ha existido una “zona gris” contra Rusia en Ucrania. Que esto es solo “una paranoia más a las que nos tiene acostumbrada Rusia históricamente”. Sin embargo hay elementos para hablar de “zona gris” de manera clara:
- Leyes discriminatorias para el uso de la lengua rusa y desarrollo de la cultura rusa.
- Prohibición de partidos de izquierdas que en Ucrania se perciben favorables a una entente con Rusia.
- Declaración de una “operación antiterrorista” contra el Donbass que permite definir las campañas a favor de Rusia como apología al terrorismo.
- Entrada abierta de la OTAN al territorio ucraniano con la llegada de miles de instructores y material. Esto sirve no solo para armar y capacitar el ejército ucraniano, sino para trabajar en un cambio doctrinal del mismo para adecuarlo a los parámetros de la OTAN. Hasta el punto de que hoy en día esta capacitado para usar armamento OTAN sin ningún problema.
- Sanciones económicas de la UE a partir de 2014 en respuesta a la incorporación de Crimea a Rusia que lógicamente tienen impacto en su economía.
- Injerencia a través de los medios de comunicación, redes sociales y ONGs, para desestabilizar internamente a Rusia a través de elementos como Alekséi Navalni, propagación de disturbios, etc. Aprovechando como siempre en estos casos, elementos de malestar social totalmente legítimos y que en Rusia son evidentes.
En conclusión, podemos determinar que existe una “zona gris” de la OTAN y de la UE en Ucrania contra Rusia, como parte de una “zona gris” aún mayor y que se lleva desarrollando desde principios de este siglo. Porque el histórico objetivo de desembrar a Rusia y obtener sus recursos económicos de manera ventajosa, y más en un marco de guerra comercial contra china, es fundamental para EEUU.
24 de febrero, se acabó el mito
Una de las razones de plantearle a un rival geopolítico una “zona gris” es esperar una respuesta militar clásica a esa “zona gris”. Porque si tu respondes militarmente a un escenario, que en principio es un tipo de paz, por muy molesta o incómoda que esta sea y además basada en la mala fe, el que pasará a ser el agresor de acuerdo con el derecho internacional público serás tú. Para mi esto es lo que da un marco explicativo a lo que ocurre el 24 de febrero pasado. Rusia, de alguna manera cae en la trampa que se le ha estado preparando en los últimos años con una invasión militar clásica, por mucho que se pueda luego enmarcar en una “Operación Militar Especial” muy contenida y por muy loables que puedan ser sus motivos, que lo son.
Ojo, quiero dejar muy claro una cosa antes de continuar, sobre todo en este momento en que están muy polarizadas las posturas, y parece que no se permite ni la mas leve disidencia de ninguno de los dos “discursos oficiales”. Yo hago este análisis sentado muy cómodamente en mi casa de un país occidental; si yo fuera un ciudadano del Donbass mi manera de plantear lo ocurrido el 24 de febrero sería, seguramente, totalmente distinta. Porque cuando has sido víctima constante de las bombas lanzadas por el ejército ucraniano, los análisis y las explicaciones geopolíticas importan más bien poco.
Volviendo a lo que estaba explicando, Rusia responde a una “zona gris” con una intervención militar clásica. Tan clásica que el resto de “acciones híbridas” que según la teoría deben acompañar lo que sería una guerra en estos términos, no están presentes. Todavía recuerdo como a los pocos días del ataque ruso, recibimos los que trabajamos en el mundo de las nuevas tecnologías avisos de los diferentes CERTs que actúan en el Estado español: INCIBE1 y CCN2 principalmente. En esa comunicación se nos pedía a los administradores de sistemas y CISOs de las empresas que reforzáramos las medidas de ciberdefensa ante la amenaza de un ciberataque masivo desde Rusia. Por supuesto nada de esto ocurrió.
Y aquí es donde me surge la gran pregunta: si según la OTAN, Rusia había estado desarrollando unas capacidades para la “guerra híbrida ofensiva”, ¿Dónde está esa guerra híbrida? O ¿Dónde está la tan esperada respuesta híbrida rusa? ¿Por qué Rusia, que negaba por activa y por pasiva la posibilidad de una intervención en Ucrania, la termina invadiendo con fuerzas convencionales? Estos son las grandes preguntas que parece que tumban por tierra toda la histeria contra Rusia de los últimos años. ¿Dónde están esas grandes capacidades rusas de llevar al caos a un país desde el ciberespacio? ¿Dónde están las capacidades rusas de provocar un cambio de régimen a través de campañas de desinformación e influencia masivas? Y ojo, que no estamos hablando de campañas en países a miles de kilómetros con idioma y cultura diferentes, estamos hablando de un país donde todo el mundo entiende tu idioma, donde hay millones de rusos étnicos y que ha compartido siglos de historia común con Rusia.
Si ante una “zona gris” tu única respuesta es una operación militar en la cual no te queda más remedio que según el derecho internacional público quedar como un agresor, perdiendo la razón en el relato, es que la llamada “doctrina Gerasimov para la guerra híbrida” jamás ha existido, o como mínimo no se ha podido aplicar. También desmonta la campaña de difamación contras las televisiones rusas RT y Sputnik, presentadas como esos grandes medios de propaganda del Kremlin para la influencia rusa por medio mundo, con unas capacidades para ello totalmente sobredimensionadas. Rusia nunca ha planteado acciones ofensivas dirigidas a intervenir en occidente ni por medio del control de la información, ni por medio de comprar voluntades en el ámbito académico y mucho menos a través de la subvención de ONGs o partidos políticos. Todo era una gran mentira de la OTAN y la UE para justamente lo contrario, justificar las acciones ofensivas híbridas lanzadas contra Moscú desde hace años.
La respuesta rusa evidencia, a mi entender, la debilidad del Estado ruso como resultado del desmembramiento de la Unión Soviética en 1991 y casi una década de decadencia durante la presidencia de Boris Yelstin hasta 1999. Unos años tan catastróficos que, si cogemos los datos económicos y demográficos de ese periodo, estaríamos practicamente ante un escenario de “postguerra”. Es cierto que la llegada de Putin a la presidencia de Rusia de alguna manera ha ayudado a revertir esa situación, pero ni de lejos estamos en la situación previa a la caída de la URSS.
Frente hay unas potencias que llevan años invirtiendo miles de millones de dólares en tejer una red clientelar a través de la compra de voluntades en las élites de muchos de los países aliados y rivales, de desarrollar una industria del entretenimiento que genera una percepción de que occidente es el “mundo perfecto” y que sufre “amenazas constantes” porque el resto del mundo les tienen una especie de “envidia”. Sin contar el control de la información a través de las grandes corporaciones mediáticas y empresas de Internet.
Conclusiones
Estamos ante un escenario de “zona gris” que la OTAN y la UE le ha planteado a Rusia, usando a Ucrania como agente desestabilizador. No hay que olvidar que esta “zona gris” tienen diferentes tonalidades llegando a un gris oscuro en el Donbass que desde 2014 es un escenario de guerra civil abierta.
Tenemos que preguntarnos qué opciones tiene encima de la mesa Rusia, ¿Puede plantearle en respuesta una “zona gris” a la OTAN en Europa? ¿Es la acción militar la única opción? Son respuestas complicadas de responder con la información que se tiene debido a esa polarización de la que hablaba antes. Pero está claro que Rusia no puede plantearle esa “zona gris” a la OTAN y es la tesis que he venido defendiendo en todo el artículo. Ese “peligro ruso” es totalmente infundado porque Rusia no tiene capacidad de influir en nuestros países ni mediante la compra de voluntades, ni mediante la propaganda y el uso masivo de las redes sociales. El control de estas está en manos de las grandes tecnológicas estadounidenses, las grandes granjas de bots se han demostrado que están en el lado atlantista. Medios como RT o Sputnik, no tienen capacidad de revertir el relato constante y abrumador difundido por los grandes medios de comunicación hegemónicos occidentales. El ciberespacio, que se consideraba determinante para una ofensiva rusa en el contexto de una “ciberguerra” contra las infraestructuras críticas occidentales, uno de los grandes mantras de la propaganda antirrusa, tampoco ha estado presente. Muy posiblemente mezcla de que las capacidades rusas no sean las que nos han estado contando todos estos años y de que este país tampoco ha tenido ninguna intención de hacerlo.
Por tanto, ¿es la opción militar la única respuesta posible por parte de Rusia? Personalmente no tengo la respuesta. A mi entender no fue la correcta, por lo que he comentado anteriormente de regalarle “la responsabilidad” en el relato. Por mucho que como hemos estado viendo, Rusia ha sido constantemente la agredida en esta historia. En las guerras de nueva generación, y esto esta teorizado en el ámbito miliar y de la ciencia política, el relato es casi tan importante como la victoria en el campo de batalla. Y es tan importante, que, en base a la construcción de un relato construido por la OTAN y la UE, se desarrolla toda la campaña de solidaridad y apoyo militar y económico a Ucrania para la continuación de la guerra. Así que esta cuestión no es baladí.
Pero se este de acuerdo o no con la decisión rusa del 24 de febrero, lo que no podemos obviar es todo lo que se ha ido relatando en este artículo: un constante esfuerzo de la OTAN para plantear un escenario de “zona gris” o “paz fría” a Rusia. Este escenario objetivo de “paz basada en la mala fe” no solo es real, sino que además es perfectamente percibido por Rusia como una amenaza real e inminente. Y ante los discursos denunciándolo por parte de Vladimir Putin, en vez de que nuestros gobernantes hicieran un ejercicio de ponerse en el lugar del otro y buscar algún tipo de distensión con un país que ademas es muy importante para nuestras economías, han escalado constantemente el discurso “beligerante” y las “acciones híbridas”.
(Publicado en La Comuna, el 5 de noviembre de 2022)